martes, 31 de julio de 2012

Savia nueva en la piscina


Si por algo se caracteriza el deporte, es por que no existe una única solución a los problemas. No todo tiene que ser, o blanco, o negro. También existe el gris. O el dorado más brillante, como en este caso. Se presuponía que en estos Juegos se pondría en entredicho la supremacía del gran Michael Phelps, y al instante aparecía un único nombre en la mente de todos los aficionados al deporte: Ryan Lochte. Su compatriota era el elegido para arrebatarle su preciado trono. Pero no. No están siendo los Juegos de Lochte. Al menos, no del todo, porque ahí cuatro estrellas de aspecto juvenil están brillando con luz propia: Yannick Agnel, Ye Shiwen, ‘Missy’ Franklin y Ruta Meilutyte.

Todo parecía definido en la prueba de 4 x 100 libres, incluso antes de saltar a la piscina. El equipo estadounidense parecía el claro vencedor de la prueba, no cabía otra imagen en la mente de los aficionados. Un equipo que tiene a Phelps y a Lochte en sus filas está predestinado al oro; el resto debería  luchar por la plata. Pero esto es deporte, y aquí no siempre prima la lógica. USA comenzó como un tiro con Nathan Adrian en el agua, que cedió el testigo en primer lugar. Entonces apareció en escena la leyenda de la natación mundial, Michael Phelps. El tiburón de Baltimore hizo lo que se esperaba de él: nadó los cien metros más rápido que nadie para cederle el testigo a Cullen Jones con una distancia más que considerable. No tenía que dar una exhibición. Con Lochte en la última posta, manteniendo la distancia bastaría para el oro. Y el americano cumplió. Entonces saltó Lochte, con el objetivo de agrandar su naciente leyenda. Pero había alguien que también  quería ocupar las portadas. Francia se había aproximado a los puestos de cabeza, junto a Australia, aunque a cierta distancia de USA. Era, sin duda, una gran noticia para la natación francesa, que optaría a medalla. Muchos se hubieran conformado con obtener un metal en la prueba. Pero bastó con que uno no lo hiciera. Cuando Lefert dio el relevo a Agnel, el joven de Niza sólo tenía una idea en la cabeza: truncar el mito de Lochte. Se aproximó en los primeros cincuenta metros; lo destrozó en los últimos con una exhibición de potencia para darle el oro a su país, que ganaba la prueba por primera vez. Agnel irrumpía en los Juegos por la puerta grande. Lograba arrebatarle a USA una prueba típicamente americana, únicamente perdida en dos ocasiones (Sydney 2000 y Atenas 2004).

No había por qué dramatizar, un resbalón lo puede tener cualquiera, como lo tuvo el propio Phelps en los 400 estilos. Lochte podría tomarse la venganza de la forma más dulce en la final de los 200 libres. Se había generado muchísima expectación alrededor de la prueba. La carrera del siglo la llamaban, y, probablemente lo sería. Con Sun, Park, Biedermann, el propio Lochte, y, por supuesto, Agnel en la piscina, pocos escenarios mejores se podían dibujar. Los primeros cincuenta metros fueron un poderoso pulso entre Lochte y Agnel, en el que el francés tomó cierta ventaja sobre el americano. Pero hasta ahí llegó la prueba. Tras el primer viraje, la larga y delgada figura del joven nadador de Niza fue inalcanzable para sus perseguidores, incluido Lochte. Ryan se vio superado, destronado, abatido, resignado. Sufrió lo indecible en la prueba. Tanto, que mientras Agnel exhibía su poderío parando el crono en 1:43.14, él siguió peleando, ya no por el oro, sino por subir al cajón. Finalmente acabó con el tercer mejor tiempo, pero fuera del podio. Park y Sun, Sun y Park, tocaron la placa al mismo tiempo con 1:44.93. El americano se quedó sin medalla y a casi dos segundos del gran Agnel, el nuevo rey de la natación y de estas Olimpiadas.


Más discutido está el trono de reina de Londres, porque la verdad es que nivel no falta en las pruebas acuáticas. A la ya presentada candidatura de la discutida Ye Shiwen, se unió ayer la de ‘Missy’ Franklin, que volvió a dominar la piscina a su antojo. A pesar de la dificultad que presentaba la final de los 100 metros espalda, ‘Missy’ superó la prueba con nota. Comenzó bien, a una distancia considerable de la australiana Seebohm, magnífica nadadora y mucho más explosiva que Franklin. Pero tras el viraje, comenzó la verdadera carrera de la estadounidense, que fue aumentando el ritmo hasta dejar atrás a Seebohm y parar el crono en 58.33, treinta y cinco centésimas más rápida que su rival australiana.


Pero Franklin no fue la única que se exhibió ayer en el Aquatics Center. Hubo una joven lituana que irrumpió con fuerza en estas Olimpiadas. Su nombre es Ruta Meilutyte y logró parar el crono en 1:05.41 en la final de 100 metros braza. En la tierra cuenta con tan sólo quince años; en la piscina aparenta al menos diez más. Su hazaña fue posible gracias a un inicio fulgurante en el que dejó atrás a una de las mayores favoritas, la que fuera medalla de plata en Pekín, Rebecca Soni. Tras los primeros cincuenta metros, Soni no pudo recuperar la distancia. Y no pudo porque la quinceañera Meilutyte aguantó su ventaja como una aunténtica veterana, con fuerza y orgullo, para entrar en la historia de los Juegos. La savia nueva viene pisando muy fuerte.

PabloG.

2 comentarios:

  1. Gran artículo una vez más. Maestro Segurola ha manifestado sus dudas respecto al caso de la china. Está claro que por el momento hay un protagonismo muy compartido en natación. Lo que me ha dejado asombrado es lo que ha hecho Phelps hoy: por una parte ha sufrido la peor humillación al perder una prueba en la que llevaba 11 años imbatido y por otra convertirse en el deportista olímpico más laureado de todos los tiempos. Sin embargo, creo que hoy es un día triste para él, después de todo, hubiera deseado establecer el nuevo registro de medallas entrando por la puerta grande y dejando en pie ese imperio en los 200 mariposa.

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    1. ¡Muchas gracias!

      Sí, lo leí en la charla que tuvo esta mañana en Marca.com, lástima que llegué algo tarde para preguntar.

      Nos ha sorprendido a todos. Bueno, en realidad creo que nos ha sorprendido porque pensamos que Phelps es un humano más, y no nos damos cuenta de que es el más grande de los humanos. Aunque Phelps se pegue el batacazo más grande de la historia, sabe levantarse para exhibirse en la siguiente prueba.

      Comparto tu idea, a pesar de haberse consagrado como el mejor deportista de la historia, no creo que el tiburón de Baltimore esté demasiado contento. Vuelvo a repetir, no es un humano cualquiera. Es Phelps.

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