Ni
fue una casualidad, ni fue cuestión de suerte. Fue cuestión de calidad. Y de
justicia deportiva, sobre todo. Cuando el impresionante zapatazo de Eliseu
entró por la escuadra del hasta el momento imbatible Proto, se hizo justicia al
equipo que más está sorprendiendo y cautivando en este arranque de la Champions
League. Fue un auténtico puñetazo sobre la mesa, un golpe de autoridad para
poner a Málaga en el mapa de la Champions, por si algún despistado aún no se
había dado cuenta de lo que se está cociendo en la Costa del Sol. Este es el
Málaga. Y no el de las grandes ocasiones, sino el de todos los partidos, lo que
es todavía más meritorio. Es un equipo que sabe siempre que hacer y cuando
hacerlo, que es capaz de manejar a su antojo el ritmo del encuentro para sacar
siempre la mayor ventaja. En eso Isco es el mejor. Y no sólo del Málaga, sino
que se está consolidando también entre los grandes de Europa. Es la viva imagen
de este equipo y todo lo que representa. Hoy dio otro recital frente al
impotente Anderlecht, que se dio cuenta de que era inferior a su rival. Pero el
arroyero no fue la estrella del partido, por extraño que parezca. Esta vez ese
papel le tocó a un Eliseu con duende que no hace más que reafirmar uno de los
principios del ideario de Pellegrini: cualquier jugador puede llegar a ser decisivo.
Y viendo los últimos partidos, no le falta razón. En este Málaga todos aportan
algo. Todos se sacrifican y todos lo hacen bien. Unas veces mejor y otras un
poco peor. Unas veces son figurantes, otras personajes secundarios y otras la
estrella de la película. Pero siempre lo dan todo, que es lo más importante.
Los
equipos salieron al campo con un gran respeto mutuo. Ninguno quería cometer un
error antes de tiempo. El estupendo Lucas Biglia trató de dirigir a su equipo
como viene siendo habitual, pero pronto se dio cuenta que el de hoy no sería un
partido más. Enfrente tenía una sólida y sorprendentemente compenetrada pareja
formada por Iturra y Camacho que desactivó toda idea maliciosa que se le
ocurría al argentino. Ahí puso el Málaga los cimientos del partido. Fue el
punto de apoyo de la creatividad que fluía por las botas de Isco, Joaquín,
Saviola y el inspirado Eliseu. Pero faltaba algo fundamental en este deporte:
el acierto de cara al gol. No tuvo su día el Conejo Saviola. No fue el
hambriento hombre de área que se ha convertido en la máxima referencia ofensiva
del Málaga en este arranque de temporada. Estuvo muy participativo y muy
acertado a la hora de combinar, pero le faltó determinación frente a la
portería. Contó con una jugada clarísima, ideada en el laboratorio de
Pellegrini, cuando Eliseu botó una falta en corto para Joaquín que el gaditano
le sirvió al argentino con un sublime taconazo. Pero el Conejo se la echó a
Proto. Fue la ocasión más clara del partido y marcó un antes y un después.
El
Málaga se empecinó en el tanto. Lo busco con ahínco de la mano de Isco y
Joaquín, pero ambos volvieron a toparse con Proto. Parecía un muro de color
fluorescente. Y de hecho, lo fue hasta que a Eliseu se le encendió la bombilla
en el último minuto del primer tiempo. Porque cuando el portugués está
inspirado, es un futbolista superior, capaz de hacer las cosas más bellas jamás
vistas en este deporte. Como por ejemplo el primer gol, una violentísima volea
desde la frontal tras un rechace a la salida de un córner. El imparable trallazo
sacó las telarañas de la portería de Proto, que esta vez tan sólo pudo hacer la
estatua. La obra de arte del ‘18’ fue un golpe moral irreparable para el
Anderlecht.
Tras
el descanso, el técnico del Anderlecht, John van den Brom, quiso poner orden:
cambió a Bruno por Kljestan y revolucionó a su equipo con numerosos cambios
posicionales. Tanto, que los belgas se perdieron. Anduvieron sin rumbo durante
los primeros minutos y el Málaga lo aprovechó para ampliar su ventaja. Lo buscó
Monreal en su enésima incorporación por la banda izquierda, pero Kouyaté lo
arrolló dentro del área. Fue claro el penalti, como claro fue también lanzamiento
de Joaquín, que volvió a limpiar la escuadra de Proto. En ese momento, el
Anderlecht capituló y el Málaga comenzó a gustarse. El campo se convirtió en un
rondo gigante y el balón comenzó a bailar en los pies de los blanquiazules. El
grupo de aficionados boquerones que había en la grada comenzó a disfrutar y a
hacerse sentir. El Constant Vanden Stock era una fiesta. Y todavía lo fue más cuando
Eliseu volvió a sacarse un conejo de la chistera. Esta vez menos violento y más
sutil y preciosista. Desde luego, el sofisticado pase de Isco lo merecía. El
luso engañó a todos y sorprendió con una suave vaselina cargada de efecto ante
la que Proto sólo pudo quitarse el sombrero. Fue el broche de oro para una de
las mejores actuaciones que se recuerdan del equipo de Pellegrini, que cada día
se supera. Cuando parece que ha tocado techo, siempre va un poco más allá. De
momento, ya lleva seis de seis puntos en esta ilusionante Champions League,
además de seis goles a favor y cero en contra. El que no se ilusione con este
equipo, es porque no quiere.
PabloG.
Que crónica chaval¡¡esta de puta madre¡¡felicitaciones sigue asi.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias!
EliminarBuenísima crónica, sos un poeta del futbol.
ResponderEliminarMe suscribo
¡Muchísimas gracias!
EliminarEspero verte por aquí.