martes, 15 de mayo de 2012

De Manolo a Don Manuel


“Estás despedido Manolo”. Así de contundente fue la portada del diario Marca un día después del empate del Real Madrid en La Rosaleda y de que el Barcelona se proclamara campeón de liga con noventa y nueve puntos. A pesar de que el Madrid de Pellegrini logró su récord histórico de puntuación en liga, no gustaron en la capital ni la dura eliminación copera ante el Alcorcón, ni el varapalo de la Champions en la que el Lyon apeó a los merengues en octavos de final por sexta temporada consecutiva. Finalmente, tras una serie de discrepancias con el equipo directivo del club (con el que traía un tira y afloja desde pretemporada, en la que pidió que no se traspasara a Robben ni a Sneijder y que se concretara la incorporación de Cazorla, pero ninguna de sus anteriores peticiones se realizó), Pellegrini fue cesado en su cargo, que fue rápidamente ocupado por José Mourinho.

He aquí el inicio de la historia de un hombre que como Dante, tuvo que descender a los infiernos para volver a tocar el cielo con sus manos. Ya lo hizo en Villarreal, donde con duro trabajo y mucho sacrificio, llevó a un equipo de mitad de la tabla a toda una semifinal de la Liga de Campeones, en la que cayó de la manera más cruel posible ante el Arsenal, con un penalti fallado por Riquelme en los últimos instantes que hubiera supuesto la clasificación para la gran final. De hecho, fue su buen hacer en tierras castellonenses lo que le abrió las puertas del Bernabéu, avalado por su atractivo juego colectivo y los buenos resultados cosechados, ya que llegó a hacer subcampeón de liga al Villarreal.

Pero tras la dolorosa salida por la puerta trasera del estadio de Chamartín, Pellegrini, ese hombre que aterrizó en Madrid con la etiqueta de mejor entrenador de la Liga de las Estrellas, se encontraba en el paro. No le faltaron ofertas, se habló incluso de que el Liverpool se interesó por sus servicios para llevar a Anfield de nuevo al primer plano futbolístico mundial, pero al chileno no le sobraban las ganas. Estaba hundido después del trato que tuvo tanto por la prensa como por su propio club en Madrid. Pero entonces llegó una llamada procedente del sur de la Península: el Málaga, nuevo rico del fútbol español tras el desembarco del jeque Abdullah Bin Nasser Al-Thani, había cesado al técnico portugués Jesualdo Ferreira y necesitaba un golpe de timón que lo recondujera a la parte noble de la clasificación. La empresa no era sencilla, ya que el equipo costasoleño se hallaba decimoctavo con tan sólo siete puntos. Sin duda, era un reto muy diferente para un técnico acostumbrado a otros objetivos más altos.

Lo primero que hizo Pellegrini, junto al director deportivo Antonio Fernández, a su llegada a Málaga fue intentar recomponer una plantilla demasiado descompensada y rodearse de jugadores de su plena confianza. De este modo aterrizaron en la capital de la Costa del Sol Maresca, Demichelis, Baptista, Camacho y Asenjo, toda una columna vertebral nueva para sacar al equipo del abismo. No fue un inicio fácil, lleno de irregularidad y con unos jugadores que no lograban asimilar la filosofía de su nuevo entrenador. Tampoco ayudaron las lesiones, que mermaron al equipo blanquiazul, dejándole primero sin Baptista y después sin Asenjo, que se volvió a romper el ligamento cruzado anterior, por lo que el club se apresuró en fichar a Caballero, del Elche de Segunda División. Los resultados continuaban sin llegar y la afición se desesperaba. No era este su sueño del jeque. Para colmo, el día que Pellegrini volvió al Bernabéu, decidió sacar al campo a los menos habituales, lo que acarreó un siete a cero que ruborizó a todos los malaguistas.

Pero poco a poco el equipo se fue asentando y asimilando conceptos, algo que después, con la vuelta de Baptista, se fue transformando en goles y victorias. Con el brasileño como estrella y con Caballero asentado, por fin, en la portería, el Málaga firmó un final de temporada meteórico y acabó décimo primero, desplegando además un juego envidiable. Pellegrini lo había logrado y la ilusión por la siguiente temporada iba en aumento.

El verano fue agotador en las oficinas del club, que no pararon de trabajar hasta tener confeccionada una plantilla que permitiera luchar por Europa: la Europa League era el objetivo. Pero para lograrlo debían de llegar refuerzos de calidad, y el que abrió la veda no fue otro que Ruud Van Nistelrooy. La llegada del legendario ariete holandés elevó la marca a otro nivel y propició el desembarco de grandes jugadores a Málaga. Por La Rosaleda pasaron Toulalan, Joaquín, Sergio Sánchez, Monreal, Mathijsen, Buonanotte e Isco, pero todavía se necesitaba la guinda del pastel, por eso Pellegrini, como ya hiciera en el Madrid, pidió el fichaje de Santi Cazorla, su pupilo predilecto en su época del Villarreal. Con el fichaje de Cazorla por diecinueve millones de euros, el más caro de la historia del club, el técnico chileno se sentía en condiciones de darle a su afición la tan ansiada clasificación europea.


Tras el intenso verano, se dio el pistoletazo de salida a la liga más ilusionante de la historia del malaguismo. Pero pronto, los aficionados se encontraron con la realidad, y es que como ocurriera en la llegada de Pellegrini a Málaga, había demasiados jugadores nuevos como para asimilar su filosofía de primeras, por eso el inicio de liga fue de lo más irregular. A esto hubo que sumarle el enfrentamiento abierto que Apoño mantuvo con el técnico, lo que quebró un poco más el ambiente del vestuario. Tampoco era Cazorla el líder que se esperaba de él, lo que irritaba a la afición y tenía a Pellegrini en el alambre. A pesar de todos los problemas, el equipo fue sacando poco a poco los resultados y se asentó en la parte alta con un juego que se veía que podía ser brillante, pero que todavía no lo era. Con la salida de Apoño en la segunda vuelta, el clima del equipo mejoró y tras un período negativo que alejó al Málaga de los puestos europeos, el cinco a uno al Zaragoza marcó el inicio de un nuevo final de liga meteórico con Cazorla como director de orquesta. Tal fue la hazaña que en su visita al Bernabéu, Pellegrini pudo tomarse la revancha de la manera más dulce, con un gol de falta de Cazorla, su extensión en el campo, en los últimos instantes del encuentro. Ni siquiera las lesiones de los jugadores más importantes impidieron la proeza blanquiazul. Tras el sprint final, el Málaga llegó a los últimos partidos de liga con opción de disputar la Liga de Campeones e incluso de conseguir la tercera plaza, después de derrotar al Valencia en La Rosaleda. El objetivo de la Europa League se quedaba pequeño. Finalmente, la tercera plaza fue inalcanzable, pero si se logró el mayor objetivo de la historia del club, y es que Málaga la próxima temporada será de Champions. Una vez más, Pellegrini había logrado el objetivo, esta vez con matrícula de honor.


Es por eso que Pellegrini ha pasado de Manolo a Don Manuel, porque este Málaga, basado íntegramente en su filosofía de toque y sacrificio, juega como los ángeles y ha conseguido instalarse en la élite del fútbol europeo, sorprendiendo a propios y extraños. Sin duda, el gran público, así como la ilusionada hinchada malaguista, tiene que reconocer lo que es un secreto a voces: Pellegrini es un grande en lo suyo.

PabloG.

2 comentarios:

  1. Muy entretenido de leer, mucho mejor que algunas cosas que se leen en medios informativos "profesionales", sigue asi amigo

    ResponderEliminar