miércoles, 28 de agosto de 2013

Matar al gigante

El Liverpool pasó a la siguiente ronda a costa del Notts County. Y fue una pena, porque el equipo profesional más antiguo del mundo estuvo a punto de dar la campanada en Anfield. Llegó a la prórroga, y hasta el último minuto de la primera mitad de esta, los de Brendan Rodgers no pudieron decantar definitivamente la balanza. Estuvo tan cerca… Pero los magpies hicieron un partido dignísimo. Aprovecharon al máximo sus escasos recursos y, cargados de orgullo y honra, tuvieron contra las cuerdas a los reds en su mítico estadio durante buena parte del partido. Acabaron perdiendo porque Sturridge, Sterling, Coutinho, Gerrard y Henderson son demasiado para casi cualquier equipo de la Premier. Pero su hazaña, bajo la atónita mirada de The Kop, fue increíble.


Los hombres de Chris Kiwomya no salieron a especular. Salir compactos atrás y con las líneas juntísimas. Tanto que por momentos se perdía el dibujo táctica: no se sabía bien si estaban jugando con un 4-4-2, con un 5-4-1, con un 6-3-1… De hecho, muchas veces acumulaban a los once futbolistas de campo por detrás del balón. El gol de Sterling a los cuatro minutos no trastocó los planes del Notts ni un ápice. Sabían la única manera de tener opciones era estar cerrados atrás y salir con fiereza a la contra. McGregor y Labadie serían los elegidos para lanzar los contragolpes del County. Ambos firmaron un partido estupendo y en cada arrancada suya se podía palpar el peligro. Ni un metro recorrido de más, ni un metro de menos. Siempre el esfuerzo justo y con mucho criterio. En especial brilló el partido del escocés, cedido al equipo de Nottingham por el Celtic, el mejor de los magpies también en la distribución del balón.

Porque el Notts County, equipo humilde como pocos, tenía un empeño en Anfield: salir jugando siempre. Laterales abiertos y centrales con la cabeza levantada, como en los mejores equipos de Europa. La jugada no se masticaba demasiado y abundaban los pases verticales. Pero se iniciaba la jugada moviendo el balón, como debe ser para crear las situaciones más ventajosas posibles. Esto tiene un mérito añadido si tenemos en cuenta que el equipo compite en la League One, la tercera división del fútbol inglés, en la que el pelotazo es el modelo a seguir.

A la media hora de juego llegó el segundo del Liverpool. Fue obra de Sturridge, que reventó sin piedad a Bialkowski, pero bien podían habérselo dado a Gerrard. El eterno capitán red sacó el tiralíneas y le dio a su compañero un preciso pase de veinte metros para que sólo tuviera que chutar. Ese gol, más que desanimar al Notts lo desató. En la segunda mitad devoró lentamente al Liverpool hasta arrinconarlo en su campo. Primero fue el gol de Arquin, que hizo creer a la multitud de fans de Nottingham que se desplazaron a la ciudad de los Beatles. Y a partir de ahí se construyó el sueño. Un sueño perfectamente cimentado por Kiwomya, que nunca perdió la compostura. El equipo se mantuvo fiel a sus ideas: firme atrás y con rápidas salidas a la contra, pero cada vez era más difícil de controlar para el Liverpool. Nunca se fueron a lo loco. Al contrario, mientras más presión tenían, más ordenados salían. Ni siquiera los tres tiros al poste que lanzaron los de Rodgers –primero Agger, luego Gerrard y después Touré– hicieron claudicar al County.

Y al borde del final del partido, llegó el éxtasis. Adam Coombes acababa de entrar al terreno de juego sustituyendo a Bell. Y en ese momento, el Community manager tuiteó una frase premonitoria. “¡Adam, conviértete en una leyenda del Notts!”. Ni siquiera le dio tiempo a aclimatarse al ritmo del juego, al ambiente de Anfield, cuando ya le apuntaban los focos. Es más, era el primer balón que tocaba. Pero con coraje, acompañando la jugada hasta el final, Coombes hacía el empate para el Notts County y la afición se volvía completamente loca. Literalmente. Nos iríamos a la prórroga. Sí; el 27 de agosto de 2013, el Notts County jugaría la prórroga frente al Liverpool en Anfield porque le había empatado el partido durante los noventa minutos.


Lo que sucedió en la prórroga fue lo esperado. A pesar de que el Liverpool la disputó con diez futbolistas debido a la lesión de Kolo Touré cuando los cambios ya habían sido agotados –fue la tercera lesión de los reds en el partido tras la de Cissokho y Allen–, se impuso por el físico. No fue tanto una cuestión técnica, sino de cansancio. Entre Sturridge y Henderson destrozaron al Notts. Y fue una pena, porque el gigante estuvo a punto de morir a manos del enano. Pero se marchó vivo, aunque malherido: la guerra que le dio el pequeño Notts County fue absolutamente memorable.


PabloG.

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