jueves, 11 de abril de 2013

Campeones de Europa


El Málaga se proclamó campeón de Europa de la mejor manera posible. Con valentía, con casta y haciendo enmudecer al campo más imponente de cuantos hay en el Viejo Continente. Sólo hace falta cambiar Wembley por el Westfalenstadion y la derrota por la victoria para darse cuenta. Hubiera sido lo más increíble del mundo. Y a punto estuvo de ocurrir, pero finalmente todo se truncó. El fútbol le debe algo al Málaga. O incluso más: el fútbol moderno le debe algo al fútbol de verdad, al de toda la vida.


¿Cómo puede cambiar tanto la vida en un minuto? Eso es uno de tantas preguntas que jamás podrán ser respondidas. Cuando Eliseu se agarró a la jaula de acero que separaba a los malaguistas mortales de los inmortales nadie podía adivinar un final tan injusto. A diez minutos del final, el Málaga estaba entre los cuatro mejores equipos de Europa y, por qué no decirlo, del mundo. Se lo había ganado en el campo, doblegando al máximo dominador del fútbol alemán en los últimos dos años en su inexpugnable feudo. Cada uno de los futbolistas se dejó la piel y luchó con más fuerza que nunca para llevar a su fiel afición en volandas para seguir viviendo el sueño. Por una vez, los once hombres del césped arroparon a los dos mil que daban otro color a la grada diferente del amarillo y negro. Y creyeron, creísteis, creímos que estaba hecho. Pensamos que nada nos podía quitar de las manos este fantástico sueño. Soñamos con la copa. Pero en la vida también existen las injusticias.


Porque el final del partido fue muy injusto. Dos goles en un minuto para romper el sueño más dulce que jamás hemos vivido. A España entera, a buena parte de Europa, se le rompió el corazón con el gol de Santana. Lágrimas en los ojos de un equipo que era incapaz de creer lo que estaba viendo. No merecían este final. Poco importan los fueras de juego, la escasa calidad del arbitraje en general. El Málaga no merecía terminar así. Vivimos la desesperación que otros ya vivieron antes. A la memoria vinieron rápidamente ese Depor destrozado sobre el césped de Do Dragão, esas lágrimas de Cañizares después de perder la segunda final consecutiva, ese Riquelme con la cabeza gacha en El Madrigal. Pero sobre todo, por el escenario en el que se desarrolló la tragedia, el espíritu de un equipo se apareció sobre el césped: otra vez el Westfalenstadion destrozó el humilde sueño europeo de un equipo español; doce años después de que el Alavés cayera cruelmente en la final de la UEFA, fue el turno del Málaga.

Sólo pudo hacer daño el Dortmund a base de pelotazos, maniatado por un despliegue físico brutal del Málaga. Con Gündogan desactivado, uno de los equipos que mejor fútbol práctica del mundo se derritió y únicamente fue capaz de incomodar a base de empujones nacidos en la Südtribüne. Sahin como lanzador, Subotic y Santana como delanteros. Una situación esperpéntica que finalmente dio el triunfo al que menos lo mereció y de la manera más cruel posible. El central brasileño la empujó al fondo de las mallas con Caballero y Antunes derrotados para delirio de su maravilloso estadio. La gran victoria dejó al Málaga sin unas semifinales que mereció por méritos propios.


Pero este equipo pasará a la historia. Su leyenda es ahora infinitamente más grande que al principio gracias a un sueño que a punto estuvo de convertirse en realidad. Lucharon hasta el final y si no lo consiguieron no fue por falta de ganas ni de esfuerzo. Las razones se escapan al análisis. Ahora sólo queda estar orgullosos del mejor equipo que jamás vio esta tierra, esta incondicional afición que durante noventa y dos minutos pintó Dortmund de blanquiazul. Entre todos somos leyenda. Y aunque la Champions haya terminado, esta fiesta no debe terminar jamás. El sueño seguirá viviendo eternamente en nuestros corazones.

PabloG.

2 comentarios:

  1. robo total, gol en pocision de adelanto del borusiaa y nunca expulsaron a shmelzer que ya tenia tarjeta y debeirron ponerle roja por el agarron a gamez, el partido habria cambiado

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    1. Pues imagínate cómo lo vimos en directo en el campo... Fue lo más doloroso del mundo.

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