miércoles, 13 de marzo de 2013

Fin de ciclo


Un vendaval de fútbol, una vuelta a los orígenes era lo que hacía falta al Barcelona para acabar con el ciclo más negro que ha atravesado desde que en el verano de 2008 Pep Guardiola configurara un equipo de leyenda que acabó conquistando el Sextete. Un ciclo que comenzó a fraguarse en el Barça-Málaga de la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey y que hoy ha mostrado su último capítulo; un ciclo que puso en cuestión a un bloque otrora incuestionable. La goleada fue épica, así como el transcurso de la misma. Una idea clara con un objetivo concreto: la remontada con el balón en los pies. Agresividad, descentralización y democracia futbolística. Y como premio los cuartos de final de la mejor competición del mundo. Ha vuelto el Barça, ha vuelto el fútbol.


¿Y si el fútbol en realidad fuera tan fácil como lo han hecho hoy los jugadores azulgrana? Más de un ataque cardíaco se hubiera evitado. El partido fue matemáticamente perfecto. Y cuando uno más uno son dos, Messi es el rey. El argentino fue el epicentro de ese terremoto futbolístico llamado Fútbol Club Barcelona. Se movió entre líneas, se asoció con facilidad sin ofuscarse en la jugada del siglo e hizo dos goles. En definitiva, no esperó que el balón fuese hacia él todo el rato, sino que él buscó el balón cuando el equipo lo necesitaba. El resultado no pudo ser mejor: dos goles que pusieron el partido de cara al filo del descanso. Eso sí, en la jugada inmediatamente anterior al segundo tanto culé, el sueño de la remontada pudo irse a pique. La tuvo Niang, solo frente a Valdés en una jugada que recordó mucho a la vaselina de Ramires que sentenció al Barça el año pasado, pero su tiro se topó con el poste. El Espíritu Santo, que no hizo acto de presencia en el Cónclave, se dio una vuelta para el Camp Nou y permitió a los catalanes seguir soñando.


Y aunque Messi dominara el partido a sus anchas, el gran vencedor del partido fue David Villa. El Guaje dio un golpe sobre la mesa y gritó bien fuerte que está de vuelta. Se desfondó sobre el césped presionando, abrió los espacios para las llegadas de sus compañeros y cerró su partido con el tercer gol de su equipo, el que le daba la momentánea clasificación. No se lo pensó: tras la extraordinaria recuperación de Mascherano y el fenomenal pase de Xavi, controló, miró a portería y la clavó en la escuadra con la clase que le caracteriza a la hora de definir. Celebró con rabia para quitarse esa losa que injustamente se le ha puesto encima. Si Villa está fino, no hay nadie que pueda realizar mejor su función en este equipo.


Pero el motor de este Barcelona, el único futbolista que no desfallece jamás y que por sí sólo es capaz de levantar al equipo sea cual sea la adversidad, tiene nombre y apellidos: Andrés Iniesta Luján. Se le está pegando el liderazgo de la vieja guardia, de esos eternos Xavi y Puyol que tanto han regalado a este equipo. Eso sólo puede ser bueno. Si al talento incombustible de Andrés le sumamos la capacidad de echarse al equipo a la espalda –y qué equipo–. Tenemos al futbolista perfecto. Y si no lo es, hoy se le pareció muchísimo. Omnipresente, se erigió como el gran recuperador del equipo para después dar un trato exquisito al balón robado. Fue una delicia verlo dirigir cada movimiento del Barça, cada puñalada que los culés asestaban a un impasible Milan. Pero siempre suave, sin alterarse demasiado ni tampoco al partido. Repartió el juego como la dulce chiquilla que reparte claveles en la plaza del centro. Divertido y divirtiendo, Iniesta demostró que no tiene parangón en la zona de tres cuartos: nadie en el mundo ni es, ni ha sido capaz de hacer lo que él hace.

Así llegó el Barcelona a los minutos finales, unos minutos que pudieron enturbiar el agua cristalina que brotó de su juego. Algunos despistes defensivos, unos más graves que otros, a punto estuvieron de dejar en nada la dulce remontada que fraguaron los de Roura con Tito en la cabeza. Pero entonces, Robinho realizó la jugada más absurda que se recuerda a estas alturas de competición. Si Iniesta dirigió con excelencia al Barça, ni el manchego pudo hacerlo mejor que el brasileño en la última jugada del partido: falta a favor del Milan, un gol les hubiera dado el pase a cuartos. Robinho coge el balón y manda a todo su equipo al remate, sabe lo que se juegan. De repente intenta jugarla en corto y la pierde, cavando de este modo la tumba europea de un triste Milan. Corrieron Messi, Alexis y Jordi Alba a la contra, el primero para el segundo y el segundo cruzado para el tercero. Como si de un déjà vu se tratase, el catalán volvió a batir por bajo a un portero italiano para poner el 4-0 en el marcador. Esta vez no regaló al Barça un título, pero le dio algo que, a la larga, puede llegar a ser mucho más importante. Hoy si se puede decir alto y claro: el Barça ha cerrado un ciclo.

PabloG.

2 comentarios:

  1. recuerdo que cuando vi el fallo de niang dije ''aqui cago el milan'', sabia que esa accion haria trizas la moral del milan y lo hizo, no puedo creer la cantada de mexes en el 4 gol

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    1. Totalmente, esa jugada fue la que definió el partido. Si el balón de Niang hubiera entrado, el Barcelona hubiera dicho adiós al partido muy probablemente. Pero no entró, y Messi fulminó a la contra. Esa es la auténtica magia del fútbol.

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