miércoles, 28 de noviembre de 2012

Rafa In!


El domingo a las cinco de la tarde me senté con ilusión a ver el partido que iban a disputar el Chelsea y el Manchester City. Al fondo de la habitación, la tele emitía una de las mejores y más emocionantes carreras de la historia de la Fórmula 1. Nada podía distraerme del que era el partido de la jornada en Inglaterra y en Europa. Pero resultó ser un tostón. Sin embargo, un hecho me llamó poderosamente la atención: minuto quince, Kolarov se dispone a botar un córner a favor de los sky blues. A su lado, un grupo de hinchas del Chelsea sujeta pequeñas pancartas con un mensaje demoledor. “Rafa Out!”. Atónito descubro que existen más pancartas de diversos tamaños pero con un mismo objetivo: mostrar que la afición del Chelsea no está con Benítez; que su romance con Di Matteo no acabará a pesar de su destitución. El aplauso atronador del minuto dieciséis como homenaje al italiano fue el culmen de una de las mayores injusticias jamás vistas en la historia del deporte.


Que el Chelsea no practica un juego sensacional es un hecho. Y bastante preocupante, teniendo en cuenta las desorbitadas cantidades que se han pagado por esos futbolista. Pero no se puede culpar de ello a Benítez. No el primer día que se sienta en el banquillo, después de haber dirigido tan sólo un par de entrenamientos. Benítez está en el Chelsea para hacerlo lo mejor posible hasta fin de año e intentar aglutinar a un vestuario dividido al que sólo la suerte y la anarquía han sido capaces de llevar a la gloria. Pero este método no es eterno. El hecho de que el Chelsea –el vigente campeón– tenga pie y medio fuera de la Champions League en la fase de grupos es el mejor ejemplo. Por eso Benítez tiene que dejar de ser el enemigo. Su etapa en el Liverpool terminó hace ya tres años.

Precisamente en la ciudad de los Beatles fue donde se consagró definitivamente como entrenador, por si a alguien le cabía algún tipo de duda después de su fulgurante paso por el Valencia –dos ligas y una copa de la UEFA–. No se debe olvidar que el técnico madrileño fue el primero en apreciar la superioridad del fútbol español sobre el resto. Fue valiente al aplicar el estilo que tantos años se llevaba usando en nuestro país en un fútbol tan cerrado como el inglés y su éxito fue rotundo. La final de Estambul marcó un antes y un después en la historia del fútbol. Si esto fue posible, fue gracias a la mano de Rafa. Cambió radicalmente la imagen y la mentalidad de su equipo en el descanso para remontar un histórico 3-0 al Milan de Kaká y alzarse con la quinta Champions de la historia del Liverpool. En ese equipo, junto a Gerrard y Carragher, Xabi Alonso y Luis García eran piezas clave, y Josemi y Núñez unos suplentes de lujo. Después llegaron Reina, Morientes, Arbeloa, Riera, Dani Pacheco… y Fernando Torres, con el que se volverá a rencontrar en Londres. Rafa es el entrenador que mejor rendimiento le ha sacado al Niño, el que le hizo un nombre en Europa y le permitió dar el salto a Stamford Bridge.


Lo que está claro es que si en algún aspecto va a salir especialmente beneficiado el Chelsea, ese es el táctico. Benítez ha demostrado durante toda su trayectoria ser un estratega nato. En Valencia, su Albelda-Baraja en el centro del campo funcionó a la perfección, aportándole al equipo una gran solidez; lo mismo que sucedió en Liverpool con el Alonso-Mascherano. En su nueva etapa necesita encontrar una pareja igual de fiable que le aporte equilibrio a un equipo que tiende a romperse. Está por ver cuáles serán los cimientos sobre los que tratará de construir su efímero macroproyecto. Sus objetivos quedaron claros en la presentación: lograr los cinco títulos a los que aspira el Chelsea. Talento y plantilla no le faltan para poder lograrlo. Tan sólo necesita que le dejen trabajar.

PabloG.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Va por ti, Viberti


Fue una de esas noches mágicas. El clima era el ideal para el espectáculo. El dulce aroma del césped impregnaba el coliseo malaguista y la fina arena que lo cubría parecía premonitoria: el Málaga quería salir por la puerta grande. Nada pudo pararlo. Ni el tímido esfuerzo de un Valencia derrotado por su hazaña europea, ni el pésimo arbitraje de Muñiz Fernández. Hoy jugaba con doce. Viberti pintó el cielo más blanquiazul que nunca, pero su alma se quedó en la tierra para empujar a su amado Málaga a la victoria.


No pudo tener mejor homenaje el mito del malaguismo. Quizá la visita a la fría Rusia sirvió para refrescar las ideas del grupo. Volvió el mejor Málaga de la temporada, un rodillo con el balón en los pies. La bravura de Camacho y Toulalan borró del campo el trivote argentino que planteó Pellegrino, y limpió la zona ancha para que Isco y Portillo dejaran volar su imaginación. Aprovecharon el espacio hasta el último milímetro. Tocaban los malagueños; preludio del miedo. Joaquín y Eliseu, que explotó desde el lateral izquierdo, bailaron al ritmo del tango que marcó la mediapunta. Así se fraguó el primero, iniciado con talento por la derecha entre Joaquín y Gámez, encauzado con brío por la izquierda cuando recibió Eliseu, y rematado con delicadeza por Portillo en el área. No le tembló el pulso al canterano. Se permitió el lujo de pisarla, mirar la posición de Diego Alves y ponérsela en la escuadra, como si de fútbol sala se tratase.


Le salió todo al Málaga. Subyugó a un equipo que ni el mismo Bayern de Múnich fue capaz de controlar con diez jugadores. Las ocasiones se sucedían. Fueron cuatro goles, pero pudieron ser otros tantos. No hubo lucidez ante la meta de Diego Alves. En parte por la brillante actuación del guardameta brasileño, que sacó dos manos salvadoras frente a sendos disparos de Saviola y Joaquín. No cabe duda de que es un portero magnífico. Pero también influyó otro factor. Un disparo de Saviola a las nubes con todo para marcar, un fallo de coordinación de Joaquín a puerta vacía y un trallazo del propio gaditano al poste invitan a pensar que la suerte no estuvo del lado del Málaga. Tampoco le hizo excesiva falta. Su fútbol fue más que suficiente. Permitió que el partido fuera lo que el equipo de Pellegrini quisiera hacer con él. A ratos fue eléctrico, a ratos cuidadoso; pero siempre atractivo.


Pero en un momento dado, la situación se desbloqueó. Quizá por la insistencia, quizá por la calidad de los hombres de ataque, o por simple justicia deportiva. Saviola aprovechó una rápida jugada elaborada tras una pérdida en la salida de balón valencianista. La generosidad de Portillo permitió al Conejo culminar la jugada batiendo por bajo a Alves. A partir de ese instante, el marcador comenzó a reflejar la realidad del césped y el Valencia se desquició, como demuestra la expulsión de Rami. Llegó el turno del recién ingresado Santa Cruz. El guaraní firmó un gol de hombre de área: aprovechó un balón suelto para empujarla a placer después de que entre Gámez e Isco desarbolaran al Valencia por la derecha. Pero lo mejor se quedó para el final. Hubo tiempo para la dulce vendetta. Sobre la bocina, Isco recibió en la frontal del área. Sin oposición, le dio tiempo a analizar su tremenda evolución, la que le ha llevado a ser lo que es hoy en día. Reflexionó sobre las oportunidades que nunca recibió por parte de Emery, sobre lo fácil que puso Manuel Llorente su salida y sobre el cariño recibido en La Rosaleda. Entonces soltó la pierna para ponerla lejos del alcance de Alves y cerrar un partido redondo. Por si alguien no se había dado cuenta, dejó claro que su valor es incalculable.


Lo que comenzó siendo uno de los días más tristes de la historia del Málaga se terminó convirtiendo en una auténtica fiesta. El malaguismo estuvo más unido que nunca; el equipo también. Entre todos sacaron adelante una de las fechas clave del año. Desde arriba, Viberti se deleitó con un espectáculo inmejorable. Se fue el mito, el hombre que forjó buena parte de la historia del fútbol en Málaga. Puede descansar en paz. Hay un grupo de muchachos que, en su nombre, la sigue haciendo cada día más grande. Va por ti, ‘Pelado’.

PabloG.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Pequeñitos pero matones


Parecía una utopía a principios de temporada, pero ya es una realidad. Por encima de Milan, Zenit y Anderlecht –con el orden aún por definir–, el Málaga es primero de grupo. Y lo es una jornada antes de que acabe la fase de grupos gracias a su empate en San Petersburgo, en un partido de infarto. Probablemente fue el partido más disputado de cuantos jugó el Málaga en Champions. Con una salvedad: se plantó en la fría Rusia con un equipo plagado de suplentes, y las diferencias con el equipo de gala del Zenit, salvo en algunos lances de la segunda mitad, fueron prácticamente inexistentes. Llama poderosamente la atención este dato. Más que nada por lo que sufrió el multimillonario equipo ruso frente a los menos habituales de un equipo en el que el dinero parece haberse esfumado repentinamente. Sumó otra hazaña a su larga lista el equipo de Pellegrini.


Es complicadísimo jugar en Rusia. El clima, el cambio horario, el largo viaje… todo influye en contra del equipo visitante. Por eso cualquier conjunto que tenga que desplazarse a tierras rusas firmaría un arranque como el que tuvo el Málaga. En un solo minuto se puso dos goles arriba ante la incredulidad de los hinchas locales. En el minuto ocho, Seba entró por la derecha, puso el balón raso al área, Santa Cruz la dejó pasar y Buonanotte, que llegaba desde atrás, sólo tuvo que empujarla tras controlar. Segundos más tarde, una pérdida absurda del portero Malafeev llegó a los pies de Santa Cruz y el paraguayo la puso a la frontal para que Seba marcara a placer. Así de simple. Con dos aguijonazos, el Málaga puso San Petersburgo patas arriba. Una ciudad que, por cierto, no necesita una chispa demasiado grande para que se encienda su mecha. Con pie y medio fuera de los octavos de final tras una inversión de cien millones en Hulk y Witsel este verano, el clima no es especialmente recomendable en la ciudad. Seba y Diego no costaron tanto, ni son tan fuertes ni glamurosos, pero fueron capaces de aprovechar muy bien sus ocasiones.


No incomodó en exceso el Zenit. Las mansas llegadas de Hulk y Kerzhakov fueron fácilmente solventadas por un Caballero en estado de gracia. Pero todo cambió cuando entró en juego la auténtica estrella de este equipo. Tampoco costó barato en su momento –treinta millones por un semidesconocido futbolista portugués proveniente del Dynamo de Moscú–, pero ese dinero ha quedado ampliamente amortizado con su rendimiento en el campo. Es el factor diferencial de este equipo que tanto lo ha echado de menos durante su larga lesión de rodilla. Destrozó al Málaga por la izquierda asociándose con Hubocan. De hecho, tras el descanso elaboraron el tanto ruso entre los dos. Danny inició la jugada, se fue hacia el corazón del área y controló el pase del eslovaco para batir a Caballero con un disparo cruzado. El cambio de rumbo del partido se palpaba en el ambiente.


Fue desinflándose poco a poco el Málaga. Perdió frescura en la circulación y se desconcentró en exceso en defensa. La entrada de Weligton por Demichelis restó jerarquía a la zaga. El Zenit aprovechó estos minutos de confusión para llegar con peligro. Una jugada de Kerzhakov finalizó incomprensiblemente en el lateral de la red tras driblar a Caballero. Y poco más. Salvo alguna jugada aislada de Danny, el Zenit tampoco ofreció demasiado. Se notaba la calidad que posee de medio campo en adelante, pero nunca se plasmó en el partido. Hulk y Kerzhakov lucharon por su cuenta y Witsel tampoco se encargó de aglutinarlos demasiado. Son las penurias de un equipo configurado para ganarlo todo, las consecuencias de no haber sabido llevar con mano izquierda una situación en teoría beneficiosa para todos.

Sacó ventaja ante esta situación de caos el Málaga para calmar el partido. Ganó el centro del campo y Buonanotte tuvo el tercero en sus botas. No lo logró esta vez el pequeño futbolista argentino y las consecuencias no pudieron ser peores para el Málaga. En una contra por la derecha, el recién incorporado Bystrov vio puerta, pero su compañero Danny la sacó en boca de gol. No perdonó Fayzulin para poner el empate. A raíz de este momento pudo pasar de todo. Pudieron ganar los dos equipos, de hecho Buonanotte volvió a tener el triunfo en sus botas, pero el marcador no se volvió a mover. El Málaga sacó el punto más importante de su historia de San Petersburgo. El Zenit aún puede tener opciones alguna opción de pasar, pero el clima se hace insostenible. El fiel reflejo fue la expulsión de Bystrov con el partido ya terminado. Parece una broma si tenemos en cuenta las diferencias que existen entre uno y otro equipo. El pez pequeño esta vez se comió al grande. El sueño debe continuar.


PabloG.

Nuevos sueños borraron viejas pesadillas


El 23 de mayo de 2001 en San Siro, la historia del Valencia cambió para siempre. Perdió la final de la Champions, la segunda consecutiva; la segunda de su historia. Perdió en los penaltis de la manera más cruda posible. Y aquel día nació una fobia irracional hacia unos colores, un escudo, un equipo: el Bayern de Múnich. El destino quiso volver a emparejar a ambos equipos en este grupo de la Champions League. Jamás desde aquel fatídico día fue capaz el Valencia de vencer a los alemanes. Ni siquiera hoy, pero es muy probable que ese terror hacia los bávaros haya desaparecido para siempre.


El futbolista que salió peor parado de aquella decisiva tanda fue Mauricio Pellegrino. El notable central argentino fue el encargado de lanzar el último penalti de su equipo. Lo lanzó con la izquierda, fuerte y colocado, pero Oliver Kahn adivinó perfectamente la trayectoria de su disparo. Hoy no estuvo en el campo, sino en el banquillo para dirigir al Valencia a la victoria. Y probablemente, si el partido tuvo ese color épico fue gracias a su alma. Se le puso muy cuesta arriba el duelo a los chés a la media hora. Barragán no fue capaz de medir su euforia y arrolló sin control a Alaba en la banda. El polémico Howard Webb le señaló el túnel de vestuario con todas las de la ley. Fue en ese preciso instante donde la mano de Pellegrino se notó. Cual general romano, arengó a sus tropas a la victoria. Reconvirtió a Feghouli al lateral derecho e hizo explotar a Mestalla para que llevara en volandas al equipo.


El partido del Valencia con diez jugadores fue excepcional. No se equivocaba el mítico Helenio Herrera al afirmar que con diez se juega mejor que con once. Primó la cordura en el conjunto ché. Su juego fue serio, inteligente y, sobre todo, consecuente. No se empeñó en someter al Bayern, sino en hacer florecer sus carencias. Cissokho fue un pulmón por la izquierda. Cortó cualquier atisbo de peligro y se sumó al ataque cuando más daño podía hacer. También fue vital la labor de Tino Costa y Éver Banega en el centro del campo. Su presión fue exquisita, y su toque de balón, rápido, preciso y venenoso. Pero sin duda la estrella del partido fue Sofiane Feghouli. El franco-argelino se destapó como un lateral total. Incluso en algunos momentos se llegó a pensar que Cafú había vuelto a vestirse de corto. Pero no, se trataba de un joven futbolista que por fin comienza a recoger sus frutos. Fue el corazón de ese Valencia que conmocionó al mundo del futbol a principios de siglo. Su gol trajo a la mente a los mejores Mendieta, 'Piojo’ López, Vicente, ‘Kily’ González… Se plantó en la frontal del área, dribló a dos rivales y ejecutó con la izquierda un disparo nacido en el alma. Batió a Neuer, como pudo haber batido a Kahn, después de que el balón golpeara en la mano de Dante.


Pero si bien el Valencia estaba poniendo el dramatismo al encuentro, las ocasiones más claras estuvieron teñidas de rojo. No es menos cierto que el Valencia sufrió demasiado ante un Bayern que jugó con poco gas. Dante fue un auténtico quebradero de cabeza a balón parado y obligó a Guaita a emplearse a fondo en más de una ocasión. La entrada de Mario Gómez y Mandzukic no fue más que un añadido al creciente peligro bávaro. Un remate al poste del segundo antes de que Feghouli incendiara Mestalla sirvió de aviso de lo que se avecinaba. Centró Lahm desde la derecha con la clase que le caracteriza. En el área esperaba la artillería: Mandzukic la dejó pasar, Gómez la tocó de tacón y Müller la empujó al fondo de las mallas. Calló Mestalla; calló Valencia. Y después, volvió a rugir. Comprendió que el complejo por fin se había terminado. Están en octavos, tienen el liderato del grupo al alcance de la mano y lograron plantar cara al todopoderoso Bayern con diez jugadores durante más de sesenta minutos. Doce años después, Cañizares podrá secarse de nuevo las lágrimas, esta vez de felicidad.

PabloG.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Caballero sostiene al Málaga


Continúa sin encontrar la senda de la victoria el Málaga. Por cuarta jornada consecutiva, el equipo de Pellegrini no logró obtener los tres puntos. Esta vez sacó un empate del Reyno de Navarra, lo que supone una leve mejoría con respecto a las dos derrotas anteriores frente a Rayo y Real Sociedad. Pero lo que más preocupa es que el equipo no transmite lo mismo que a principios de temporada. Le falta creatividad, velocidad, determinación… Altas dosis de Isco, en definitiva.

“A lo mejor le estamos dando una categoría a Isco que no tiene capacidad de poseerla por juventud”, dijo Pellegrini en la rueda de prensa anterior al duelo de Pamplona. Volvió a acertar de pleno el Ingeniero. Mientras unos piden a gritos su convocatorias para la selección absoluta, el arroyero atraviesa su momento más bajo de la temporada. No está fino últimamente, no le salen las cosas. Y los férreos marcajes de estrella mundial que le realizan los equipos rivales, tampoco favorecen a su lucimiento. El jugador necesita descanso, reposo y tranquilidad para recuperar sensaciones.


Pero no sólo de Isco depende el Málaga; también del gol, que se resiste más que nunca. Saviola hoy, más que soluciones, ofreció problemas. Cayó una y otra vez en la trampa del fuera de juego, privando a su equipo de buenísimas oportunidades que hubieran sido aprovechadas si hubiese prestado más atención a los movimientos. Tampoco la entrada de Santa Cruz solucionó la papeleta. El paraguayo pasó casi desapercibido en el encuentro y no realizó ni un remate a puerta. Con Joaquín implicado en las tareas de elaboración y de ruptura de la defensa rojillo –trabajó que realizó muy bien–, el que más cerca estuvo de obtener el premio fue Portillo, pero su venenoso disparo fue respondido por una mano soberbia de Andrés Fernández a la base del poste.

Esta jugada estuvo precedida por la polémica del partido. Lamah volvió a meter el balón al área de Caballero después de que la zaga malaguista lo despejara a la salida de un córner. Estuvo listo Kike Sola y aprovechó el envío de su compañero para rematar al fondo de la red de cabeza, pero Estrada Fernández entendió que estaba en posición adelantada y anuló mal el gol. Ese fue el único error de Willy Caballero. Si el Málaga salió con algo de Pamplona, fue gracias al fantástico meta argentino.


El trabajo de Osasuna fue excepcional. Realizó un partido intensísimo, con una magnífica presión en el centro del campo que desactivó completamente al Málaga. Raoul Loe puso la fuerza, Sisi y Cejudo la creatividad. Iba llegando a rachas Osasuna, siempre con Kike Sola como estandarte del peligro. Tuvo el tanto en la cabeza en la reanudación. Volvió a sacar una mano asombrosa Caballero para quedarse con el balón. Pero la jugada crucial del partido llegó mediada la segunda mitad. Esta vez el meta argentino se tuvo que ver las caras con Cejudo. Frente a frente, en un duelo a pistola. Willy fue más rápido, o quizá más paciente. Sacó la pierna y evitó el triunfo osasunista. El resultado fue justo, pero el Málaga debe ofrecer más si quiere estar entre los primeros de la tabla. Ahora espera la fría Rusia. El viaje continúa.

PabloG.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Faltó el nueve; faltó el gol


Se presuponía uno de los partidos de esta jornada internacional, pero resultó ser un fiasco. Holanda y Alemania empataron a cero en un partido soso y contenido. No jugaron los habituales en ninguno de los dos equipos, pero además los suplentes no se esforzaron por aprovechar la oportunidad que se les dio. Preocupa especialmente la selección holandesa, muy venida a menos desde que perdiera la final del Mundial frente a España. Parece mentira que este bloque sea el actual subcampeón del mundo; el equipo que, en teoría, sigue inmediatamente a España como mejor selección del mundo.


Alemania dominó el balón desde el pitido inicial. No cambio ni una pizca su filosofía Joachim Löw, que se marcó una ‘españolada’ al jugar sin un nueve claro ante la lesión de Mario Gómez. Esto contribuyó a que el partido echara enormemente de menos las referencias en las áreas. Con los teutones adscritos a la moda del falso nueve, el ataque fue un desorden. Götze, Müller, Holtby y, sobre todo, Reus ocuparon la punta de ataque circunstancialmente. El esfuerzo de todos ellos fue notable, pero se nota a la legua que no tienen el ADN del clásico jugador de área que es capaz de fabricar goles casi de la nada. Aún peor anduvo Holanda, a pesar de contar con Kuyt en punta. El equipo de Van Gaal fue un esperpento: persiguió sombras durante los noventa minutos. Cuando jugadores de tanta calidad como Van der Vaart o Afellay son simples escuderos al servicio de la velocidad de Robben es que algo falla en este equipo. No pudieron masticar la jugada, sólo lanzar balones en largo para que el extremo del Bayern corriera e inquietara algo a Neuer. Fue el único que propuso algo, y cuando fue sustituido, se acabó el peligro holandés.


No es posible que tanto Van Gaal como Van Marwijk se equivoquen en lo mismo. Holanda sigue dando una imagen penosa después de la Euro 2012, en la que fue eliminada como última de grupo con cero puntos. Y, sobre todo, sigue sin jugar al fútbol. Es lenta, frágil y estéril. Hoy, sin Sneijder y Van Persie –palabras mayores, por otra parte–, se perdió ante el juego alemán. El problema de este equipo radica en la calidad. Atesoraban más los homenajeados en el día de hoy Van Nistelrooy, Kluivert, Davids y Reiziger que toda la convocatoria oranje. Si De Jong es la referencia en el centro del campo, es que la situación es crítica. Lo sufre el Milan y lo sufre esta selección – ¿quién lo iba a pensar en los tiempos de Rijkaard y Gullit?–. A Alemania no le hizo falta demasiado para imponerse en la zona ancha, a pesar de que ni Schweinsteiger, ni Özil, ni Khedira estaban en el campo: presión alta y el criterio de Gündogan como corriente dominante. Fue la clave para ganar el partido desde el punto de vista moral y táctico. Pero ni la moral ni la táctica son capaces de ganar un partido realmente. El gol sí. Y para marcar hacen falta delanteros.

PabloG.

martes, 13 de noviembre de 2012

Con la calidad en las venas


El fútbol español puede respirar tranquilo: tiene un futuro casi igual de esplendoroso que su presente. Venció con autoridad la sub-21 en Italia, un triunfo que da aún más crédito a un equipo que parece haber superado ya definitivamente el trauma que provocó su lamentable actuación en los Juegos Olímpicos de Londres. No debe ser fácil reponerse ante una situación tan complicada, pero para este grupo de futbolistas parecen no existir límites. Rodrigo, Deulofeu y Álvaro Vázquez no hicieron más que justicia a lo que propuso España en el campo: una delicia.


Bajo la dirección de Isco y Sarabia, España bailó en el césped. Son dos futbolistas finísimos, delicados, estratosféricos. No tardarán en dar el salto a la Absoluta. Y cuando lo hagan, será para tener un papel muy relevante. Su calidad no les permite otra cosa. El madrileño dirigió al centro del campo con maestría; el malagueño fue el enlace ideal para Rodrigo. Y bajo sus batutas, Deulofeu se convirtió en un arma excesivamente peligrosa por la izquierda, a pierna cambiada. Pero hubo un futbolista que se saltó el guión por completo: Koke. El colchonero prescindió se saltó a la torera las imposiciones de Isco y Sarabia con el balón y quiso ser el protagonista. Mandó un balón medido a la espalda de la defensa desde el medio campo que dejó a Rodrigo solo frente a Bardi. El brasileño marcó tras sentar al meta italiano. No podía ser de otra manera. Puso su firma al partido con su duodécimo gol en diez partidos, igualando el récord anotador de Óscar García Junyent.

Italia quería tomar el mando, pero jugaba a algo que no estaba bien definido. Movía el balón de un lado a otro, pero sin ritmo ni intención. No lograba inquietar bajo ningún concepto la portería de Mariño. Quizá acusó demasiado las tempraneras lesiones de Saponara y, sobre todo, Sala, uno de los futbolistas más peligrosos de este combinado sub-21. Sea como fuere, España no perdonó. Volvió a aparecer Sarabia, esta vez con Deulofeu como invitado de excepción. El canterano culé puso un pase medido al ex madridista para que encarara portería. Vio que Isco se aproximaba por la izquierda libre de marca para hacer el segundo. No se la pasó. Prefirió ser agradecido y devolvérsela en boca de gol a Deulofeu cuando se encontraba frente a Bardi. La primera mitad retratada en una jugada trazada con escuadra y cartabón.


Cambió de cara Italia tras la reanudación. La entrada del espanyolista Longo resultó decisiva para ello. El joven delantero cedido al conjunto perico por el Inter de Milán incomodó más que todos sus compañeros juntos moviéndose por todo el frente del ataque. De hecho fue el autor del gol transalpino al aprovechar un gran pase profundo de Sansone desde la izquierda. Longo se lanzó a por él, ganó la partida a Carvajal y batió a Mariño con un disparo cruzado. España estaba fuera del partido. Y los numerosos cambios que se estaban realizando no contribuyeron a mejorar la situación. No en ese mismo instante, aunque después resultaron decisivos para hacer el tercer y definitivo tanto en una jugada calcada a la del primer gol, con protagonistas diferentes. Esta vez, Muniain –que acababa de entrar– hizo de Koke y Álvaro Vázquez, de Rodrigo. Venció España y convenció. Es un lujo y una alegría constante ver jugar a cualquier equipo que vista la camiseta roja de la selección española.

PabloG.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Entre la decepción y la emoción


Fue un partido muy extraño el que se vivió en Stamford Bridge. Extrañísimo y con dos partes bien diferenciadas. Por unos minutos pareció que el mundo estaba al revés; pareció que la suerte estaba contra el Chelsea y que la injusticia del partido beneficiaba al Liverpool. Pronto –en realidad, más bien tarde– se encargaron los hábiles delanteros reds en demostrar todo lo contrario. Los hombres de Rodgers pudieron ganar el partido. Lo tuvo José Enrique en sus botas en el último minuto del descuento, pero su disparo fue interceptado por la mano salvadora de Petr Cech. Hubiera sido un premio demasiado grande. El Liverpool se impuso en los minutos finales cuando entró en un peligroso intercambio de golpes con el Chelsea. Se replegó para evitar que la velocidad de Moses, Hazard, Sturridge y Mata provocara una sangría, y salió con inteligencia. Para ello fue importante la entrada de Suso, que unió las líneas de medio campo y delantera para dar profundidad al equipo, y el partidazo de José Enrique, el mejor futbolista del partido. Pero hasta ese momento, el Liverpool fue una triste caricatura de sí mismo.


Brendan Rodgers es un entrenador que se caracteriza por los ideales colectivos que imprime a sus equipos. Lo demostró el año pasado con el Swansea, en el que el buen trato del balón fue un principio inamovible, y por eso el Liverpool confió ciegamente en él su nuevo proyecto. Se le debió olvidar esta tarde. Apostó por una línea de tres centrales que no dio solidez defensiva al equipo, por unos laterales adelantados que no supieron muy bien donde estaban hasta la segunda parte –a pesar de todo, José Enrique estuvo excelente– y por una delantera demasiado aislado en la que Sterling se perdió al no tener la línea de cal como referencia. Pero lo más preocupante fue el centro del campo. Sahin continúa su decepcionante línea descendente. No es ni la sombra del jugador que brilló en Dortmund. Y por si fuera poco, ni Allen ni Gerrard se encontraron a sí mismos. Fue triste ver al fino centro campista galés perder balones impensables en un futbolista de su talla.


Ante este caos, el Chelsea sacó provecho. Fue superior en cuanto a posesión, aunque no brilló especialmente en ese aspecto. Lo que define a este equipo es su letal contragolpe. Y de entre todas sus piezas, destaca Eden Hazard. Cuando el belga arrancaba, el Liverpool se echaba a temblar. Atravesó el centro del campo y la defensa cuando quiso y como quiso. Puso balones peligrosos a sus compañeros, como un servicio perfecto a Torres en la izquierda que tan sólo Brad Jones evitó que se colara en la portería. Pero el factor diferencial de este equipo se llama Juan Mata. No en vano, el burgalés lleva siete goles y diez asistencias en los últimos diez partidos. Hoy sumó una más desde la esquina que permitió el gol de Terry tras un fallo garrafal de Agger en la marca, y estuvo a punto de conseguir el dos a cero con una jugada de ensueño. Arrancó con potencia y sentó a Wisdom con un caño, pero su disparo se marchó alto. Es increíble el estado de forma que atraviesa, de lo mejor de la Premier.


Pudo hacer lo que viniera en gana el Chelsea frente a un Liverpool indolente en el que sólo José Enrique peleó hasta las últimas consecuencias. José Enrique y Luis Suárez, por supuesto. Eso sí, cuando pudo. Estuvo demasiado desconectado del centro del campo con el esquema de salida y Sterling nunca fue una solución, por lo que cuando lograba tener el balón se aventuraba a intentar la guerra por su cuenta. Puso en problemas en más de una ocasión al Chelsea, calidad no le falta para ello, pero pocas veces fue una amenaza sería de gol de un Liverpool que no disparó a puerta hasta bien entrada la segunda mitad.


Se dio cuenta Rodgers y sentó al intrascendente Sahin para dar entrada al joven Suso. Lo agradeció el Liverpool. No mejoró su juego, pero si sus acercamientos a la portería rival, que culminaron con un córner botado por José Enrique que Carragher prolongó en el primer palo para Suárez la empujara en boca de gol en el setenta y tres. Fueron los minutos en los que se creyó que el resultado era injusto; también los que precedieron a la apoteosis final.

PabloG.

El Málaga, la tabla de salvación de Montanier


Volvió a atascársele al Málaga el partido que precedió al festival europeo. Después de que Athletic y Espanyol sumaran un punto y el Atlético los tres, le tocó el turno a una Real muy necesitada que llegó a Málaga con el barco de Montanier al borde del naufragio. Pero no será en aguas costasoleñas donde termine la aventura del capitán francés. Volvió a encontrar en el equipo de Pellegrini una tabla a la que agarrarse como ya ocurriera la temporada pasada. Esta vez, sin hacer nada especial su equipo, volvió a quitarle tres puntos a un equipo demasiado agotado físicamente. “Estamos con muchas ganas y con poca idea”, dijo Pellegrini en la rueda de prensa. No hay frase que resuma mejor el encuentro.


El Málaga volvió a tener uno de esos días espesos y turbios; uno de esos días que, por otra parte, se están convirtiendo en habituales. Y de hecho, lo tuvo desde que el árbitro señaló el inicio del partido. Cuarenta y ocho segundos tardó Carlos Vela en adelantar a la Real. Cuarenta y ocho segundos en los que al Málaga le dio tiempo a perder un balón, reclamar una mano y no saber resituarse para impedir el gol. Pero tras el gol no mejoró mucho la situación. Como ocurriera siete días atrás, volvió a atascarse, esta vez sobre todo en la salida de balón. Onyewu demostró que no es Demichelis y, de paso, que la técnica no es su mayor virtud. Es un buen central, pero quizá no sea lo que necesita este Málaga. Tampoco ayudó el partido de Sergio Sánchez, más negro que el azabache. Se perdió el catalán, primero en la izquierda y después en la derecha, donde fue un auténtico coladero. La importancia de Monreal en la zaga es vital.


El balón largo no favorecía a los intereses malaguistas, y para cuando quisieron probar a jugar como siempre, la Real ya había montado una trinchera casi infranqueable en el centro del campo. Fue inteligente Montanier en este sentido, dejando a Isco y Joaquín demasiado aislados de sus compañeros. Esto provocó que el Málaga fuera como la lluvia que cayó sobre el maltrecho césped de La Rosaleda: apareció a ratos, siempre fue de menos a más y cuando menos se esperaba, desaparecía. Pero la ventaja de contar con la clase de jugadores que tienen los boquerones es que pueden hacer que en cualquier momento salte la chispa. Lo hicieron al filo del descanso con una jugada estupenda. El balón se movió con agilidad de una banda a otra. Aparecieron Joaquín, Isco, Portillo, Saviola… y Eliseu, cuyo potente disparo desde la frontal se marchó a córner tras golpear en Íñigo Martínez. Fue el nacimiento del gol de Saviola. El Conejo demostró su mayor virtud, el oportunismo, al empujar un balón suelto al fondo de la portería de Zubikarai.


El gol y la jugada anterior a él, lo que es aún más importante, no fueron más que un espejismo. A medida que fueron pasando los minutos, el Málaga fue menguando paulatinamente. Toulalan acusó la falta de ritmo y ni si quiera con Iturra a su lado –entró por Gámez en el descanso y firmó un partido excelente– pudo sostener el centro del campo. Además, los problemas en defensa incrementaron. La jugada del segundo gol realista fue la viva imagen de lo que se estaba viendo en el partido: tras una jugada complicada en el área de Caballero, Onyewu realizó un despeje espantoso que cayó a los pies a Xabi Prieto. Sentó al portero argentino con un quiebro y empujó el balón a placer para dar ventaja de nuevo a su equipo.


Isco pudo empatar el encuentro poco después. La jugada individual de Joaquín así lo merecía, pero su disparo fue respondido con un paradón por Zubikarai. No se volvió a mover el marcador, afortunadamente para el Málaga. Lo intentó José Ángel desde muy lejos, pero su disparo lo repelió el larguero tras golpear en Onyewu. No tuvo su día el americano, muy poco arropado por Sergio Sánchez en la segunda mitad. El equipo se tomará un respiro entre semana para afrontar la segunda y definitiva mitad de esta loca maratón decisiva. Estos días de descanso pueden y deben marcar los objetivos del Málaga: la gloria o la mediocridad.

PabloG.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Fragancia de campeón


Hay rachas, momentos de forma que pueden decidir una liga. El que atraviesa este Bayern de Múnich tiene toda la pinta. Volvió a ganar, esta vez en el Allianz Arena frente al sorprendente Eintracht de Frankfurt. No fue un partido sencillo, pero el equipo de Jupp Heynckes volvió a sacar los tres puntos gracias a una nueva exhibición de oficio y de hambre de triunfos. No quieren que se vuelva a repetir lo del año pasado; no quieren volver a ser segundos en todas las competiciones. De momento, van por buen camino, y no sólo por cuestiones estadísticas, sino también de sensaciones. Han progresado mucho como equipo desde el año pasado y los nuevos jugadores no han tardado mucho en acoplarse a la filosofía del club bávaro. Ahora este equipo, aparte de arrollar físicamente, también sabe tocar el balón con paciencia.


Uno de los futbolistas que mejor representa el cambio es Javi Martínez. El ex jugador del Athletic está realizando una notable temporada en Alemania hasta el momento. Era sin lugar a dudas la pieza que añoraba este Bayern y que por fin tiene. Un futbolista fuerte, correoso, agresivo y que se suma al ataque con facilidad, pero que además tiene en su depurada técnica su principal virtud. Da equilibrio y sentido al Bayern al lado de un eufórico Schweinsteiger que está siendo la principal estrella del equipo. El alemán lleva ya seis goles en lo que llevamos de temporada. Ha superado ya su registro del año pasado y no tiene otra explicación más que su óptima condición física. Una vez superado su calvario de lesiones, el santo y seña del Bayern está liderando a su equipo tanto en ataque como en defensa. Sin este fabuloso centro del campo, el Bayern no estaría donde está ahora.

Fue un ciclón el Gigante de Baviera durante la primera mitad del partido. Empujó hacia su campo al Eintracht y lo acosó a base de fuerza y suaves balones a la espalda de la defensa. A pesar de ello, fue incapaz de materializar ninguna de sus ofensivas por dos motivos: su escasa puntería y el enorme partido de Kevin Trapp. Robben no estuvo fino de cara al gol en todo el encuentro, falló innumerables ocasiones de uno contra uno y fue incapaz de aumentar la ventaja de su equipo. Y contagio a su equipo, lo que es peor. Pero no sería justo restarle mérito a Trapp. El joven portero alemán fue el sostén de su equipo y realizó varias intervenciones de muchísimo mérito que terminaron por desesperar al Bayern, aunque no pudo evitar lo inevitable. En una rápida contra, Javi Martínez pisó área por la parte izquierda y le puso una asistencia magnífica a Ribèry que el galo empujo en boca de gol para hacer el primero al filo del descanso.


El Bayern dominó el encuentro, pero el Eintracht hizo mucho daño al equipo de Heynckes con sus armas. Replegado atrás para no sufrir una goleada, cada vez que salía a la contra era una amenaza. Fue importante Rode a la hora de las transiciones defensa-ataque, pero Meier e Inui fueron los que llevaron el peso del juego ofensivo. Entre el mediapunta alemán y el japonés pusieron en aprietos al todopoderoso Bayern con jugadas rápidas y eficaces. Fueron un reflejo de lo que pretende ser este Eintracht: el tapado de esta Bundesliga que complique las cosas a los grandes. Una versión algo modificada –y sobre todo sin un jugador tan decisivo como Reus– del Mönchengladbach del año pasado. Lo intentaron siempre y tan sólo el larguero pudo evitar que el remate de cabeza de Meier hiciera la igualada al poco de la reanudación, pero sobre todo contribuyeron a que el partido se pusiera precioso, con alternativas en ambas porterías.


Con el partido tan apretado, volvió a tirar de oficio el Bayern. Se adentró en el área Schweinsteiger y Demidov lo derribó en una acción poco clara. Alaba no perdonó la ocasión de sentenciar un partido y dar una nueva victoria al Bayern, que domina con puño de hierro la Bundesliga. Parece difícil que esta situación vaya a cambiar en un futuro próximo. Sin duda, huele a campeón.

PabloG.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Con la suerte como aliado


Uno de los mejores partidos de la temporada: el que hemos vivido esta noche en Stamford Bridge. Un espectáculo sensacional en el que el fútbol fue el mayor beneficiado y el Shakhtar Donetsk el gran perjudicado. Con su atrayente y preciosista apuesta ofensiva, el equipo de Lucescu mereció esta noche mucho más que salir de vacío de Londres. Logró dominar con el balón en los pies a un Chelsea que propuso desde el primer momento la locura como solución, el elemento que sin duda provocó que lo que ya de por sí era un partido de culto en Europa se transformara en una obra de arte. A ello ayudó la negra noche de Pyatov. El portero de los mineros cuajó una actuación para el olvido y fue el gran responsable de la derrota de su equipo. Dos despejes absurdos provocaron que el Chelsea, que sigue teniendo la suerte de cara en Champions, nunca fuera por detrás en el marcador.


Partidos así son los que gustan ver. Imprevisibles, con los dos equipos con ganas de tener el balón, con ocasiones, con espacios para correr, con calidad para jugar… y, sobre todo, con jugadores determinantes, de los que hacen que merezca la pena pagar la entrada para verlos en acción. Willian y Fernandinho son la máxima expresión de este tipo de futbolistas. Brasil tiene ante sí una mina de fútbol exquisito por explotar con ellos.

Willian es un mediapunta habilidoso, ágil y explosivo. En definitiva, un crack, un jugador capaz de decantar el partido del lado de su equipo. Hoy lo dejó bien claro al anotar los dos goles del Shakhtar. Pero su influencia en el juego fue más allá de su efectividad de cara a portería. Fue una amenaza constante para el muro blue, que no encontró en ningún momento la fórmula para pararlo. Tampoco a Fernandinho. Si Willian pudo enmudecer en dos ocasiones Stamford Bridge, fue gracias al mediocentro brasileño, de una visión de juego y calidad incomparables. El pase filtrado que habilitó a Srna para que Willian empujara a la red el segundo gol no fue más que el reflejo de su partido: una genialidad. Dio sentido a cada acción de los ucranianos y tuvo siempre en la cabeza el ritmo del partido para sostenerlo si era conveniente o romperlo a su antojo. Lo último lo hizo de maravilla a los diez minutos, justo después del gol de Torres, al lanzarse hasta la línea de fondo dejando rivales en su camino en una lección de fuerza y calidad. Una vez allí encontró a Willian llegando de segunda línea para que hiciera el empate.


Pero el Chelsea también cuenta con numerosos jugadores de este tipo. Cuando Hazard, Mata y Oscar entran en contacto con la pelota, el espectáculo está asegurado. El belga es el descaro; el español, el temple; el brasileño, la calidad. Hoy brillaron los tres por detrás de un Torres peleón y oportunista. El madrileño fue el más listo de la clase y aprovechó el primero de los errores de Pyatov –tras un pase desastroso de Rakitskiy, todo hay que decirlo– para poner la pierna y que el balón entrara suavemente a portería. Tuvo el segundo más de una vez a su alcance, pero nunca llegó a concretarlo.

El músculo de Ramires y Mikel sostuvo al Chelsea cuando más apretó el Shakhtar, pero hasta que Pyatov no volvió a errar, no pudo deshacer el empate el equipo de Di Matteo. Mata se fue por la izquierda y puso un venenoso pase largo a Torres ante el que el portero ucraniano salió a la desesperada. Acertó a despejar con la cabeza, pero con tan mala suerte que su rechace cayó en los pies de Oscar que no perdonó y bordó una volea desde medio campo para poner el dos a uno.


Con el empate a dos pudo pasar de todo. El Chelsea contó con numerosas ocasiones, el Shakhtar con más; los ingleses reclamaron un penalti de Srna sobre Ramires, los ucranianos estrellaron un zambombazo de Rat en el poste. El partido estaba precioso y que uno de los dos perdiera, a pesar de los fallos de Pyatov que propiciaron los goles blue, hubiera sido una injusticia. Pero estaba escrito que uno de los dos tenía que hacerlo. Pareció por momentos que iba a ser el Chelsea, porque el Shakhtar llegaba con una facilidad pasmosa a la meta de Cech al contragolpe, pero en ese momento Willian se convirtió en el mayor aliado de los vigentes campeones del torneo. El mediapunta erró dos pases cruciales que esfumaron toda posibilidad de que su equipo ganara el partido. No había aún vencedor cuando los tres minutos de descuento se cumplieron, pero el Chelsea logró forzar un córner en la última jugada. Y de él nació el tanto del joven Moses, recién ingresado por Oscar, que cambió el rumbo del partido. Recordó al gol de Drogba en el último minuto de la final de Múnich. Recordó que al Chelsea le siguen acompañando las musas en esta Champions.


PabloG.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El sueño continúa


Una genialidad de Isco al filo del descanso, rematada por Eliseu, ha certificado el pase a octavos de final del Málaga en su temporada de debut en la Champions. Otra vez la volvió a liar el arroyero; otra vez vio el espacio que nadie pudo ver para darle brillo a un partido emocionantísimo de por sí. A pesar de que el Milan se defendió con uñas y dientes hasta las últimas consecuencias, el espectáculo vivido en San Siro mereció la pena. Fue un duelo de estilos, un choque entre un equipo con una historia impresionantemente gloriosa y otro con ella por escribir. Y entre tanto, el beneficiado fue el fútbol, que brotó de las botas de los jugadores de ambos equipos a partes iguales.


Decir que el Milan es un equipo menor es una injusticia más grande que Il Duomo. Es lícito decir que este equipo no es ni la sombra de los grandes equipos que una vez vistieron esa histórica camiseta rossonera, pero las complicaciones que crea el grupo dirigido por Allegri están a la altura de muy pocos. A falta de brillantez, la solidez es su mayor virtud. Nadie puede esperar un juego deslumbrante con un centro del campo en el que, Montolivo aparte, De Jong es la pieza fundamental. Pero, sin embargo, tanto él como Mexès y Bonera, jugadores rocosos en definitiva, crean una tela de araña de la que es muy difícil escapar.

Ante esta situación, al Málaga le costó trenzar. Tuvo ratos magníficos, de los mejores de la temporada, y el vacío San Siro se echó a temblar. Durante estos momentos, Isco volvió a ser el director de una orquesta en la que Eliseu desafinó a veces demasiado. El anárquico extremo portugués no anduvo muy acertado a la hora de combinar, pero cuando le tocó resolver la delicatessen del veintidós malaguista no le tembló el pulso. Es la ventaja de contar con jugadores de este tipo, tan calientes durante todo el encuentro y tan fríos cuando la situación lo requiere. Pero sin el oscuro y eficaz trabajo que aportaron Iturra y Camacho, la calidad de Isco nunca hubiera podido salir a flote. Los centrocampistas malacitanos estuvieron tácticamente impecables durante los noventa minutos. También cumplió con nota Sergio Sánchez, al que le tocó la difícil papeleta de ocupar el lateral izquierdo a pierna cambiada.


Pero a pesar de que el Milan no es un equipo que destaque especialmente por la brillantez de su juego, fue capaz de someter al Málaga. Sobre todo en la segunda parte. Fue entonces cuando se pudieron ver las armas ofensivas del equipo italiano. Contar con una delantera formada por Bojan, El Shaarawy y Pato es un lujo. Sobre todo por la juventud que este tridente posee y por lo letal que puede convertirse a la contra. Con la velocidad como mayor virtud, los bajitos del Milan probaron la paciencia de la zaga malacitana y los reflejos de Caballero, que respondió de manera sobresaliente. Tres paradones para la galería dejó el que posiblemente sea el portero más en forma de la liga española. Y lo que es más importantes: sostuvo con sus manoplas salvadoras al Málaga.


Sin embargo, el plus que le faltaba al Milan se lo aportó el músculo de Kevin Prince Boateng. El germano-ghanés, que entró por El Shaarawy entre abucheos que desaprobaban la salida del ítalo-egipcio, arrolló a la cansada retaguardia malaguista a base de trabajo físico. Fue fundamental para que el Milan lograra el empate con el primer gol que encaja el conjunto costasoleño en la competición, incluida la fase previa. Nació de las botas de Kevin Constant, que sacó un venenoso centro desde la línea de fondo que Pato empujó al fondo de las mallas sin oposición en el segundo palo. Fue el único error de bulto del Málaga, pero lo pagó caro. Tocó sufrir en los últimos minutos. Tocó que Toulalan, que reapareció tras un mes de ausencia, volviera a multiplicarse en el centro del campo, pero finalmente el Málaga sumó un punto que le asegura el pase de ronda. Ahora la emoción queda en saber si lo hará como primero de grupo. El sueño continúa.

PabloG.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Hamilton destroza a Unicaja


Bestial. Así fue el partido que firmó Lamont Hamilton, a veces quizá demasiado. Fue una pesadilla en la pintura para Unicaja y todas sus acciones hicieron que el equipo de Jasmin Repeša se saliera del partido. El norteamericano termino el choque con diecinueve puntos, siete rebotes, dos tapones… y un tablero roto a sus espaldas. Tantas eran las ansias de ganar que tenía el pívot del Bilbao Basket que el tablero de la canasta de Miribilla no aguantó su descomunal potencia y dijo basta para detener el choque durante veinte minutos. Hasta ese momento, el Unicaja fue a remolque del conjunto bilbaíno, pero manteniendo una distancia prudente con respecto a los locales con un Zoric estratosférico que acabó el primer cuarto con nueve puntos.


No continuó el guión tras la reanudación del choque. Unicaja se hundió como viene siendo habitual en los terceros cuartos, pero esta vez, el equipo que tenía enfrente no era un cualquiera. La plantilla del Bilbao Basket es muy completa y, con concesiones como las que dio Unicaja, puede transformarse en un arma peligrosísima. Con un juego interior demasiado blandito delante, Hamilton y Rakovic hicieron lo que les vino en gana bajo los tableros. Pero si a la catástrofe de los hombres altos de Unicaja le sumamos que los bajitos estuvieron muy lejos de su nivel habitual, nos podemos hacer una idea de lo que fue el choque. Todo lo que fallaba el juego exterior de Unicaja en ataque, que no fue poco, lo convertían Hervelle y Vasileiadis –nueve y dieciséis puntos respectivamente– para su equipo. El partido se desequilibro hasta tal punto que los malagueños llegaron a perder de veintiuno.


Pero por un momento pareció que el duelo iba a seguir el patrón de los últimos seis consecutivos que ha ganado Unicaja entre ACB y Euroliga; pereció posible la remontada. Y ello coincidió con los mejores minutos de Williams en la pista. El base americano tiene una calidad inmensa. Es un auténtico jugón. Se echó el equipo a la espalda y a base de triples logró hacer que la ventaja se redujera a nueve puntos. Fue un espejismo. Por muy bueno que sea Williams, el solo es incapaz de ganar un partido. Necesita un acompañamiento, por mínimo que sea, pero no lo tuvo. Pasó por encima del Unicaja el Bilbao Basket (82-65), y lo hizo porque, mientras Hamilton, Rakovic, Vasileiadis y Grimau superaron los diez puntos, en el cuadro costasoleño sólo Williams y Simon lograron hacerlo. Por cierto, el estratosférico Zoric se quedó con los mismos puntos que en el primer cuarto. Toda una señal de que hay que seguir trabajando.

PabloG.