sábado, 1 de febrero de 2014

Hipócritas


Cuánta hipocresía hay en la prensa deportiva española. Los mismos que después del Mundial de Alemania 2006 pedían la cabeza de Luis Aragonés y no pararon de dar la tabarra hasta 2008 con que Raúl tenía que ir a la selección sí o sí, hoy lo entronizan.


Luis es un ejemplo. Un ejemplo de cómo no venderse ante los poderes. Un ejemplo de cómo no bajarse los pantalones ante nadie, porque tenía "el culo pelao". No diré que lo hizo en silencio porque sería mentira, Aragonés nunca se calló nada, pero a base de trabajo y más trabajo demostró a toda España que el único que tenía razón era él. Y se fue cuando estaba en lo más alto, cuando la prensa y la afición le limpiaban las botas, porque a cabezón jamás le ganó nadie. Si no lo quisieron en las malas, él no se iba a dejar querer en las buenas, porque de todas todas ese sentimiento era falso.

Aún me acuerdo de la primera vez que vi a España en directo. Fue un España-Francia pocos meses antes de la Eurocopa 2008. Yo vi ese día una pancarta en la que un señor, orgulloso supongo, ponía que Luis se dejara de juegos y convocara a Raúl, haciendo referencia a su ya superada ludopatía. Supongo también que esa pancarta se la comería a cachitos durante la celebración de la Eurocopa. Y seguramente hoy esté camuflado entre esos aduladores que elevan la figura de Luis Aragonés a la altura de los ángeles, cuando el Sabio de Hortaleza jamás fue así.

Hoy, en el día que hemos perdido no sólo a un gran trabajador sino a un gran hombre que se ha ido a la tumba con sus principios, no creo que sea tiempo de elevar su figura a los altares, sino de reflexionar un poco. Si todos esos piropos son sinceros, ¿por qué no se le dedicaron en vida? ¿Por qué se le persiguió sin piedad y se miró con lupa cada uno de sus gestos si tan bueno y tan santo era? No seamos hipócritas.

Hoy el fútbol español se ha quedado huérfano. Ha perdido a uno de los personajes más importantes de su historia. Como Joaquín Peiró, Luis Suárez y muchísimos otros a los que no se les reconocerá lo que fueron hasta que ya no estén con nosotros.

Descansa en Paz, Sabio de Hortaleza. Tu carácter y tu manera de hacer las cosas siempre fueron un ejemplo. Hiciste de tu manera de ver el fútbol tu estilo de vida y muy poquitos te entendieron. Qué pena.

PabloG.

El Barça se descalabra ante el Valencia

El Valencia de Pizzi dio la campanada en el Camp Nou (2-3) para dejar el liderato en el aire. Los ché, que no jugaron un partido excesivamente brillante, se impusieron a un Barcelona esperpéntico en defensa en el día en el que el coliseo azulgrana guardó luto en memoria de Luis Aragonés.


Con el corazón destrozado y el alma aún encogida, Barcelona y Valencia saltaron al Camp Nou para honrar la memoria de Luis Aragonés. El Sabio de Hortaleza pasó por ambos banquillos y dejó una huella imborrable, de modo que ese minuto de silencio, más corto de la cuenta, fue una forma poética de darle las gracias por tanto. Con Puyol en la grada e Iniesta en el campo, los focos se centraron en Xavi. Su gesto representaba a la perfección el sentir del fútbol español. De sentimiento profundo y sorpresa desmesurada. Todavía nadie se cree que Zapatones se haya ido para siempre. Xavi quedó huérfano, pues partió su maestro, aquel que le entregó el timón del fútbol cortito y al pie.

Sin embargo, el Barça no tenía cuerpo para homenajes. El encuentro, aunque precioso para el espectador, fue un suplicio para los blaugrana. Fue un partido de dos caras para ambos equipos: la bonita, la ofensiva; la fea, la defensiva. La bonita para el Barça fue la primera parte, en la que avasalló a su rival y sin embargo se fue al vestuario con el partido 1-1, muy probablemente de forma inmerecida. La fea, que más que eso fue horrorosa, llegó en la segunda mitad. Para el Valencia fue justo al contrario. Los hombres de Pizzi, sin hacer un partido excelso, supieron sobrevivir a los mejores minutos del Barcelona, empatar el partido en el primer descuido y aprovechar al máximo la decadencia defensiva de la zaga culé en la segunda mitad para llevarse la victoria.

El partido parecía seguir el guión con normalidad en los primeros minutos. El Barça arrasaba con Messi a la cabeza. El argentino ha mutado de repente de grandísimo goleador a grandísimo director de orquesta. Y el Barça lo agradece. Porque sigue siendo desequilibrante y además hace mejores a sus compañeros. Enriquece el fútbol del equipo. En una de las primeras acciones en las que le dejaron hacer, hizo. Se inventó un pase desde la izquierda para que Alexis rematara con la misma fortuna que espectacularidad y batiera a Diego Alves por alto.

Se gustaba el Barça, que quería hacer sangre a un frágil Valencia que se desarmaba en transición. Golpeaba una, y otra, y otra vez. Con Cesc descifrando el fútbol y Pedro como un auténtico puñal. Y golpear, golpear y golpear y volver a golpear, y golpear, y golpear, y golpear, parafraseando al mítico Luis. Pero los valencianos resistían de forma épica. Ayudó también la exhibición de reflejos de Diego Alves, salvador de su equipo en cada ocasión de peligro. Era lo único rescatable, junto a Feghouli, de un Valencia desmontado y sin rumbo.

Precisamente fue el argelino quien marcó el cambio de rumbo del partido. Se despegó por la banda otra vez, como ya lo había intentado un ciento de veces antes que esa. La diferencia fue que encontró compañía y el Valencia llegó hasta el fondo. Feghouli levantó la cabeza y vio llegar a Parejo desde atrás con ímpetu y se la regaló para que empatara el partido. Un pase de la muerte, como esos que se pusieron tan de moda en los 90.

El talento de Parejo guió al Valencia

El partido de hoy pasará a la historia como el del día en que Parejo devoró al centro del campo del Barcelona. El canterano madridista hizo su la parcela central del césped y se impuso con claridad primero a Xavi y Busquets, y luego también a Iniesta. Dio un auténtico recital de estrategia, de cómo organizar a un equipo para alcanzar la victoria sin ser brillante. Y lo sujetó con acierto durante todo el partido. Parejo se está erigiendo poco a poco en el líder de este nuevo Valencia de Pizzi. Por talento y por un carácter ganador que hasta ahora no había mostrado al máximo nivel de competición pero que se le presuponía en su brillante paso por las categorías inferiores de nuestro fútbol. Está ocupando ese vacío de liderazgo que acusaba la plantilla para empujar a su equipo hacia arriba.

Y entre un Parejo imperial y un Barça que se puso nervioso atrás, apareció Piatti de cabeza para hacer realidad todos los temores blaugrana. El argentino, con su metro sesenta y tres de altura, ya puede añadir a su currículum un gol de cabeza tanto al Madrid como al Barcelona esta temporada. Algo que no habla muy bien de ninguna de las dos defensas.

De poco sirvió el conato de resurrección culé, que alcanzó su pináculo con un gol de Messi de penalti tras una rigurosa mano de Ricardo Costa. Fue un espejismo. Seis minutos después el que marcaba era Paco Alcacer para confirmar el esperpento de la zaga del Barça: hizo un desmarque al primer palo que Piqué no entendió y remató a placer mientras el catalán giraba la cadera de manera extraña.


Para más inri, Jordi Alba se marchó a la caseta antes de tiempo, acabando con cualquier esperanza de remontada. Es la primera expulsión del Barcelona esta temporada y probablemente la más dolorosa, porque ocurrió justo el día menos oportuno. El día en que el Barça dejó en el aire su liderato con una surrealista segunda parte.

PabloG.

miércoles, 29 de enero de 2014

El Atlético profana a lo grande La Catedral

En el partido de fútbol más intenso que se ha visto en el joven San Mamés, el Atlético de Madrid ganó como los equipos grandes (1-2). El Athletic lo revolcó en la primera mitad, pero los de Simeone se levantaron, ganaron el partido y se enfrentarán en semifinales al Real Madrid.



Los equipos grandes se caracterizan especialmente por ser capaces de vencer incluso cuando las condiciones son las menos favorables. El Atlético de Madrid hoy hizo gala de ello en el nuevo San Mamés, superando a un Athletic que lo hizo trizas en la primera mitad. Pero los colchoneros no sólo resistieron los golpes. Cómo vigentes campeones, se levantaron con la cara amoratada y tiraron de corazón para ganar la pelea. Empataron el gol de Aduriz con un trallazo de Raúl García que los ponía en ventaja en el global de la eliminatoria. Y a partir de ahí tomaron el control del juego, cuidando hasta el último detalle, para que el partido no se escapara. El postrero gol de Diego Costa no fue más que la confirmación del estatus de este equipo, que jugará una semifinal de la Copa por tercera vez en los últimas cinco temporadas.

San Mamés lloró para mojar un poco más con sus lágrimas ese césped empapado por la poderosa lluvia que no cesó durante todo el partido. Su corazón está roto. Once desalmados le arrancaron sin piedad de sus entrañas lo que guardaba con más cariño: ese invicto que hacía del Athletic uno de los equipos más temibles de España. Un Athletic potente, que se encuentra en uno de los mejores momentos de su historia. Aúnan con maestría las combinaciones cortas, seña de identidad del fútbol de Valverde y de su reciente etapa bielsista, con los rasgos más esenciales que definieron durante un siglo su fútbol, con balones directos y peligrosos centros desde los costados. Es un fútbol total. Y, sin embargo, no fue suficiente.

No lo fue porque no tuvo en la segunda mitad la continuidad necesaria. En la primera, el Athletic fue rey de San Mamés y Simeone no sabía a ciencia cierta por dónde le venían los golpes. Se los asestaba, principalmente Muniain, que estaba desbocado y se eregía como némesis del cholismo. El pequeño genio navarro hizo suya la parcela central del campo en el que el Atlético desplegaba su 4-1-4-1 y desmontó una y otra vez al rival. Se asociaba con Ander para locura de Gabi y llegaba arriba con peligro. Pero no estaba solo. Susaeta aprovechó la tempranera lesión de Filipe Luis para hacer una y otra vez malintencionadas diagonales que le dejaban vía libre a Iraola para aparecer. El lateral brasileño del Atlético tuvo que abandonar el campo en camilla por su aductor dijo basta de mala manera y a su sustituto, Insúa, le tocó bailar con la más fea.

Desmontado el Atlético, con Koke y Raúl García en labores que por talento no le pertenecen, con Adrián haciendo casi un doble lateral en la parte izquierda, los leones bailaban. Pero no materializaban sus ocasiones. Hasta que Aduriz enganchó en lo alto un balón templado por Balenziaga, que llegó como un guerrero hasta la línea de fondo para poner el servicio. Entonces San Mamés rugió aún más. Con auténtico convencimiento de que su Athletic triunfaría esta noche como ya lo hizo en muchas otras.


Pero cuando los colchoneros parecían muertos, cuando San Mamés y el Athletic alcanzaban la simbiosis y eran un auténtico ciclón, apareció un coloso para cambiar el rumbo del partido. Desde la portería, Courtois dio alas a su equipo. Dos paradas imposibles, primero a Mikel Rico y después, de manera todavía más espectacular a Aduriz, mantuvieron al Atleti en pie y le permitieron llegar vivo al descanso. Dos paradas que acabaron suponiendo el pase de ronda, pues los colchoneros mutaron tras pasar por los vestuarios.

Se fue un equipo derrotado y regresó un equipo campeón. El del control absoluto, el del temple y el saber estar, el del peligro constante. Volvió el Atlético que arrasa esta temporada en España y en Europa para llevarse la eliminatoria. Ya poco importaron el ímpetu de Muniain, la calidad de Ander Herrera o las carreras de Susaeta. Todo eso estaba en el guión que el Cholo le entregó a sus jugadores y había un final feliz. Un gol de Raúl García para derribar al Athletic. Otro de Diego Costa por si quedaban dudas. El hispano-brasileño hizo a última hora lo que no pudo en los primeros segundos de juego: batir a un inmenso Herrerín. Debe agradecer parte del tanto a San José y su horrorosa maniobra para tirar un fuera de juego imposible.


El Atlético de Madrid, tirando de oficio, casta, cabeza y corazón se convirtió en el primer equipo en profanar La Catedral. No sólo ganó la eliminatoria, sino que se llevó el partido porque así había que hacerlo. Necesitaban mandar un mensaje a sus competidores ahora que aparece el Real Madrid en el horizonte: el campeón está muy vivo.

PabloG.

martes, 28 de enero de 2014

El gran reto de Mata

El traspaso de Mata al Manchester United es la secuencia acelerada de poco más de año y medio de fútbol en los que se han producido muchos cambios. Juanín significa la apuesta de dos grandes entrenadores para llevar a la gloria sus proyectos con dos estilos de juego diametralmente opuestos. Se enfrenta a su gran reto.
Todavía retiene nítidamente en su memoria aquellos instantes. En realidad, no ha pasado tanto tiempo como para olvidarlo. Pero aquellos momentos no se le borrarán de la mente en la vida. Era sábado por la noche. Tarde. Demasiado tarde para su gusto, teniendo en cuenta cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Es curioso, apenas ha pasado año y medio y ahora parece una eternidad. Significa una etapa anterior, una huella más en ese camino que ahora se abre enigmático ante sus ojos. Cómo han cambiado las cosas.
Un gol de Drogba en el último minuto del tiempo reglamentario significó la prórroga. Un gol de Drogba en el último penalti de la tanda significó la gloria. El fútbol coronaba al Chelsea como rey de Europa por primera vez en su historia. Y también a Juan Mata, cuya carrera vestido de azul comenzó de la mejor manera posible. Ahora, una vez finalizada, podemos concluir que su paso por Stamford Bridge fue corto, pero intenso y prolífico. Fue pieza clave en las dos temporadas más mágicas de la historia del Chelsea, en las que, primero de la mano de Di Matteo y después de la de Benítez, conquistaron la Champions y la Europa League. De hecho fue nombrado mejor jugador blue en ambas temporadas.
Ahora ya nada de eso importa. Comienza una nueva vida, un nuevo Mata aparece en escena. Le aguarda un equipo destrozado, sin ánimo y demasiado lejos de sus objetivos. Nada de eso le desanima. Es más, lo afronta como un reto. Le sirve de motivación. Le motiva vestir esa gloriosa camiseta roja que tantas veces ha escrito con letras doradas la historia del fútbol. Lucirá el número 8 en su espalda y ya es historia de su nuevo club. Aún sin disputar un solo minuto. Los 45 millones de euros por los que se cerró su traspaso suponen la mayor cantidad jamás pagada por el Manchester United.
Mourinho y el mediapunta perfecto
Sus últimos meses en el Chelsea fueron complicados. No es fácil para un jugador de su talla pasar a un segundo plano de la noche a la mañana. El regreso de Mourinho al club lo condicionó todo. El choque entre el portugués y el español fue demasiado fuerte. Existió el caso Mata; pero fue una cuestión estrictamente futbolística. Simplemente, la idea futbolística del técnico no casaba con las cualidades del jugador. Sin embargo, su actitud fue inmejorable hasta el último día. Mata conocía perfectamente el escenario y, a pesar de ello, continuó trabajando para agradar a su entrenador y ser útil a su equipo. En lugar de rendirse, utilizó la situación para crecer como futbolista y aportar a su juego tonalidades que le faltaban en su paleta.
Si Mata no consiguió hacerse un hueco en los planes de Mourinho fue porque otro futbolista enamoró al portugués. El preparador de Setúbal encontró en la plantilla un diamante. Oscar, al contrario que Mata, pasó de ser el eslabón más débil de la cadena blue a convertirse en el eje principal de este nuevo Chelsea. El brasileño es un futbolista enérgico y muy trabajador. Al contrario que el de Mata, su fútbol se caracteriza por su verticalidad, su alto ritmo y su gusto por las largas conducciones. Más arriesgado. Además tiene una deliciosa pierna derecha que resulta muy productiva cuando golpea desde la frontal del área. Es el mediapunta perfecto. Perfecto para Mourinho. Incluso más perfecto que Sneijder u Özil, que alcanzaron el pináculo de sus carreras a las órdenes del luso.
Al rescate de un equipo a la deriva
Mata, amigo de las recepciones en corto y de establecer estrechos vínculos con sus compañeros por medio del balón, no tenía sitio en un fútbol tan directo. Por eso aceptó el reto que le presentó el United. Los diablos rojos han acusado más de lo previsto la transición entre Ferguson y Moyes, y se han estancado en la mitad de la clasificación mientras ven como pasan las jornadas. Tampoco podrán maquillar la temporada con la FA Cup o la Copa de la Liga, pues ya fueron eliminados. Y en la Champions, en primer lugar deberán superar el cruce con el Olympiakos para avanzar en una competición en la que no figuran entre los cinco favoritos al título.
Los principales problemas del United están en el mediocentro. Echan demasiado en falta a un futbolista que acompañe a Carrick y les dé sentido a su juego. En ese sentido Juanín no será la solución a sus problemas, pero los red devils tampoco pretendían que lo fuera. Su zona del campo está bien cubierta por futbolistas como Rooney, Nani, Valencia, Kagawa o el emergente Januzaj. Sin embargo, su fichaje responde a otras necesidades. Mata llega a Manchester para ser el estímulo del equipo, ese rayo de esperanza que sirva para reconducir la situación. Ese futbolista de talla mundial que palie la preocupante falta de talento de la plantilla, sin importar demasiado que haya que reconfigurar los esquemas para que se encuentre cómodo.
Mata es la apuesta de David Moyes. El escocés sabe que está en el filo de la navaja y se ha aferrado al talento del burgalés, un futbolista a priori ideal para su idea de fútbol. Como Oscar para Mourinho. Era la gran opción del mercado.
Cómo pueden cambiar la vida y el fútbol en poco más de año y medio. De ser el mejor futbolista del campeón de Europa, a ser un actor secundario y regresar al primer plano en otro equipo al que le urge el talento. Es el gran reto de Mata, la oportunidad perfecta para demostrar que vale hasta el último penique que han pagado por él. La ocasión ideal para reencontrarse con su fútbol y devolver al Manchester United al lugar del que nunca debió salir.
PabloG.

lunes, 27 de enero de 2014

Después de la tormenta siempre llega Messi

El Barça supo reponerse a los duros golpes recibido durante la semana y vencer a un laborioso Málaga (3-0) que se desinfló a los cuarenta minutos. Con un gran Xavi al mando de las operaciones y con un Messi entonado, el Camp Nou disfrutó del fútbol.


Un huracán sacudió al Barcelona esta semana y lo hizo trizas por dentro. Otro, esta vez futbolístico, reparó los daños más superficiales. El Barça demostró que lo que ocurre en los despachos influye muy poco a lo que se desarrolla en el campo. Y que sigue siendo un rival temible. Piqué, Pedro y Alexis sentenciaron a un Málaga que aguantó el tipo durante cuarenta minutos, pero que poco a poco se fue desinflando e hincando la rodilla. Tres jugadores a los que cada vez sorprende menos ver marcar. Suman entre ellos veintiocho goles en liga esta temporada.

Xavi Hernández tomó las riendas del equipo para dirigirlo a una de las victorias más importantes de su historia. Una victoria de estabilidad en un partido que le sirvió para reivindicarse. Justo el día que su casa lo homenajeaba por sus más de 700 partidos de azulgrana. Justo cuando más se le necesitaba. El egarense exhibió clarividencia y sus estímulos al juego fueron respondidos por la electricidad de Messi y la precisión de Fàbregas, actores principales en las jugadas de los goles del Barça.

El partido estuvo desequilibrado desde el primer momento. El Málaga conocía a la perfección sus opciones y su rol en el partido. Dedicaron todo su esfuerzo a mantener el orden defensivo y achicar espacios ante cada envite culé. Y no salió del todo mal. Es más, Valdés tuvo que emplearse a fondo en un par de ocasiones para que la calma reinara en Can Barça. Pero entonces el partido se rompió definitivamente. Santa Cruz, el guerrero más fiero de la plantilla de Schuster, tuvo que abandonar el campo lesionado. Y el plan se vino abajo. Adiós a la intensidad en la presión y a la salida larga. El Málaga necesitaba generar peligro desde atrás y se perdía. Y concedía terreno al Barcelona.

Para ese entonces Alexis ya había estrellado un tiro al poste, pero el león culé no estaba más que enseñando los dientes. Fue un poco más tarde cuando ya se abalanzó definitivamente. Y los goles se sucedieron, porque la situación era propicia. Xavi campaba a sus anchas por el medio, Cesc movía el balón entre líneas y Messi recibía lejos de la portería para arrancar con violencia. El primero llegó en un saque de esquina pésimamente defendido por la zaga malaguista que Piqué envió al fondo de las mallas sin acelerarse demasiado. Tuvo todo el tiempo del mundo.

Y fue entonces cuando comenzó el auténtico recital de Messi. El argentino estuvo mucho tiempo agazapado, enredado en la tela de araña que propuso Schuster. Cada vez que recibía, cuatro jugadores blanquiazules lo envolvían. Hasta que dijo basta. Abandonó su posición habitual y desde donde quiso se puso a crear. Y a bailar en medio del caos. Una y dos arrancadas. Lo suficiente para descolocar a la defensa rival y generar dos goles más, obra de Alexis y Pedro. El del canario, una delicia: sin apenas espacio y en un movimiento vertiginoso, sentó a Angeleri y la puso imposible para Caballero, héroe malaguista pero en el fondo también humano.


Con ritmo y ocasiones el Barça, que fue otra vez el Barça de Xavi y Messi, venció al Málaga. Aparcaron la crisis institucional para centrarse en el fútbol. Y cuando la pelota está por medio, el Barcelona casi siempre sale ganando. Marcaron tres goles y abrazaron de nuevo el liderato. Al final, esto es lo que importa.

PabloG.

jueves, 23 de enero de 2014

Godín rompe un perfecto empate a todo

El Atlético de Madrid venció al Athletic de Bilbao en el Calderón (1-0) gracias a un testarazo de Godín que hizo bueno el gran envío de Koke desde la derecha. Un tanto que desequilibró un partido que fue un perfecto empate a todo, y que da a los colchoneros ventaja de cara al partido de vuelta.


Cuando la competición llega al límite, este Atlético de Madrid siempre vence. Aunque no lo merezca, como hoy, que se vio en el Vicente Calderón un empate a todo encuadrado en un grandísimo partido de fútbol. Y son esas victorias inmerecidas pero cosechadas de todas maneras la que hacen tan grande a este equipo. Las que lo sitúan a la altura de los mejores. Su rival ya sabe de antemano que no sólo tendrá que competir el partido hasta el final y ser mejor que el Atleti. Puede que con eso no le alcance ni siquiera para arrancar un empate. Necesitan aplastar al equipo de Simeone para que no se les escape la victoria. Algo altamente improbable. Algo que aún no hemos visto esta temporada. El gol de Godín quizá no hizo justicia a lo que ofreció el global del partido, pero sirvió para prolongar la mística de este equipo que quiere seguir peleando por todo.

Marcó el Atlético de Madrid el ritmo del partido y de repente no hubo opción para su rival. Aunque lo intentara de mil formas, aunque se volcara en el área con más de cinco futbolistas. El Athletic siempre encontró lo mismo: nada. O, a lo sumo, un ¡huy! La partida que planteó Simeone era difícil de contrarrestar. Y eso que Valverde, estratega como pocos, lo intentó en todo momento. Calculó con precisión los movimientos del Cholo y los contrarrestó adecuadamente en función del estilo de su equipo y de los jugadores de los que disponía. El Athletic no encontró nada a pesar de que Ibai percutió por la izquierda, de que el ímpetu de De Marcos empujó una y otra vez primero a Filipe Luis y luego a Juanfran, de que Susaeta atacó sin piedad cada minúsculo espacio que dejaba el Atleti.

Aunque el dominio, durante el mayor tiempo del partido, fue vasco, el que controlaba el partido era el Atleti. El indefinido e indefinible Guilavogui condicionó en exceso el juego de su equipo en la primera mitad: obligó a Koke y a Raúl García a pegarse demasiado al centro para hacer funciones que no les corresponde ni por calidad ni por instinto. Pero aun así los colchoneros controlaron, y con la entrada de Gabi, descansaron sobre el pilar más importante de este equipo. Gabi es el principio y el fin de cada jugada. El que primero toma contacto con el balón en la sala de máquinas y el que destruye el avance enemigo si las cosas no salen bien. El pegamento perfecto que cohesiona un ataque brillante y una defensa feroz, y que le da al Atleti ese empaque tan característico que le hace sumar puntos por inercia.

El que no estuvo centrado en el partido fue Diego Costa. Y no lo estuvo porque pinchó en un hueso que, sorprendentemente, fue demasiado duro. El trabajo que hicieron sobre el hispano-brasileño Gurpegi y, especialmente, Laporte fue excelente. El central francés es a sus 19 años uno de los centrales más elegantes de la liga. Su salida de balón es soberbia, su golpeo de balón es exquisito y técnicamente no tiene símil. Pero siempre se le achacó una preocupante fragilidad defensiva. Hoy, en el escenario más duro posible, con una bestia como Diego Costa enfrente, sacó matrícula de honor. No sólo secó al punta atlético, sino que lo sacó del partido y le hizo aflorar esa agresividad que tanto afean su juego. Y todo con una limpieza y una elegancia ejemplares, a pesar de que Costa lo agredió en dos ocasiones.

Un centro perfecto de Koke desde la izquierda y un remate de cabeza de Godín, que entró en el área con más fuerza que un tren de mercancía. Eso fue lo que separó a Atlético y Athletic en el Calderón. Un tanto de gran factura y de capital importancia. Los colchoneros aterrizarán en el todavía incorrupto nuevo San Mamés con ventaja en una de las eliminatorias más vibrantes de la presente edición de la Copa del Rey. Porque sí, los chicos del Cholo también ganan aunque no lo merezcan del todo.

PabloG.

sábado, 4 de enero de 2014

Koke salva al Atleti en la guerra de La Rosaleda

El Atlético de Madrid venció al Málaga en La Rosaleda (0-1) con un gol de Koke y más sufrimiento del esperado. El intenso y renovado equipo de Schuster se lo puso muy difícil al de Simeone. Pero acabaron ganando, como casi siempre, y siguen en lo más alto de la clasificación.


Fue una guerra lo que se vivió en la tarde de verano con la que camuflaba Málaga este cuatro de enero. Y en ella, volvió a triunfar el Atleti líder en solitario a la espera de noticias desde Can Barça. El equipo del Cholo Simeone, a falta de creatividad ante un rival que lo asfixiaba, tiró de oficio para solventar el compromiso. José Antonio Teixeira Vitienes apuntó en su libretilla el nombre de Juanfran, que se perderá por acumulación de tarjetas la final que les espera la próxima semana a los colchoneros en el Calderón contra el Barcelona. También apuntó el de Koke, autor del único gol del Atleti, que continúa con paso firme.

Quiso innovar Bernd Schuster. Asediado por la prensa y por una afición con un paladar ya demasiado exquisito, el alemán trató de darle el empuje competitivo que necesita su equipo cimentándolo desde la defensa. Hasta cinco alineó de salida. Angeleri, Weligton y Sergio Sánchez en el eje; Antunes y Jesús Gámez volando por los costados. Y se pudo ver un Málaga transformado, que se armaba con un 5-4-1 en defensa y se desplegaba en un 3-4-3 en ataque. Arropado por una afición entregada, los boquerones sintieron que podían con el Atleti. Contuvieron a su rival durante buena parte del partido. No hubo noticias de Diego Costa, totalmente aislado de la realidad y rodeado en todo momento por tres camisetas blanquiazules.

El Málaga aguantaba e incomodaba. Samu firmó un buen partido, Eliseu lo 
puso ímpetu a la causa y Gámez y Antunes llevaron peligro en sus acercamientos. Se estaba gestando un gran partido, un duelo de poder, un choque a ver quién era más fuerte de los dos. Un cabezazo de Eliseu a centro de Samu casi pone en ventaja a los blanquiazules, pero el balón se fue alto.

El Cholo tuvo que reaccionar. Se le veía intranquilo a medida que avanzaba el partido. En el descanso dijo basta. Sacrificó al joven Oliver Torres y puso en el campo a Adrián. Si no se ganaba por talento, se ganaría por la fuerza. Tiago cogió el escudo y se colocó como único pivote. A su lado aparecieron Arda Turan y Koke. Arriba, dinamita: Villa, Adrián y Diego Costa.

Y en un momento dado, en un tramo del partido en el que el Málaga atacaba con todo la portería de Courtois, el partido se descontroló. No fue por demasiado tiempo, tan sólo un par de ocasiones para ambos equipos, pero en ese momento reinó el caos en La Rosaleda. Y Diego Costa es el señor del caos. Arrancó con potencia para regalarle un balón a Adrián que, tras un recorte, sólo Weligton pudo evitar que se transformara en gol. A la siguiente, el Atlético no perdonó. Otra vez arrancó Costa, pero esta vez arrastró consigo a Angeleri, Weligton y Sergio Sánchez. Los tres centrales pendientes de sus movimientos. Y los tuvo a los tres. Metió un delicioso balón para Adrián que Willy Caballero salvó. Mismos protagonistas, pero distinto final, porque ahí apareció Koke para reventar el balón suelto y poner al Atleti en ventaja.

Tanto sufrió el Atlético de Madrid en La Rosaleda, que tras el uno a cero dio un gran suspiro de alivio. Simeone quitó a Villa y metió a Alderweireld. El partido no se podía escapar. Poco le importó que Schuster desmontara su planteamiento y se metiera en campo contrario con Santa cruz como faro para guiar al Málaga a la victoria. También le importó poco dejar en el banquillo a Sosa, aliciente extra para un partido ya caliente, pues el jugador argentino tenía un acuerdo verbal con el Málaga y acabó firmando por el Atleti –y el público le hecho una buena reprimenda por ello–. El Cholo fue pragmático. Y Juanfran y Filipe Luis, notables durante todo el partido en ataque, se juntaron con el resto de sus compañeros para formar una muralla infranqueable.

El Atleti lidera la liga y el próximo sábado espera al Barcelona en el Calderón. Será un partido a vida o muerte, una final en toda regla. Un partido para decidir el futuro y los objetivos de este equipo. Pero hasta ese momento, siguen siendo el mejor equipo de España.