martes, 18 de diciembre de 2012

Las claves de la superioridad azulgrana


No es casualidad. A falta de casi una veintena de jornadas, la Liga de las Estrellas parece tener ya un dueño muy claro, y esta situación radica de un hecho muy concreto: la superioridad del Barça sobre su competidor más directo, el Atlético de Simeone. Con el Madrid de Mourinho combatiendo sombras, la liga carece de sentido. Este equipo es demasiado bueno como para ser parado por los demás. Así lo revela la estadística: dieciséis jornadas, cuarenta y seis puntos, quince victorias y un único empate, concedido frente al equipo blanco. Los de Vilanova atacan y defienden mejor que nadie, y además cuentan con Messi para resolver cualquier tipo de problema. Brutal.



El planteamiento de Simeone fue sencillo: un 4-4-2 con las líneas muy juntas y metidas en su propio campo para no dejar ni el más mínimo espacio a Messi. Funcionó de maravilla. El Barça se sentía demasiado incómodo en los primeros minutos. Tocaba y tocaba sin avanzar ni un palmo y con un Atleti muy fresco enfrente que al más mínimo error se plantaba frente a Valdés. A esto hay que sumarle que Messi tenía que recibir demasiado alejado del área. El argentino no sabía dónde situarse para tener un contacto eficaz con el balón. La pedía con desesperación en la banda y por último decidió asumir el rol de creador del juego azulgrana. El resultado fue el mismo, nada. Además, un error suyo al recibir el balón dio lugar a la contra que desembocó en el gol de Falcao. El Tigre ya había avisado anteriormente con un remate al poste, pero esta vez nada pudo impedir su gol.



Tras esta pérdida, Falcao hizo el primero
La impotencia era palpable. El Barça estaba dominando el partido con excesiva claridad y un setenta y cinco por ciento de posesión, pero no conseguía generar el peligro suficiente como para inquietar a Courtois. Faltaban ocasiones; faltaba un delantero que dislocara a la defensa colchonera. Messi, en definitiva. Y ante la ausencia de Messi, los laterales se destaparon. Comenzaron a hacer de la banda una autopista para envolver al Atleti. La mayor consecuencia, el golazo de Adriano; la exageración máxima, la jugada del minuto cuarenta y dos, con Alba y Adriano dentro del área. La brillantez y el temple de Busquets terminaron por hundir al equipo del Cholo antes del descanso.


Pero lo que hizo que el partido se decidiera definitivamente ocurrió en la segunda mitad. El Barça continuó con su dominio, con su exagerada posesión pero sin presencia en el área. Sin presencia hasta que apareció Messi. Le bastó un balón, probablemente el único que tocó en zona de peligro, para poner el tercero. Y a partir de ese momento, el Barça se liberó definitivamente, tocando, rotando y controlando el partido con el balón en los pies. Quizá en el guión no estaba escrito un último gol, pero Godín se encargó de entregárselo a Messi para que ampliara su récord hasta los noventa goles.


Sin embargo, fue curioso un detalle: Messi siguió situado en el inicio de la jugada incluso después de su primer gol. Ni siquiera la entrada de Thiago por Alexis varió la posición de la Pulga. Estaba empeñado en acompañar posicionalmente el soberbio partido que firmó Iniesta y al talento de Xavi; empeñado en mostrar que es un futbolista total, capaz de generar una jugada de peligro y finalizarla con la misma facilidad.


Que el Barça le debe mucho a Messi es una realidad. Le debe casi todo, pero dentro de ese casi hay un matiz inmenso. El Barça es una máquina que rezuma fútbol por los cuatro costados, tanto en defensa como en ataque. Esto se pudo comprobar en dos momentos bien distintos: primero en los minutos en los que el Atlético más incordió a Valdés y después cuando el partido necesitaba un control que no afeara el espectáculo. Para el primer caso, la defensa culé realizó a la perfección la defensa en rombo; para el segundo, el ágil toque en espacio reducido. Disfrutemos de este equipo, porque es algo irrepetible.



PabloG.

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