lunes, 29 de octubre de 2012

Las claves de la maldición alemana




Doce años lleva el Madrid sin ganar en Alemania. Y la culpa de que esta negra racha continúe después del partido del miércoles la tiene la imagen de arriba, en la que se puede observar a Xabi Alonso totalmente fuera de su posición iniciando el juego desde la defensa. El problema que esta imagen presenta no es culpa del propio Xabi Alonso, sino más bien del hecho de que cuando Jürgen Klopp jugó a ser Mourinho, Mourinho no supo a qué jugar. El Madrid se sintió incómodo con el balón en los pies en todo momento. Contó con grandes ocasiones –como no, ante todo es el Real Madrid–, pero llegaron siempre en jugadas aisladas. No fue capaz de darle ritmo al juego. Y fue por culpa del gran trabajo táctico que hizo Jürgen Klopp y que sus hombres representaron a la perfección sobre el césped.







Se puede apreciar con claridad el principal cometido del Borussia Dortmund: ejercer una presión asfixiante sobre el núcleo de creación del Real Madrid, formado por Xabi Alonso y Özil, y al que, tras la lesión de Khedira, se unió Modric. Para eso, Götze, Reus y Grosskreutz, hombres altamente ofensivos, debieron sacrificarse en tareas defensivas para encimar a los mediocentros madridistas. Esto permitió que Kehl y Bender se permitieran el lujo de permanecer en la retaguardia cortando una posible línea de pase, u ofrecer alguna ayuda defensiva a los mediapuntas si era necesario.

Pero este plan no funcionó durante los noventa minutos. El Madrid alguna que otra vez se aproximó al área, lógicamente. En ese momento, el Dortmund se replegaba en su campo juntando las líneas del centro del campo y la defensa para dejar, sin contar al portero, hasta ocho jugadores tras el balón, a los que habría que añadir al mediapunta –en este caso, Götze– que se quedaba en zona de vigilancia. Esto hacía imposible que el Real Madrid pudiera filtrar ningún pase y le dejaba como único recurso un disparo lejano de alguno de sus mediocentros, o, como mucho, de sus interiores. Automáticamente, tanto Benzema como Ronaldo quedaban desactivados y sumergidos en un mar de camisetas aurinegras.



La respuesta de Mourinho ante esta situación fue contundente. El portugués decidió adelantar un poco la posición de Sergio Ramos en ataque hasta convertirlo en un engranaje más de la elaboración de juego. Desde la banda derecha, el sevillano se juntaba con Alonso y Modric para pillar por sorpresa a los alemanes. Llamó la atención esta medida táctica, que difícilmente hubiera podido llevar a cabo con Arbeloa en el campo, pero la verdad es que aportó cosas interesantes al Real Madrid. Sobre todo porque permitió a Di María moverse con mayor libertad. El argentino se echó a la espalda a su equipo y comenzó a ser una auténtica pesadilla. Sus diagonales fueron tormentosas, sus pases venenosos y sus disparos amenazadores.





Pero esta medida, aunque liberó a Di María, no logró desatascar al Madrid. Y lo que es peor, permitió al Dortmund hacer por el flanco izquierdo lo que tan bien estaba haciendo por el derecho: crear situaciones de superioridad. Que Essien no es lateral izquierdo es por todos conocido. Que tenga carencias en esa posición es algo normal. Que si no tiene ayudas es lo más parecido a un coladero se comprobó el miércoles. Fueron inteligentísimos los jugadores del Dortmund al hacer lo que, por otra parte, viene siendo habitual en ellos. El juego por las bandas inclinó la balanza del lado alemán. Y la principal baza fueron los grandes laterales que posee el club de la Cuenca del Ruhr. Piszczek, acompañado por Reus y Götze, fue un puñal por la banda de Essien, que tan sólo contaba con el tímido apoyo de Modric o Alonso mientras Ronaldo quedaba arriba a la espera de una contra. Mientras, Grosskreutz y Götze aprovechaban los huecos que dejaba Ramos para abrirle una autopista a Schmelzer. De la banda derecha, gracias a una nueva situación de superioridad, nació un fantástico centro de Götze que, tras el despeje de Casillas, Schemelzer transformó en el segundo tanto borussen con una genial volea desde la frontal. No fue más que el reflejo de lo que estaba siendo el partido.




Así se fraguó el segundo gol del Dortmund
A Jürgen Klopp le salió bien la jugada de repartir la posesión entre los dos equipos, pero jamás hubiera ganado la partida de no ser por la soberbia actuación que firmaron Bender, Reus, y especialmente, Kehl y Götze. El Borussia fue muy superior en el aspecto técnico y arrasó en el táctico. Y todo ello frente a un gran equipo como el Real Madrid y un entrenador como José Mourinho, un estratega nato que esta vez tuvo que hincar la rodilla. No tuvo recursos para contestar al gran trabajo alemán. Se vio impotente, carente de ideas a pesar de los medios con los que disponía. Una gran derrota en toda regla. De esta forma es imposible acabar con la maldición.

PabloG.

sábado, 27 de octubre de 2012

Atasco en Cornellà


No pasará a la historia el partido disputado en Cornellà-El Prat. Que las ocasiones más claras del partido las tuviera Demichelis dice mucho del choque. Fue un partido muy contenido, en el que los dos equipos se tuvieron demasiado respeto y donde la frescura brilló por su ausencia. El centrocampismo llevado al extremo y alentado en todo momento por Delgado Ferreiro y su sorprendentes nueve tarjetas en un partido sin más historias. Ninguno de los dos equipos logró transmitir un peligro real a la portería contraria. El Espanyol jamás dio sensación de llevarse el partido; el Málaga, salvo los remates aislados de Demichelis a balón parado y un cabezazo de Santa Cruz sobre la hora que Cristian sacó de la base del poste, tampoco.

Pellegrini decidió dar descanso a algunos jugadores y el equipo lo notó. No es lo mismo jugar con Portillo, Joaquín y Saviola adelante que con Duda, Seba y Santa Cruz. El equipo perdió agilidad a la hora de combinar y con ello, lógicamente, brillantez. Si a eso le sumamos que a Isco le pesó demasiado su partidazo frente al Milan, tenemos a un Málaga del montón que no es capaz de sacar ventaja de su mejor arma y que tiene que resignarse a jugadas aisladas o a inspiraciones individuales. Inspiraciones que tampoco abundaron, por otra parte. De cualquier forma, el Málaga logró mantener bajo control en todo momento a un pobre Espanyol, resignado a algún golpe de suerte.


Los de Pochettino acusaron durante todo el partido un complejo de inferioridad preocupante. Y lo que es peor, normal. Mucho debe mejorar el equipo blanquiazul si no quiero pasar apuros al final. Desde luego, lo mostrado hasta el momento no será suficiente. Ni si quiera frente al peor Málaga de la temporada fueron capaces de dar un paso al frente y llevar el peso del partido. La potencia de Wakaso, jugador secundario en el Villarreal del año pasado, es el mayor y, prácticamente, único argumento de este equipo que suma seis puntos en nueve partidos.

Pero no todo fue negativo hoy. Fue una nueva ocasión para poder disfrutar del oficio de un jugador sensacional y casi imprescindible. Por segundo partido consecutivo, Iturra volvió a ser el mejor del Málaga. No cabe duda que está siendo el fichaje más rentable de todos este año. Su posicionamiento, inteligencia y dominio de las situaciones aporta a la ya de por sí gran defensa malacitana un plus impagable. Su compenetración con Camacho está haciendo que nadie eche de menos a Toulalan y con razón, porque además es capaz de aportar soluciones en ataque, aunque hoy haya sido imposible comprobarlo. Y es que sólo la entrada de Joaquín hizo despertar ligeramente al Málaga, que comenzó a hacer daño por la izquierda aunque sin acierto. El empate fue justo, el partido soso y el punto importante. Esa es la clave.

PabloG.

Orgullo malagueño


Málaga se está convirtiendo en ciudad de culto para el deporte europeo. Y es por culpa, entre otras cosas, del espectacular momento del Málaga en el plano futbolístico y del Unicaja en el baloncestístico. Es una suerte inmensa contar con dos equipos de tal magnitud en la ciudad. Hubo que sufrir una vez más, pero el equipo verde logró una importantísima victoria ante un rival de entidad como el Montepaschi de Siena. Cada vez queda más claro que lo que hace grande a este equipo es la defensa. Cuando funcionó, el Unicaja fue inmensamente superior al Montepaschi; cuando hizo aguas, el partido se puso demasiado cuesta arriba. También es imprescindible para un equipo que aspira a ganador el tener en su plantilla a jugadores que marquen la diferencia. El Unicaja tiene, y no pocos. Y lo mejor es que, a la hora de la verdad, todos asumieron sus responsabilidades. Si esta victoria fue posible, fue gracias a la gran actuación coral de Calloway, Williams, Vázquez y el hasta hoy desorientado Gist. Tampoco hay que olvidar el plus que aporta el empuje del Carpena y el talento en el banquillo de Jasmin Repeša, sin duda el auténtico crack de este equipo. El entrenador croata no paró en todo el encuentro hasta que consiguió transmitir su intensidad a su equipo para que se llevara la victoria. Con un hombre así en el banquillo todo es más fácil.


Volvió a mostrar dos caras bien diferenciadas el Unicaja: la intensa y eficaz del primer y el último cuarto, y la pasiva e impotente de algunos tramos del segundo cuarto y todo el tercero sin excepción. Pasó de ser un muro en defensa a un auténtico coladero en cuestión de minutos, lo que provocó que un Montepaschi que se había visto apabullado en el primer sector renaciera para dominar el partido. Y la culpa, aparte del desatino defensivo de Unicaja, la tuvo el insólito acierto de los italianos desde la línea de tres puntos. Hasta nueve canastas de quince intentos anotaron desde la línea de 6’75 con la espectacular puntería de Janning –cuatro de cuatro– como protagonista. Mientras la anotación sienesa de dos puntos se reducía a un triste ¡dos de once! No es de extrañar si su primera canasta desde dentro de la zona la anotó Moss a mediados del segundo cuarto. Todo esto se tradujo en unos demoledores veintisiete puntos en el segundo cuarto que dejaban uno abajo a los malagueños.

Pero el Unicaja lograba seguir la estela de una forma u otra, apoyado en la magia de Williams. El problema se desencadenó cuando el Unicaja dejó de dar señales de vida en todos los sentidos. Brown, Kemp, Ress y Moss sacaron el máximo provecho de la situación a base, cómo no, de triples para darle a su equipo una ventaja de trece puntos (51-64), la mayor de la noche. Parecía una batalla perdida. Sin embargo, Repeša se empeñaba en que su equipo, demasiado blando atrás, se enganchara al partido.


Era necesario un cambio de actitud. Había que ponerse serios y apretar los dientes para cortar la hemorragia defensiva. También era necesaria una señal de alguno de los líderes del equipo para que guiara al grupo. Lo sorprendente es que, esta vez, todos la dieron. Hasta Gist. El americano firmó un último cuarto sensacional bajo los dos tableros. Fue –quién lo iba a decir– la viva imagen de la intensidad que exigía Repeša. Lideró, junto a un Vázquez que mostró su mejor versión en el cuarto final, Calloway y, por supuesto, Williams al Unicaja más concentrado que se recuerda. Después de encajar veintisiete y veinticinco puntos en el segundo y tercer cuarto respectivamente, dejó al Montepaschi en unos tristes doce. El equipo de la toscana no sabía dónde meterse. Los triples ya no entraban, Moss era el desacierto personificado y el Unicaja cada vez iba a más. Esto provocó un final de infarto, en el que Gist metió al Carpena aún más en el partido con un mate antológico a aro pasado y con la oposición de dos jugadores. Con Williams anotando y asistiendo de maravilla, y el partido empatado (80-80), la última posesión le quedó a Unicaja. Simon se la jugó, pero la prórroga se hizo inevitable.


Inevitable a la par que vibrante. El broche de oro a un partido extraordinario. El duelo a pistola librado entre Williams –15 puntos– y Brown –22 puntos– alcanzó su cénit. La ventaja del Unicaja fue la de contar con el termómetro de Calloway y la incontrolable potencia de Gist a su favor. Un triplazo y una bandeja de uno, y una espectacular jugada defensiva final, tapón incluido, del otro sellaron la segunda victoria consecutiva en Europa del equipo de Repeša. No existe motivo alguno para retirar toda la ilusión depositada en este fantástico equipo, dirigido por un entrenador sublime.

PabloG.

jueves, 25 de octubre de 2012

Héroes


Es famosa ya en Málaga la afición de la lluvia por los grandes partidos. Pocas veces aparece, pero cuando lo hace es para presenciar un magnífico espectáculo. Más o menos como el jeque Al-Thani. Esta vez los dos volvieron a acertar de pleno en su elección. De todas formas, es difícil fallar cuando está este Málaga de por medio. Esta noche volvió a dar una buena lección de fútbol y de supervivencia, esta vez frente a un Milan que, aunque venido a menos, sigue siendo el segundo equipo de Europa en cuanto a grandes títulos se refiere. Siete Copas de Europa pueden dar fe de ello. Pero que el Milan no sea el de antaño no implica que no siga siendo un equipo complicadísimo. El equipo de Allegri –eso sí, a la italiana– logró acorralar al cuadro costasoleño durante la primera media hora. Sin embargo, el Málaga jugaba con ventaja: los grandes héroes de la historia del club milanista hace años que dejaron de enfundarse la camiseta rossonera; los mejores jugadores de la historia del Málaga estuvieron en el campo dejándose la piel. Ese fue el factor que marcó la diferencia, el que transformó el sueño de todo malaguista en realidad.


No planteó un partido sencillo el Milan. Quiso dejar la brillantez a un lado y se propuso trabar lo máximo posible el juego en la zona ancha. Con las líneas juntísimas, la acumulación de hombres en el centro del campo provocó que Camacho y, sobre todo, Iturra tuvieran que ponerse el mono de trabajo, arropados por Isco, Joaquín y Portillo, poco acostumbrados a estas tareas tan físicas. Mientras tanto, los italianos aprovechaban la impresionante movilidad del joven El Shaarawy para incomodar al marco de Caballero. El italiano de origen egipcio es un proyecto de gran futbolista, pero nadie puede negar la evidencia de que es el tuerto en el país de los ciegos. De todas formas, jugando siempre al límite del fuera de juego, fue capaz de crear buenas situaciones a sus compañeros. Sobre todo a Pazzini, que tuvo en sus botas las mejores ocasiones de su equipo en la primera mitad, pero ninguna concretada con demasiado acierto.


Poco a poco la partida en el centro del campo se fue inclinando a favor del equipo malacitano. Para ello, la presencia de Iturra fue imprescindible. El partido que firmó el chileno fue algo así como un manual sobre fútbol. Estuvo impecable en todas y cada una de las facetas del juego, tanto en ataque como en defensa. Eso permitió que Isco pusiera la imaginación y la temperatura a un partido demasiado táctico hasta el momento. Le costó entrar por culpa de los férreos marcajes milanistas, pero al final lo terminó haciendo. Una vez que Joaquín y Portillo se sumaron a la causa, el partido se desató. Apareció a fogonazos el Málaga de siempre, con el inconveniente de tener en frente a un equipo físicamente estupendo que lograba contrarrestar en mayor o menor medida las diabluras malaguistas. Pero la mecha ya estaba encendida. Y el partido pudo estallar al filo del descanso, después de que Isco probara con un par de disparos marca de la casa los reflejos de Amelia. En esta ocasión fue Gámez el que pisó área. Constant no se lo pensó y se lanzó a por él. Proença interpretó que era penalti, aunque, la verdad sea dicha, no está del todo claro.

Joaquín regresó al fatídico punto después de su fallo frente al Valladolid cuatro días atrás. Sabía la responsabilidad que tenía sobre sus hombros, que un fallo aquí sí podía ser irreparable. Pero el destino quiso que obtuviera el mismo resultado que el pasado sábado. Su disparo se marchó alto, después de golpear en el travesaño. Con cara de pocos amigos se marchó al vestuario y con ansias de triunfo salió de éste. Fue la viva imagen de la transformación que sufrió el Málaga. Hasta las nubes se marcharon, y con el cese de la lluvia, regresó el espectáculo a La Rosaleda. El de los últimos partidos, el que viene siendo habitual desde que el Málaga está en la élite europea. Y eso es demasiado para casi cualquier equipo. El Milan en estos momentos no entra dentro de ese selecto grupo.


Isco volvió a ser el perfecto director de orquesta para un grupo al que todo le sabe a poco. Otros hubieran firmado un empate frente a un equipo de tal entidad visto como estaba el partido. No el Málaga. Avisó Saviola frente a Amelia, pero la gloria estaba reservada para un gaditano que necesitaba curarse las heridas. Iturra destapó el tarro de las esencias con un pase picado que hubiera firmado el mismísimo Laudrup y Joaquín la clavó por el palo corto tras tocar en el poste. Se volvió a hacer justicia, como pasara en liga con el Valladolid.

Allegri reaccionó y la entrada de Pato dio vida a un Milan que se volcó al ataque. Allí se topó con la defensa más fiable de Europa en estos momentos. Y sobre ella se eleva la figura de Caballero, un portero excepcional. Volvió a salvar al Málaga en los minutos decisivos con una mano soberbia frente a El Shaarawy y dejó de nuevo su portería a cero. Todavía no sabe lo que es sacar un balón del fondo de las mallas en la máxima competición europea, como tampoco sabe el Málaga que sabor tiene la derrota en Champions. Lo que sí está claro es que, actualmente, es el mejor equipo de Europa. Los siete goles a favor, los cero en contra y los nueve puntos obtenidos de nueve posibles así lo atestiguan, siendo además la primera vez que esto ocurre en la historia de la competición. El pase a octavos está a un solo paso. No cabe duda de que estos futbolistas  son héroes.

PabloG.

sábado, 20 de octubre de 2012

Isco y Joaquín evitan el chaparrón


Hay días en los que nada sale como tienes previsto. Días en los que no te reconoces a ti mismo y en los que cometes errores absurdos que antes eran inimaginables. Días en los que muchos factores juegan en contra tuya: el clima, la hora, el césped… Y sobre todo, el rival. El Málaga vivió hoy uno de esos días. Falló pases casi ridículos, dejó huecos enormes y no tuvo ni el más mínimo acierto de cara al gol. Pero no todo fue demérito del Málaga. El Valladolid cuajó un partido estupendo, lleno de oficio, propuestas y fútbol, mucho fútbol. No cabe duda de que será un hueso duro de roer en la categoría, como lo fue hoy en La Rosaleda. Con un Manucho guerrero, trabajador y sacrificado que poco se parece al de su primera temporada en Pucela, este equipo cuenta con una poderosa arma ofensiva. Tan sólo tardó ocho minutos en demostrarlo, al enviar al fondo de las mallas un balón suelto precedido de un jugadón de fábula de Omar, que sentó a la defensa blanquiazul con un eslalon imparable. Y es que aunque Manucho sea la garra de este equipo, la calidad corre a cargo de un trío de ases que, desde la media punta, hacen que este conjunto tenga pocos símiles en mitad de la tabla. Omar es el desborde, Óscar el temple y Ebert la potencia. Los tres juntos, una pesadilla para el Málaga.


Pero hasta en los días más negros siempre hay una parte buena. En el día de hoy tiene nombre y apellidos: Isco Alarcón Suárez. Si no ha jugado frente al Valladolid su mejor partido de blanquiazul, si ha sido el más importante. En un partido frío, en el que el Málaga echaba demasiado de menos la serenidad de Monreal, tanto en ataque como en defensa, Isco se encargó de darle calor al juego. Porque Isco es un futbolista de sangre caliente, de los que hace vibrar a la grada con cada gesto, de los que gusta a la gente. Anduvo contagiado de la frialdad del ambiente durante los primeros minutos, pero sólo hizo falta una chispa para encenderle. Esa chispa se llama Eliseu, se combinó con Joaquín en banda, y le puso un balón raso al arroyero en la frontal para que la clavara. Fue como un penalti ejecutado desde la media luna ante el que Dani tan sólo pudo hacer la estatua. Isco empató el partido y dio alas al Málaga justo antes de que el árbitro señalara el camino a los vestuarios.


No sirvió de nada. Tras el descanso, volvió el Málaga más gris. El equipo estaba desorientado, perdido en un mar de camisetas negras y violetas que dominaban el balón y el tempo del partido. Otra vez se contagió Isco y otra vez desapareció el Málaga. Y mientras tanto, Caballero tenía que emplearse a fondo para frenar la tormenta pucelana, con el incansable Manucho como protagonista. Fue indescriptible la guerra que libró con todo el frente defensivo malaguista. Y salió victorioso casi siempre, aunque le faltó puntería. Ante esta situación, la solución sólo podía estar en el banquillo. Salieron Santa Cruz y Duda para arreglarla: el uno firmó un partido asombroso y tuvo en su cabeza el gol, pero un paradón de Dani lo evitó; el otro aportó cordura y velocidad en el centro del campo, algo que Recio fue incapaz de hacer. Pero no carburó del todo el Málaga hasta que volvió a aparecer, quién si no, Isco.

Una obra de arte le hizo coger temperatura de nuevo. Rompió a Rukavina con un control soberbio, entró en el área para asociarse, y sólo Baraja pudo evitar el gol de Joaquín. Desde ese instante, el Málaga regresó. Ayudó también la rigurosa expulsión de Manucho, que se fue a la caseta por doble amarilla tras una falta a Demichelis mientras pugnaban por un balón aéreo. Con su mejor activo en los vestuarios, el Valladolid capituló. Muestra de ello fue el penalti que Sereno realizó sobre Saviola. Pero lo que parecía la sentencia definitiva al equipo de Djukic se convirtió en un ensayo de Joaquín. El portuense mandó a las nubes  la mejor ocasión de su equipo a falta de cinco minutos para el final. Ni siquiera tuvo tiempo de lamentarse. Dos minutos más tarde aprovechó un rechace de Dani tras un trallazo suyo para, con una sangre fría admirable, pisar la bola, sentar al meta y sentenciar el partido. Hay que ser un artista para atreverse, más si segundos antes has fallado un penalti decisivo.


El Valladolid buscó el empate con su último aliento. Lo tuvo el inspirado Óscar en sus botas, pero el actual Pichichi nacional se topó con el actual Zamora, que volvió a salvar a su equipo con una parada decisiva para dejar tres puntos vitales en La Rosaleda. Esta vez logrados sin mucha brillantez, pero igual de válidos que todos los demás. Y ya van diecisiete.

PabloG.

jueves, 18 de octubre de 2012

Las dos caras de la ilusión


Dos Unicajas bien diferentes. Eso es lo que pudimos ver ayer en Polonia frente al Prokom. Uno intenso, concentrado y con un gran acierto en la anotación en la primera parte; otro desconcentrado, incómodo y atascado en la segunda mitad. A pesar de todo, el equipo de Repeša sumó su primera victoria en la Euroliga. Una victoria importantísima teniendo en cuenta que dentro de poco habrá que hacer las maletas rumbo a Siena y Tel Aviv, por lo que los errores ahora no están permitidos.

El Unicaja fue el fiel reflejo del que anoche fue su jugador más destacado, Marcus Williams. El americano despegó por fin con una actuación soberbia, dieciocho puntos –con cinco triples de siete intentos–, cuatro asistencias y dos rebotes en veintisiete minutos para firmar veintidós puntos de valoración. En definitiva, fue una metralleta en ataque que marcó la diferencia. Hasta fue capaz de dirigir el juego con acierto por momentos. Y todo ello en el mejor día posible, cuando Calloway, el timón de este Unicaja, estuvo irreconocible: perdió balones absurdos, tomó malas decisiones y no anduvo fino en el tiro. Pero Williams está muy lejos de ser el base perfecto. Anota como nadie y tiene un talento fuera de lo común, de los mayores de Europa, pero defensivamente es nulo. Ahí es donde Repeša debe centrar todos sus esfuerzos.


La cara A del Unicaja fue apabullante. Con veintiocho puntos en el primer cuarto, un cincuenta por ciento en tiros de dos y un sesenta y siete por ciento en tiros de tres, el resultado se preveía épico. Gist parecía haber captado el mensaje de Repeša y se mostraba sólido en la pintura, jugando para el equipo; Zoric, a pesar de estar tocado, era un muro en defensa, con tres tapones en un pispás; Dragic comenzaba a dar muestras de por qué se le ha fichado… todo iba de dulce. Y mientras tanto, Urtasun iba haciendo de las suyas. Los jugadores exteriores del Unicaja son una pesadilla para cualquier equipo, pero cuando a ellos se les suma un gran poderío interior como en el primer cuarto, el equipo malagueño alcanza unos niveles superiores. Esto se hizo patente en el segundo cuarto, cuando Williams comenzó a dar un recital y fue acompañado por Jiménez. Qué lujazo tener un jugador tan inteligente en tu equipo. Los dos llevaron a Unicaja trece arriba (24-37) tras un parcial de 7-0.


Pero entonces salió a relucir la cara B del equipo verde. Frank Robinson estaba siendo una pesadilla, pero una pesadilla opacada por el juego del Unicaja. Anotó quince puntos y cogió cinco rebotes que tan sólo sirvieron para no perder la cara al partido. Pero entre las sombras había un asesino silencioso que se quitó la mascara cuando su equipo pasó a una estupendamente realizada zona 1-3-1 que hizo que los malagueños se atascaran. Era Lukasz Koszarek, que puso contra las cuerdas a Unicaja con dieciséis puntos –tres de seis en tiros de dos, dos de dos en triples–, dos rebotes y ocho asistencias para veinticinco de valoración. El polaco encontró dos aliados ideales en Blassingame, que dirigió los ataques más peligrosos de su equipo, y Hrycaniuk, que pasó por encima del juego interior del Unicaja. Un juego interior que dijo basta. Ni Perovic, ni Fran Vázquez terminaron de imponerse en la pintura y Gist se esfumó del partido. Es un asunto complicado que un jugador que está llamado a ser la estrella del equipo desaparezca en los momentos más decisivos. Sólo Zoric mantuvo el tipo como pudo para terminar con cinco tapones y cuatro rebotes.


En estas, el Unicaja vio como se ponía dos abajo a tres minutos y cincuenta segundos para el final. Parecía que se iba a escapar un partido que había tenido en su mano en casa de un rival aparentemente inferior. Hubiera sido una derrota muy difícil de digerir. Pero no. El Unicaja resurgió y gestionó de maravilla los instantes finales. Ahí apareció Simon, el termómetro de este equipo. No estuvo acertado, pero fue la mano elegida para administrar los balones ganadores. También regresó la intensidad defensiva, que desquició a la pesadilla Hrycaniuk para que cometiera su quinta falta. Fue entonces cuando Urtasun y Jiménez dieron un paso al frente para finiquitar el partido y sellar un ilusionante 75-77. Hay muchísimo que trabajar, pero este Unicaja promete.

PabloG.

miércoles, 17 de octubre de 2012

España y el síndrome de Johan


No quiero parecer fatalista, pero que Francia ayer encontró la clave para vencer a España es un hecho. Y lo hizo sin violencia y sin racanería, simplemente sacando el máximo provecho de los errores que cometía la Roja, que no fueron pocos. Este hecho dejó a la vista las carencias de esta selección, carencias que se pueden observar con dos actitudes bien distintas: la pasiva y más propia de los cuentos de los hermanos Grimm, en la que España es un equipo perfecto e invencible que tan sólo tuvo un pequeño traspié frente a Francia; y la crítica, mucho más objetiva y recomendable.

La España cruyffista tiende al cruyffismo hasta el infinito. Asumió su juego colectivo y sus cambios de posiciones en los primeros años, el uso de los extremos prescindiendo del punta referencial en la segunda etapa, y ahora se está adentrando en una senda peligrosa, la misma que hizo que el holandés tuviera que salir del banquillo del Camp Nou: busca soluciones estrafalarias a problemas demasiado serios. Poner a Busquets de central, por ejemplo. Busquets es un futbolista expeditivo, que va bien por alto y que va bien al cruce, pero que necesita jugar varios metros por delante del área para lucir. No es el futbolista más indicado para esa posición, al menos no ante una selección fuerte como Francia.

Pero España no es sólo cruyffista, también es guardiolista. Sobre todo en el tema del gol. Para el holandés era secundario encajar cuatro goles si se terminaba ganando el partido; para Guardiola la seguridad defensiva era lo primero, pero a veces dejaba demasiado de lado el gol. No cabe duda de que es increíblemente bello ver a un equipo en el que los centrocampistas mueven el balón tan bien como lo hace España. Y mientras más centrocampistas hay en el campo, más control hay del partido. Eso es una máxima. Ayer España salió con seis, tres en el centro del campo, uno de central, otro de extremo y otro de delantero centro. Pero ojo, el control en el fútbol no lo es todo. Sobre todo si no tienes a Messi en tu equipo. En estas se halla una selección que sufre lo indecible sin Villa al mejor nivel, el único jugador que siempre tiene en mente la portería de todos los que van convocados con España.

La pregunta es la siguiente, ¿por qué tiene que jugar Busquets fuera de su posición natural en una selección? Porque España se ha acomodado en una especie de elitismo incomprensible. Con Puyol y Piqué, todo funciona de maravilla en defensa, y con Villa, el ataque es un lujo. Pero Puyol y Piqué están lesionados y Villa no está en condiciones. Urge buscar una solución, pero no necesariamente tiene que venir del Madrid o del Barcelona. Quizá nadie se acuerda, pero Marchena era el central titular de la selección campeona de Europa en 2008. Y su suplente era Juanito, que compartía banquillo con Dani Güiza. Esto quiere decir que si la clase media cumple, puede ser el complemento perfecto  para las superestrellas españolas. Aunque sólo sea circunstancialmente mientras se encuentra una solución eficaz y definitiva, porque el mejor delantero y el mejor central de España cuentan con treinta y treinta y cuatro años respectivamente. Está claro que un central como Ramos, capaz de salvar al equipo en defensa y de marcar el gol del triunfo en ataque no sale todos los días. Ni en España, ni en ningún lugar del mundo. Pero un jugador como Íñigo Martínez si que podría ser válido para la selección siempre y cuando vaya entrando en la dinámica. Donde sí tenemos un fenómeno es en la punta de ataque, que termina de foguearse en la sub 21 a pesar de que es uno de los jugadores más importantes de un equipo puntero como el Benfica. Rodrigo sí que se adaptaría a la filosofía del equipo.

Filosofía. Llevada al extremo, la palabra más peligrosa que existe en el mundo del fútbol. Y el ejemplo más claro es España. El error de Juanfran que propició el gol de Giroud sobre la bocina no fue más que la consecuencia de llevar la filosofía al extremo. Un pelotazo a tiempo hubiera supuesto el final del partido, pero no sólo Juanfran, sino España, se empeñó en no traicionar sus principios. Unos principios que, la verdad sea dicha, nos han llevado a ser campeones del mundo y dos veces de Europa. Unos principios que son estéticamente preciosos y muy efectivos en el transcurrir del partido. Pero a veces, el instinto animal de supervivencia debe imponerse a los ideales futbolísticos, sobre todo cuando hay tanto en juego.


Que Francia mereció ganar el partido es un secreto a voces. Se sintió acomplejada en la primera parte, pero en la segunda fue muy superior. Conquistó el territorio del centro del campo a base de músculo y dejó sin argumentos a España. Benzema fue muy peligroso en ataque, sobre todo cuando se asoció con el talento de Valbuena y la velocidad de Ribèry, un futbolista fantástico desde el punto de vista técnico y peligroso desde el punto de vista táctico. Fue una amenaza constante para Arbeloa, que no pudo prodigarse en ataque. Pero Juanfran no vio la magnitud del problema y se confió. El gol de Giroud no hizo justicia, pero hizo el resultado algo más justo. Como había hecho Lloris antes deteniendo el penalti a Cesc, porque Francia mereció ganar y debió hacerlo. Sólo Felix Brych pudo evitarlo al anular un gol legal fraguado entre Benzema y Menez. De todas formas, España sigue siendo la mejor selección del mundo. A pesar de que sufre el síndrome de Johan.

PabloG.

lunes, 8 de octubre de 2012

Falcao decide el partido de la jornada


No fue la noche de Radamel Falcao. Se le vio incómodo durante todo el encuentro gracias al buen hacer de la defensa malaguista. Weligton, Demichelis y Monreal hicieron un trabajo soberbio para que el Tigre se viera impotente. Le aislaron del juego del Atlético y cortaron cualquier balón que pudiera llegar al colombiano e incomodar a Willy Caballero. Sin duda, la actuación de la zaga malaguista fue perfecta. Pero es tan sumamente grande el talento del nueve del Atlético de Madrid, que a pesar de vivir un calvario durante los noventa minutos de juego, en los que se vio maniatado e incapaz de mostrar todo su potencial, fue capaz de decidir el encuentro a favor de su equipo con un primer gol sensacional y otro “medio gol” de oro.


No lo vieron los que estaban disfrutando de los instantes finales del Clásico, pero Falcao volvió a demostrar que dentro del área no tiene parangón. Recuerda a los mejores delanteros de la historia, con movimientos inteligentísimos y un hambre de triunfo incomparable. La suma de esto fue lo que le hizo adelantar a su equipo a los cinco minutos de juego. El colombiano hizo bueno el centro de Emre desde la izquierda con una finta que engañó a Monreal en el segundo palo y le hizo rematar solo en el centro del área pequeña. Fue una nueva exhibición de poderío de un futbolista que está a la altura de los mejores.


Al Málaga le costó asentarse en el partido. Isco no tomó el control, Joaquín no fue tan descarado, Eliseu no estuvo incontrolable. Y el mérito fue del Atlético. El equipo del Cholo juega cada partido como si de una final se tratase. Una final de la Copa Libertadores, más concretamente, porque este Atleti recuerda a los mejores y más aguerridos equipos de Sudamérica. Es intenso, pasional, guerrero y tiene mucho carácter. Pero tiene un gran defecto que puede no salir siempre bien: juega al límite del reglamento. Hasta veinticinco faltas señaló Pérez Lasa a favor del equipo de Pellegrini. Una auténtica exageración que esta vez funcionó de maravilla para que el Málaga no fuera capaz de dominar y entrara en un juego brusco y físico que no le favorece en absoluto.

Pero a pesar de todo, la calidad del equipo de la Costa del Sol se terminó por imponer. Fue una jugada de toque, al más puro estilo de este Málaga que enamora. En ella aparecieron Joaquín e Isco, que abrió el balón a la izquierda para Monreal. El navarro la puso templada al primer palo para que apareciera la cabeza de Santa Cruz. Y el paraguayo apareció, después de ganarle la posición tanto a Godín como al Miranda para poner las tablas al filo del descanso. También de cabeza sabe lucir el Málaga, que está sacando un provecho soberbio a sus dos incorporaciones en la punta de ataque.


Tras el descanso, el plan de Pellegrini sufrió un duro golpe: Santa Cruz, autor del tanto de la igualada y que estaba cuajando una gran actuación enfrentando en el cuerpo a cuerpo a los potentes centrales del Atlético, tuvo que quedarse en el vestuario aquejado de una dolencia muscular. En su lugar entró Saviola, un delantero diametralmente opuesto al paraguayo. El Málaga notó ese cambio, a pesar de que Saviola estuvo participativo. De esto se aprovechó el Atlético, que con las líneas menos estáticas, arrinconó a los boquerones a base de peligrosos achuchones. Especialmente delicadas fueron las jugadas que llevaron como protagonista al talento de Adrián. El asturiano fue un quebradero de cabeza para la zaga blanquiazul, que fue el único obstáculo para que Falcao no transformara en gol sus diabluras. Mientras tanto, el Málaga lo intentaba con jugadas aisladas. Un venenoso disparo lejano de Isco y un centro-chut de Joaquín que hizo que Courtois se empleara a fondo para sacarla de la escuadra, fueron lo único que pudo ofrecer el Málaga en ataque. Pero cuando todo parecía destinado al empate, una jugada a balón parado decantó definitivamente el partido en el descuento.


Falcao no estaba a gusto. Veía que nada de lo que intentaba iba a buen puerto. Se desesperaba cuando veía enfrente a un Monreal que no le dejaba ni a sol ni a sombra. Se desesperaba aún más cuando lograba zafarse del navarro y aparecían en las ayudas tanto Weligton como Demichelis. Enloquecía cuando miraba el reloj y veía que faltaban apenas segundos para el noventa. Pero lo intentó hasta el final. En una de estas jugadas de casta, fue derribado cerca de la frontal. La falta estaba escorada, perfecta para el remate. Sería la última oportunidad del Atleti en el partido. Gabi la botó con maestría. La puso combada en el corazón del área, donde apareció Miranda para tocarla de cabeza y que el balón quedara muerto en el área pequeña. En el territorio de Radamel. Peleó con Weligton y salió victorioso. Entre los dos empujaron el balón al fondo de las mallas para darle el triunfo al Atlético sobre la bocina. Otra vez. Este muchacho es extraordinario.

PabloG.

Dos estrellas iluminan el Clásico


Es para estar orgullosos de estos dos equipos. De los dos por igual, dejando de lado cualquier tipo de forofismo y de prejuicios que poco o nada tienen que ver con el juego del balón. Ambos equipos dejaron ayer bien alto el nombre de la liga española con un partido sensacional en el que mostraron lo mejor de cada uno. Messi y Cristiano, Cristiano y Messi, volvieron a ser determinantes. Una vez más, y en el momento más apropiado. Hay cosas que no cambiarán nunca. Pero lo que si es cierto que cambió fue la imagen del encuentro. Todavía se encuentra lejos de la perfección, pero en el Camp Nou, después de mucho tiempo, se vio un clásico lleno de buen fútbol. Hubo alternativas, mucha pasión y posibilidades para los dos equipos. Todo ello resultó en un clásico igualadísimo que tanto Barça como Madrid se pudieron llevar, pero que no pudo tener un resultado más justo que el empate.


Es evidente el respeto que se tienen los dos equipos, pero por si no quedaba claro, los primeros minutos del partido fueron una clara demostración. Ninguno se atrevía a dar el paso porque ninguno quería caerse. Optó Mourinho de nuevo por la fuerte presión, pero esta vez mucho más ordenada y menos agresiva para su equipo. Esto hizo que el arriesgado 3-4-3 de Tito se viera frenado cada vez que pasaba del medio campo. El Barça intentaba trenzar, pero se topaba una y otra vez con un Real Madrid que enseñaba los dientes cada vez que veía espacios a la contra. Pero el respeto desapareció a los dieciocho minutos. En ese momento, Benzema recibió un balón en la frontal después de una gran jugada madridista. El francés hizo de diez y tras girarse, le sirvió en bandeja el tanto a Ronaldo, que la enganchó de primeras con la izquierda para adelantar a los blancos en casa del eterno rival.


El gol del portugués trajo al Camp Nou los fantasmas de la vuelta de la pasada Supercopa: otro gol de Ronaldo, otra lesión de Alves, otra vez el Barça contra las cuerdas. Y para colmo, Benzema metió el dedo en la llaga con un disparo al palo que hizo temblar a toda Barcelona. El equipo de Tito estaba groggy y al borde del KO. Lo que no se percibió fue que la entrada de Montoya sentó de maravilla al equipo, que en una jugada, mostró las virtudes del planteamiento de Vilanova: una jugada de superioridad en banda entre Pedro y Montoya desembocó en un centro raso del canario que, tras golpear en un rival, se fue alto. Pepe no supo que hacer y tomó la peor decisión al intentar realizar un acrobático e inútil despeje que dejó el balón franco para que Messi la empujara y diera vida de nuevo al Barça reiniciando el partido.


Desde ese punto, el partido enloqueció. No tuvo dueño, aunque el Barcelona fue ganando terreno poco a poco con un magnífico Messi a la cabeza. El argentino tiró del Barça por activa y por pasiva y fue un peligro constante para el marco de Casillas, secundado por un sensacional Pedro que volvió loco a Marcelo. Pero la Pulga no quería compartir protagonismo. Estaba claro que ese  era su partido. Por eso, después de que Xabi Alonso lo derribara en mitad de su venenoso eslalon, no se arrugó a la hora de coger el balón. La falta era lejana, pero la confianza de Messi es enorme. Miró a Casillas y se la puso imposible. Hizo que pareciera fácil hacer una obra de arte como ese lanzamiento que puso por delante a su equipo. Todo parecía de color de rosa. Pero estos partidos nunca están muertos del todo.


Y no lo están porque enfrente, aparte de un sensacional equipo, hay un jugador que sobresale del resto. Poco queda por decir acerca de las inmensas cualidades para el fútbol de Cristiano Ronaldo. Si no es el jugador más preparado de la historia, lo parece. De lo que no cabe duda es de que es el jugador más decisivo del Real Madrid. Lo volvió a dejar claro a los cinco minutos del increíble tanto de Messi. Y lo volvió a dejar claro porque Özil le filtró un pase maestro que culminó un partido soberbio del alemán. No perdonó Ronaldo frente a Valdés, y su disparo raso supo a gloria para los madridistas.


Pero el partido todavía se reservaba su intriga final, porque el Barça no daba por bueno el empate. Sabía que la victoria sería un golpe muy importante para la liga, y por eso la buscó hasta el final. La tuvo Montoya en sus botas, después de una jugada deslumbrante del equipo de Vilanova, con hasta cinco toques en la frontal del área, pero el latigazo del canterano se estrelló en el larguero para alivio de Casillas. A pesar de todo, no fue el mayor susto que se llevaron los madridistas. Ese se encargó de darlo Pedro en el último suspiro del partido, cuando tras recortar a Ramos en una contra estupenda, se plantó frente a Casillas. El canario sabía que el Clásico estaba en sus pies, pero cruzó el disparo en exceso. Cuestión de justicia.

PabloG.

viernes, 5 de octubre de 2012

Una raza única (Parte II)


Aquí os presento la segunda y definitiva parte de este artículo de esta entrega de En Blanco y Negro dedicada a los delanteros más determinantes de la pasada década. Delanteros siempre hambrientos e infalibles de cara a portería, y que llevaron a la gloria a la mayoría de equipos a los que pertenecieron.

Ronaldo

El Fenómeno ha sido uno de los delanteros más grandes de la pasada década y de toda la historia del fútbol. Nunca podremos saber que hubiera sido de este astro del deporte si las lesiones le hubieran respetado, pero lo que sí sabemos con certeza es que a pesar de todo el calvario sufrido, siempre fue uno de los delanteros más peligrosos del mundo. Ya lo dejó claro en sus primeros años en el Cruzeiro, donde demostró que no tenía parangón. Su explosividad y su increíble olfato goleador le abrieron las puertas de la competición Europea gracias a la fuerte apuesta que el PSV hizo por él. Pero sin duda, su gran salto cualitativo llegó con su fichaje por el Barcelona. Allí Ronaldo mostró todo su potencial y ofreció una primera temporada inolvidable, llena de imágenes mágicas como aquel increíble gol frente al Compostela, en el que arrancó desde su campo driblando rivales en una exhibición de fuerza, calidad y explosividad. De hecho, su espectacular récord de sesenta y un goles en sesenta y cuatro partidos con el Barcelona sólo ha sido superado por Messi la temporada pasada. Pero no pudieron disfrutar por mucho tiempo de su talento en Barcelona, porque a la siguiente temporada apareció el Inter de Milán para llevárselo a Lombardía, donde ganaría el Balón de Oro y la Copa de la UEFA. Precisamente en Milán fue donde empezó su calvario con las rodillas: una entrada fortuita frente al Lecce hizo que su tendón rotuliano se rompiera. Pero no terminó ahí el asunto, porque en el partido de su reaparición seis meses después de su fatídica lesión, Ronaldo volvía a caer al césped con lágrimas en los ojos y agarrándose su rodilla derecha. Otra vez el tendón rotuliano, que parecía segar una de las carreras más grandes de la historia del fútbol.

Pero Ronaldo nunca se ha dado por vencido. Esa ha sido la clave de su éxito. Cuando nadie confiaba en su retorno, Luiz Felipe Scolari lo convocó para el Mundial de 2002 a pesar de que no había regresado aún de la lesión. La decisión no pudo ser más acertada: Ronaldo lideró a una Brasil casi sin rumbo y la hizo campeona del mundo por quinta vez. Volvió el genio, que además se erigió como máximo goleador del torneo con ocho tantos. Eso le hizo ganar un nuevo Balón de Oro y que el Real Madrid de los Galácticos se decidiera a contratarlo. En Madrid lo ganó todo. Todo excepto la Copa del Rey y la Copa de Europa, el único título que se le resistió a lo largo de su carrera, junto a la Copa Libertadores. Pero el declive de la galaxia y sus problemas de peso provocaron su salida del club rumbo a Milán, esta vez a defender los colores rossoneri del Milan. Por el club transalpino pasó con más pena que gloria y, para colmo, volvió a romperse el tendón rotuliano, esta vez de su rodilla izquierda. Esta lesión provocó su regreso a Brasil, donde finalizó su carrera en el Corinthians.

No es posible hablar del Fenómeno como un único jugador. Sin duda, sus graves lesiones en las rodillas marcaron un antes y un después tanto en su carrera como en su forma de jugar. El Ronaldo de los primeros años destacaba por su explosividad, su aceleración y su cambio de ritmo, que se hacían imparables cuando se le añadía su exquisita calidad técnica y su innata habilidad para el regate. Y todo ello coronado por una capacidad goleadora fuera de lo común. Esto le llevó a lograr su primer Balón de Oro. Pero después de destrozarse la rodilla derecha, el Ronaldo que volvió a los terrenos de juego sólo se parecía al anterior en el nombre. Perdió explosividad, y sus largos avances con el balón en los pies se redujeron al mínimo, pero a cambio ofreció una versión mucho más demoledora de cara a portería. Aprendió a utilizar su impresionante velocidad para ganar la espalda a los defensores y amplió notablemente su repertorio ofensivo. Se convirtió en una auténtica pesadilla para los porteros en el uno contra uno. Y todo ello gracias a que nunca se rindió. Por eso logró su segundo Balón de Oro y se ganó el respeto del fútbol mundial.

Pippo Inzaghi

Cuando uno se refiere al Pippo Inzaghi, se refiere a uno de los grandes clásicos del calcio italiano. Tras veintiún años en la élite defendiendo el escudo de diversos equipos, su carrera se puede identificar perfectamente con dos camisetas: la bianconera de la Juventus que le llevó a la fama, y la rossonera del Milan que le catapultó a la categoría de estrella a base de títulos. Pero el si algo ha marcado la trayectoria de Inzaghi, eso ha sido su interminable romance con el gol. No tardó en demostrarlo, y en su primera temporada con el Atalanta, al que llegó procedente del Parma, logró firmar veinticuatro tantos para convertirse en el Capocannoniere de la Serie A. Además, igualó el récord que poseía el gran Michel Platini de haber marcado frente a quince de los dieciocho equipos de la categoría. Esto le valió para que la Juventus se lanzara a por su contratación. En Turín, siguió mostrando una asombrosa facilidad para el gol, que llevó a la Juve a conseguir la Supercopa italiana y el campeonato liguero en su primera temporada. Pero tras esto, el conjunto de Delle Alpi entró en una crisis de resultados que le llevó al sexto lugar de la tabla y quedó fuera de la Champions League y de la Copa de la UEFA, teniendo que conformarse con jugar la Copa Intertoto, de la que resultaría campeón. La Juve no consiguió remontar del todo el vuelo y el Milan apareció para llevarse a Inzaghi. Una vez en el club lombardo, Inzaghi pudo ver recompensadas sus buenas actuaciones con grandes títulos que lo llevaron a consagrarse en el panorama internacional. Sus dos Champions, dos Scudettos, dos Supercopas italianas, dos Supercopas de Europa y el Mundialito de Clubes configuraron un palmarés envidiable. Destaca sobre todos los títulos la segunda Champions, en la que tuvo un papel decisivo en la final frente al Liverpool, donde firmó la vendetta milanista al anotar los dos goles de su equipo en la final. A todo esto también hay que sumar la Copa del Mundo ganada con Italia en 2006. Y es que Inzaghi fue un ganador nato hasta el día de su retiro, al final de la pasada temporada.

El juego del Pippo siempre se definió por su gran sentido de la oportunidad y su increíble capacidad para marcar goles con la cabeza, faceta en la que se convirtió en uno de los mayores especialistas de la historia del fútbol. Era un magnífico jugador de área siempre atento al más mínimo error del rival para sacar el máximo provecho posible. Pero además era un delantero veloz, ágil e inteligente, un cóctel perfecto para poder ganarles la espalda a las defensas rivales y poder sacar a relucir su talento a la hora de definir la jugada. Pero sus goles no siempre llegaban de la manera más ortodoxa, sino que era capaz de aprovechar cualquier parte de su cuerpo para lograr su objetivo, llevar el balón al fondo de las mallas. Un claro ejemplo fue el primero de los dos goles que logró en la ya mencionada final frente al Liverpool, en la que desvió con el cuerpo un lanzamiento de falta botado por Pirlo. Ahí se vio a Inzaghi en estado puro, el último oportunista.

Didier Drogba

Que el Chelsea sea hoy en día el gran equipo que todos conocemos se debe principalmente a dos motivos: uno, la ambiciosa gestión que Roman Abramovich, apoyado en su inmensa fortuna, lleva a cabo desde los despachos del club; el otro, la impagable labor que Didier Drogba ha realizado en el campo durante todos estos años. Jugador y club han ido creciendo a la par hasta convertirse en una de las referencias del fútbol mundial. Y todo porque el magnate ruso decidió que el marfileño sería la bandera de su proyecto, después de que se saliera con el Olympique de Marsella en la Copa de la UEFA de la temporada 2003/04, en la que se proclamó subcampeón y máximo goleador del torneo con seis tantos. Desde ese momento, casi todo han sido éxitos para el africano: tres Premier Leagues, dos Copas de la Liga inglesas, cuatro FA Cups y dos Community Shields, además de ser nombrado dos veces Futbolista del Año en África y de lograr otras tantas veces ser el máximo goleador de la Premier League. Pero sin duda, el título más especial de todos los logrados a lo largo de su carrera fue la consecución de la UEFA Champions League. Ya estuvo a punto de alzarse con ella en la temporada 2007-2008 si no llega a ser por el inoportuno resbalón de John Terry en el penalti decisivo. Tampoco la pudo saborear al siguiente año, cuando el mejor Barcelona de la historia y el desastroso arbitraje de Ovrebo apearon al Chelsea en semifinales. Pero todo llegó a su fin en la temporada 2011/12. Drogba y el Chelsea pudieron resarcirse eliminando al Barça en semifinales y alzarse con el campeonato, a pesar de realizar los planteamientos más rácanos de toda la competición. Pero la victoria final nunca hubiera sido posible sin las memorables actuaciones que realizó Drogba en los momentos más críticos de su equipo: lideró la remontada del Chelsea frente al Nápoles; tiró de orgullo y casta frente al Barça, anotando el gol de la victoria en la ida y jugando hasta de lateral izquierdo en la vuelta; y firmó una actuación sublime en la final frente al Bayern. En ese partido, anotó el gol del empate en el último suspiro de los noventa minutos y transformó el penalti definitivo que dio al conjunto blue la primera Copa de Europa de su historia, el que fue su último gol con la camiseta del Chelsea antes de poner rumbo al Shanghái Shenhua.

Como buen representante de la escuela africana, la principal cualidad de Drogba reside en la ventaja que le proporciona su descomunal potencia física. Es un jugador capaz de arrollar a cualquier defensor, siendo especialmente potente a la hora de ganar el cuero en el juego aéreo. Pero Drogba no es sólo una fuerza incontrolable de la naturaleza, también es un jugador que nunca ha dejado de progresar desde que despuntara en el OM. Fue capaz de educar su potente disparo lejano hasta convertirse en un más que fiable lanzador de faltas, faceta que añadió a su ya de por sí amplio repertorio ofensivo.

Samuel Eto’o

Probablemente, el delantero más controvertido y más genial de la pasada década. El camerunés siempre se quejó del mal trato que recibió por parte del Real Madrid y nunca se mordió la lengua a la hora de dedicar al club blanco sus goles, algunos gestos e incluso palabras malsonantes. Pero sobre todo, donde se convirtió en una auténtica pesadilla para la afición merengue fue dentro del campo. Lo hizo con el Mallorca, equipo con el que logró alzarse como campeón de la Copa del Rey y como goleador histórico del club, y también con el Barcelona, el eterno rival del Madrid. Precisamente, llegó al conjunto culé tras un rocambolesca operación a la que el equipo presidido por Florentino Pérez dio su aprobación, en uno de los errores más graves de la historia del club. Su etapa en el Camp Nou estuvo plagada de títulos: fue nombrado cuatro veces como Futbolista del Año en África y logró un trofeo Pichichi, dos Ligas, dos Supercopas de España y una Liga de Campeones, a los que añadió el mágico sextete en su última temporada de azulgrana. Pero a pesar del éxito logrado de la mano de Pep Guardiola, temporada en la que además logró treinta tantos en liga, quedándose a sólo dos goles de la Bota de Oro, su marcha del Barça fue inevitable y puso rumbo al Inter a cambio de Ibrahimovic. En Milán logró un hecho sin precedentes en la historia del fútbol: se convirtió, no sólo en el primer jugador en conseguir dos tripletes, sino en el primero en hacerlo con dos clubs diferentes y en temporadas consecutivas. Tuvo una dulce venganza sobre el equipo de Guardiola en las semifinales, en las que el equipo de Mourinho se impuso al culé por un tres a dos global en la eliminatoria que le otorgó el pase a la final donde finalmente se impuso al Bayern de Múnich. Tras su paso por la Serie A, se enroló en las filas del Anzhi Majachkalá, equipo que le convirtió en el futbolista mejor pagado del mundo.

El Chacal siempre fue el mayor depredador del área. Prácticamente, no había jugada en su equipo que Eto’o no finalizase, y con un acierto más que notable en la mayoría de los casos. Su velocidad, su agilidad y su facilidad para armar la pierna han sido las grandes claves a lo largo de su prolífica carrera goleadora, así como su capacidad de liderazgo y su maestría para estar siempre en el lugar preciso para el remate. Pero sin su inteligencia a la hora de buscar los espacios a la defensa, Samuel Eto’o nunca hubiera llegado a consagrarse como uno de los mejores delanteros de la década.

Francesco Totti

El capitán de la Roma es la excepción que confirma la regla. Es el último romántico, el único jugador de los diez que forman esta lista que todavía continúa jugando al máximo nivel en Europa, aunque su papel en el equipo de sus amores cada vez es más secundario. Pero lo cierto es que la historia de la Roma nunca hubiera sido la misma si Francesco Totti no le hubiera jurado amor eterno al club de su ciudad. El Gladiador es el jugador más determinante de la historia del conjunto romano, y el encargado de haberlo mantenido durante años en la élite del fútbol europeo. Bajo su liderazgo, el equipo de la capital italiana consiguió su tercer Scudetto, dos de sus nueve Copas de Italia –las dos consecutivas–, y sus dos únicas Supercopas italianas. Además, Totti posee los honores de ser el jugador que más partidos ha disputado y que más goles ha marcado con la elástica giallorossi, con doscientos setenta y un goles en seiscientos cuarenta y cinco partidos hasta la fecha. Estos números hablan por sí solos de la gran capacidad goleadora del futbolista romano, que fue galardonado en el año 2007 con la Bota de Oro después de marcar veintiséis goles en la Serie A.

La seña de identidad del juego de Francesco Totti siempre ha sido su capacidad de liderazgo, que ha llevado a la gloria tanto a la Roma como a la Selección italiana, con la que también se proclamó campeón del mundo en 2006. No cabe duda de que su insaciable espíritu competitivo siempre ha sido capaz de cubrir las carencias de este gran futbolista italiano, que probablemente sea el jugador más talentoso de todos cuantos hayan salido de la península transalpina. Un talento siempre puesto al servicio del gol, que puede llegar de mil formas diferentes cuando el balón está en los pies de Totti. Pero la faceta en la que más ha destacado el Gladiador ha sido en los lanzamientos de larga distancia, sobre todo a balón parado, donde se ha convertido en una amenaza constante y todo un especialista.

PabloG.