Fue
una de esas noches mágicas. El clima era el ideal para el espectáculo. El dulce
aroma del césped impregnaba el coliseo malaguista y la fina arena que lo cubría
parecía premonitoria: el Málaga quería salir por la puerta grande. Nada pudo
pararlo. Ni el tímido esfuerzo de un Valencia derrotado por su hazaña europea,
ni el pésimo arbitraje de Muñiz Fernández. Hoy jugaba con doce. Viberti pintó
el cielo más blanquiazul que nunca, pero su alma se quedó en la tierra para
empujar a su amado Málaga a la victoria.
No
pudo tener mejor homenaje el mito del malaguismo. Quizá la visita a la fría
Rusia sirvió para refrescar las ideas del grupo. Volvió el mejor Málaga de la
temporada, un rodillo con el balón en los pies. La bravura de Camacho y Toulalan
borró del campo el trivote argentino que planteó Pellegrino, y limpió la zona
ancha para que Isco y Portillo dejaran volar su imaginación. Aprovecharon el
espacio hasta el último milímetro. Tocaban los malagueños; preludio del miedo.
Joaquín y Eliseu, que explotó desde el lateral izquierdo, bailaron al ritmo del
tango que marcó la mediapunta. Así se fraguó el primero, iniciado con talento
por la derecha entre Joaquín y Gámez, encauzado con brío por la izquierda
cuando recibió Eliseu, y rematado con delicadeza por Portillo en el área. No le
tembló el pulso al canterano. Se permitió el lujo de pisarla, mirar la posición
de Diego Alves y ponérsela en la escuadra, como si de fútbol sala se tratase.
Le
salió todo al Málaga. Subyugó a un equipo que ni el mismo Bayern de Múnich fue
capaz de controlar con diez jugadores. Las ocasiones se sucedían. Fueron cuatro
goles, pero pudieron ser otros tantos. No hubo lucidez ante la meta de Diego
Alves. En parte por la brillante actuación del guardameta brasileño, que sacó
dos manos salvadoras frente a sendos disparos de Saviola y Joaquín. No cabe
duda de que es un portero magnífico. Pero también influyó otro factor. Un
disparo de Saviola a las nubes con todo para marcar, un fallo de coordinación de
Joaquín a puerta vacía y un trallazo del propio gaditano al poste invitan a
pensar que la suerte no estuvo del lado del Málaga. Tampoco le hizo excesiva
falta. Su fútbol fue más que suficiente. Permitió que el partido fuera lo que
el equipo de Pellegrini quisiera hacer con él. A ratos fue eléctrico, a ratos
cuidadoso; pero siempre atractivo.
Pero
en un momento dado, la situación se desbloqueó. Quizá por la insistencia, quizá
por la calidad de los hombres de ataque, o por simple justicia deportiva.
Saviola aprovechó una rápida jugada elaborada tras una pérdida en la salida de
balón valencianista. La generosidad de Portillo permitió al Conejo culminar la
jugada batiendo por bajo a Alves. A partir de ese instante, el marcador comenzó
a reflejar la realidad del césped y el Valencia se desquició, como demuestra la
expulsión de Rami. Llegó el turno del recién ingresado Santa Cruz. El guaraní
firmó un gol de hombre de área: aprovechó un balón suelto para empujarla a
placer después de que entre Gámez e Isco desarbolaran al Valencia por la
derecha. Pero lo mejor se quedó para el final. Hubo tiempo para la dulce vendetta. Sobre la bocina, Isco recibió
en la frontal del área. Sin oposición, le dio tiempo a analizar su tremenda
evolución, la que le ha llevado a ser lo que es hoy en día. Reflexionó sobre
las oportunidades que nunca recibió por parte de Emery, sobre lo fácil que puso
Manuel Llorente su salida y sobre el cariño recibido en La Rosaleda. Entonces
soltó la pierna para ponerla lejos del alcance de Alves y cerrar un partido
redondo. Por si alguien no se había dado cuenta, dejó claro que su valor es
incalculable.
Lo
que comenzó siendo uno de los días más tristes de la historia del Málaga se
terminó convirtiendo en una auténtica fiesta. El malaguismo estuvo más unido que
nunca; el equipo también. Entre todos sacaron adelante una de las fechas clave
del año. Desde arriba, Viberti se deleitó con un espectáculo inmejorable. Se
fue el mito, el hombre que forjó buena parte de la historia del fútbol en
Málaga. Puede descansar en paz. Hay un grupo de muchachos que, en su nombre, la
sigue haciendo cada día más grande. Va por ti, ‘Pelado’.
PabloG.
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