jueves, 31 de enero de 2013

La justicia, Varane y todo por decidir


En un partido en el que el Barça fue dueño del balón y el Madrid de las emociones, empataron los dos clubes más grandes del fútbol mundial. Lo hicieron con brillantez y, sobre todo, con justicia. Ni Messi, ni Cristiano tuvieron su día y sin embargo el partido fue excepcional, una prueba irrefutable de estos equipos son algo más, mucho más. Dos estilos bien entendidos y bien diferenciados chocaron sobre el césped del Bernabéu y el ganador todavía está por decidir. Exclusivamente por partidos como este tiene algún sentido la Copa a doble partido, porque uno sabe a poco.

Cuando Iniesta juega, el fútbol calla, observa y aprende. Ayer jugó Iniesta, no como nunca, sino como siempre: excelsamente. El manchego supo entender a la perfección lo que necesitaba su equipo. Ordenó, puso calma y consiguió evitar que el Madrid se lanzara una y otra vez a la contra como lo venía haciendo en los minutos anteriores. El Barça y Pinto, que para ese tiempo ya tuvo que emplearse a fondo en más de una ocasión, ganaron en tranquilidad. Fue en esos minutos de paciencia culé cuando llegaron los mejores minutos, con Xavi como actor principal. Pudo sentenciar el partido en dos jugadas casi consecutivas, pero el larguero de la portería de Diego López primero, y un premonitorio Varane después, lo evitaron.


Tras los minutos de calma, volvieron las tempestades, esta vez de manera definitiva y tanto para uno como para otro equipo. Y con ellas, el primer gol del partido. Fue la única vez que apareció con claridad un cohibido Messi, pero lo hizo para dejar en bandeja el gol a Fàbregas con un pase preciso que su compañero no desaprovechó. Nació la ventaja culé en el marcador, pero no por esas descendió el ritmo. Con Alves desbocado, el Barça volvió a tener el partido en su mano. Una internada del brasileño se fue a las nubes tras un calamitoso remate de Fàbregas en la frontal del área pequeña. Aún hubo tiempo para otra más, esta vez en las botas de un Pedro al que le sobró un último toque que resultó decisivo ante la pasividad de Diego López. Su disparo se marchó rozando el poste y con él las aspiraciones culés.


Cada vez que el Madrid arrancaba, el Barça sufría. Özil fue imprescindible en las transiciones y la velocidad de Cristiano se antojaba decisiva. Sin embargo, al portugués le faltó acierto de cara al gol. Ni siquiera con Pinto ya batido fue capaz de acertar con un cabezazo en boca de gol que se marchó incomprensiblemente fuera. Si a esto le sumamos el excelente partido que realizó Piqué, tenemos resuelta la ecuación. Tampoco supo asumir su rol de matador Benzema. El francés, participativo, fue incapaz de definir con precisión ni una sola de las opciones con las que contó.


El Madrid, sin puntería, parecía destinado a una derrota que no hubiera sido del todo justa. Pero entonces, la figura del mejor jugador del partido se agrandó hasta límites insospechados. Nadie jamás hubiera podido imaginar antes del partido que este chico de diecinueve años iba a ser el gran protagonista del encuentro y el artífice de que el sueño madridista siguiera en pie. El partido de Raphael Varane fue para enmarcar, para enseñarle a los niños cuáles son las funciones de un central de élite. El joven francés realizó el partido de su vida, además con un valor doble: no sólo cumplió a la perfección todos sus cometidos, también lo hizo con los de un Carvalho para el arrastre. Sacó bajo palos la ocasión de Xavi en la primera parte y quitó de los pies un remate de Cesc cuando ya se preparaba para enfilar a Diego López. Y encima marcó el gol del empate con un potentísimo y precioso cabezazo. Después de lo visto ayer, el futuro parece suyo. Aún queda mucha Copa. El desenlace: la próxima semana en el Camp Nou.

PabloG.

viernes, 25 de enero de 2013

Inolvidable


Fue el mejor Barça de todos, el mejor equipo de la historia. Y cuando son ellos, es imposible. Terminó un sueño, el más dulce y más bonito que jamás se pudo imaginar. Cayó el Málaga, pero de qué manera. Imposible no enamorarse de estos equipos, imposible no enamorarse de un deporte que aunque algunos lo interpreten de manera brusca es lo más delicado que existe. Rodó el balón y todo fueron consecuencias positivas. Goles y emociones: esto es el fútbol y por esto nos gusta. No lo olviden jamás. Porque es un deporte que se juega dentro del campo, once contra once y no nos engañemos, se juega con el alma. Como lo hicieron Málaga y Barcelona en La Rosaleda un inolvidable 24 de febrero de 2013; como lo hicieron antes la Hungría de Puskás, el Brasil de Pelé y la Holanda de Cruyff.


Era inevitable que el Málaga cayera eliminado. Estaba escrito en el libro sagrado del fútbol. Era o eso, o que el partido perdiera toda su gracia. El equipo de Pellegrini salió por la puerta grande de la Copa. Con el reconocimiento unánime del mundo del fútbol y con el convencimiento de que no merecía tanto castigo en el sorteo; de que pudo tener muchísima más fortuna de la que tuvo (¡sorteos puros!, ¿tanto cuesta?). Pero era el destino. Sin embargo, sin este Málaga valiente y descarado, el Barça no hubiera podido exhibir el fútbol de diamantes que corre por las venas de todos y cada uno de sus futbolistas. Volvió a verse ultraexigido por este pequeño equipazo y volvió a salir victorioso después de sudar sangre. Es lo que tiene contar con jugadores como Messi, Iniesta, Xavi, Pedro, Cesc… Si no es uno, es otro. Y si no, todos a la vez. Demoledores.

Cuando Alves enfiló el carril derecho por primera vez dejó al descubierto las intenciones del Barça: no pasar apuros. Llegar, ver y vencer. Pero hoy por hoy eso es imposible en La Rosaleda. Joaquín se encargó pronto de que esta afirmación constara también en el marcador. El pase de Duda fue delicado, igual que su partido, porque el portugués ya está para pocos trotes, pero su calidad sigue intacta. Tras los goles la preciosa batalla se trasladó al centro del campo. Otra vez Camacho e Iturra solos ante los peligros que entraña el Barça, esta vez con toda la artillería sobre el césped. Otra vez rindieron al máximo nivel. Se encargaron de sostener al Barça y las mayores aspiraciones en la historia del Málaga, que jugaba de tú a tú al mejor equipo de la historia del fútbol.

Pero un fallo defensivo condenó al malaguismo. Uno de los poquísimos que tuvo el Málaga. Tras el paso por vestuarios, Piqué apareció de delantero centro. Sorprendió a todos, también a Pellegrini y a Weligton y Demichelis, que lo dejaron rematar a placer en el área pequeña tras un gran control con el pecho. Santa Cruz volvió a poner las tablas en el marcador. Y entonces, Málaga entera se ilusionó. Corrieron las lágrimas por las mejillas del público. Un “¡sí, se puede!” atronador intimidó al Barcelona de los récords y le recordó que estaban en La Rosaleda, la cuna de la ilusión en el panorama futbolístico mundial. Que ara ganar aquí no basta con un juego bonito: necesitaba ganar también en emociones, arrancarle el corazón sin piedad al malaguista, algo bastante complicado.

No imposible. Recordemos que es el Barça, el único equipo del mundo capaz de hacer los sueños realidad. Dolió mucho la derrota de Anoeta. Demasiado. Pero los futbolistas saben de sobra donde nacieron los problemas y las dudas: sobre ese maltrecho césped que estaban pisando en ese mismo instante. El Barça se sintió incómodo en La Rosaleda hacía poco más de una semana. Bajó a la Tierra y comprobó que no es tan superior al resto, no al menos a todos los equipos del mundo. Ganaron el partido pero perdieron la confianza y, por si fuera poco, ese mismo equipo le sacó un empate en el último minuto y con un futbolista menos en el Camp Nou. No podían volver a pasar por lo mismo; una eliminación en Copa sería irreversible. Cesc hizo que eso no ocurriera e Iniesta remató la faena. Un golazo que dejaba como única alternativa la épica. Nada descartable teniendo en cuenta la magnitud de los contendientes y la calidad del partido, por otra parte.


Y cuando Pellegrini se iba a lanzar a por la victoria, apareció Messi. Desapercibido, controlado y sin embargo letal. Es imposible definir a este futbolista extraterrestre y a su inmensa habilidad para el gol. El centro de Alves fue la antesala de la capitulación malaguista. El lateral brasileño se salió y calló de golpe a todos sus críticos en un partido que recordó a sus mejores actuaciones. Sigue siendo un lateral terrorífico para las defensas rivales e inigualable una vez ha iniciada la carrera. Entraron Lucas Piazón y Saviola pero el partido ya estaba decidido. El sueño había llegado a su fin. Eso sí, hizo falta el mejor Barcelona para poder derribarlo. Sin Isco, sin Toulalan y sin Caballero en toda la eliminatoria, el Málaga sacó los colores al Barça y a punto estuvo de dejarlo sin Clásico. Iturra, Camacho, Joaquín y Santa Cruz hicieron posible que esa idea nunca desapareciera de la mente culé. Y no sólo con los goles, también con un juego exquisito. Los cuatro estuvieron de diez en toda la eliminatoria. En realidad, lo estuvo todo el equipo. Orgullo.

PabloG.

jueves, 17 de enero de 2013

Pero no invulnerables


Atención, empató el Barça. Y no sólo eso: fue superado por el rival en su propio campo. Lo hizo el Málaga en un partido que poco tuvo que ver con el que se vio cuatro días antes en Liga. Buena culpa de ello la tuvieron las alineaciones que presentaron sobre el césped uno y otro equipo, acusadas por las rotaciones. El Barça, sin Valdés, Piqué, Cesc, Busquets ni Xavi, logró conservar su esencia con la impagable presencia de Iniesta y Messi. Más riesgos corrió el Málaga, con Joaquín y Toulalan fuera de la convocatoria y el talento de Isco, Monreal o Demichelis reposando en el banquillo. Pero tiró de casta. Los mismos futbolistas que tocaron el cielo en San Petersburgo y rozaron el ridículo frente a Eibar y Cacereño, terminaron por dejar al Barcelona contra las cuerdas en la Copa.


El futbolista que mejor ejemplifica el partido de ayer es Iturra. El chileno se desfondó. Aunque intrascendente en apariencia cuando más corrosivo era el Barça con el balón, no paró de pelear su sitio en el divino círculo central del Camp Nou. Dejó un destello en la primera parte como muestra de lo que se avecinaba en la segunda. Pero qué destello. Robó a Thiago en la salida de balón y batió a por bajo a Pinto en una exhibición de valentía, coraje y ganas de triunfar. Un resumen de lo que está siendo su año desde que saltó de la Segunda División a la Champions, ni más, ni menos. Después dominó; hizo de la zona ancha una jungla en la que solamente los más fuertes lograrían obtener el premio del balón, y entre él y Camacho se encargaron de engullir al desdibujado Song y a un Thiago demasiado atormentado por el fallo como para entrar en las trincheras.

De todas formas, la actuación del hispano-brasileño no fue del todo desastrosa. Es más, durante los primeros veinte minutos lució como una estrella, como la clase de futbolista que se le supone que es. Era capaz de saltarse en un pispás la presión malaguista y dejar el mediocampo para engancharse a la mediapunta. Desde allí y con la compañía de Iniesta y Messi, sus movimientos parecían decisivos, irreversibles. Entre los tres movieron al Málaga a su antojo, con Tello ganando cualquier tipo de pulso por el flanco izquierdo. Pudieron dejar el partido finiquitado muy pronto, pero entonces apareció un factor que últimamente se repite demasiado en el juego del Barça: la incapacidad goleadora de Alexis Sánchez. Ni siquiera a puerta vacía, ni siquiera en dos ocasiones fue capaz de abrir el marcador. Todo el trabajo le quedó a Messi, que lideró la reacción culé tras el tanto de Iturra con la ayuda inestimable de Weligton. Jamás olvidará el central brasileño ese minuto fatídico en el que se lió con el balón en los pies cuando le tenía ganada la posición a Messi y dejó a Puyol rematar a placer en el área para que hiciera el 2-1.



Y de repente, el Barça perdió todo el brillo. Triangulaciones a trancas y barrancas que no desembocaban en nada, falta de fluidez y de velocidad. Estatismo, mucho estatismo. A Iniesta se le nubló la vista y Messi dejó de sentirse cómodo. Todo culpa del Málaga. Y de Monreal, más concretamente. La entrada del navarro mandó al vestuario al perdido Portillo y trasladó la anarquía de Eliseu al extremo derecho para instaurar la tranquilidad en el lateral izquierdo. La entrada de Santa Cruz volvió a fijar a la defensa y Seba se empezó a mover por el centro con libertad. Tuvo el empate en sus botas con una complicada volea, pero Pinto demostró porqué sigue siendo el portero de la Copa. Además, el partido necesitaba emoción, alicientes. El mejor que podía tener: la expulsión de Monreal en la primera jugada que fraguaron Cesc y Pedro. Con quince minutos de partido por delante, el partido parecía condenado a romperse. Pero no, Camacho e Iturra continuaron sosteniendo al Málaga.


Fue curioso ver a este Barça de los centrocampistas modernos cortocircuitado por dos mediocentros de los de siempre y una inferioridad numérica que pasó desapercibida por momentos. El fútbol no es matemático, eso está clarísimo. Si lo fuera, el Málaga nunca hubiera logrado el empate, mucho menos de la forma que lo hizo. Hizo falta esperar al último minuto y de la forma más agónica. Como en los viejos tiempos, Duda revistió de oro su bota izquierda para dejar el balón suspendido sobre el área. Nadie acertó a adivinar su caída, todos fallaron. Todos excepto Camacho, atento y vivo como pocos. Ni siquiera la dejó que botara para romperla ante la atenta mirada de Pinto. Comprobó, a la inversa de Thiago, lo fácil que es pasar de villano a héroe. Este Málaga desprende fútbol y kryptonita a partes iguales. Espera una vuelta épica.

PabloG.

lunes, 14 de enero de 2013

Imparables


El Barcelona es de otro mundo. Con cincuenta y cinco puntos de cincuenta y siete posibles, o lo que es lo mismo, dieciocho partidos ganados, un empate y cero derrotas en lo que va de liga, el aroma que desprende el equipo de Tito Vilanova es de una superioridad absoluta. No parece existir ningún equipo capaz de tumbarles. Esta idea sale fuertemente reforzada de La Rosaleda, donde el Málaga fue capaz de poner al Barça contra las cuerdas con una propuesta muy similar –nunca igual–, pero aun así los culés fueron capaces de alzarse con la victoria con un partidazo soberbio.

Poco más puede hacer un equipo terrenal por parar a esta máquina de fútbol. El Málaga estuvo concentrado y fue consecuente con sus acciones. Nunca perdió el temple y fue capaz de mantener a raya a un equipo que se vio ultraexigido por momentos. Pero es el Barça. Tan sólo hizo falta un error para que la balanza se inclinara irreversiblemente del lado azulgrana. Camacho cometió su único error del partido y le regaló un balón a Messi para que driblara a Caballero y abriera el marcador. Hasta ese momento, el combate estaba siendo nulo: ninguno de los dos era capaz de imponerse con claridad en la preciosa y delicada batalla del centro del campo. Toulalan con Messi, Isco con Busquets, Camacho con Xavi, Joaquín con Iniesta y el balón como protagonista. Llegó el gol y un atisbo de oleada culé. Sobrevivió el Málaga arropado por Caballero, inmenso como de costumbre.


Resulta de lo más curioso observar el posicionamiento en el campo del Barça. Con las líneas interposicionales más que difusas, Tito dispone a sus futbolistas de tal forma que ocupan más terreno a lo ancho que a lo largo; es decir, se mueven en una franja minúscula en la que Xavi e Iniesta son los reyes y Messi, Pedro y Cesc un quebradero de cabeza. Mil desmarques conviven con mil pases en corto y al pie. Ese es el Barça: juego preciso e inteligente en el que todos los estilos tienen cabida en su justo instante. Claro que con Busquets todo es más fácil. Un futbolista capaz de recuperar y jugar con la misma soltura, que nunca pierde la posición y que hace mejores a sus compañeros no tiene precio. El Barça gira en torno a él, es la pieza que sostiene el altamente sofisticado castillo de naipes azulgrana. Si Busquets está bien, el Barça está bien; si está mal, el Barça sufre mucho; si está imperial, como ayer, el Barça es imparable.

Pero todavía hubo un futbolista que sobresalió un poquito más que Busquets. No fue Messi, a pesar de su gol y su escandaloso pase en el gol de Fàbregas; no fue Cesc, que se reencontró con el gol; ni siquiera Xavi, con su fútbol de escuadra y cartabón. Fue el único hombre capaz de aglutinar el estilo de todos ellos en unos solo: Andrés Iniesta. El manchego volvió a gritar a los cuatro vientos que necesita un Balón de Oro. Aunque tenga que compartirlo con Messi, pero que se lo den. Si el Barça fue Barça, fue gracias a Iniesta. El equipo bailó al son que dictó el ‘8’. Ahora con calma. Ahora rápido. Ahora más rápido. Ahora que no se vea el balón. Y así fue. Llegó un momento en el que el balón desapareció del campo visual del espectador, que tan sólo apreciaba a cuatro futbolistas moverse de un lado a otro envolviendo a sus rivales. El gol de Thiago quizá no hizo justicia a lo que se vio en el campo, pero sí a todo lo que están haciendo estos muchachos en los diecinueve partidos que llevamos. El Málaga no mereció tantísimo castigo, pero el Barça merecía una recompensa.


Ni Isco, ni Joaquín, ni un inmenso Santa Cruz fueron armas suficientes para hacer tropezar al líder. Cuando con eso no basta, poco más se puede esperar de esta liga. El Málaga firmó el mejor partido de la temporada en cuanto a juego y control de la situación. Y se llevó tres goles. No contó con grandes ocasiones pero estuvo muy acertado de cara a portería. Uno de uno, golazo de falta de Buonanotte en el minuto ochenta y cuatro. En un partido en el que el protagonismo absoluto estuvo en el centro del campo, las porterías pasaron a tener un rol secundario. Eso no afeo el espectáculo. Al revés, lo embelleció. Enseño al mundo que existe otra vía para jugar al fútbol y que hay que hacer para alcanzarla. Enseño que Barcelona y Málaga son la élite. Y también que uno está muy por encima del otro y de cualquiera.

PabloG.

domingo, 13 de enero de 2013

Argumentos para ganar una Premier



Diecisiete goles en esta temporada de la Premier League, nueve goles en los últimos nueve partidos, sesenta y cinco goles y veintiséis asistencias en sus últimos setenta y siete partidos de la liga inglesa o simplemente Robin Van Persie. Llámenlo como quieran, pero lo que es invariable es su influencia en el juego del Manchester United. Si bien es cierto que el equipo de Ferguson no es sólo él, el holandés es el principal argumento del mejor equipo inglés del momento. Salvando las distancias, es un caso bastante similar al de Messi  y el Barça. Van Persie es un futbolista excelente a la hora de culminar la jugada; sabe colocarse, es rápido tanto intelectual como gestualmente y posee un primer toque letal. Hoy frente al Liverpool volvió a exhibir todas estas virtudes. Pero además es un elemento primordial en la jugada ofensiva del United. Se ofrece, abre a las bandas, bascula acompañando la jugada y siempre es capaz de encontrar la mejor opción. Además, es un magistral lanzador de faltas. Todo ello hace que el ex gunner sea un elemento peligroso también como asistente. El segundo gol de los red devils nació de sus botas antes de que entre Evra y Vidic batieran a Reina.


Pero ya hemos dicho que el United no es sólo Van Persie, y mucho menos hoy. Los líderes de la Premier desplegaron hoy uno de sus mejores partidos con el balón en los pies de lo que llevamos de temporada. La presencia de Kagawa en el flanco izquierdo aportó a la sólida pareja Cleverley-Carrick un credencial extra para dominar el juego. Y lo hicieron a la perfección. Carrick puso el temple y Cleverley la valentía, la misma que le llevó a arriesgar y perder el balón en la salida para que el Liverpool recortara distancias, pero tan sólo fue un lunar en su espléndido partido. Entre los dos fueron capaces de borrar del mapa a Steven Gerrard. Parece que Ferguson por fin ha encontrado el equilibrio para su equipo. Si antes se pensaba en el Manchester United como un equipo partido entre defensa y ataque, ahora esta pareja homogeniza muchísimo más el bloque. Y el principal culpable es Carrick, que alcanzado la madurez plena. Sus actuaciones en las últimas semanas están siendo brillantes: reparte tanto en largo como en corto, nunca pierde la posición y equilibra, sobre todo equilibra.


Volvamos a la posición de Kagawa. Fue una decisión extraña teniendo en cuenta que el United suele jugar con dos extremos puros, pero hoy, sin Rooney y a sabiendas de las bajas del Liverpool –José Enrique, por ejemplo, que obligó a Johnson a jugar en la izquierda–, Ferguson apostó por el japonés. A simple vista, no tuvo un impacto decisivo en el juego. Es cierto que dio al Manchester una marcha más en el juego, pero lo realmente importante fue como amoldó sus características a las necesidades del partido. Se incorporó al centro para dejar una autopista a Evra que el francés aprovechó a la perfección para asistir a Van Persie en el primer gol del partido. En ese momento, el United ganó el partido, el gran derbi de Inglaterra. Un derbi en el que tanto táctica como técnicamente dejó sin argumentos al Liverpool de Brendan Rodgers, que sigue sin ganar a ninguno de los equipos que ocupan el puesto del uno al diez esta temporada. Parece que ambos equipos conocen ya cuáles serán sus destinos: la gloria y la decepción.

PabloG.

jueves, 10 de enero de 2013

El rey del fútbol


16 de noviembre de 2003. En el partido de inauguración del Estadio do Dragão de Oporto, un joven futbolista de apenas dieciséis años llamado Leo Messi debuta con el primer equipo del Fútbol Club Barcelona.

16 de octubre de 2004. Once meses después de debutar con el primer equipo culé, Messi se estrena en liga en Montjuic durante los minutos finales de un derbi contra el Espanyol que el Barcelona terminó ganando por 0-1.

1 de mayo de 2005. Tras un pase magistral de Ronaldinho, Messi conecta una sensacional vaselina que se transforma en su primer gol como profesional después de batir a Valbuena, portero del Albacete.

11 de marzo de 2007. Leo Messi se destapa con un apoteósico hat-trick en el Camp Nou frente al Real Madrid. Su estratosférica actuación permitió al Barcelona conseguir un valiosísimo empate contra su eterno rival, líder destacado de la clasificación. Ese día y en ese preciso instante nació el mayor mito de la historia del fútbol.


No debe ser fácil abandonar tu casa con 13 años rumbo a una ciudad desconocida. Leo dejó Argentina para convertirse en futbolista, pero su historia escondía una particularidad que la hacía aún más entrañable: estaba enfermo. Sufría una deficiencia en la hormona del crecimiento, un problema que, entre otras cosas, le impedía que su cuerpo se desarrollara con normalidad. Ningún equipo de su país se ofreció a costear el complejo tratamiento, a pesar de que algunos como River Plate quedaron enamorados de su manera de jugar. Pero entonces, Carles Rexach, director técnico del Barcelona, tomó una de las decisiones más arriesgadas de su carrera: fichar a Messi, llevarlo junto a toda su familia a Barcelona y pagar su tratamiento.

La apuesta no pudo salir de mejor manera. El argentino fue creciendo sin prisa pero sin pausa tanto física como futbolísticamente. Se fue haciendo un nombre en el Barcelona junto a las grandes estrellas del momento. Deco, Ronaldinho, Eto’o, Belletti, Larsson… todos lo arroparon. Algunos, como en el caso de Deco y ‘Dinho’, hasta lo llevaban a entrenar. Hasta Giuly, el gran perjudicado por la irrupción de Messi, le tenía cariño. Sabían lo que se avecinaba; que ese menudo y veloz futbolista no era de este planeta. Bajo la dirección del holandés Frank Rijkaard, los títulos se fueron sucediendo: dos ligas, dos supercopas de España, una Champions. El Barça enamoraba con su juego, Ronaldinho era el héroe de toda una generación culé y Messi comenzaba a asomar la cabeza en el panorama futbolístico mundial. Con el Golden Boy en sus manos, el fútbol le entregaba la llave de la historia.


Su calidad siempre ha estado fuera de toda duda, pero lo que realmente ha definido –y seguirá definiendo– la carrera de Messi ha sido su capacidad para reinventarse. Nunca se ha conformado y siempre ha querido más. Comenzó jugando de extremo derecho y sus diagonales eran una auténtica pesadilla. Era demasiado rápido y ágil para ser parado en carrera. Gustaba de conducir siempre en busca del perfil idóneo para disparar o asistir. Por su manera de encarar, su talento, su imprevisibilidad y, por supuesto, su origen, comenzó a ser apodado “el nuevo Maradona”. No hacía demasiado Leo por evitarlo. Su desmesurado gol frente al Getafe llevó la comparación hasta cotas hasta entonces insospechadas. Pero hoy en día poco queda de aquel muchacho imberbe que con diecinueve años provocó la expulsión de Del Horno y la ira de Mourinho el 22 de febrero de 2006.

Ahora Messi es otro tipo de futbolista, más incisivo y más letal. La bandera del Fútbol Club Barcelona y la luz que guió la transición desde la ‘era Rijkaard’ hasta el fútbol total. Guardiola se atrevió a centrar su posición y el rendimiento de Messi se disparó. Sería difícil encasillarlo dentro de una posición concreta, indicativo de que, como los grandes de la historia, Messi sólo entiende de tener el balón en los pies. El 2-6 cosechado por el Barcelona en el Santiago Bernabéu el 2 de mayo de 2009 supuso algo más que la mayor victoria posible frente al eterno rival: allí murió “el nuevo Maradona” y nació Leo Messi. El fútbol comprendió que no existen etiquetas para un futbolista inclasificable y que el posterior ‘sextete’ –Copa del Rey, Liga, Champions, Supercopa de España, Supercopa de Europa y Mundialito de Clubes– no era más que la consecuencia lógica de tener en el campo a semejante monstruo futbolístico.

Messi es el futbolista total. Es capaz de crear la jugada, elaborarla y definirla con la misma soltura; sabe posicionarse perfectamente en el campo y sacar el máximo provecho tanto de los aciertos de su equipo como de los fallos del rival; se implica en defensa y no le cuesta perseguir a su par hasta campo propio si fuera necesario; es un virtuoso técnico, lo que sumado a su altísima punta de velocidad lo hacen imparable una vez iniciada la carrera. Y, sobre todo, es eficaz de cara a portería. Probablemente, jamás en la historia del fútbol haya existido un delantero tan eficaz como el ‘10’ del Barça. Es el máximo goleador histórico del Barcelona, el octavo máximo goleador de la historia de la Liga, ganador dos veces de la Bota de Oro -2010 y 2012– y sus números realmente asustan: 289 goles en sus 356 partidos como profesional de los que 36 de ellos los ha anotado en los 27 encuentros que ha disputado esta temporada. Además, ha destrozado el récord de ochenta y cinco goles del ‘Torpedo’ Müller en un año natural con una marca de noventa y una dianas.


7 de enero de 2013. Con veinticinco años, Lionel Messi conquista su cuarto balón de Oro consecutivo, hecho sin precedentes a lo largo de la historia del fútbol. Supera de este modo los tres galardones obtenidos por tres grandes mitos como Cruyff, Platini y Van Basten. El fútbol ya tiene a su indiscutido rey.

PabloG. 

jueves, 3 de enero de 2013

Demba Ba y el duro gol de Londres


Parece que, salvo algún imprevisto de última hora, Stamford Bridge será el destino del delantero senegalés del Newcastle, Demba Ba. Veintinueve goles en cincuenta y cuatro partidos, y trece de ellos en los veinte choques que ha disputado en la Premier League esta temporada, han sido un argumento de sobra convincente para que el equipo de Abramovich, dirigido desde el banquillo por Rafa Benítez, se haya decidido por su contratación. Los blues necesitan enderezar cuanto antes el camino: eliminados en primera ronda de la Champions, están a catorce puntos del actual líder de la liga inglesa, el Manchester United, aunque con un partido menos. Demba Ba puede ser el revulsivo que necesitan, pero de nada servirá todo lo que haya logrado hasta hoy. Si algún equipo ha demostrado a lo largo de la última década que los delanteros no pueden vivir únicamente de su nombre, ese ha sido el Chelsea.


Adrian Mutu, Hernán Crespo, Mateja Kezman, Eidur Gudjohnsen, Claudio Pizarro, Nicolás Anelka, los fenomenales –y fenomenalmente caros– Andriy Shevchenko y Fernando Torres, y el recién salido rumbo a Liverpool, Daniel Sturridge tienen algo en común: no cumplieron las expectativas. A todos les avalaba una brillante trayectoria en sus anteriores equipos, algunas incluso coronadas con numerosos e importantes títulos colectivos e individuales, pero ninguno cuajó en Stamford Bridge. Demba Ba sabe bien a lo que se enfrenta; sabe que su andadura londinense no será un camino de rosas, pero existe un precedente que le invita al optimismo: Didier Drogba, el futbolista más grande de la historia del Chelsea y máximo responsable de la primera y única Champions League que posee el equipo inglés en su palmarés. Será difícil que Demba Ba consiga ponerse a la altura de semejante leyenda blue, pero nada es imposible.

La lista de la compra de Abramovich para este mercado invernal era no demasiado extensa y muy concisa. Se manejaban tres opciones para el puesto de delantero: la primera, el regreso del belga Lukaku, actualmente cedido en el West Brom donde está firmando una buena temporada, pero al parecer, al potente delantero de ascendencia congoleña no le seducía demasiado la idea de volver a ser un futbolista secundario. La segunda y la más ilusionante para los aficionados del Chelsea era el regreso del ya mencionado Drogba, que se encuentra sin equipo después de rescindir su contrato con el Shanghai Shenhua, aunque parece que prefiere no regresar a Londres para no estropear el buen sabor de boca que dejó a la grada tras la final de Múnich. La tercera era Demba Ba. ¿Qué se puede sacar en claro conociendo estos tres nombres? El Chelsea, Abramovich y Rafa Benítez necesitaban un estilo de delantero que no tenían hasta ahora y que se ha echado en falta en muchos momentos de la temporada: un portento físico, un futbolista veloz y potente a partes iguales, capaz de resolver un partido por pura fuerza. Si Demba Ba se asienta en la capital, será vital en este equipo.

Pero ¿y Torres? ¿Podrá acompañar al senegalés en la punta de ataque? Sí y no. Este fichaje sirve también para apretar las tuercas al fuenlabreño, que aunque últimamente ha recuperado algo su olfato goleador bajo la tutela de su gurú Benítez, sigue sin ser ese delantero determinante por el que Roman Abramovich desembolsó sesenta y cinco millones de euros hace justamente dos años. La llegada de Ba puede servir, o para darle el salto de calidad que necesita, o para cavar definitivamente su tumba como blue. No olvidemos que el nombre de Radamel Falcao viene sonando con fuerza desde hace algún tiempo. Pero esto no quiere decir que Torres y Demba Ba sean incompatibles, que haya que elegir entre uno u otro. Compartirán muchos minutos en el campo, especialmente cuando los marcadores sean adversos y, en principio, el titular es el español. Ese es el objetivo del Demba Ba, hacerse un hueco en el once y un nombre en Stamford Bridge; luchar contra las adversidades y la presión que conlleva ser el delantero centro del Chelsea. En definitiva, triunfar. Y condiciones no le faltan.

PabloG.