No
fue la noche de Radamel Falcao. Se le vio incómodo durante todo el encuentro
gracias al buen hacer de la defensa malaguista. Weligton, Demichelis y Monreal
hicieron un trabajo soberbio para que el Tigre se viera impotente. Le aislaron
del juego del Atlético y cortaron cualquier balón que pudiera llegar al
colombiano e incomodar a Willy Caballero. Sin duda, la actuación de la zaga
malaguista fue perfecta. Pero es tan sumamente grande el talento del nueve del
Atlético de Madrid, que a pesar de vivir un calvario durante los noventa
minutos de juego, en los que se vio maniatado e incapaz de mostrar todo su
potencial, fue capaz de decidir el encuentro a favor de su equipo con un primer
gol sensacional y otro “medio gol” de oro.
No
lo vieron los que estaban disfrutando de los instantes finales del Clásico,
pero Falcao volvió a demostrar que dentro del área no tiene parangón. Recuerda
a los mejores delanteros de la historia, con movimientos inteligentísimos y un
hambre de triunfo incomparable. La suma de esto fue lo que le hizo adelantar a
su equipo a los cinco minutos de juego. El colombiano hizo bueno el centro de
Emre desde la izquierda con una finta que engañó a Monreal en el segundo palo y
le hizo rematar solo en el centro del área pequeña. Fue una nueva exhibición de
poderío de un futbolista que está a la altura de los mejores.
Al
Málaga le costó asentarse en el partido. Isco no tomó el control, Joaquín no
fue tan descarado, Eliseu no estuvo incontrolable. Y el mérito fue del Atlético.
El equipo del Cholo juega cada partido como si de una final se tratase. Una final de la Copa Libertadores, más concretamente, porque este Atleti recuerda a
los mejores y más aguerridos equipos de Sudamérica. Es intenso, pasional, guerrero
y tiene mucho carácter. Pero tiene un gran defecto que puede no salir siempre
bien: juega al límite del reglamento. Hasta veinticinco faltas señaló Pérez
Lasa a favor del equipo de Pellegrini. Una auténtica exageración que esta vez
funcionó de maravilla para que el Málaga no fuera capaz de dominar y entrara en
un juego brusco y físico que no le favorece en absoluto.
Pero
a pesar de todo, la calidad del equipo de la Costa del Sol se terminó por
imponer. Fue una jugada de toque, al más puro estilo de este Málaga que
enamora. En ella aparecieron Joaquín e Isco, que abrió el balón a la izquierda
para Monreal. El navarro la puso templada al primer palo para que apareciera la
cabeza de Santa Cruz. Y el paraguayo apareció, después de ganarle la posición
tanto a Godín como al Miranda para poner las tablas al filo del descanso.
También de cabeza sabe lucir el Málaga, que está sacando un provecho soberbio a
sus dos incorporaciones en la punta de ataque.
Tras
el descanso, el plan de Pellegrini sufrió un duro golpe: Santa Cruz, autor del
tanto de la igualada y que estaba cuajando una gran actuación enfrentando en el
cuerpo a cuerpo a los potentes centrales del Atlético, tuvo que quedarse en el
vestuario aquejado de una dolencia muscular. En su lugar entró Saviola, un
delantero diametralmente opuesto al paraguayo. El Málaga notó ese cambio, a
pesar de que Saviola estuvo participativo. De esto se aprovechó el Atlético,
que con las líneas menos estáticas, arrinconó a los boquerones a base de peligrosos
achuchones. Especialmente delicadas fueron las jugadas que llevaron como
protagonista al talento de Adrián. El asturiano fue un quebradero de cabeza
para la zaga blanquiazul, que fue el único obstáculo para que Falcao no
transformara en gol sus diabluras. Mientras tanto, el Málaga lo intentaba con
jugadas aisladas. Un venenoso disparo lejano de Isco y un centro-chut de
Joaquín que hizo que Courtois se empleara a fondo para sacarla de la escuadra,
fueron lo único que pudo ofrecer el Málaga en ataque. Pero cuando todo parecía
destinado al empate, una jugada a balón parado decantó definitivamente el partido
en el descuento.
Falcao
no estaba a gusto. Veía que nada de lo que intentaba iba a buen puerto. Se
desesperaba cuando veía enfrente a un Monreal que no le dejaba ni a sol ni a
sombra. Se desesperaba aún más cuando lograba zafarse del navarro y aparecían
en las ayudas tanto Weligton como Demichelis. Enloquecía cuando miraba el reloj
y veía que faltaban apenas segundos para el noventa. Pero lo intentó hasta el
final. En una de estas jugadas de casta, fue derribado cerca de la frontal. La
falta estaba escorada, perfecta para el remate. Sería la última oportunidad del
Atleti en el partido. Gabi la botó con maestría. La puso combada en el corazón
del área, donde apareció Miranda para tocarla de cabeza y que el balón
quedara muerto en el área pequeña. En el territorio de Radamel. Peleó con
Weligton y salió victorioso. Entre los dos empujaron el balón al fondo de las
mallas para darle el triunfo al Atlético sobre la bocina. Otra vez. Este
muchacho es extraordinario.
PabloG.
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