viernes, 11 de octubre de 2013

A los mejores sólo les vale ganar

España tiene la necesidad de vencer a Bielorrusia si quiere estar en Brasil para defender su cetro de campeón del mundo. No lo tendrá fácil, pero nadie dijo que ser el mejor fuera sencillo. La aportación de los nuevos será clave y la de los veteranos, vital. Sólo vale ganar.


Esta es la historia del mejor equipo del mundo. Un equipo ejemplar, tanto dentro como fuera del césped. Capaz de hacer soñar a millones de personas con solo darle patadas a un balón, capaz de hacerles olvidarse de sus problemas, que hoy en día no son pocos. Y de hacerles disfrutar con un juego exquisito. El Sabio le transmitió sus conocimientos y desde que está el Marqués a los mandos cualquiera le tose. Muchas naciones se rindieron a sus pies: es Virrey de Europa y Emperador del mundo. Todo ello con mano de seda y por las buenas, sometiendo a través de la belleza.

Sin embargo, es la historia de un equipo que no puede descansar ni un instante. Sus soldados defienden la causa de sus ejércitos locales y cuando se reúnen en el mejor equipo de la historia se sienten agotados. Continuos e infinitos viajes alrededor del globo pocas veces agradecidos y mil gotas de sudor derramadas por el camino. No es una tarea fácil ser el mejor del mundo, por eso es necesario turnar y dar descanso a los mejores para dar una oportunidad a los más jóvenes, los que vienen desde atrás para comerse ese mundo que futbolísticamente les pertenece.

Ellos tendrán el mañana en sus pies, pero ahora lo tienen en sus manos. Vienen de Sevilla, de Donostia, de Madrid y hasta del sur Gales con un único objetivo: quedarse ya para siempre en el grupo. Por ello lucharan cada pelota como si fuese la última. Puede serlo.

Junto a los nuevos, los de siempre para aportar galones a un grupo cada vez más multicultural. Antes sólo había preciosismo, ahora también hay mucho trabajo. Esa mezcla de estilos hace del mejor equipo del mundo algo todavía superior. Le da carácter, poderío y agresividad sin perder su identidad. Es como una lírica suave y delicada con el corazón de la prosa más dura y directa. Pega con guante de seda y se defiende con una armadura de acero.

Todo con tal de seguir dominando, porque tampoco puede descansar en cuanto a resultados se refiere. Atrás quedaron los gritos que provocaron los goles de don Fernando y don Andrés que encendieron la llama de la felicidad del país entero. Eso ya es pasado, por eso sólo queda mirar hacia delante. Seguir ganando es lo único que importa. Si no, nada de lo hecho habrá tenido sentido alguno. Brasil es la última frontera, el territorio que albergará la batalla final y ellos han de estar allí para defender su preciada corona que tanto esfuerzo costó.

Para ello tendrán que superar a un rival complicado pero ni mucho menos grandioso. Aunque hubo un tiempo que no fue así. Cuando lo que hoy es Bielorrusia lucía en el pecho el famoso CCCP junto a un puñado de países más, la cosa cambiaba bastante. Eran temidos y odiados a partes iguales. Por su fútbol y por matices que trascendían lo meramente deportivo. Eran bravos y aguerridos, representantes de una idea y una forma de ver la vida. Y aunque la antigua Unión Soviética hace ya más de dos décadas que no existe, su espíritu se mantiene intacto aunque repartido por cada una de sus repúblicas. Quizá Bielorrusia, por poco dotada en cuanto a fútbol se refiere, sea de las más guerreras.

El fútbol dictará sentencia cuando el balón eche a rodar a las diez de la noche en el estadio de Son Moix. Sólo vale la victoria.

PabloG.

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