Aquí os presento la segunda y definitiva parte de
este artículo de esta entrega de En Blanco y Negro dedicada a los delanteros
más determinantes de la pasada década. Delanteros siempre hambrientos e
infalibles de cara a portería, y que llevaron a la gloria a la mayoría de
equipos a los que pertenecieron.
Ronaldo
El Fenómeno ha sido uno de los delanteros más grandes de la
pasada década y de toda la historia del fútbol. Nunca podremos saber que
hubiera sido de este astro del deporte si las lesiones le hubieran respetado,
pero lo que sí sabemos con certeza es que a pesar de todo el calvario sufrido,
siempre fue uno de los delanteros más peligrosos del mundo. Ya lo dejó claro en
sus primeros años en el Cruzeiro, donde demostró que no tenía parangón. Su
explosividad y su increíble olfato goleador le abrieron las puertas de la
competición Europea gracias a la fuerte apuesta que el PSV hizo por él. Pero
sin duda, su gran salto cualitativo llegó con su fichaje por el Barcelona. Allí
Ronaldo mostró todo su potencial y ofreció una primera temporada inolvidable,
llena de imágenes mágicas como aquel increíble gol frente al Compostela, en el
que arrancó desde su campo driblando rivales en una exhibición de fuerza,
calidad y explosividad. De hecho, su espectacular récord de sesenta y un goles
en sesenta y cuatro partidos con el Barcelona sólo ha sido superado por Messi
la temporada pasada. Pero no pudieron disfrutar por mucho tiempo de su talento
en Barcelona, porque a la siguiente temporada apareció el Inter de Milán para
llevárselo a Lombardía, donde ganaría el Balón de Oro y la Copa de la UEFA.
Precisamente en Milán fue donde empezó su calvario con las rodillas: una
entrada fortuita frente al Lecce hizo que su tendón rotuliano se rompiera. Pero
no terminó ahí el asunto, porque en el partido de su reaparición seis meses
después de su fatídica lesión, Ronaldo volvía a caer al césped con lágrimas en
los ojos y agarrándose su rodilla derecha. Otra vez el tendón rotuliano, que
parecía segar una de las carreras más grandes de la historia del fútbol.
Pero Ronaldo nunca se ha dado por vencido. Esa ha
sido la clave de su éxito. Cuando nadie confiaba en su retorno, Luiz Felipe
Scolari lo convocó para el Mundial de 2002 a pesar de que no había regresado
aún de la lesión. La decisión no pudo ser más acertada: Ronaldo lideró a una
Brasil casi sin rumbo y la hizo campeona del mundo por quinta vez. Volvió el
genio, que además se erigió como máximo goleador del torneo con ocho tantos.
Eso le hizo ganar un nuevo Balón de Oro y que el Real Madrid de los Galácticos se decidiera a contratarlo.
En Madrid lo ganó todo. Todo excepto la Copa del Rey y la Copa de Europa, el
único título que se le resistió a lo largo de su carrera, junto a la Copa
Libertadores. Pero el declive de la galaxia y sus problemas de peso provocaron
su salida del club rumbo a Milán, esta vez a defender los colores rossoneri del Milan. Por el club
transalpino pasó con más pena que gloria y, para colmo, volvió a romperse el
tendón rotuliano, esta vez de su rodilla izquierda. Esta lesión provocó su
regreso a Brasil, donde finalizó su carrera en el Corinthians.
No es posible hablar del Fenómeno como un único jugador. Sin duda, sus graves lesiones en
las rodillas marcaron un antes y un después tanto en su carrera como en su
forma de jugar. El Ronaldo de los primeros años destacaba por su explosividad,
su aceleración y su cambio de ritmo, que se hacían imparables cuando se le
añadía su exquisita calidad técnica y su innata habilidad para el regate. Y
todo ello coronado por una capacidad goleadora fuera de lo común. Esto le llevó
a lograr su primer Balón de Oro. Pero después de destrozarse la rodilla
derecha, el Ronaldo que volvió a los terrenos de juego sólo se parecía al
anterior en el nombre. Perdió explosividad, y sus largos avances con el balón
en los pies se redujeron al mínimo, pero a cambio ofreció una versión mucho más
demoledora de cara a portería. Aprendió a utilizar su impresionante velocidad
para ganar la espalda a los defensores y amplió notablemente su repertorio
ofensivo. Se convirtió en una auténtica pesadilla para los porteros en el uno
contra uno. Y todo ello gracias a que nunca se rindió. Por eso logró su segundo
Balón de Oro y se ganó el respeto del fútbol mundial.
Pippo Inzaghi
Cuando uno se refiere al Pippo Inzaghi, se refiere a uno de los grandes clásicos del calcio italiano. Tras veintiún años en
la élite defendiendo el escudo de diversos equipos, su carrera se puede
identificar perfectamente con dos camisetas: la bianconera de la Juventus que le llevó a la fama, y la rossonera del Milan que le catapultó a
la categoría de estrella a base de títulos. Pero el si algo ha marcado la
trayectoria de Inzaghi, eso ha sido su interminable romance con el gol. No
tardó en demostrarlo, y en su primera temporada con el Atalanta, al que llegó
procedente del Parma, logró firmar veinticuatro tantos para convertirse en el Capocannoniere de la Serie A. Además,
igualó el récord que poseía el gran Michel Platini de haber marcado frente a
quince de los dieciocho equipos de la categoría. Esto le valió para que la
Juventus se lanzara a por su contratación. En Turín, siguió mostrando una
asombrosa facilidad para el gol, que llevó a la Juve a conseguir la Supercopa
italiana y el campeonato liguero en su primera temporada. Pero tras esto, el
conjunto de Delle Alpi entró en una crisis de resultados que le llevó al sexto
lugar de la tabla y quedó fuera de la Champions League y de la Copa de la UEFA,
teniendo que conformarse con jugar la Copa Intertoto, de la que resultaría
campeón. La Juve no consiguió remontar del todo el vuelo y el Milan apareció
para llevarse a Inzaghi. Una vez en el club lombardo, Inzaghi pudo ver
recompensadas sus buenas actuaciones con grandes títulos que lo llevaron a
consagrarse en el panorama internacional. Sus dos Champions, dos Scudettos, dos Supercopas italianas, dos
Supercopas de Europa y el Mundialito de Clubes configuraron un palmarés
envidiable. Destaca sobre todos los títulos la segunda Champions, en la que
tuvo un papel decisivo en la final frente al Liverpool, donde firmó la vendetta milanista al anotar los dos goles
de su equipo en la final. A todo esto también hay que sumar la Copa del Mundo
ganada con Italia en 2006. Y es que Inzaghi fue un ganador nato hasta el día de
su retiro, al final de la pasada temporada.
El juego del Pippo
siempre se definió por su gran sentido de la oportunidad y su increíble
capacidad para marcar goles con la cabeza, faceta en la que se convirtió en uno
de los mayores especialistas de la historia del fútbol. Era un magnífico
jugador de área siempre atento al más mínimo error del rival para sacar el
máximo provecho posible. Pero además era un delantero veloz, ágil e
inteligente, un cóctel perfecto para poder ganarles la espalda a las defensas
rivales y poder sacar a relucir su talento a la hora de definir la jugada. Pero
sus goles no siempre llegaban de la manera más ortodoxa, sino que era capaz de
aprovechar cualquier parte de su cuerpo para lograr su objetivo, llevar el
balón al fondo de las mallas. Un claro ejemplo fue el primero de los dos goles
que logró en la ya mencionada final frente al Liverpool, en la que desvió con
el cuerpo un lanzamiento de falta botado por Pirlo. Ahí se vio a Inzaghi en
estado puro, el último oportunista.
Didier Drogba
Que el Chelsea sea hoy en día el gran equipo que
todos conocemos se debe principalmente a dos motivos: uno, la ambiciosa gestión
que Roman Abramovich, apoyado en su inmensa fortuna, lleva a cabo desde los
despachos del club; el otro, la impagable labor que Didier Drogba ha realizado
en el campo durante todos estos años. Jugador y club han ido creciendo a la par
hasta convertirse en una de las referencias del fútbol mundial. Y todo porque
el magnate ruso decidió que el marfileño sería la bandera de su proyecto,
después de que se saliera con el Olympique de Marsella en la Copa de la UEFA de
la temporada 2003/04, en la que se proclamó subcampeón y máximo goleador del
torneo con seis tantos. Desde ese momento, casi todo han sido éxitos para el
africano: tres Premier Leagues, dos Copas de la Liga inglesas, cuatro FA Cups y
dos Community Shields, además de ser nombrado dos veces Futbolista del Año en
África y de lograr otras tantas veces ser el máximo goleador de la Premier
League. Pero sin duda, el título más especial de todos los logrados a lo largo
de su carrera fue la consecución de la UEFA Champions League. Ya estuvo a punto
de alzarse con ella en la temporada 2007-2008 si no llega a ser por el
inoportuno resbalón de John Terry en el penalti decisivo. Tampoco la pudo
saborear al siguiente año, cuando el mejor Barcelona de la historia y el
desastroso arbitraje de Ovrebo apearon al Chelsea en semifinales. Pero todo
llegó a su fin en la temporada 2011/12. Drogba y el Chelsea pudieron resarcirse
eliminando al Barça en semifinales y alzarse con el campeonato, a pesar de
realizar los planteamientos más rácanos de toda la competición. Pero la
victoria final nunca hubiera sido posible sin las memorables actuaciones que realizó
Drogba en los momentos más críticos de su equipo: lideró la remontada del
Chelsea frente al Nápoles; tiró de orgullo y casta frente al Barça, anotando el
gol de la victoria en la ida y jugando hasta de lateral izquierdo en la vuelta;
y firmó una actuación sublime en la final frente al Bayern. En ese partido,
anotó el gol del empate en el último suspiro de los noventa minutos y
transformó el penalti definitivo que dio al conjunto blue la primera Copa de Europa de su historia, el que fue su último
gol con la camiseta del Chelsea antes de poner rumbo al Shanghái Shenhua.
Como buen representante de la escuela africana, la
principal cualidad de Drogba reside en la ventaja que le proporciona su
descomunal potencia física. Es un jugador capaz de arrollar a cualquier
defensor, siendo especialmente potente a la hora de ganar el cuero en el juego
aéreo. Pero Drogba no es sólo una fuerza incontrolable de la naturaleza,
también es un jugador que nunca ha dejado de progresar desde que despuntara en
el OM. Fue capaz de educar su potente disparo lejano hasta convertirse en un
más que fiable lanzador de faltas, faceta que añadió a su ya de por sí amplio
repertorio ofensivo.
Samuel Eto’o
Probablemente, el delantero más controvertido y más
genial de la pasada década. El camerunés siempre se quejó del mal trato que
recibió por parte del Real Madrid y nunca se mordió la lengua a la hora de
dedicar al club blanco sus goles, algunos gestos e incluso palabras
malsonantes. Pero sobre todo, donde se convirtió en una auténtica pesadilla
para la afición merengue fue dentro del campo. Lo hizo con el Mallorca, equipo
con el que logró alzarse como campeón de la Copa del Rey y como goleador
histórico del club, y también con el Barcelona, el eterno rival del Madrid.
Precisamente, llegó al conjunto culé tras un rocambolesca operación a la que el
equipo presidido por Florentino Pérez dio su aprobación, en uno de los errores
más graves de la historia del club. Su etapa en el Camp Nou estuvo plagada de
títulos: fue nombrado cuatro veces como Futbolista del Año en África y logró un
trofeo Pichichi, dos Ligas, dos Supercopas de España y una Liga de Campeones, a
los que añadió el mágico sextete en
su última temporada de azulgrana. Pero a pesar del éxito logrado de la mano de
Pep Guardiola, temporada en la que además logró treinta tantos en liga,
quedándose a sólo dos goles de la Bota de Oro, su marcha del Barça fue
inevitable y puso rumbo al Inter a cambio de Ibrahimovic. En Milán logró un
hecho sin precedentes en la historia del fútbol: se convirtió, no sólo en el
primer jugador en conseguir dos tripletes, sino en el primero en hacerlo con
dos clubs diferentes y en temporadas consecutivas. Tuvo una dulce venganza sobre
el equipo de Guardiola en las semifinales, en las que el equipo de Mourinho se
impuso al culé por un tres a dos global en la eliminatoria que le otorgó el
pase a la final donde finalmente se impuso al Bayern de Múnich. Tras su paso
por la Serie A, se enroló en las filas del Anzhi Majachkalá, equipo que le
convirtió en el futbolista mejor pagado del mundo.
El Chacal siempre fue el mayor depredador del área.
Prácticamente, no había jugada en su equipo que Eto’o no finalizase, y con un
acierto más que notable en la mayoría de los casos. Su velocidad, su agilidad y
su facilidad para armar la pierna han sido las grandes claves a lo largo de su
prolífica carrera goleadora, así como su capacidad de liderazgo y su maestría
para estar siempre en el lugar preciso para el remate. Pero sin su inteligencia
a la hora de buscar los espacios a la defensa, Samuel Eto’o nunca hubiera
llegado a consagrarse como uno de los mejores delanteros de la década.
Francesco Totti
El capitán de la Roma es la excepción que confirma
la regla. Es el último romántico, el único jugador de los diez que forman esta
lista que todavía continúa jugando al máximo nivel en Europa, aunque su papel
en el equipo de sus amores cada vez es más secundario. Pero lo cierto es que la
historia de la Roma nunca hubiera sido la misma si Francesco Totti no le
hubiera jurado amor eterno al club de su ciudad. El Gladiador es el jugador más determinante de la historia del
conjunto romano, y el encargado de haberlo mantenido durante años en la élite
del fútbol europeo. Bajo su liderazgo, el equipo de la capital italiana
consiguió su tercer Scudetto, dos de
sus nueve Copas de Italia –las dos consecutivas–, y sus dos únicas Supercopas
italianas. Además, Totti posee los honores de ser el jugador que más partidos
ha disputado y que más goles ha marcado con la elástica giallorossi, con doscientos setenta y un goles en seiscientos cuarenta
y cinco partidos hasta la fecha. Estos números hablan por sí solos de la gran
capacidad goleadora del futbolista romano, que fue galardonado en el año 2007
con la Bota de Oro después de marcar veintiséis goles en la Serie A.
La seña de identidad del juego de Francesco Totti
siempre ha sido su capacidad de liderazgo, que ha llevado a la gloria tanto a
la Roma como a la Selección italiana, con la que también se proclamó campeón
del mundo en 2006. No cabe duda de que su insaciable espíritu competitivo
siempre ha sido capaz de cubrir las carencias de este gran futbolista italiano,
que probablemente sea el jugador más talentoso de todos cuantos hayan salido de
la península transalpina. Un talento siempre puesto al servicio del gol, que
puede llegar de mil formas diferentes cuando el balón está en los pies de
Totti. Pero la faceta en la que más ha destacado el Gladiador ha sido en
los lanzamientos de larga distancia, sobre todo a balón parado, donde se ha
convertido en una amenaza constante y todo un especialista.
PabloG.
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