sábado, 11 de agosto de 2012

Ansias de revancha


Como el doctor Jekyll y míster Hyde. Así se puede calificar la actuación de la selección española de baloncesto en estos Juegos Olímpicos. Ayer, los chicos de Scariolo volvieron a dar una de cal y otra de arena frente a la Rusia de David Blatt, rival que ya venció a España en la fase de grupos después de remontar un marcador desfavorable de dieciocho puntos. Esta vez el guión fue diferente, totalmente opuesto.

En la primera parte se vio la peor versión de la triste España que anda a la deriva por Londres. La selección española cerró bien en defensa, impidiendo el lucimiento de las estrellas rusas, pero todo su esfuerzo defensivo no tenía su recompensa en ataque, donde los de Scariolo se mostraron totalmente desacertados. Rusia anotaba poco, pero anotaba; España no. El nueve a doce con el que finalizó el primer cuarto es un reflejo claro de lo que se vio en el campo. En el segundo, la situación empeoró: España continuaba con su sequía anotadora, mientras Rusia conseguía despegarse poco a poco. Buena culpa de ello la tuvieron el capitán Monya, con un tres de tres en triples en apenas cinco minutos, y Sasha Kaun, que se impuso en la pintura y aportó ocho puntos en la primera mitad. Rusia se colocaba a trece puntos de una España sin chispa, sin buenas sensaciones. Nadie aparecía para rescatar a un equipo que sólo apretó un poco al final del segundo cuarto para maquillar un poco el resultado –veinte a treinta y uno– de una primera mitad para el olvido.


Hubo reacción tras el descanso. España se lavó la cara y sacó todo su orgullo para dejar atrás todo lo ocurrido en la primera parte. Apretó los dientes. Empezaba un partido nuevo, uno de los partidos más importantes de su historia. Los jugadores lo captaron pronto, y dieron un extra en el campo para recortar la diferencia en un tercer cuarto estratosférico. Pau, Rudy y Calderón asumieron el liderazgo del equipo y decantaron la balanza en favor de España. Cuatro triples suyos en siete minutos redujeron la ventaja rusa a sólo tres puntos. España no sólo anotaba, sino que exhibía su mejor versión. Volvía a ser España, no esa especie de monstruo que  se ha estado paseando por la cancha londinense. Finalmente, un triplazo de Calderón puso las tablas en el marcador en el último suspiro del tercer cuarto. Rusia se veía maniatada. No podía ser de otra manera: la defensa española funcionaba a la perfección, gracias a Pau, a Marc, y a la inestimable aportación de Felipe Reyes. Especialmente llamativo fue el caso de Marc Gasol, que se destapó en el último período y dio una lección maestra de como jugar en el poste. Se movió, anotó, asistió, circuló. Y todo ello en el momento que más lo necesitó la selección, que con los puntos de Pau Gasol, la chispa de Llull, y bajo la dirección de Calderón, rompió el partido con un parcial de nueve a cero ante el que Rusia no tuvo respuesta, debido a la falta de un líder. Kirilenko no tuvo su día, falló en el momento clave y en situaciones decisivas. España jugará su tercera final olímpica con las sensaciones recuperadas. La tercera puede ser la vencida.


Pero antes de morder el oro deberá superar un último escollo. Más bien, el escollo. Estados Unidos también alcanzó la final olímpica para reditar las de Pekín 2008 y Los Ángeles ’84, de la que ayer se cumplieron veintiocho años. Y lo hizo de la manera que acostumbra: destrozando a sus rivales. Esta vez fue el turno de la combativa Argentina de Ginóbili y Scola, que a pesar de sus respectivos dieciocho y quince puntos poco pudieron hacer frente al mejor equipo del campeonato y del mundo.

USA dominó desde el principio, gracias a la gran aportación de Kobe Bryant, que se desmarcó en la primera mitad con ocho puntos. Parecía imparable, y, probablemente, lo fuera. Pero a la actuación de Bryant hay que añadirle la de LeBron James –dieciocho puntos, siete rebotes, siete asistencias–, dominador absoluto de la pintura tanto ofensiva como defensivamente. El rey James se volvió a marcar otro partidazo, secundado por las aportaciones de Chandler y Kevin Love por dentro que impidieron las situaciones fáciles de Argentina. USA basó su victoria en la fantástica defensa interior en los tiros de tres. Como siempre. Pero Argentina, con el orgullo y la garra que les caracteriza, jamás le perdió la cara al encuentro. Esta generación irrepetible de jugadores quería despedirse con otro oro, como el que lograran en Atenas, y no renunciarían a su sueño fácilmente. Ginóbili tiró de su equipo por enésima vez y se marcó un final del segundo cuarto memorable, culminado con un magnífico triple que dejaba el marcador en cuarenta a cuarenta y siete al descanso. Argentina seguía en el partido.


Carmelo Anthony y, especialmente, Kevin Durant, encontraron problemas en la anotación. No podían mostrar su mejor nivel. Era sangrante el cero de tres en triples de ‘Durántula’. Pero tras el paso por los vestuarios, su suerte cambió, y con ella, la del encuentro. Ambos jugadores empezaron a tener fluidez, a tener fuego en la muñeca. Tres triples consecutivos para cada uno en menos de tres minutos, dieciocho puntos geniales que rompieron el partido definitivamente. La clara demostración de la superioridad estadounidense en este deporte se vio reflejada en uno de esos triples de Anthony: el neoyorkino de origen puertorriqueño se levantó desde casi medio campo y su lanzamiento entró limpio en el aro argentino. USA es un equipo temible y muy difícilmente contrarrestable. Además, James volvió a dar una exhibición de fuerza y potencia, desafiando a la física con vuelos y jugadas imposibles. Los americanos se gustaron y arrasaron a los guerreros argentinos, que se despiden del torneo con un amargo sabor. Todavía, el bronce puede poner un broche de oro a esta magnífica generación de jugadores. USA alcanzó, de nuevo, la final de las Olimpiadas. En ella espera España, con ansias de revancha. Se vivirá una final épica, donde el oro estará más caro que nunca.


PabloG.

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