lunes, 15 de abril de 2013

El karma


En las religiones dhármicas, el karma es esa energía trascendente que se deriva de los actos de las personas. Es esa fuerza que emana de cada acción que realizamos e inicia una poderosa relación de causa y efecto: si nuestras acciones son buenas, el karma nos recompensará en el futuro; si por el contrario son malas, nos castigará. Cómo son el fútbol y el maldito karma. Tan sólo noventa y seis horas después del fatídico gol de Felipe Santana en Dortmund, el Málaga pudo sonreír. Tuvo que ser en el último minuto, no había otra opción. Tuvo que ser de nuevo un brasileño el que introdujera el balón en la red, esta vez para llevar a la gloria a los malaguistas. Málaga lo merecía. Por las agresiones sufridas, por las tomaduras de pelo y las ilusiones rotas. No había mejor forma. Las cosas que tiene el karma.


Debió echarse a temblar Platini cuando conoció la noticia del gol de Baptista. No sería de extrañar que en unos días nos enteremos de que ese chiringuito tan bien organizado que tiene la UEFA echa el cierre. Ya se sabe, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Pero hasta que el dichoso karma no termine su trabajo, la ambición de cualquier equipo debe ser formar parte de esa especie de bacanal del fútbol que organiza el máximo estamento del europeo, llamada Champions League, y que ellos mismos se encargan de destrozar incomprensiblemente. El Málaga, por méritos estrictamente futbolísticos, está en el buen camino: continúa en la pelea por la cuarta plaza que ocupa la Real Sociedad, a sólo cuatro puntos de los txuri urdin. Y no solamente eso, sino que desprende un aroma a fútbol hoy en día inigualable dentro de nuestras fronteras. Ha vuelto el mejor Málaga. Y el único objetivo es la liga.

El partido fue una fiesta desde los prolegómenos. Con un recibimiento propio de los campeones de Europa, los boquerones salieron enchufadísimos. No pesó ni el esfuerzo titánico de Alemania, ni las horas de vuelo, ni el duro mazazo recibido. Había ansias de venganza y eso se plasmaba en el ambiente. Jamás gritó tan fuerte La Rosaleda. Y eso que el Osasuna, siempre valiente, no dio un balón por perdido. Los rojillos pelearon conscientes de que cada vez ven más de cerca el abismo del descenso. Pero el Málaga fue un ciclón incontestable durante los primeros minutos. Si la goleada no fue de escándalo antes del cuarto de hora, fue gracias a las manos de un portero que cada vez que pisa el césped aumenta exponencialmente su caché. Ágil como un gato, Andrés Fernández sacó una manopla prodigiosa a seco disparo de Júlio Baptista y evitó in extremis un rebote que se dirigía peligrosamente hacia su escuadra. Su actuación fue formidable.

Poco a poco fueron menguando los ánimos, fruto de la impotencia. El Málaga estaba realizando uno de los mejores partidos de la temporada y las ocasiones, clarísimas, se sucedían una tras otra, pero el balón no quería entrar. Saviola fue el que más cerca tuvo el tanto, pero su lanzamiento se marchó fuera repelido por el poste. Parecía que jamás se podría sobrepasar el muro navarro. Ni la magnífica actuación de brega de Baptista en la delantera, ni la de Iturra en el centro del campo parecía suficiente. Fue impresionante observar cada movimiento del chileno, concentrado únicamente en desactivar la ofensiva rival y entregar el balón con acierto. Ante la ausencia del lesionado Toulalan, perdido para el resto de la temporada en Dortmund, asumió el papel de líder en el centro del campo multiplicándose por mil. Pero hasta el final pareció que Osasuna iba salir vivo de una Rosaleda a rebosar de gente y de ilusión. Hasta ese mágico momento en el que Baptista reventó el balón contra las redes del fútbol para llevar el éxtasis a una ciudad hasta ese momento hundida. Así es el karma, sufrir hoy para disfrutar mañana. El malaguista debe estar tranquilo: el año que viene merecen, por lo menos, conquistar Europa.

PabloG.

No hay comentarios:

Publicar un comentario