sábado, 11 de agosto de 2012

Recompensa para el más trabajador

Si algo caracteriza al fútbol es que en este deporte, como en la mayoría de ellos, no prima la lógica, sino el trabajo. Esa es la lección que ha aprendido Brasil esta tarde en la catedral pagana de Wembley, escenario inmejorable para una cita de tal calibre. Brasil quería convertirlo en un sambódromo, pero chocó de frente con un bloque sólido, cimentado desde la defensa y correoso como pocos en este torneo. Donde Brasil se encomendó a su talento, México lo hizo al trabajo y al sacrificio. Sólo hicieron falta veintinueve segundos para que Tena mostrara a Menezes que ese era el camino. El tiempo suficiente para que Rafael se liara con el balón en los pies, y Oribe Peralta aprovechara su error para batir por bajo a Gabriel.


Brasil supo encajar el golpe: siguió fiel a su estilo, sin desesperarse por el gol, sin cometer imprudencias. Quedaban noventa minutos para dar la vuelta al partido. Pero México subo contrarrestar de una manera inteligentísima a su talentoso rival: con un marcaje férreo en la mediapunta. Los hombres de Tena cortaron las conexiones de la canarinha, dejaron sin oxígeno a Oscar, y cerraron las bandas para impedir las progresiones de Neymar y Álex Sandro convirtiendo de este modo a Leandro Damião en una auténtica isla, totalmente incomunicado con el centro de mando brasileño. Rômulo intentó llevar el peso del equipo desde el mediocampo, pero con escaso éxito. Fue entonces cuando Menezes comprendió que su equipo necesitaba algo diferente, un cambio de rumbo, una revolución. En el banquillo tenía la pieza perfecta: Hulk, sorprendente suplente en uno de los partidos más importantes de la historia de Brasil. El sacrificado fue su compañero en el Oporto, Álex Sandro, y los efectos, inmediatos. Brasil encontró el rumbo de nuevo. Jugó mucho más cerca del área, y lo que es más importante, con mayor peligro. Lo más destacable fue un disparo lejano del propio Hulk que puso en serios aprietos a Corona.

Pero tras el descanso, el efecto Hulk se fue disolviendo poco a poco. Ahora era el turno de que el líder del equipo, el tan celebrado Neymar, diera un paso al frente y se echara a su país a la espalda. El del Santos lo intentó, pero entre la sólida defensa mexicana, liderada por un colosal Diego Reyes, y el desacierto que tuvo en el área –falló varias ocasiones claras de gol–, no pudo llevar a cabo su empresa. Para colmo, Brasil volvió a dar muestras de una acuciante fragilidad defensiva. Es paradójico que a pesar del hecho de tener como líder indiscutible en la retaguardia a Thiago Silva, flamante fichaje del todopoderoso PSG y uno de los mejores centrales de Europa, ésta sea la línea más débil del equipo. Muy listo anduvo Marcos Fabián –el mejor y más incisivo jugador de México durante los noventa minutos– al aprovechar un regalo de la zaga canarinha, que, a pesar de la dificultad, transformó en una chilena que sólo el travesaño pudo evitar que se convirtiera en el segundo tanto de la tricolor.

El segundo tanto no llegaría en una jugada trenzada o en una contra. No, ahí México estaba siendo más inteligente que su rival, pero no lo estaba dominando. El segundo gol debería ser en el apartado en el que los aztecas pasaron por encima de Brasil como un titán: la táctica. Fue en una falta lateral, botada al corazón del área donde apareció, de nuevo, Peralta para acabar con el sueño dorado de Brasil. Su cabezazo fue inapelable; el golpe, incontestable. Brasil perdió algo más que su sueño con el gol. Perdió la paciencia, tanto con la pelota, como sin ella. Se precipitó en todos los aspectos. Tampoco ayudaron los cambios de su técnico. La entrada de Pato y Lucas Moura por Sandro y Rafael, sirvieron para dos cosas: para escenificar la desesperación brasileña y para regalar a los aficionados un último empujón tan intenso como irreal. De un balón largo desde la defensa llegó la definición de Hulk que supuso el dos a uno a falta de tres minutos para el final, pero la épica no se completó. Oscar la tuvo en su cabeza en el último suspiro a centro de Hulk, pero, solo en el área, mandó el balón fuera. Hubiera sido injusto un gol canarinho al final, y el fútbol lo sabía. El esfuerzo mexicano se vio recompensado.



PabloG.

2 comentarios:

  1. Por el amor de Dios, chaval, no te estarás volviendo adicto al tequila...? Bueno, sí, los mejicanos son muy abnegados. Eso se nota mucho acá en los EE.UU., donde todos los trabajos duros los realizan mejicanos.

    El principal problema de los brasileños -me lo dijeron repetidamente en Sao Paulo, donde estuve tres semanas en junio- se llama Mano Menezes, un tipo sin plan, que nunca ha ganado nada como entrenador de clubes, y de quien nadie sabe:
    a) por qué coño lo pusieron, y
    b) por qué cojones no lo han quitado.

    Un saludo desde California!

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    1. Puede ser, pero lo que es seguro es que la caipirinha se me atraganta cada vez más. Y ni que decir tiene que la sangría en estos Juegos estuvo más que picada.

      Mano Menezes nunca tuvo idea de dónde se metía. Ni con la absoluta, ni con este simulacro de ella. De todas formas, a Brasil le sobraba talento -o eso se suponía- para ganar el torneo, fuese cual fuese el planteamiento en el campo. Ni Neymar, ni Oscar, ni Lucas Moura, ni ninguno tiró del equipo cuando hizo falta, y eso que se supone que valen más de treinta millones cada uno. Sólo Hulk y los goles de Damião mantuvieron vivo el sueño de Brasil. Pero sí, Menezes sobra. Y puede que por no saber gestionar este equipo le cueste el puesto de cara al mundial de su tierra.

      ¡Saludos!

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