No
es casualidad. A falta de casi una veintena de jornadas, la Liga de las
Estrellas parece tener ya un dueño muy claro, y esta situación radica de un
hecho muy concreto: la superioridad del Barça sobre su competidor más directo,
el Atlético de Simeone. Con el Madrid de Mourinho combatiendo sombras, la liga
carece de sentido. Este equipo es demasiado bueno como para ser parado por los
demás. Así lo revela la estadística: dieciséis jornadas, cuarenta y seis
puntos, quince victorias y un único empate, concedido frente al equipo blanco.
Los de Vilanova atacan y defienden mejor que nadie, y además cuentan con Messi
para resolver cualquier tipo de problema. Brutal.
El
planteamiento de Simeone fue sencillo: un 4-4-2 con las líneas muy juntas y
metidas en su propio campo para no dejar ni el más mínimo espacio a Messi.
Funcionó de maravilla. El Barça se sentía demasiado incómodo en los primeros
minutos. Tocaba y tocaba sin avanzar ni un palmo y con un Atleti muy fresco
enfrente que al más mínimo error se plantaba frente a Valdés. A esto hay que
sumarle que Messi tenía que recibir demasiado alejado del área. El argentino no
sabía dónde situarse para tener un contacto eficaz con el balón. La pedía con
desesperación en la banda y por último decidió asumir el rol de creador del
juego azulgrana. El resultado fue el mismo, nada. Además, un error suyo al
recibir el balón dio lugar a la contra que desembocó en el gol de Falcao. El
Tigre ya había avisado anteriormente con un remate al poste, pero esta vez nada
pudo impedir su gol.
Tras esta pérdida, Falcao hizo el primero |
Pero
lo que hizo que el partido se decidiera definitivamente ocurrió en la segunda
mitad. El Barça continuó con su dominio, con su exagerada posesión pero sin
presencia en el área. Sin presencia hasta que apareció Messi. Le bastó un
balón, probablemente el único que tocó en zona de peligro, para poner el
tercero. Y a partir de ese momento, el Barça se liberó definitivamente,
tocando, rotando y controlando el partido con el balón en los pies. Quizá en el
guión no estaba escrito un último gol, pero Godín se encargó de entregárselo a
Messi para que ampliara su récord hasta los noventa goles.
Sin embargo, fue curioso un detalle: Messi siguió situado en el inicio de la jugada incluso después de su primer gol. Ni siquiera la entrada de Thiago por Alexis varió la posición de la Pulga. Estaba empeñado en acompañar posicionalmente el soberbio partido que firmó Iniesta y al talento de Xavi; empeñado en mostrar que es un futbolista total, capaz de generar una jugada de peligro y finalizarla con la misma facilidad.
Que
el Barça le debe mucho a Messi es una realidad. Le debe casi todo, pero dentro
de ese casi hay un matiz inmenso. El Barça es una máquina que rezuma fútbol por
los cuatro costados, tanto en defensa como en ataque. Esto se pudo comprobar en
dos momentos bien distintos: primero en los minutos en los que el Atlético más
incordió a Valdés y después cuando el partido necesitaba un control que no
afeara el espectáculo. Para el primer caso, la defensa culé realizó a la
perfección la defensa en rombo; para el segundo, el ágil toque en espacio
reducido. Disfrutemos de este equipo, porque es algo irrepetible.
PabloG.
Un análisis perfecto. Gracias!
ResponderEliminar¡Gracias a ti por participar!
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