Sólo
el tiempo es capaz de convertir lo extraño en cotidiano. En éstas vive el
Granada, perdido sin saber muy bien por qué en la parte baja de la
clasificación. Hay un buen equipo, un buen bloque y un buen entrenador. Anquela
lo es, a pesar de lo que quieran decir los números, pero quizá Granada no sea
su sitio. No le está acompañando la suerte y la afición comienza a
desesperarse: pase lo que pase en el resto de partidos, esta semana dormirán en
descenso. Parece que su tiempo en la capital nazarí se ha agotado. Puede que
sea lo mejor para ambas partes; sus hombres necesitan nuevos aires y él
también. Pero una cosa está clara: el castigo recibido hoy, en parte, fue excesivo.
Resulta
casi paradójico que el Granada no haya logrado ni un gol en La Rosaleda. Fue
mejor que el conjunto local durante buena parte de la primera mitad y contó con
grandes ocasiones salpicadas durante todo el partido. Cada arrancada de Torje
era un sufrimiento, pero faltó la definición arriba. Fallaron Ighalo, Benítez, Jaime,
El Arabi y Brahimi; algunas ocasiones tan claras como un balón que se fue fuera
con la portería vacía. Inexplicable. Tampoco hay que desmerecer la actuación de
los más retrasados del Málaga. Weligton estuvo imperial en boca de gol evitando
más de dos y tres ocasiones, y el partido de Willy Caballero es digno de
revisión. Canta demasiado que no aparezca en las convocatorias de la selección
argentina siendo el portero más en forma de España. Volvió a sostener al Málaga
en los momentos más delicados, en esos en los que parecía que el partido se iba
a romper sin remedio.
Eso
sí, no es de extrañar que el conjunto rojiblanca encajara semejante goleada. Y
no porque el Málaga desplegara un juego exquisito, que sólo lo hizo en los
minutos finales cuando su rival bajo los brazos. La culpa estuvo atrás, con
Toño como brillante excepción. Demasiado rígidos Diakaté y Mainz ante la movilidad
blanquiazul. Joaquín supo enseñarles pronto el camino. Un resbalón del segundo
propició que el gaditano se plantara solo frente a Toño. Lo batió por bajo y
cantó el primero. Rompió con un suave toque todo el trabajo de dominación
nazarí y abrió la veda. Después, el Málaga se puso a jugar. No con la soltura
de siempre, pero lo justo para incomodar al Granada. En una de estas jugadas,
llegó el segundo. Tras varios toques en la frontal, el balón llegó a Saviola.
No se puso nervioso: la bajó, recortó con maestría a su marcador y puso raso el
dos a cero.
Era
una tarde de rencuentros: Benítez volvía a verse las caras con Clos Gómez
después del botellazo; Anquela, con Pellegrini después del ‘Alcorconazo’; el
Granada volvía a Málaga con la fiesta que ello conlleva… y lo más importante:
Monreal se rencontraba con el césped. Dos meses después, el navarro volvió a
sentirse futbolista. Tan sólo jugó media parte, pero rayó a un gran nivel. Como bien explicó en
su día Fran Alameda, el Málaga, mientras mayores asociaciones
en menos espacio tenga en la banda izquierda, más peligroso es. Isco volvió a
sentirse seguro con la presencia del internacional español a su lado, y las
ayudas de Joaquín y Portillo resultaron decisivas. Fue el factor diferencial
que hizo que el partido cambiara de dueño.
Con
el Granada intranquilo en busca del empate, la entrada de Buonanotte dinamitó
el choque. Es pequeño y débil para luchar en el cuerpo a cuerpo, pero su
inmensa calidad suple todas y cada una de sus carencias. Sabe cuál es su rol y
como explotar sus cualidades dentro del engranaje blanquiazul. Explotó la banda
izquierda a base de carreras cortas y de llevar el balón atado al pie. Una
escapada suya provocó que fuese derribado cerca del pico del área. Fue la
excusa perfecta para que Joaquín la templara
con dirección a portería y Camacho se elevara sobre el resto para
ampliar aún más la diferencia. Pero el show
de Buonanotte no terminó ahí. No cabe duda de que desea fuertemente un puesto
en el once. Esta vez tuvo un invitado de excepción a su fiesta particular:
Roque Santa Cruz. El paraguayo lo hizo todo bien en la jugada. Inesperadamente,
sacó desde la banda un cambio de orientación que hubiera firmado el mejor
centrocampista del mundo. La pinchó Buonanotte en el área, expectante ante la
llegada de su compañero. Recibió de nuevo Roque para quedarse solo frente a
Toño después de un magistral control con el pecho, y fusilar a placer al meta
granadista. Fue la guinda a una noche fantástica para el malaguismo, que
recupera así la senda victoriosa.
PabloG.
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