No
quiero parecer fatalista, pero que Francia ayer encontró la clave para vencer a
España es un hecho. Y lo hizo sin violencia y sin racanería, simplemente
sacando el máximo provecho de los errores que cometía la Roja, que no fueron
pocos. Este hecho dejó a la vista las carencias de esta selección, carencias
que se pueden observar con dos actitudes bien distintas: la pasiva y más propia
de los cuentos de los hermanos Grimm, en la que España es un equipo perfecto e
invencible que tan sólo tuvo un pequeño traspié frente a Francia; y la
crítica, mucho más objetiva y recomendable.
La
España cruyffista tiende al cruyffismo hasta el infinito. Asumió su juego
colectivo y sus cambios de posiciones en los primeros años, el uso de los
extremos prescindiendo del punta referencial en la segunda etapa, y ahora se
está adentrando en una senda peligrosa, la misma que hizo que el holandés
tuviera que salir del banquillo del Camp Nou: busca soluciones estrafalarias a
problemas demasiado serios. Poner a Busquets de central, por ejemplo. Busquets
es un futbolista expeditivo, que va bien por alto y que va bien al cruce, pero que necesita
jugar varios metros por delante del área para lucir. No es el futbolista más
indicado para esa posición, al menos no ante una selección fuerte como Francia.
Pero
España no es sólo cruyffista, también es guardiolista. Sobre todo en el tema del
gol. Para el holandés era secundario encajar cuatro goles si se terminaba
ganando el partido; para Guardiola la seguridad defensiva era lo primero, pero a
veces dejaba demasiado de lado el gol. No cabe duda de que es increíblemente bello
ver a un equipo en el que los centrocampistas mueven el balón tan bien como lo
hace España. Y mientras más centrocampistas hay en el campo, más control hay
del partido. Eso es una máxima. Ayer España salió con seis, tres en el centro
del campo, uno de central, otro de extremo y otro de delantero centro. Pero
ojo, el control en el fútbol no lo es todo. Sobre todo si no tienes a Messi en
tu equipo. En estas se halla una selección que sufre lo indecible sin Villa al
mejor nivel, el único jugador que siempre tiene en mente la portería de todos
los que van convocados con España.
La
pregunta es la siguiente, ¿por qué tiene que jugar Busquets fuera de su
posición natural en una selección? Porque España se ha acomodado en una especie
de elitismo incomprensible. Con Puyol y Piqué, todo funciona de maravilla en
defensa, y con Villa, el ataque es un lujo. Pero Puyol y Piqué están lesionados
y Villa no está en condiciones. Urge buscar una solución, pero no
necesariamente tiene que venir del Madrid o del Barcelona. Quizá nadie se
acuerda, pero Marchena era el central titular de la selección campeona de
Europa en 2008. Y su suplente era Juanito, que compartía banquillo con Dani
Güiza. Esto quiere decir que si la clase media cumple, puede ser el complemento
perfecto para las superestrellas
españolas. Aunque sólo sea circunstancialmente mientras se encuentra una
solución eficaz y definitiva, porque el mejor delantero y el mejor central de España
cuentan con treinta y treinta y cuatro años respectivamente. Está claro que un
central como Ramos, capaz de salvar al equipo en defensa y de marcar el gol del
triunfo en ataque no sale todos los días. Ni en España, ni en ningún lugar del
mundo. Pero un jugador como Íñigo Martínez si que podría ser válido para la selección
siempre y cuando vaya entrando en la dinámica. Donde sí tenemos un fenómeno es
en la punta de ataque, que termina de foguearse en la sub 21 a pesar de que es
uno de los jugadores más importantes de un equipo puntero como el Benfica.
Rodrigo sí que se adaptaría a la filosofía del equipo.
Filosofía.
Llevada al extremo, la palabra más peligrosa que existe en el mundo del fútbol.
Y el ejemplo más claro es España. El error de Juanfran que propició el gol de Giroud
sobre la bocina no fue más que la consecuencia de llevar la filosofía al
extremo. Un pelotazo a tiempo hubiera supuesto el final del partido, pero no
sólo Juanfran, sino España, se empeñó en no traicionar sus principios. Unos
principios que, la verdad sea dicha, nos han llevado a ser campeones del mundo
y dos veces de Europa. Unos principios que son estéticamente preciosos y muy
efectivos en el transcurrir del partido. Pero a veces, el instinto animal de
supervivencia debe imponerse a los ideales futbolísticos, sobre todo cuando hay
tanto en juego.
Que
Francia mereció ganar el partido es un secreto a voces. Se sintió acomplejada
en la primera parte, pero en la segunda fue muy superior. Conquistó el territorio
del centro del campo a base de músculo y dejó sin argumentos a España. Benzema
fue muy peligroso en ataque, sobre todo cuando se asoció con el talento de
Valbuena y la velocidad de Ribèry, un futbolista fantástico desde el punto de
vista técnico y peligroso desde el punto de vista táctico. Fue una amenaza
constante para Arbeloa, que no pudo prodigarse en ataque. Pero Juanfran no vio
la magnitud del problema y se confió. El gol de Giroud no hizo justicia, pero
hizo el resultado algo más justo. Como había hecho Lloris antes deteniendo el
penalti a Cesc, porque Francia mereció ganar y debió hacerlo. Sólo Felix Brych
pudo evitarlo al anular un gol legal fraguado entre Benzema y Menez. De todas
formas, España sigue siendo la mejor selección del mundo. A pesar de que sufre
el síndrome de Johan.
PabloG.
He venido a leerte y de verdad me parece que lohaces muy bien. Además eres más realista que la mayoria de la prensa. supongo que como todo aquel que tiene la libertad de hacer su trabajo sin que alguien por encima de dicte como lo debe hacer. Así que ánimo y sigue así. Mucho más interesante que el análisis de Marca. Sigue movientote. Un saludo
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarTienes razón, es difícil el trabajo del periodista subordinado a los intereses de sus jefes. Pero también creo que esos periodistas de vez en cuando deberían alzar la voz para decir lo que piensan. Por lo menos los independientes si que podemos hacerlo. La meta es que algún día podamos hacerlo todos sin temor a represalias.
¡Saludos!