domingo, 24 de febrero de 2013

El más alto vuelo del cisne: El Swansea es campeón


Se ha cerrado el círculo. El Swansea se ha convertido en el primer club galés en proclamarse campeón de la Copa de la Liga inglesa y el año que viene paseará orgulloso su escudo por Europa. Lo hizo con justicia, en un partido que dominó de principio a fin y en el que el histórico marcador de cero a cinco pareció demasiado corto. Lo hizo frente al Bradford, ese meritorio equipo de la cuarta división inglesa que eliminó al Arsenal y al Aston Villa, y que sueña con algún día ser como el Swansea. Porque, aunque parezca increíble, inimaginable hace unos años, los galeses eran hoy el equipo grande. ¿Qué sentirían Britton, Williams, Rangel y Monk ante esta situación? ¿Qué se les pasaría por la cabeza a estos cuatro jugadores que han vivido día a día la gloriosa y hermosísima historia de este equipo, desde el inframundo hasta la gloria?



Algo hacía presagiar que esto sucedería tarde o temprano. Ese precioso estadio situado en el Sur de Gales estaba destinado a albergar los más importantes partidos. Incluso en aquellos días en los que el Swansea se arrastraba por la League Two y todo parecía estar abocado al fracaso. Pero una idea, una apuesta, revolucionó al Swansea, a Gales, al Reino Unido y al mundo del fútbol. Llegó Roberto Martínez y con él la alegría. Implantó el juego de toque, el balón raso y la paciencia para alcanzar los objetivos, que se fueron sucediendo a un ritmo inverosímil. Después, Paulo Sousa dio continuidad al proyecto, Brendan Rodgers lo perfeccionó y Laudrup le dio una dimensión diferente: lo transformó en una referencia a nivel británico.


Cuando uno echa la vista atrás y piensa en el equipo de Martínez se da cuenta de que, a pesar de que la idea es la misma, nada ha vuelto ni volverá a ser lo mismo. Dos hombres simbolizan la transformación de los cisnes: Jason Scotland y Michu. El Swansea ha pasado de contar con un delantero fuerte, poderoso y arrollador a la sutileza del falso nueve. Michu se asocia como un centrocampista más, abre espacios como un segundo delantero y define como un ariete puro. Es el alma del equipo; espigado, preciosista y majestuoso como un cisne. Es el sello de identidad del equipo, el factor que marca la diferencia. Hoy no sólo marcó un gol, dio una lección acerca de cómo jugar en esa posición. El primero llegó gracias a un potente disparo suyo de cuyo rechace se aprovechó Dyer;  el cuarto vino tras un preciso pase interior que dejó solo a De Guzmán y que obligó al portero Duke a arrollar al holandés. Pero donde realmente se vio la importancia de Michu fue en el tercer gol. Dos movimientos, tan sólo abrir las piernas para dejar pasar el balón y un pequeño saltito para que éste volviera a Dyer, hicieron que el Swansea decidiera el partido. No se apreció a simple vista, pero sus amagos descolocaron a la defensa y sirvieron el gol en bandeja a su compañero. Se siente el líder, por eso se puede permitir la licencia de calmar a Dyer en su enfado por no tirar el penalti que le hubiera regalado el hat-trick. “Tranquilízate, el equipo está por encima de los logros individuales”, pareció decirle acertadamente. Michu no quiere que Swansea se le quede pequeño, quiere hacerlo grande con su esfuerzo y sacrificio.

La final fue una fiesta. Por primera vez en la historia, el fútbol cupo dentro de las cuatro gradas que delimitan el mítico estadio de Wembley. En ese espacio se concentró toda la alegría de dos pueblos, la ilusión de dos aficiones y la simpatía del mundo entero, que observaba atónito como la humildad peleaba por la gloria. El obrero ya tumbó al burgués, ¿qué más daba quién fuera el campeón ahora? Ese fue el ideal del Bradford y de su gente. No pudieron ni tan siquiera inquietar al Swansea en el verde, pero sus banderas no cesaron de agitarse en la grada. Fue increíble. ¿Quién dijo que en el fútbol sólo puede haber un vencedor? Esta tarde ha quedado bien patente que no sólo gana el que mete más goles, sino el que más emociones le aporta al juego. Es un triunfo simbólico, pero a la larga mucho más importante. El Bradford, a pesar de la derrota, ha pasado a la historia para siempre. En el año de su centenario, el Swansea se llevó la copa en una fiesta que se recordará los próximos cien años.


PabloG.

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