En
el partido de fútbol más intenso que se ha visto en el joven San Mamés, el
Atlético de Madrid ganó como los equipos grandes (1-2). El Athletic lo revolcó
en la primera mitad, pero los de Simeone se levantaron, ganaron el partido y se
enfrentarán en semifinales al Real Madrid.
Los
equipos grandes se caracterizan especialmente por ser capaces de vencer incluso
cuando las condiciones son las menos favorables. El Atlético de Madrid hoy hizo
gala de ello en el nuevo San Mamés, superando a un Athletic que lo hizo trizas
en la primera mitad. Pero los colchoneros no sólo resistieron los golpes. Cómo
vigentes campeones, se levantaron con la cara amoratada y tiraron de corazón
para ganar la pelea. Empataron el gol de Aduriz con un trallazo de Raúl García
que los ponía en ventaja en el global de la eliminatoria. Y a partir de ahí
tomaron el control del juego, cuidando hasta el último detalle, para que el
partido no se escapara. El postrero gol de Diego Costa no fue más que la
confirmación del estatus de este equipo, que jugará una semifinal de la Copa por
tercera vez en los últimas cinco temporadas.
San
Mamés lloró para mojar un poco más con sus lágrimas ese césped empapado por la
poderosa lluvia que no cesó durante todo el partido. Su corazón está roto. Once
desalmados le arrancaron sin piedad de sus entrañas lo que guardaba con más
cariño: ese invicto que hacía del Athletic uno de los equipos más temibles de
España. Un Athletic potente, que se encuentra en uno de los mejores momentos de
su historia. Aúnan con maestría las combinaciones cortas, seña de identidad del
fútbol de Valverde y de su reciente etapa bielsista, con los rasgos más
esenciales que definieron durante un siglo su fútbol, con balones directos y
peligrosos centros desde los costados. Es un fútbol total. Y, sin embargo, no
fue suficiente.
No
lo fue porque no tuvo en la segunda mitad la continuidad necesaria. En la
primera, el Athletic fue rey de San Mamés y Simeone no sabía a ciencia cierta
por dónde le venían los golpes. Se los asestaba, principalmente Muniain, que
estaba desbocado y se eregía como némesis del cholismo. El pequeño genio
navarro hizo suya la parcela central del campo en el que el Atlético desplegaba
su 4-1-4-1 y desmontó una y otra vez al rival. Se asociaba con Ander para
locura de Gabi y llegaba arriba con peligro. Pero no estaba solo. Susaeta
aprovechó la tempranera lesión de Filipe Luis para hacer una y otra vez
malintencionadas diagonales que le dejaban vía libre a Iraola para aparecer. El
lateral brasileño del Atlético tuvo que abandonar el campo en camilla por su
aductor dijo basta de mala manera y a su sustituto, Insúa, le tocó bailar con
la más fea.
Desmontado
el Atlético, con Koke y Raúl García en labores que por talento no le
pertenecen, con Adrián haciendo casi un doble lateral en la parte izquierda,
los leones bailaban. Pero no materializaban sus ocasiones. Hasta que Aduriz
enganchó en lo alto un balón templado por Balenziaga, que llegó como un
guerrero hasta la línea de fondo para poner el servicio. Entonces San Mamés
rugió aún más. Con auténtico convencimiento de que su Athletic triunfaría esta
noche como ya lo hizo en muchas otras.
Pero
cuando los colchoneros parecían muertos, cuando San Mamés y el Athletic
alcanzaban la simbiosis y eran un auténtico ciclón, apareció un coloso para
cambiar el rumbo del partido. Desde la portería, Courtois dio alas a su equipo.
Dos paradas imposibles, primero a Mikel Rico y después, de manera todavía más
espectacular a Aduriz, mantuvieron al Atleti en pie y le permitieron llegar
vivo al descanso. Dos paradas que acabaron suponiendo el pase de ronda, pues los
colchoneros mutaron tras pasar por los vestuarios.
Se
fue un equipo derrotado y regresó un equipo campeón. El del control absoluto,
el del temple y el saber estar, el del peligro constante. Volvió el Atlético
que arrasa esta temporada en España y en Europa para llevarse la eliminatoria.
Ya poco importaron el ímpetu de Muniain, la calidad de Ander Herrera o las
carreras de Susaeta. Todo eso estaba en el guión que el Cholo le entregó a sus jugadores
y había un final feliz. Un gol de Raúl García para derribar al Athletic. Otro
de Diego Costa por si quedaban dudas. El hispano-brasileño hizo a última hora
lo que no pudo en los primeros segundos de juego: batir a un inmenso Herrerín.
Debe agradecer parte del tanto a San José y su horrorosa maniobra para tirar un
fuera de juego imposible.
El
Atlético de Madrid, tirando de oficio, casta, cabeza y corazón se convirtió en
el primer equipo en profanar La Catedral. No sólo ganó la eliminatoria, sino
que se llevó el partido porque así había que hacerlo. Necesitaban mandar un
mensaje a sus competidores ahora que aparece el Real Madrid en el horizonte: el
campeón está muy vivo.
PabloG.