Volvió
a atascársele al Málaga el partido que precedió al festival europeo. Después de
que Athletic y Espanyol sumaran un punto y el Atlético los tres, le tocó el
turno a una Real muy necesitada que llegó a Málaga con el barco de Montanier al
borde del naufragio. Pero no será en aguas costasoleñas donde termine la
aventura del capitán francés. Volvió a encontrar en el equipo de Pellegrini una
tabla a la que agarrarse como ya
ocurriera la temporada pasada. Esta vez, sin hacer nada especial su equipo, volvió a
quitarle tres puntos a un equipo demasiado agotado físicamente. “Estamos con
muchas ganas y con poca idea”, dijo Pellegrini en la rueda de prensa. No hay
frase que resuma mejor el encuentro.
El
Málaga volvió a tener uno de esos días espesos y turbios; uno de esos días que,
por otra parte, se están convirtiendo en habituales. Y de hecho, lo tuvo desde
que el árbitro señaló el inicio del partido. Cuarenta y ocho segundos tardó
Carlos Vela en adelantar a la Real. Cuarenta y ocho segundos en los que al
Málaga le dio tiempo a perder un balón, reclamar una mano y no saber resituarse
para impedir el gol. Pero tras el gol no mejoró mucho la situación. Como
ocurriera siete días atrás, volvió a atascarse, esta vez sobre todo en la
salida de balón. Onyewu demostró que no es Demichelis y, de paso, que la
técnica no es su mayor virtud. Es un buen central, pero quizá no sea lo que
necesita este Málaga. Tampoco ayudó el partido de Sergio Sánchez, más negro que
el azabache. Se perdió el catalán, primero en la izquierda y después en la
derecha, donde fue un auténtico coladero. La importancia de Monreal en la zaga
es vital.
El
balón largo no favorecía a los intereses malaguistas, y para cuando quisieron
probar a jugar como siempre, la Real ya había montado una trinchera casi
infranqueable en el centro del campo. Fue inteligente Montanier en este
sentido, dejando a Isco y Joaquín demasiado aislados de sus compañeros. Esto
provocó que el Málaga fuera como la lluvia que cayó sobre el maltrecho césped
de La Rosaleda: apareció a ratos, siempre fue de menos a más y cuando menos se
esperaba, desaparecía. Pero la ventaja de contar con la clase de jugadores que
tienen los boquerones es que pueden hacer que en cualquier momento salte la
chispa. Lo hicieron al filo del descanso con una jugada estupenda. El balón se
movió con agilidad de una banda a otra. Aparecieron Joaquín, Isco, Portillo,
Saviola… y Eliseu, cuyo potente disparo desde la frontal se marchó a córner
tras golpear en Íñigo Martínez. Fue el nacimiento del gol de Saviola. El Conejo
demostró su mayor virtud, el oportunismo, al empujar un balón suelto al fondo
de la portería de Zubikarai.
El
gol y la jugada anterior a él, lo que es aún más importante, no fueron más que
un espejismo. A medida que fueron pasando los minutos, el Málaga fue menguando
paulatinamente. Toulalan acusó la falta de ritmo y ni si quiera con Iturra a su
lado –entró por Gámez en el descanso y firmó un partido excelente– pudo
sostener el centro del campo. Además, los problemas en defensa incrementaron.
La jugada del segundo gol realista fue la viva imagen de lo que se estaba
viendo en el partido: tras una jugada complicada en el área de Caballero,
Onyewu realizó un despeje espantoso que cayó a los pies a Xabi Prieto. Sentó al
portero argentino con un quiebro y empujó el balón a placer para dar ventaja de
nuevo a su equipo.
Isco
pudo empatar el encuentro poco después. La jugada individual de Joaquín así lo
merecía, pero su disparo fue respondido con un paradón por Zubikarai. No se
volvió a mover el marcador, afortunadamente para el Málaga. Lo intentó José
Ángel desde muy lejos, pero su disparo lo repelió el larguero tras golpear en
Onyewu. No tuvo su día el americano, muy poco arropado por Sergio Sánchez en la
segunda mitad. El equipo se tomará un respiro entre semana para afrontar la
segunda y definitiva mitad de esta loca maratón decisiva. Estos días de
descanso pueden y deben marcar los objetivos del Málaga: la gloria o la
mediocridad.
PabloG.
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