A
sanciones injustas, soluciones gigantes. ¿Qué mejor manera de decirle a la UEFA
que el Málaga merece jugar la Champions que ganarle al equipo que más
campeonatos acumula? El Málaga mereció siempre la victoria. Por talento, por
juego, por descaro y por valentía. Con todo un Real Madrid enfrente, Pellegrini
sacó al equipo con Camacho como único mediocentro y Portillo e Isco de
interiores. O lo que es lo mismo, no varió ni un ápice los planteamientos que
suele hacer en los partidos de casa, dejando claro que el Málaga no juega en
función del rival. Si varió Mourinho su alineación con un movimiento que traerá
mucha cola: Casillas, capitán y santo y seña del Real Madrid, vio el partido
desde el banquillo, en teoría por una “decisión técnica”.
El
partido tuvo dos mitades bien claras y diferenciadas: la primera fue un pulso
entre el poderío físico madridista y el talento colectivo blanquiazul; en la
segunda, lo primero desapareció. Los contragolpes tan dañinos que apunto
estuvieron de dejar el partido sentenciado a la media hora, con más velocidad
que justicia, se esfumaron y dejaron libre el terreno para la creatividad.
Cuando Isco mueve el balón, el Málaga baila. Si todavía podía existir alguna
duda al respecto de su elección como Golden Boy 2012 –mejor jugador del mundo
sub-21 que juega en Europa–, el partido de ayer sirvió para disiparla. Fue un
tormento para el medio campo madridista, y sus asociaciones con Joaquín fueron devastadoras.
A los tres minutos de la segunda mitad, con un fuerte disparo a pase del
gaditano, hizo el primero.
No
hubo rastro de Ronaldo durante los noventa minutos. Una falta a la que
Caballero respondió con el paradón de la temporada y numerosos fallos de cara a
portería son un resumen demasiado extenso para lo que ofreció en el campo. Y el
Madrid, sin Ronaldo, se atasca. Dio un paso atrás y dejó que el Málaga lo
embotellara dentro del área. Pudo hacer el segundo, pero tras un error
defensivo de los boquerones y una jugada demasiado enredada en el área, entre
Sergio Sánchez y Benzema mandaron el balón al fondo de la red. En realidad este
gol no debería haber subido al marcador, ya que Khedira le propinó un fuerte
codazo en la cara al propio Sergio Sánchez –el segundo de la noche, el primero
fue dentro del área madridista y el catalán tuvo que salir del campo con la
nariz ensangrentada-. Pero el gol no alteró en nada las propuestas de uno y
otro equipo. Al revés, cada vez fueron a más: el Málaga más hacia delante y el
Madrid, hacia atrás.
La
entrada de Santa Cruz dinamitó definitivamente el partido. El paraguayo salió
para fijar a los centrales y aprovechar cualquier fallo dentro del área.
Saviola se estaba acercando demasiado al centro del campo. Su participación no
pudo ser más brillante: dos goles en diez minutos, ambos puestos en bandeja por
el mejor Joaquín que se recuerda. Y entonces, reinó el caos en el Madrid de
Mourinho. Costaba trabajo creer lo que se veía: Callejón y Essien de laterales;
Ramos de delantero; Modric, Kaká y Özil en el campo… y Adán, cómo no. Ni por
esas pudo hacerse con el partido el Madrid. Tan sólo un error de Camacho,
probablemente el único que cometió en todo el partido, propició una contra que
finalizó Benzema con maestría. Engañaba el marcador: los blancos no estaban tan
cerca del Málaga a nivel de juego. Se pidió un penalti por manos de Eliseu y el
banquillo se incendió. Dejó ver toda la impotencia: el Madrid de Mourinho
estaba perdiendo frente al Málaga de Pellegrini y dejando escapar a dieciséis
puntos al Barça.
La
Rosaleda disfrutó como nunca. Lo tomó como algo serio, como un partido de la
Champions que Platini no quiere que juegue y arropó a su equipo hasta el final.
Es la primera victoria del Málaga frente al equipo merengue desde que se apellida
Club de Fútbol; la última fue el mítico 6-2 de hace veintinueve años. Quizá
vuelva a pasar tanto tiempo hasta el Málaga vuelva a conseguir semejante
victoria. O quizá no. Este 2012 invita al optimismo. Un colofón como este es lo
más grande que puede pasar.
PabloG.
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