domingo, 10 de noviembre de 2013

La metamorfosis del Arsenal

Una nueva era comienza en el Emirates Stadium. Atrás queda el pasado, y enfrente, sólo hay un futuro brillante. El Arsenal ha disparado la intensidad de su juego y han dejado de ser ese equipo inocente que juega muy bien para ser una máquina competitiva con el balón en los pies.


Ocho años sin ganar un título no son nada. No lo son porque eso ya forma parte del pasado. El día 31 de agosto de 2013, el Arsenal comenzó una nueva etapa y se despojó de su pasado. De las cosas malas, pero también de las buenas, porque estas le apretaban la garganta incluso más que las otras. Ficharon a Özil por cuarenta y cinco millones de euros, récord en la historia del club, pero eso sólo fue un pequeño paso en la revolución que se avecinaba. Ahora el Arsenal no es sólo un equipo alegre, atractivo y que juega muy bien al fútbol; también son muy serios.

Lo más normal es que esta temporada el Arsenal tampoco gane nada. Aunque la mejoría competitiva del equipo es evidente, aún falta ensamblar correctamente las piezas y reforzar algunas posiciones problemáticas. Y todo ello a pesar de que la Premier League sufre un trastorno bipolar que tiene a Chelsea, Manchester United, City y Tottenham por detrás de Southampton, Liverpool y el propio Arsenal. El año I puede ser un año en blanco. El aficionado gunner es consciente de ello, pero está tranquilo. Ya no se enfada por las derrotas, ya no llora por los fracasos. Ahora mira al campo y sí, se le iluminan los ojos, pero esta vez de ilusión.

El Arsenal ha cambiado de mentalidad, y aunque ha dejado su pasado atrás para mirar hacia un nuevo futuro, este cambio lo representan tres viejos conocidos de la grada del Emirates Stadium: Ramsey, Flamini y Giroud. A lomos de estos tres guerreros cabalga la idea de Wenger.

El fútbol de Ramsey sabe a café de Starbucks y suena como una canción de Coldplay. Y es esa mezcla entre lo comercial y la calidad lo que le hace tan bueno, tan diferente al resto, tan exclusivo. Lo riega con una agresividad impropia de un futbolista de su talento: por el equipo se llena de barro hasta las rodillas. No en vano es uno de los que más balones roba de toda la Premier. Y de los que más marca, once goles y cinco asistencias en dieciocho partidos entre todas las competiciones. Nada mal para ser centrocampista. Era el empujoncito final, lo que le faltaba a un futbolista que ha sufrido tanto en este deporte para llegar a la élite. Todo gracias a su intensidad.

Flamini, sin embargo, es otra cosa totalmente distinta. Es un tipo normal y corriente. De estos que te cruzas veinte por el camino si das un paseo no necesariamente largo por tu ciudad. Su aspecto desaliñado sobre el verde lo delata: no es futbolista. Lo que ocurre es que se mete tanto en su papel que el público y él mismo terminan por creérselo. Ni es muy alto, ni es muy rápido, ni es muy fuerte, ni es muy técnico. Y sin embargo es imprescindible, porque su entrega no tiene límites. Aparece en todos sitios y siempre que aparece lo hace bien. Y además manda, manda muchísimo en el campo. Quizá el hecho de no ser futbolista le da esa ascendencia, como el señor de la grada que recrimina a su equipo cuando las cosas no salen.

Y luego está Giroud, que vive el momento más dulce de su carrera. En cada balón que toca, transmite una superioridad aplastante sobre sus marcadores. Un toque de cara, un control imposible. Basta con un leve contacto del balón con su bota para saber que es ante algo muy grande. Durante mucho tiempo se le dijo lo más cruel que se puede decir a un atacante: que era más futbolista que delantero. Y tenían razón, porque su calidad no se veía recompensada con goles. Lo que pasa es que ahora Giroud está aprendiendo a ser también delantero, y casi todo lo que toca acaba en gol, ya se propio o de alguno de sus compañeros. Se ha convertido en uno de los mejores socios de la liga y ha elevado el nivel del Arsenal a otra dimensión.

El Arsenal representa el desorden ofensivo y todas las emociones del fútbol, porque las sienten de verdad cuando saltan al campo sus jugadores. Su cambio ha sido tan brusco y tan ilusionante que asusta. Incluso cuando pierden, cuando son superados con claridad y no son capaces de ser ellos mismos, son capaces de ganar un partido. Como el de Dortmund. O tienen serias opciones de ganarlo. Como el de ayer en Old Trafford. Algo está cambiando en el Islington, y tiene una pinta fantástica. Los aficionados gunners lucen orgullosos sus colores y su escudo. Como siempre, pero ahora con más motivo. Ahora van muy en serio.

PabloG.

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