domingo, 17 de febrero de 2013

Caballero y Portillo marcan la diferencia


En ocasiones, un pequeño detalle es capaz de decidir una batalla de noventa minutos en la que no se puede apreciar un claro vencedor. Esa es la magia del fútbol, deporte rebosante de emociones. Sin embargo, esto no ocurre siempre. Otras veces existen diferencias insalvables entre uno y otro equipo. Un primer tiempo sublime y un gran portero en estado de gracia sirven para finiquitar a cualquiera; más si cabe a un Athletic que, aunque mostró una inmensa mejoría en la segunda mitad, sigue sin encontrar aquella senda gloriosa que hace un año le condujo a disputar de manera brillante dos finales.


Dos protagonistas, acompañados en todo momento por la que se presume la gran estrella del futuro, hicieron que el partido tuviera dos actos bien diferenciados. Cuando apareció el primero no hizo falta que asomara el otro; en cambio, cuando el segundo más lucía, más se echaba en falta al primero. La primera mitad de Portillo fue como un sueño hecho realidad. En un Málaga algo cambiado debido a lo cercana en el tiempo que se halla la gran final de Oporto, el paleño fue capaz de brillar por encima del resto. Ni siquiera Isco, siempre estupendo, fue capaz de hacerle sombra. Acaparó el balón y distribuyó como si llevara toda la vida jugando en la medular, alzando su voz para decir que está aquí y para muchos años; que poco importa quién salga o quién entre, él es capaz de hacer a jugar al equipo de la mejor manera posible. Claro, con el césped en un gran estado, todo es mucho más fácil.

Pero si Portillo estuvo excelente, el que más sorprendió fue Piazon. El talento brasileño, el hambre de la juventud y la suavidad en el toque que es sello de identidad de este equipo hacían presagiar que el Málaga había firmado una perla. Destacó cada vez que tuvo ocasión con la canarinha y con los reservas del Chelsea e incluso con el primer equipo, pero su actuación de ayer fue quizá la más completa que se le recuerda si tenemos en cuenta que tiene sólo diecinueve años. Piazon, arropado en todo momento por el espectacular físico de Baptista, que está de vuelta, y la potencia de Antunes, que acaba de llegar para quedarse, fue un tornado por la izquierda. Se encargó de proponerle a Iraola una partida difícil de ganar, sobre todo a los diecisiete minutos, cuando un recorte dejó al brasileño con todo a favor para ponerle en bandeja el gol a Saviola. Pero lo mejor de la actuación de Lucas fue su implicación. Se desvivió en ataque y se vació en defensa, sorprendiendo a propios y extraños. Sin duda, fue el elemento de cohesión entre los dos actos del encuentro.


Porque en la segunda parte, el león volvió a rugir. Quizá con menos fiereza que antes, pero con la misma ambición. Cuando De Marcos comenzó a carburar, cuando el empuje de Susaeta se hizo patente, el Athletic despertó y el dominio quedó en igualdad. Pero en esos momentos en los que el Málaga más bajó su nivel, apareció el gran héroe de la tarde: Willy Caballero. Si Sabella no quiere ver que es el mejor portero, no sólo de Argentina, sino de la Liga BBVA actualmente, allá él. El caso es que los de Bielsa no lo olvidarán tan fácilmente. Ya dejó un aperitivo sensacional en el primer tiempo con una doble parada imposible a Ibai y Aduriz. Lo de la segunda parte fue diferente, aunque igual de espectacular. Si el Málaga pudo hacerse con los tres puntos fue por su soberbia actuación. Las paró de todos los colores: de falta, a bocajarro, de manera sobria y espectacular. Cuando más apretó el Athletic, con Aduriz y Llorente en el campo, más lució Caballero. Tanto, que en unos últimos minutos de infarto, lanzó una contra que el recién ingresado Joaquín no culminó por un palmo. Ahora sólo falta que repita gesta en Portugal y deje la eliminatoria encarrilada. El sueño debe continuar.

PabloG.

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