“Nunca
se ha visto nada igual en La Rosaleda”, comentaba una aficionada. Razón no le
falta: el Málaga es primero de grupo con doce puntos, ha cumplido de sobra las
expectativas creadas en su primera temporada en la Champions. Pero no, ella no
se refería a los resultados deportivos. Hablaba de un tema mucho más serio. La
culpa la tuvo un grupo descontrolado de belgas que llegó a la capital de la
Costa del Sol con el único objetivo de crear el caos. Con su equipo jugándose muy
poco, decidieron buscar los alicientes fuera del campo. Con la cabeza rapada,
la bufanda al cuello y un francés desorientado por el alcohol en la boca, no
tuvieron miramientos con nada ni con nadie. “Me han pegado. Me han pegado y me
duele toda la espalda. Son unos animales”. Es la experiencia de un hombre mayor
que se movía a duras penas con la ayuda de una muleta. Sólo quería disfrutar
del fútbol, pero esos “animales” poco entienden de afición y deportividad.
Volaron las piedras, las botellas y las pelotas de goma con las que se
defendían los antidisturbios. Se vieron desbordados. Sus porras no daban abasto
para controlar tanta desvergüenza, tanta agresividad. Ni los temidos
aficionados del Panathinaikos, ni los tifosi del Milan, ni los ultras del Zenit
causaron tanto revuelo. Es más, no causaron ninguno. Hicieron mucho ruido, pero
con civismo, aunque fuese disimulado. Tuvo que ser la cenicienta del grupo la
que encendiera la mecha. Por suerte, en lo que queda de temporada no saldrán de
Bélgica para entrar en un campo de fútbol.
En
el campo, júbilo. Alegría, esperanza, ilusión. Fútbol, sobre todo fútbol.
Firmaron un partido muy entretenido los dos equipos. No sacó Pellegrini a los
más habituales. Volvieron a jugar los héroes de San Petersburgo; los villanos
de la Copa. En cambio, el Anderlecht si salió a pecho descubierto. Sabía que
tenía que morir en el césped. Eran remotas sus opciones de clasificación para
la Europa League, pero había que apurarlas. No se apreció la diferencia. Los
blanquiazules dominaron el balón y a su rival a su antojo. Con Iturra por bandera
en el centro del campo, la ayuda de Camacho tras la desgraciada lesión de
Toulalan hizo del Málaga un bastión inexpugnable. Duda brilló como en sus
mejores tardes. Dirigió la ofensiva del equipo y abrió una autopista en la
izquierda a su compatriota Eliseu, totalmente desbocado. Y cuando Eliseu se
desboca sólo puede significar una cosa: peligro. Arrancando desde el lateral se
convirtió en un venenoso extremo dominador de la línea de fondo. Se la cedió
primero a Iturra, después a Buonanotte. Ninguno de los dos logró concretar, a
pesar de que incomodaron a Proto.
La
ocasión más clara la tuvo Weligton. Tras un córner, Onyewu demostró una faceta
antes desconocida y le puso un balón perfecto tras driblar a su marcador en el
área. Falló el brasileño, solo en el área pequeña y con Proto ya batido. Pero
el primero se sentía. El dominio era casi absoluto y los belgas hacían aguas en
defensa. Hasta dos veces se plantó Seba frente al marco rival casi sin
oposición. Tampoco logró nada. Debía ser de otra forma, con más brillantez, con
más solera. Y como ya hemos dicho antes, el brillo lo puso Duda. El menudo
uruguayo puso pausa a una contra frenética. No se desesperó, dribló a Safari
casi andando y vio el pase a Duda en la frontal. El portugués la pisó, miró y
la puso con rosca en la escuadra. No podía ser de otra forma.
Poco
a poco fue andando terreno el Anderlecht. Sin juego, sin temple, sin control,
tan sólo por velocidad. No fue capaz de dominar el juego el excelente Lucas
Biglia. Dejó destellos de su infinita calidad y de su liderazgo, pero le fue
imposible batallar solo frente a Camacho e Iturra. Delegó sus funciones en
Jovanovic, más directo, más impulsivo, más visceral, como buen yugoslavo. El
talentoso extremo fue un quebradero de cabeza constante. Supo contagiar a su
equipo y despertar a la bestia Mbokani. Tuvo el empate en su cabeza el
congoleño, pero se topó con otro jugador bestial: Carlos Kameni, que sacó una
mano prodigiosa. No es el más regular de los porteros –ha quedado bien claro en
este partido–, pero sí uno de los más espectaculares. Volvió a salvar a su
equipo con otro paradón pocos minutos después, esta vez al propio Jovanovic. Parecía
imbatible, pero recién reanudada la segunda mitad sacó a relucir su cara
oculta.
Fue
una contra bien hilada: Massimo Bruno por la derecha, Mbokani por el centro,
Jovanovic por la izquierda. Un mal despeje de Sergio Sánchez la convirtió aún
en más peligrosa. Mbokani recibió, pero el balón se le complicó. Allí fue
Kameni, valiente y descuidado. Quizá no se lo esperaba, pero Jovanovic le pintó
un cuadro precioso. Un sutil toque de izquierdas le hizo arrepentirse de su
horrible salida. El balón le sobrevoló y entró despacio y botando en el recién
estrenado césped de Martiricos. Quiso más el serbio. Un zapatazo suyo apunto
estuvo de adelantar a los malviblancos. Esta vez si se rehízo Kameni, que con
la punta de los dedos desvió lo justo el balón para que se estrellara en el
poste.
Merecía
mayor premio el Málaga por fútbol y por ocasiones. Santa Cruz lo intentó para
quitarse el sambenito de delantero fallón, pero su disparo se fue a la madera.
Realizó un buen partido jugando de espaldas y abriendo huecos a sus compañeros,
pero se le volvió a resistir el gol. Hoy sólo quería un nombre y a un hombre en
clave blanquiazul. Algo de esto sospechaba Buonanotte, quizá por eso puso su
calidad en forma de pase sensacional al servicio del capitán Duda. Un control
sobre la marcha, una mirada y un disparo raso cruzado. Un estadio en ebullición
con el segundo gol de su jugador con más historia de todos los que están en la
plantilla. Pasarán los años, llegarán –o no– la estrellas, pero Duda siempre
será Duda, aquel hombre que salvó al Málaga del infierno de Segunda y permitió
que Al-Thani desembarcara en la Costa del Sol en ese mismo verano. Es historia
viva del malaguismo y autor de dos goles importantísimos tanto anímica como
económicamente.
Pudieron
valer más, pero el dinero voló a poco del final. No dio más de sí Kameni. Paró
un remate a bocajarro de Jovanovic y otro casi imposible de Mbokani con los
pies, pero a la tercera fue la vencida. La defensa malaguista estuvo mal. Ni
Sergio Sánchez de central ni Onyewu cuando se arrima a él dan la talla para un
equipo Champions. Se complicaron la vida y Mbokani esta vez no perdonó. Se
esfumó medio millón, pero quedaron las sensaciones de un equipo hecho y lleno
de orgullo que es capaz de plantar cara a cualquiera incluso con los suplentes.
El bombo de la ilusión quedará configurado cuando acabe la jornada del
miércoles, el día veinte se sabrá el rival de los malaguistas. Puede ser que al
Málaga le toque el Gordo antes de tiempo. Nadie despertará al malaguismo del
sueño, ni por las buenas ni por las malas. Es cierto que nunca se ha visto nada igual en La Rosaleda.
PabloG.
Lo de los belgas no tiene nombre. ¿A qué espera La UEFA para cortar d raíz este vandalismo?
ResponderEliminarNo doy crédito
No lo cortará. Es interesante la reflexión que leí por ahí en un comentario de algún sitio: en España por una bengala, multazo; en el resto de Europa, violencia y muertes y no pasa nada. Normal, luego salen de allí y parecen los hunos... Pero de verdad, los que allí estuvimos pasamos auténtico pánico a ratos. No se me borrará la imagen de un belga enfrentándose a un antidisturbios empotrado contra el portón de acceso. Escalofriante.
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