Una
locura de partido y una locura de Arsenal. Literalmente. Diez tantos se vieron
en el Emirates Stadium: siete para los gunners
y tres para el Newcastle. Sin embargo, no se puede decir que el partido del
equipo de Arsène Wenger fuera brillante. O, mejor dicho, no se puede decir que
fuera del todo brillante. Tuvo ratos excelentes, en los que pudo arrollar a
cualquiera que se le pusiera por delante, pero también volvió a caer en sus
pecados más comunes. Se desconectó, se fue del partido y permitió que las
urracas se le subieran a las barbas. No aprenden, pero mientras tanto hacen
disfrutar como nunca a los aficionados al fútbol. ¡Qué espectáculo!
Este
Arsenal se rompe y hoy lo hizo más veces de la cuenta. Cada vez que se puso por
delante se tomó unos minutos de respiro imperdonables en la Premier y más
frente a un rival como el Newcastle. Los hombres de Alan Pardew hicieron un
buen partido comandados por el inagotable talento de Sylvain Marveaux y el
apetito goleador de Demba Ba. Entre los dos lograron sacar los colores al
Arsenal y marcar tres goles que sembraron las dudas en Londres. Sobre todo
después del segundo, el único que firmó el mediapunta francés, que remató en
boca de gol una gran jugada de Obertan después de que Kieran Gibbs se olvidara
de su presencia. Fue el fiel reflejo del partido defensivo del Arsenal:
despistes, falta de concentración, relajación… y ruptura.
Puede
parecer que Arteta no sea el stopper
que necesita este equipo, pero eso es un error mayúsculo. Es cierto, no es un
pivote al uso, pero es el ideal para este equipo. Sabe manejar el ritmo del Arsenal
y administrar los marcadores con el balón en los pies. Ese es el principal
problema: cuando el Arsenal se puso por delante en el marcador, cedió el balón,
inexplicablemente, a su rival. Así es imposible. Se echó en falta una mayor
implicación por parte de Cazorla y Wilshere cuando el viento sopló a favor. Se
fueron del partido y con ellos el Arsenal. Si a esto le sumamos una fragilidad
defensiva preocupante, tenemos la respuesta a la ecuación. Demba Ba puede
transformar una falta desde la frontal en gol con la ayuda de Wilshere, y
Marveaux puede sacarse un pase genial con el exterior del pie para que el
propio Demba Ba marque, pero el segundo gol es inadmisible. Todo radica de un
mismo punto: el Arsenal necesita el balón en los pies.
Sin
embargo, la capacidad de reacción del equipo fue envidiable. Hasta en cuatro
ocasiones se puso por delante en el marcador hasta que logró amarrar
definitivamente la victoria. Jugó en corto y con rapidez para crear unos
espacios que terminaron por marcar las diferencias. En definitiva, el viejo
Arsenal de siempre. Este equipo tiene un futuro esplendoroso, pero también
puede tener un gran presente. Calidad no falta, regularidad sí. Cuando las
cosas fueron mal, Wilshere organizó por el centro para devolver la ventaja.
Hubiera firmado un encuentro magnífico si no llega a ser por su desconexión en
los minutos –aparentemente– más plácidos de su equipo. De hecho, una internada
suya por la banda izquierda permitió que el 3-2 subiera al luminoso. Centró con
mucha parábola y picardía hacia la puerta de Krul y el despeje de Coloccini se
topó con el larguero para que Podolski la empujara bajo palos. Pero los grandes
protagonistas del partido en clave gunner
fueron otros: Chamberlain, Gibbs, Giroud y, muy especialmente, Walcott.
El
jovencísimo extremo inglés, que desembarcó en el Emirates el año pasado procedente
del Southampton, logró estrenarse como goleador en la Premier League para poner
el 2-1. Estuvo incisivo y su velocidad fue un hándicap para la defensa del
Newcastle. Lo mismo ocurrió con Gibbs. El lateral zurdo firmó un partido
sensacional –dejando a un lado su error en el segundo gol– y fue un peligro
constante arrancando desde la izquierda. Se entendió a las mil maravillas con
Podolski y supo leer perfectamente cada movimiento del alemán, lo que le hizo
aún más peligroso. Su impacto ofensivo fue tal que estuvo a punto de marcar en
dos ocasiones y pudo brindarle una asistencia a Walcott. Aunque aún mayor impacto
causó el francés Giroud: entró en el campo con 4-3 y en apenas trece minutos
logró poner el 6-3 en el marcador gracias a un remate en plancha y un potente
disparo que culminaron dos grandes asistencias de Walcott. Aportó al equipo la
serenidad ofensiva que necesitaba para ganar el partido.
Mención
aparte merece Theo Walcott. El internacional inglés firmó una actuación
imperial, muy digna de los mejores jugadores del planeta. Tres goles, dos
asistencias y el hecho de llevar todo el peso ofensivo de su equipo hablan por
si solos. Abrió el marcador con una contra y una definición al palo largo que
trajo a la memoria al mejor Thierry Henry. Esos gestos, esa velocidad
endiablada, ese catorce a la espalda… Fue tan sólo el comienzo de una actuación
mágica. A ratos pecó de individualista. Lo es, y por eso es tan bueno y tan
irregular a la misma vez. Pero cuando se asoció volvió a ser determinante:
culminó la galopada de Kieran Gibbs para darle un final feliz a una jugada
embarullada; le regaló dos goles a Giroud, primero con un precioso centro y
después con una diagonal letal; y cerró la cuenta goleadora con el mejor gol de
la jornada en Inglaterra. Arrancó desde la línea de fondo después de una falta
botada en corto, encaró a cuatro rivales y lo derribaron en el área. Pudo
quedarse reclamando el penalti, pero prefirió levantarse para batir a Krul con
un disparo picado que hizo explotar el Emirates Stadium. Walcott es la viva
imagen del Arsenal: sublime e irregular a partes iguales. Con trabajo y
sacrificio pueden llegar a ser los mejores, de eso no hay duda.
PabloG.
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