Es
famosa ya en Málaga la afición de la lluvia por los grandes partidos. Pocas
veces aparece, pero cuando lo hace es para presenciar un magnífico espectáculo.
Más o menos como el jeque Al-Thani. Esta vez los dos volvieron a acertar de
pleno en su elección. De todas formas, es difícil fallar cuando está este
Málaga de por medio. Esta noche volvió a dar una buena lección de fútbol y de
supervivencia, esta vez frente a un Milan que, aunque venido a menos, sigue
siendo el segundo equipo de Europa en cuanto a grandes títulos se refiere.
Siete Copas de Europa pueden dar fe de ello. Pero que el Milan no sea el de
antaño no implica que no siga siendo un equipo complicadísimo. El equipo de
Allegri –eso sí, a la italiana– logró acorralar al cuadro costasoleño durante
la primera media hora. Sin embargo, el Málaga jugaba con ventaja: los grandes
héroes de la historia del club milanista hace años que dejaron de enfundarse la
camiseta rossonera; los mejores jugadores de la historia del Málaga estuvieron
en el campo dejándose la piel. Ese fue el factor que marcó la diferencia, el que transformó el sueño de todo malaguista en realidad.
No
planteó un partido sencillo el Milan. Quiso dejar la brillantez a un lado y se
propuso trabar lo máximo posible el juego en la zona ancha. Con las líneas
juntísimas, la acumulación de hombres en el centro del campo provocó que
Camacho y, sobre todo, Iturra tuvieran que ponerse el mono de trabajo,
arropados por Isco, Joaquín y Portillo, poco acostumbrados a estas tareas tan
físicas. Mientras tanto, los italianos aprovechaban la impresionante movilidad
del joven El Shaarawy para incomodar al marco de Caballero. El italiano de
origen egipcio es un proyecto de gran futbolista, pero nadie puede negar la
evidencia de que es el tuerto en el país de los ciegos. De todas formas,
jugando siempre al límite del fuera de juego, fue capaz de crear buenas
situaciones a sus compañeros. Sobre todo a Pazzini, que tuvo en sus botas las
mejores ocasiones de su equipo en la primera mitad, pero ninguna concretada con
demasiado acierto.
Poco
a poco la partida en el centro del campo se fue inclinando a favor del equipo
malacitano. Para ello, la presencia de Iturra fue imprescindible. El partido
que firmó el chileno fue algo así como un manual sobre fútbol. Estuvo impecable
en todas y cada una de las facetas del juego, tanto en ataque como en defensa.
Eso permitió que Isco pusiera la imaginación y la temperatura a un partido
demasiado táctico hasta el momento. Le costó entrar por culpa de los férreos
marcajes milanistas, pero al final lo terminó haciendo. Una vez que Joaquín y
Portillo se sumaron a la causa, el partido se desató. Apareció a fogonazos el
Málaga de siempre, con el inconveniente de tener en frente a un equipo
físicamente estupendo que lograba contrarrestar en mayor o menor medida las
diabluras malaguistas. Pero la mecha ya estaba encendida. Y el partido pudo
estallar al filo del descanso, después de que Isco probara con un par de
disparos marca de la casa los reflejos de Amelia. En esta ocasión fue Gámez el
que pisó área. Constant no se lo pensó y se lanzó a por él. Proença interpretó
que era penalti, aunque, la verdad sea dicha, no está del todo claro.
Joaquín
regresó al fatídico punto después de su fallo frente al Valladolid cuatro días
atrás. Sabía la responsabilidad que tenía sobre sus hombros, que un fallo aquí
sí podía ser irreparable. Pero el destino quiso que obtuviera el mismo
resultado que el pasado sábado. Su disparo se marchó alto, después de golpear
en el travesaño. Con cara de pocos amigos se marchó al vestuario y con ansias
de triunfo salió de éste. Fue la viva imagen de la transformación que sufrió el
Málaga. Hasta las nubes se marcharon, y con el cese de la lluvia, regresó el
espectáculo a La Rosaleda. El de los últimos partidos, el que viene siendo
habitual desde que el Málaga está en la élite europea. Y eso es demasiado para
casi cualquier equipo. El Milan en estos momentos no entra dentro de ese selecto
grupo.
Isco
volvió a ser el perfecto director de orquesta para un grupo al que todo le sabe
a poco. Otros hubieran firmado un empate frente a un equipo de tal entidad
visto como estaba el partido. No el Málaga. Avisó Saviola frente a Amelia, pero
la gloria estaba reservada para un gaditano que necesitaba curarse las heridas.
Iturra destapó el tarro de las esencias con un pase picado que hubiera firmado
el mismísimo Laudrup y Joaquín la clavó por el palo corto tras tocar en el
poste. Se volvió a hacer justicia, como pasara en liga con el Valladolid.
Allegri
reaccionó y la entrada de Pato dio vida a un Milan que se volcó al ataque. Allí
se topó con la defensa más fiable de Europa en estos momentos. Y sobre ella se
eleva la figura de Caballero, un portero excepcional. Volvió a salvar al Málaga
en los minutos decisivos con una mano soberbia frente a El Shaarawy y dejó de
nuevo su portería a cero. Todavía no sabe lo que es sacar un balón del fondo de
las mallas en la máxima competición europea, como tampoco sabe el Málaga que
sabor tiene la derrota en Champions. Lo que sí está claro es que, actualmente,
es el mejor equipo de Europa. Los siete goles a favor, los cero en contra y los
nueve puntos obtenidos de nueve posibles así lo atestiguan, siendo además la primera vez que esto ocurre en la historia de la competición. El pase a octavos
está a un solo paso. No cabe duda de que estos futbolistas son héroes.
PabloG.
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