miércoles, 5 de diciembre de 2012

"Nunca se ha visto nada igual en La Rosaleda"


“Nunca se ha visto nada igual en La Rosaleda”, comentaba una aficionada. Razón no le falta: el Málaga es primero de grupo con doce puntos, ha cumplido de sobra las expectativas creadas en su primera temporada en la Champions. Pero no, ella no se refería a los resultados deportivos. Hablaba de un tema mucho más serio. La culpa la tuvo un grupo descontrolado de belgas que llegó a la capital de la Costa del Sol con el único objetivo de crear el caos. Con su equipo jugándose muy poco, decidieron buscar los alicientes fuera del campo. Con la cabeza rapada, la bufanda al cuello y un francés desorientado por el alcohol en la boca, no tuvieron miramientos con nada ni con nadie. “Me han pegado. Me han pegado y me duele toda la espalda. Son unos animales”. Es la experiencia de un hombre mayor que se movía a duras penas con la ayuda de una muleta. Sólo quería disfrutar del fútbol, pero esos “animales” poco entienden de afición y deportividad. Volaron las piedras, las botellas y las pelotas de goma con las que se defendían los antidisturbios. Se vieron desbordados. Sus porras no daban abasto para controlar tanta desvergüenza, tanta agresividad. Ni los temidos aficionados del Panathinaikos, ni los tifosi del Milan, ni los ultras del Zenit causaron tanto revuelo. Es más, no causaron ninguno. Hicieron mucho ruido, pero con civismo, aunque fuese disimulado. Tuvo que ser la cenicienta del grupo la que encendiera la mecha. Por suerte, en lo que queda de temporada no saldrán de Bélgica para entrar en un campo de fútbol.


En el campo, júbilo. Alegría, esperanza, ilusión. Fútbol, sobre todo fútbol. Firmaron un partido muy entretenido los dos equipos. No sacó Pellegrini a los más habituales. Volvieron a jugar los héroes de San Petersburgo; los villanos de la Copa. En cambio, el Anderlecht si salió a pecho descubierto. Sabía que tenía que morir en el césped. Eran remotas sus opciones de clasificación para la Europa League, pero había que apurarlas. No se apreció la diferencia. Los blanquiazules dominaron el balón y a su rival a su antojo. Con Iturra por bandera en el centro del campo, la ayuda de Camacho tras la desgraciada lesión de Toulalan hizo del Málaga un bastión inexpugnable. Duda brilló como en sus mejores tardes. Dirigió la ofensiva del equipo y abrió una autopista en la izquierda a su compatriota Eliseu, totalmente desbocado. Y cuando Eliseu se desboca sólo puede significar una cosa: peligro. Arrancando desde el lateral se convirtió en un venenoso extremo dominador de la línea de fondo. Se la cedió primero a Iturra, después a Buonanotte. Ninguno de los dos logró concretar, a pesar de que incomodaron a Proto.

La ocasión más clara la tuvo Weligton. Tras un córner, Onyewu demostró una faceta antes desconocida y le puso un balón perfecto tras driblar a su marcador en el área. Falló el brasileño, solo en el área pequeña y con Proto ya batido. Pero el primero se sentía. El dominio era casi absoluto y los belgas hacían aguas en defensa. Hasta dos veces se plantó Seba frente al marco rival casi sin oposición. Tampoco logró nada. Debía ser de otra forma, con más brillantez, con más solera. Y como ya hemos dicho antes, el brillo lo puso Duda. El menudo uruguayo puso pausa a una contra frenética. No se desesperó, dribló a Safari casi andando y vio el pase a Duda en la frontal. El portugués la pisó, miró y la puso con rosca en la escuadra. No podía ser de otra forma.


Poco a poco fue andando terreno el Anderlecht. Sin juego, sin temple, sin control, tan sólo por velocidad. No fue capaz de dominar el juego el excelente Lucas Biglia. Dejó destellos de su infinita calidad y de su liderazgo, pero le fue imposible batallar solo frente a Camacho e Iturra. Delegó sus funciones en Jovanovic, más directo, más impulsivo, más visceral, como buen yugoslavo. El talentoso extremo fue un quebradero de cabeza constante. Supo contagiar a su equipo y despertar a la bestia Mbokani. Tuvo el empate en su cabeza el congoleño, pero se topó con otro jugador bestial: Carlos Kameni, que sacó una mano prodigiosa. No es el más regular de los porteros –ha quedado bien claro en este partido–, pero sí uno de los más espectaculares. Volvió a salvar a su equipo con otro paradón pocos minutos después, esta vez al propio Jovanovic. Parecía imbatible, pero recién reanudada la segunda mitad sacó a relucir su cara oculta.

Fue una contra bien hilada: Massimo Bruno por la derecha, Mbokani por el centro, Jovanovic por la izquierda. Un mal despeje de Sergio Sánchez la convirtió aún en más peligrosa. Mbokani recibió, pero el balón se le complicó. Allí fue Kameni, valiente y descuidado. Quizá no se lo esperaba, pero Jovanovic le pintó un cuadro precioso. Un sutil toque de izquierdas le hizo arrepentirse de su horrible salida. El balón le sobrevoló y entró despacio y botando en el recién estrenado césped de Martiricos. Quiso más el serbio. Un zapatazo suyo apunto estuvo de adelantar a los malviblancos. Esta vez si se rehízo Kameni, que con la punta de los dedos desvió lo justo el balón para que se estrellara en el poste.


Merecía mayor premio el Málaga por fútbol y por ocasiones. Santa Cruz lo intentó para quitarse el sambenito de delantero fallón, pero su disparo se fue a la madera. Realizó un buen partido jugando de espaldas y abriendo huecos a sus compañeros, pero se le volvió a resistir el gol. Hoy sólo quería un nombre y a un hombre en clave blanquiazul. Algo de esto sospechaba Buonanotte, quizá por eso puso su calidad en forma de pase sensacional al servicio del capitán Duda. Un control sobre la marcha, una mirada y un disparo raso cruzado. Un estadio en ebullición con el segundo gol de su jugador con más historia de todos los que están en la plantilla. Pasarán los años, llegarán –o no– la estrellas, pero Duda siempre será Duda, aquel hombre que salvó al Málaga del infierno de Segunda y permitió que Al-Thani desembarcara en la Costa del Sol en ese mismo verano. Es historia viva del malaguismo y autor de dos goles importantísimos tanto anímica como económicamente.


Pudieron valer más, pero el dinero voló a poco del final. No dio más de sí Kameni. Paró un remate a bocajarro de Jovanovic y otro casi imposible de Mbokani con los pies, pero a la tercera fue la vencida. La defensa malaguista estuvo mal. Ni Sergio Sánchez de central ni Onyewu cuando se arrima a él dan la talla para un equipo Champions. Se complicaron la vida y Mbokani esta vez no perdonó. Se esfumó medio millón, pero quedaron las sensaciones de un equipo hecho y lleno de orgullo que es capaz de plantar cara a cualquiera incluso con los suplentes. El bombo de la ilusión quedará configurado cuando acabe la jornada del miércoles, el día veinte se sabrá el rival de los malaguistas. Puede ser que al Málaga le toque el Gordo antes de tiempo. Nadie despertará al malaguismo del sueño, ni por las buenas ni por las malas. Es cierto que nunca  se ha visto nada igual en La Rosaleda.


PabloG.

2 comentarios:

  1. Lo de los belgas no tiene nombre. ¿A qué espera La UEFA para cortar d raíz este vandalismo?
    No doy crédito

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    1. No lo cortará. Es interesante la reflexión que leí por ahí en un comentario de algún sitio: en España por una bengala, multazo; en el resto de Europa, violencia y muertes y no pasa nada. Normal, luego salen de allí y parecen los hunos... Pero de verdad, los que allí estuvimos pasamos auténtico pánico a ratos. No se me borrará la imagen de un belga enfrentándose a un antidisturbios empotrado contra el portón de acceso. Escalofriante.

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