martes, 16 de julio de 2013

Genio

Ayer –a una hora no muy recomendable, por cierto– Canal Plus Liga de Campeones pasó el partido que disparó definitivamente al Barça a conseguir su segunda Champions. Se jugó en San Siro y lo decidió un golazo de Giuly. Sólo llegué para ver la segunda parte, y por alguna razón que ya he olvidado Deco no disputó ese partido, Oleguer ocupaba el lateral derecho del Barcelona, y Cafú y Maldini no entraron hasta los minutos finales. Sin embargo fue una batalla táctica, técnica, física y psicológica que  los azulgrana vencieron con un facilidad pasmosa. Recuerdo que disfruté mucho ese partido en su momento, no obstante se enfrentaban los dos equipos que más me marcaron en mi infancia: el Milan de Ancelotti y el Barça de Rijkaard.


El Barça de Rijkaard fue muy importante para mí. Ha sido el único equipo capaz de provocarme sentimientos casi equiparables a los que me provocaba el equipo de mi corazón, el Málaga. Después llegó a mi vida el Borussia Dortmund, pero las sensaciones son diferentes,  más racionales, más filosóficas, menos viscerales y a pesar de todo más intensas. Lo que sentía por ese Barça era absoluta admiración. Era un equipo infinitamente mejorable y el tiempo lo demostró, pero era más espontáneo, más directo e incluso más mágico que todo lo que vino después. En definitiva, más entrañable. Recuerdo que por aquel entonces solía defender con firmeza ante mi padre que ese equipo estaba a la altura del Dream Team. En cierto modo era un iluso, pero era lógico: se trataba de un choque entre mi fútbol y el suyo. Y eso significaba que algo estaba cambiando, que por fin había un equipo de referencia en el nuevo siglo. Después Guardiola se encargó de cerrar definitivamente el debate.

Pero si un elemento definía a ese equipo, más que Rijkaard era Ronaldinho. Él se encargó de devolver al Barcelona al primer plano del fútbol mundial. Él, con su magia, devolvió la ilusión al barcelonismo, a los amantes del fútbol en general. Porque Ronaldinho antes que futbolista era un mago. Y ayer casi al amanecer del siguiente día pude reafirmarme en la idea que me acompañó durante mis años en el colegio, en los que soñaba ser como él y lo imitaba en el recreo. El partido de Milán fue muy cerrado, con marcajes de tres y cuatro jugadores sobre el brasileño, pero terminó decidiendo el partido. Escondiendo el balón, tumbó a Gatusso y le regaló el gol de la victoria a Giuly con un envío magistral. A la contra, supo arreglárselas de maravilla para driblar a Nesta y ponérsela imposible a Dida; sólo el palo evitó el segundo del Barcelona. Cada vez que tocaba el balón el 10 del Barça, el fútbol se contagiaba de su sonrisa.

Ronaldinho era mi héroe. Jamás he vuelto a experimentar nada parecido con un futbolista y muy probablemente jamás lo volveré a sentir. Porque jamás volverá a aparecer un fenómeno como él. Nunca volveremos a ver un fútbol tan alegre, tan espontáneo, tan identificativo. Un genio. Tuve la suerte de verlo tres veces en directo, una de ellas en el Camp Nou. Y mereció la pena. Sobre todo porque después de esa última y mágica vez en la que tuve contacto casi directo con mi ídolo, su carrera empezó a caer en picado. ¿Qué hubiera sido de Ronaldinho si se hubiera dedicado cien por cien al fútbol? Nunca lo sabremos. Y yo al menos, no lo quiero saber. Me quedo con su talento, con los sentimientos que me despertaba, con esa admiración tan profunda. Con el eterno 10 del Barça.


PabloG.

sábado, 13 de julio de 2013

Una puesta de sol

Cuando mi familia va a la playa, lo hace a lo grande. Colocamos la primera sombrilla mediada la mañana y no sacamos la última hasta que el sol no se esconde detrás de las montañas, dejando un paisaje absolutamente inigualable. Pero no todos los que entramos a la playa por la mañana podemos presenciar esa estampa. Es el caso de los más pequeños, que se marchan antes, completamente agotados por no parar en todo el día. El pasado domingo ocurrió un hecho excepcional: uno de mis primos más pequeños me dijo “hoy tiene que ser el mejor día de mi vida, porque me voy a ir a las nueve”. Quizá el de ayer no fue el día más feliz de la vida de Illarramendi. Quizá él, realista de corazón, elegiría otros momentos más especiales como el ascenso a Primera de hace tres temporadas o la reciente clasificación para la Champions. Pero también sabe que desde Madrid podrá ver puestas de sol no mejores ni más bonitas que las de San Sebastián, aunque sí más importantes.


La tónica general al referirse a Illarra es considerarlo un fichaje de futuro. “El sucesor de Xabi Alonso”, “El futuro del Real Madrid”. Quizá eso sea porque su edad, apenas veintitrés años, invita a pensar en un futbolista que necesita madurar, como ese jovencito que asume un trabajo de verano normalmente no remunerado para aprender cierto oficio. Pero de lo que no se dan cuenta es de que Asier Illarramendi, ya a día de hoy, es una realidad. Es innegable que con esa edad y con ese talento sus capacidades irán evolucionando paulatinamente con el paso del tiempo. Pero también es un sacrilegio no considerarlo ya un futbolista preparado para triunfar en el Real Madrid. Su capacidad para entender el juego, su inteligencia a la hora de situarse en el campo y su facilidad para realizar entregas precisas que oxigenen al equipo hacen de él uno de los mejores futbolistas del mundo en su posición. Y por si quedaban algunas dudas, su exuberante Europeo sub-21 se encargó de despejarlas.

Once tipo del Milan de Ancelotti
Es por eso que a Illarra, más que “el sustituto de” se le debería considerar “el complemento a”. Su contratación ofrece a la plantilla comandada por un maestro de los banquillos como Carlo Ancelotti, una amplitud y una variedad táctica extraordinaria. Y estoy seguro de que Carletto sabrá gestionarla de maravilla. El italiano, un auténtico camaleón en la pizarra, está confeccionando un potentísimo grupo a su gusto en el que por encima de todo prima el talento. A tenor de las incorporaciones realizadas hasta el momento (Carvajal, Isco e Illarramendi), de las renovaciones (Nacho), de las posibles salidas (Higuaín, Coentrão y Di María) y de las bajas ya oficializadas (Callejón y Carvalho), intuyo que Ancelotti optará por un esquema 4-1-2-1-2. Es decir, colocando un rombo en el centro del campo, prescindiendo de los extremos y llenando el hueco que estos dejan con laterales profundos. Este sistema pone fin –o debe hacerlo– al que nos quieren colar como culebrón del verano: Gareth Bale no firmará este año por el Real Madrid. Sobre todo porque no tiene sitio.

Este esquema no es nuevo para Ancelotti, porque así llevó al Milan a coronarse, entre otras cosas, dos veces campeón de Europa. En ese equipo el rombo lo formaban Pirlo como regista, flanqueado por el músculo de Gattuso y el oficio de Seedorf, para dejar libertad en la mediapunta primero al talento de Rui Costa y, una vez que terminó de explotar, a la brillantez del mejor Kaká.

En ese sentido, el rombo madridista tendrá notables variaciones. Quizá en su primera pieza sea donde menos se note porque ahí Xabi Alonso, o Modric en su defecto, seguirán haciendo la labor de quarterback que se le asignó a Pirlo en el Milan. Más diferencias habrá, sin embargo, en el flanco derecho. Desde ahí, Khedira, con Casemiro como recambio, explotará para pisar con frecuencia el área, desempeñando el rol que más le favorece y con el que deslumbró en la pasada Eurocopa con Alemania: jugando como box to box y no como mediocentro de contención. O si no, Illarra pondrá pausa y control en el centro del campo, complementando a Xabi y no sustituyéndolo. En la izquierda, Isco o incluso Modric de nuevo darán rienda suelta a su imaginación para crear y sumarse a la última línea si procede. Y en la cúspide Özil, poco más que añadir.

Para desarrollar este sistema son necesarios dos requisitos indispensables: dos delanteros móviles y laterales de proyección ofensiva. Jugadores que cumplan el rol que desempeñaron en su día Shevchenko, Inzaghi, Cafú y Maldini. A priori, encontrar jugadores así parecería imposible, pero no hay que olvidar que hablamos del Real Madrid. Cristiano Ronaldo y Benzema cumplen el primero, con Jesé y Morata como recambios; Marcelo y Carvajal el segundo. Y Nacho y Arbeloa ofrecen otra variante, en principio más conservadora.

Es importante tener dos delanteros que estén continuamente en movimiento por una sencilla razón: el Real Madrid basará su juego en triángulos más o menos complejos en función de la jugada. Aquí Isco toma un papel vital. Para el buen funcionamiento del equipo, será imprescindible que se entienda con Xabi, Özil y Ronaldo. Del primero recibirá para que entregue al alemán, y con este maquinará para activar a Ronaldo u ofrecer él mismo soluciones dentro del área. Su función, aunque parta desde más atrás que Özil, es situarse muchas veces por delante de él para hacer valer ese deje a Romario que tiene en muchas acciones dentro del área. Además, la anarquía ofensiva que ofrece Marcelo arrancando desde el lateral terminará de configurar el lado fuerte del Real Madrid.
Posible once del Real Madrid de Ancelotti
en fase ofensiva. Las flechas azules indican
pase y las rojas desplazamiento.

En el lado débil, la diferencia la marcará Carvajal. Si es capaz de llegar a la línea de fondo con soltura y de ofrecer buenos balones por el camino, el Bernabéu disfrutará de un equipo alegre y amenazante. Si no, el potencial del equipo se reduce al lado izquierdo o a alguna explosión de Khedira. Me inclino más por la primera opción teniendo en cuenta la progresión de Carvajal desde que salió del Castilla la temporada pasada. En Alemania se hizo hombre y se colocó en la élite de su posición. Es mucho menos anárquico que Marcelo en sus subidas, pero mucho más efectivo en ocasiones porque se asocia con los centrocampistas, el mediapunta e incluso los delanteros, siendo capaz de finalizar las jugadas dentro del área. Además, su implicación defensiva es intachable. Un futbolista tácticamente casi perfecto al servicio de un genio de la pizarra.

Pero si pensamos en la perfección táctica debemos pensar obligatoriamente en Illarramendi. Jamás pierde la posición, lo que le permite robar más balones que nadie sin hacer ningún ruido. Es muy probable que alguna que otra vez se le critique, no por ser irregular, sino por lo poco vistoso de su juego la mayoría de las veces. Pero Illarra siempre cumple, siempre está ahí, en su sitio, rayando al nivel más alto posible. Lo que realiza este mediocentro de, recordemos, veintitrés años de edad es pura poesía. Y esa poesía no tiene precio. Ni treinta y dos, ni treinta y nueve, ni cien millones  pueden pagar la labor que Illarramendi realiza sobre el césped. Esa labor tan precisa, tan necesitada de un cierto relieve intelectual para comprenderla completamente, es tan bella que pocas cosas más agradables de ver se me ocurren ahora mismo en el panorama internacional.

Con estos mimbres, no cabe duda de que en las puestas de sol de Madrid tendrán puestos sus ojos muchísimos aficionados al fútbol alrededor del globo. Muchos más de los que lo hacían anteriormente, muchos más de los que ven al Madrid porque sienten su escudo en el corazón. Y no es de extrañar, porque esos ocasos se antojan uno de los más bellos del planeta. Puede que incluso el sol más dorado se ponga por décima vez en la capital de España. Pero ocurra lo que ocurra, una cosa está muy clara: Illarramendi estará ahí para presenciarlo en primera persona. Y quizá llegue un momento en el que, presenciando como el astro rey se esconde, diga “es el día más feliz de mi vida”.

PabloG.

miércoles, 3 de julio de 2013

¿Por qué Brasil arrolló a España?

No me gusta la Copa Confederaciones. Aprieta excesiva e innecesariamente el calendario y no creo que sea justo que se la sitúe a la altura de un Mundial o una copa continental de naciones. Es una opinión personal, pero no deja de ser un torneo de verano. De grandes selecciones y de jugadores con un nivel altísimo, pero un torneo de verano. En definitiva, un negocio cuyo único benefactor es su organizador, la FIFA, y que poco tiene en cuenta el nivel de fatiga que los jugadores llevan acumulado durante toda la temporada. Pero como ocurre con todos los partidos de fútbol del mundo, independientemente del nivel que tengan, siempre dejan detalles de los que aprender. Y en esta ocasión no fue un detalle, sino un detallazo: se puso en duda un modelo hasta ahora indiscutible. España, la campeona del mundo y bicampeona de Europa hincó la rodilla ante el Brasil de Scolari y el orden establecido se tambaleó. Ahora, intentaré desgranar cuáles fueron las claves de la abultada derrota de la Roja y cuáles serán sus consecuencias:


1.- Empecemos por el principio: si Brasil pudo tumbar a España fue gracias a su mentalidad. Salió enchufadísimo desde el principio, con una gran labor de presión arriba que dejó sin argumentos a las primeras de cambio a la selección española. Fue la mejor versión de la canarinha que pretende dominar el mundo con Scolari a los mandos, altamente competitiva e intensa. Si a eso le sumamos el fabuloso ambiente que se respiraba en Maracaná, nos queda un aspirante muy serio a alcanzar el hexacampeonato del mundo.

2.- Como contrapartida, Brasil perdió definitivamente su histórica identidad. Más bien hubo un intercambio de papeles: el Brasil más europeo arrolló a la España más sudamericana. La diferencia se hizo visible, sobre todo, en el centro del campo. Ahí España fue destrozada sin piedad. Busquets, su único volante de contención, se vio superado una y otra vez por la riqueza táctica y el dominio posicional de la selección brasileña y las continuas arrancadas de sus centrocampistas. ¿Quién iba a imaginar hace veinte años que uno de los mayores argumentos de Brasil iba a ser el boxtoboxismo?

3.- Los jugadores que mejor definen este nuevo estilo europeizado son dos de las revelaciones de este torneo: Luiz Gustavo y Paulinho. El primero secó literalmente a los motores del preciosista estilo de España, Xavi e Iniesta. El segundo, como máximo exponente del boxtoboxismo antes apuntado, terminó el trabajo de su compañero y arrastró a los dos futbolistas con más talento de la Roja a seguirlos durante todo el partido. Entre los dos arrancaron el balón a España y la hicieron sufrir corriendo, algo que no se había visto jamás desde junio de 2008.

4.- Pero no todo fueron sombras para la selección española. Hubo un momento de lucidez que pudo cambiar el partido. Mata apareció –por primera y última vez– cerca de las zonas centrales y filtró un pase perfecto para Pedro que el canario remató de maravilla para batir a Julio César. No contó con un factor: el coloso David Luiz juega para Brasil. El excelente central del Chelsea, aparte de realizar un partido excepcional tanto en defensa como iniciando desde atrás, salvó la mejor ocasión de España sobre la línea de gol. Sin saberlo, marcó el punto de inflexión del partido: de haber sido gol, nadie sabe cómo hubiera reaccionado la canarinha frente a una creciente campeona del mundo.


5.- Aunque ese gol pudo cambiar por completo el marcador final, el partido de España fue, como poco, decepcionante. Sus carencias en defensa quedaron al desnudo en cada golpe brasileño. En el lateral derecho, Arbeloa fue un drama, sobrepasado continuamente por Neymar y por las circunstancias. Azpilicueta tampoco mejoró la cosa; en el eje de la zaga, Piqué y Ramos no sólo no supieron corregir los fallos de sus compañeros, sino que penalizaron bastante al equipo con los despistes propios. De hecho, el central azulgrana ni siquiera terminó el partido por roja directa; en el lateral izquierdo, Jordi Alba estuvo desaparecido, tanto en ataque como en defensa. Además, ninguno de ellos fue capaz de desatascar a la selección ofreciendo una salida limpia del balón desde atrás.

6.- No obstante, si algo definió el partido de España fueron sus cambios: Azpilicueta por Arbeloa; Navas por Mata; Villa por Torres. Jugador por jugador, pocas variaciones tácticas y una impotencia palpable. La Roja, una vez que le quitaron el balón, se quedó sin recursos y sin alternativas en el banquillo que pudieran introducir un golpe de efecto decisivo que decantara la balanza a su favor.

7.- Y por encima de todos, Neymar. El futbolista brasileño se consagró como estrella mundial en el mejor escenario posible. En Maracaná, con el ‘10’ de la canarinha a su espalda y frente a la campeona del mundo, el fútbol vio su futuro. Brasil se agarró a su crack como el último reducto de su estilo y él no defraudó. Se echó al equipo al hombro y bailó a España arrancando desde la izquierda y apareciendo allá donde hiciera falta. No sólo se ganó el MVP del partido y del torneo, sino el respeto del mundo del balón, que vio perplejo su deslumbrante exhibición.

8.- Ahora a España se le presenta un escenario inquietante: debe corregir unos conceptos hasta ahora inamovibles. Se avecinan tiempos de grandes y urgentes decisiones. La primera, y la más importante, la relación de Xavi con el modelo; prescindir o no del precursor del ciclo más exitoso de la historia de la selección española. Pero no es sólo una cuestión de Xavi sí o Xavi no, hay que ver qué papel debe desarrollar en este nuevo ciclo que se avecina y también buscar a un futbolista que sea capaz de relevarlo en sus funciones de mando, de elaboración y de organización.

y 9.- Pero también se presenta una ocasión única para hacer retoques que antes de la derrota hubieran parecido una locura. Es el momento de hacer cambios en las convocatorias, de dejar a un lado a los jugadores que no sean capaces de ofrecer el nivel que este grupo requiere y de dar oportunidades a los que vienen pujando fuerte. La sub 21 campeona del Europeo de Israel puede y debe aportar soluciones de garantías a las posiciones más débiles de la absoluta. Pero tampoco hay que dramatizar. Los cambios, aunque importantes, serán puntuales. No olvidemos que este mismo grupo alcanzó la gloria el pasado verano y que hasta que el balón echó a rodar en Maracaná era la referencia mundial de este deporte.


PabloG.