No
aprenden. Se empeñan en batirse en los duelos más extraordinarios del panorama
futbolístico con su ciudad como testigo. No entienden que los hermanos deben
llevarse bien por naturaleza. Por suerte, no aprenden. Con la liga en un puño y
Manchester paralizada, el duelo entre el Cielo y el Infierno volvió a ofrecer
una nueva entrega. No será la definitiva, pero probablemente haya sido la más
espectacular de la historia. Un emocionante dos a tres reflejó fielmente en el
marcador lo que se pudo observar en el campo durante algo más de noventa y seis
minutos. Espectacular.
Planteó
el partido Ferguson como viene siendo habitual en las grandes fechas
últimamente. Sin precipitaciones, sin desesperarse. Con la solidez como
bandera, los red devils permitieron
que el balón eligiera con quien estar. No le dejaron opción sin embargo los sky blues, sabedores de que la posesión
puede y debe ser su principal arma. Silva se nombró comandante y dirigió las
ofensivas con Nasri y Touré como subordinados. Con un ochenta por ciento de
posesión en los primeros minutos, nada hacía pensar lo que se avecinaba. Fue en
una contra donde el partido comenzó a coger color. Inició Ashley Young con un
suave toque de cabeza y la devolución de Van Persie permitió que el extremo
inglés incendiara la banda. La dejó para Rooney, que con un recorte a Kompany enseñó
a Joe Hart la trayectoria que el balón seguiría, con delicadeza, al palo
contrario.
Hasta
ahí llegó el físico del belga, que tuvo que ser sustituido por el otro Touré. Y
mientras Kolo se aclimató, llegó el segundo tanto visitante. Enmudeció el Etihad
Stadium con un dos contra uno en banda derecha en el que Valencia y Rafael
dejaron a la luz las vergüenzas de Clichy. Se intuía lo que iba a ocurrir. Otra
vez Rooney, en el área, aparecía para poner tierra de por medio. Sin dominio y
sin ocasiones, pero con efectividad. Así es el United de los últimos tiempos;
pero no nos engañemos, eso es lo que lo convierte en uno de los equipos más
temibles del Viejo Continente.
Y
el partido se rompió. Enloqueció en cuestión de segundos. Van Persie se sacó un
disparo marca de la casa desde la frontal que hizo temblar el poste y a
Manchester, y su rechace lo empujó a gol Ashley Young. El árbitro anuló con
desacierto el tanto. Fue el principio del fin. A la contra, el City se plantó
con un cuatro para tres. Fallaron Tévez y Silva; paró De Gea con maestría, pero
el trallazo final de Touré fue demasiado. Renació el derbi y el centro del
campo desapareció. Sólo se pudieron ver acciones de área en unos minutos en los
que el City pudo lograr el empate en varias ocasiones. La más clara la tuvo
Silva en sus botas dentro del área pequeña. La imagen dará la vuelta al mundo:
disparó fuerte el canario y De Gea, sin querer –o quien sabe–, sacó el balón
con el hombro y con la ayuda del larguero.
El
City no quería que se escapara el partido. Entró Dzeko, el hombre milagro de
los cinco minutos finales. Nadie tiene más mística en esos tramos de partido
que él, el hombre que hizo campeón al City cuando todos lo daban por muerto.
Ferguson conocía la historia y decidió amarrar el centro del campo con Jones.
Fue en vano. En un córner en el que reinó el despiste, Zabaleta llegó desde la
frontal para poner el empate en el marcador. Otra vez a falta de cinco minutos.
Dos
a dos, un estupendo resultado para los dos equipos. Para unos porque jugaban en
casa del eterno rival y podrían mantener su ventaja en la tabla y el liderato;
para otros porque después de ir perdiendo cero a dos, cualquier resultado es
bueno. Pecaron de conformismo. Nadie contó con el factor Van Persie. El
holandés nunca se da por vencido. Fue capaz de brillar en el Arsenal de Henry,
en el de Cesc Fàbregas, y sostener al equipo cuando carecía de referentes con
una temporada soberbia, la misma que le catapultó a Manchester. Sabe que ya es
una superestrella y que debe rendir como tal. Nunca decepciona y hoy no iba a
ser una excepción. Con dos minutos del descuento ya cumplidos, vio en una falta
en la frontal la ocasión de su vida. Colocó el balón con mimo y tomó una larga
y lateral carrera hacia la gloria. No estaba permitido el fallo; tampoco estaba
en su mente. Disparó con fuerza, para que la pierna de Nasri no fuese una
enemiga, sino una aliada a la hora de batir a Hart. Volvió a lograrlo.
Llovieron
objetos de todo tipo sobre el césped de Manchester. La cara ensangrentada de
Ferdinand reflejó todo el nerviosismo que se vivió en la grada, fruto de la
incredulidad. Nadie podía creer lo que estaba viendo. La ciudad de Manchester
vuelve a las manos que casi siempre la dominaron tras una batalla espectacular.
Los seis puntos de diferencia en la tabla no tienen ningún valor comparados con
el orgullo herido de una afición que esperaba repetir la épica del año pasado
(1-6 en Old Trafford y 1-0 en el Etihad). Pero no; Manchester seguirá siendo un
Infierno al menos hasta la vuelta.
PabloG.
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