jueves, 3 de octubre de 2013

David Silva, el desatascador

El fútbol que propone Pellegrini requiere de jugadores imaginativos con el balón en los pies capaces de hacer funcionar a un equipo. Su correcto desarrollo pasa por un hombre: David Silva. El canario, como hizo contra el Bayern, será el encargado de hacer que el buen fútbol fluya.


El Manchester City jugó ayer contra el Bayern de Múnich más de setenta minutos a oscuras, justo lo que tardó en entrar al campo David Silva. Pero el canario no apretó el interruptor; más bien tiró de las persianas para dejar entrar la luz del sol: el talento de este equipo siempre estuvo ahí, pero hacía falta alguien que le permitiera sacarlo a la relucir. Y ese encargado, sin duda, es él. Hoy y siempre.

La plantilla del Manchester City es una de las que más calidad reúne del mundo. Pero, a decir verdad, no está todo lo compensada que debería. El centro del campo lo forman de manera habitual Fernandinho y Touré, dos futbolistas de buena técnica pero que destacan especialmente por su capacidad física. No es, a fin de cuentas, lo ideal para un equipo que desea dominar con la pelota en los pies. Pero esa chispa, esa creatividad, tampoco se encuentra más arriba. Ahí aparecen cuatro delanteros que ocupan dos puestos y un extremo puro que es indiscutible en los planes de Pellegrini, porque es muy bueno básicamente. Jovetic, Dzeko, Agüero, Negredo y Navas son unos futbolistas geniales, pero esencialmente directos.

En este contexto se mueve Silva, un futbolista que mira a su alrededor y se ve solo, rodeado por jugadores físicos y con un entrenador que quiere implantar una revolucionaria idea de fútbol asociativo. Su labor: educar al resto. Este cometido también recae en Nasri, otro futbolista alegre con el balón en los pies pero tremendamente irregular. De ahí la soledad del canario. La segunda jornada de la Champions resaltó esta idea y dejó una conclusión rotunda: Silva, en estos momentos, es imprescindible.

No fue casualidad que los mejores minutos del City se jugaran con él en el campo. Empalmó los cables cortados por el fútbol total del Bayern con un soberbio juego entre líneas. Una magistral asistencia a Negredo que el vallecano se encargó de convertir en una obra de arte, un delicioso pase interior para Touré que acabó costándole la expulsión a Boateng, y un tiro de falta que se estrelló en el larguero. Su impacto en el juego fue decisivo. El City tomó las riendas por primera vez en el partido por su culpa y por momentos dio la sensación de que pudo lograr un empate épico. La exhibición de Silva fue escandalosa.

David Silva tiene un toque de futbolista especial en su mirada y en su forma de moverse. Es capaz de sacar del color gris más mate el plateado más brillante de todos con tan sólo un par de contactos con el balón. Justamente los que necesita para ver ese hueco, esa rendija que el resto no consigue ver ni con el pause pulsado. Toma el pulso al partido y lo acelera o lo relaja a su antojo. Pero lo más importante es que hace mejores a sus compañeros ejecutando a la perfección esas ideas malignas –o divinas, según se mire– que se dibujan en su mente. Es un arquitecto del fútbol que hará unas migas fantásticas con el Ingeniero.

Su equipo ha notado mucho en la Premier, en la que se encuentran encasquillados, la falta de su líder, que entre lesiones y un estado de forma dudoso no ha podido aportar demasiado. Pero si así David Silva fue capaz de cambiar la inercia a un partido en el que el mejor equipo del mundo estaba apabullando a su rival, lo que puede hacer cuando su nivel sea óptimo se escapa de momento al entendimiento humano. Será el que desatasque la idea de Pellegrini y la conduzca al mismo lugar que se ganó por derecho propio en Argentina y España: la gloria.

PabloG.

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