domingo, 23 de septiembre de 2012

Demasiado cansancio para homenajes


Justamente hoy hace cincuenta años del debut del mejor portero de la historia del Athletic de Bilbao. Precisamente en La Rosaleda, el legendario Iribar se enfundó por primera vez la negra equipación del equipo de sus amores, la misma con la que forjó su mito bajo palos. Curiosamente hoy fue el Málaga quien visitó la casa de Iribar. La ocasión era inmejorable para rendir tributo a una leyenda viviente del fútbol español, probablemente el mejor portero que haya dado este país, con permiso de Casillas. La afición de La Catedral se rindió a los pies de su ídolo, porque Iribar, de forma directa o indirecta ha influido en todos los aficionados del Athletic. No hay un solo seguidor rojiblanco, por joven que sea, al que no se le ponga el vello de punta al escuchar su nombre, y eso sólo los grandes mitos pueden lograrlo. Iribar lo es, no cabe duda.


Pero lo cierto es que ninguno de los dos equipos tenía cuerpo para fiestas. La aventura europea pasó factura a los dos equipos, que sintieron que el partido se hacía demasiado largo. El Málaga estuvo irreconocible durante buena parte del encuentro: el balón circulaba a una velocidad muchísimo menor de la habitual, Toulalan y Camacho no lograban hacerse con el centro del campo, a Isco le faltaba la chispa, Joaquín no encandilaba en el regate… En definitiva, el Málaga no era el de siempre. Mientras tanto el Athletic sí fue el de siempre. No el de Bielsa, pero sí el de siempre. Fue un equipo correoso y muy físico. Durante la primera mitad, los leones no acertaban a la hora de llegar tocando, caían demasiado en el fuera de juego y buscaban en exceso a Aduriz arriba, con escaso éxito. Está más que claro que Aduriz no es Llorente, por mucho que se esfuerce. El riojano aporta muchos más intangibles que el vasco, además de ser menos estático y más letal. Durante estos minutos, la pieza clave del Athletic fue Iturraspe, que se adueñó del centro del campo a pesar de la dura competencia que tenía enfrente e hizo jugar a sus compañeros, en especial a De Marcos, al que sirvió un balón magistral de cuchara que ni él ni Susaeta lograron llevar a buen puerto.


El meta Raúl tuvo un inicio de partido que hizo dudar a más de un aficionado local e incluso a él mismo. Algunos fallos en la salida por alto y con el balón en los pies sembraron las dudas en San Mamés. Es normal, debe ser bastante difícil salir de titular el día en que se homenajea al mejor portero de la historia del club. La responsabilidad tiene que ser tremenda. Pero bien sea por talento propio, que no le falta, o porque el espíritu de Iribar se apoderó de él, terminó cuajando una actuación fabulosa. Raúl fue el gran culpable de que el Málaga terminara el encuentro con el marcador a cero. Contra él se estrellaron Jesús Gámez tras una internada, las intentonas de Isco y Monreal, y un soberbio latigazo de Eliseu que hizo levantarse a toda la grada de La Catedral. En definitiva, todo lo que el Málaga lanzó a portería.


Menos trabajo tuvo Caballero, a pesar de que también cuajó una gran actuación, como viene siendo habitual en este inicio de liga. El argentino se está consolidando como uno de los mejores guardametas de la categoría, especialmente cuando tiene que fajarse en las salidas al mano a mano. Ahí demuestra que a lo aprendido en la escuela argentina le ha sumado la entereza de la escuela española. Esta vez le tocó a De Marcos, que tampoco fue capaz de superar a Caballero cuando estuvo frente a él tras un magnífico pase filtrado por Muniain. Y es que el Athletic tuvo un cuarto de hora de dominio intenso sobre el cuadro de Pellegrini, justo cuando salieron a relucir las enseñanzas del maestro Bielsa. El Athletic recuperó su identidad y se impuso al Málaga, pero con escaso acierto de cara a portería, a pesar de contar ya con Llorente en el campo. Siempre que se aproximó al área dio sensación de peligro, pero la realidad muestra que el único disparo a puerta que realizó fue el mano a mano salvado por Caballero, que volvió a dejar a cero su casillero. No hubo goles, pero el espectáculo, especialmente el de los porteros, fue digno del homenaje. A los jugadores de campo Europa les pesó demasiado.


PabloG.

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