miércoles, 21 de noviembre de 2012

Nuevos sueños borraron viejas pesadillas


El 23 de mayo de 2001 en San Siro, la historia del Valencia cambió para siempre. Perdió la final de la Champions, la segunda consecutiva; la segunda de su historia. Perdió en los penaltis de la manera más cruda posible. Y aquel día nació una fobia irracional hacia unos colores, un escudo, un equipo: el Bayern de Múnich. El destino quiso volver a emparejar a ambos equipos en este grupo de la Champions League. Jamás desde aquel fatídico día fue capaz el Valencia de vencer a los alemanes. Ni siquiera hoy, pero es muy probable que ese terror hacia los bávaros haya desaparecido para siempre.


El futbolista que salió peor parado de aquella decisiva tanda fue Mauricio Pellegrino. El notable central argentino fue el encargado de lanzar el último penalti de su equipo. Lo lanzó con la izquierda, fuerte y colocado, pero Oliver Kahn adivinó perfectamente la trayectoria de su disparo. Hoy no estuvo en el campo, sino en el banquillo para dirigir al Valencia a la victoria. Y probablemente, si el partido tuvo ese color épico fue gracias a su alma. Se le puso muy cuesta arriba el duelo a los chés a la media hora. Barragán no fue capaz de medir su euforia y arrolló sin control a Alaba en la banda. El polémico Howard Webb le señaló el túnel de vestuario con todas las de la ley. Fue en ese preciso instante donde la mano de Pellegrino se notó. Cual general romano, arengó a sus tropas a la victoria. Reconvirtió a Feghouli al lateral derecho e hizo explotar a Mestalla para que llevara en volandas al equipo.


El partido del Valencia con diez jugadores fue excepcional. No se equivocaba el mítico Helenio Herrera al afirmar que con diez se juega mejor que con once. Primó la cordura en el conjunto ché. Su juego fue serio, inteligente y, sobre todo, consecuente. No se empeñó en someter al Bayern, sino en hacer florecer sus carencias. Cissokho fue un pulmón por la izquierda. Cortó cualquier atisbo de peligro y se sumó al ataque cuando más daño podía hacer. También fue vital la labor de Tino Costa y Éver Banega en el centro del campo. Su presión fue exquisita, y su toque de balón, rápido, preciso y venenoso. Pero sin duda la estrella del partido fue Sofiane Feghouli. El franco-argelino se destapó como un lateral total. Incluso en algunos momentos se llegó a pensar que Cafú había vuelto a vestirse de corto. Pero no, se trataba de un joven futbolista que por fin comienza a recoger sus frutos. Fue el corazón de ese Valencia que conmocionó al mundo del futbol a principios de siglo. Su gol trajo a la mente a los mejores Mendieta, 'Piojo’ López, Vicente, ‘Kily’ González… Se plantó en la frontal del área, dribló a dos rivales y ejecutó con la izquierda un disparo nacido en el alma. Batió a Neuer, como pudo haber batido a Kahn, después de que el balón golpeara en la mano de Dante.


Pero si bien el Valencia estaba poniendo el dramatismo al encuentro, las ocasiones más claras estuvieron teñidas de rojo. No es menos cierto que el Valencia sufrió demasiado ante un Bayern que jugó con poco gas. Dante fue un auténtico quebradero de cabeza a balón parado y obligó a Guaita a emplearse a fondo en más de una ocasión. La entrada de Mario Gómez y Mandzukic no fue más que un añadido al creciente peligro bávaro. Un remate al poste del segundo antes de que Feghouli incendiara Mestalla sirvió de aviso de lo que se avecinaba. Centró Lahm desde la derecha con la clase que le caracteriza. En el área esperaba la artillería: Mandzukic la dejó pasar, Gómez la tocó de tacón y Müller la empujó al fondo de las mallas. Calló Mestalla; calló Valencia. Y después, volvió a rugir. Comprendió que el complejo por fin se había terminado. Están en octavos, tienen el liderato del grupo al alcance de la mano y lograron plantar cara al todopoderoso Bayern con diez jugadores durante más de sesenta minutos. Doce años después, Cañizares podrá secarse de nuevo las lágrimas, esta vez de felicidad.

PabloG.

No hay comentarios:

Publicar un comentario