Una
genialidad de Isco al filo del descanso, rematada por Eliseu, ha certificado el
pase a octavos de final del Málaga en su temporada de debut en la Champions. Otra
vez la volvió a liar el arroyero; otra vez vio el espacio que nadie pudo ver
para darle brillo a un partido emocionantísimo de por sí. A pesar de que el
Milan se defendió con uñas y dientes hasta las últimas consecuencias, el
espectáculo vivido en San Siro mereció la pena. Fue un duelo de estilos, un
choque entre un equipo con una historia impresionantemente gloriosa y otro
con ella por escribir. Y entre tanto, el beneficiado fue el fútbol, que brotó
de las botas de los jugadores de ambos equipos a partes iguales.
Decir
que el Milan es un equipo menor es una injusticia más grande que Il Duomo. Es
lícito decir que este equipo no es ni la sombra de los grandes equipos que una
vez vistieron esa histórica camiseta rossonera, pero las complicaciones que
crea el grupo dirigido por Allegri están a la altura de muy pocos. A falta de
brillantez, la solidez es su mayor virtud. Nadie puede esperar un juego
deslumbrante con un centro del campo en el que, Montolivo aparte, De Jong es la
pieza fundamental. Pero, sin embargo, tanto él como Mexès y Bonera, jugadores
rocosos en definitiva, crean una tela de araña de la que es muy difícil
escapar.
Ante
esta situación, al Málaga le costó trenzar. Tuvo ratos magníficos, de los
mejores de la temporada, y el vacío San Siro se echó a temblar. Durante estos
momentos, Isco volvió a ser el director de una orquesta en la que Eliseu desafinó
a veces demasiado. El anárquico extremo portugués no anduvo muy acertado a la
hora de combinar, pero cuando le tocó resolver la delicatessen del veintidós
malaguista no le tembló el pulso. Es la ventaja de contar con jugadores de este
tipo, tan calientes durante todo el encuentro y tan fríos cuando la situación
lo requiere. Pero sin el oscuro y eficaz trabajo que aportaron Iturra y
Camacho, la calidad de Isco nunca hubiera podido salir a flote. Los
centrocampistas malacitanos estuvieron tácticamente impecables durante los
noventa minutos. También cumplió con nota Sergio Sánchez, al que le tocó la
difícil papeleta de ocupar el lateral izquierdo a pierna cambiada.
Pero
a pesar de que el Milan no es un equipo que destaque especialmente por la
brillantez de su juego, fue capaz de someter al Málaga. Sobre todo en la
segunda parte. Fue entonces cuando se pudieron ver las armas ofensivas del
equipo italiano. Contar con una delantera formada por Bojan, El Shaarawy y Pato
es un lujo. Sobre todo por la juventud que este tridente posee y por lo letal
que puede convertirse a la contra. Con la velocidad como mayor virtud, los
bajitos del Milan probaron la paciencia de la zaga malacitana y los reflejos de
Caballero, que respondió de manera sobresaliente. Tres paradones para la
galería dejó el que posiblemente sea el portero más en forma de la liga
española. Y lo que es más importantes: sostuvo con sus manoplas salvadoras al
Málaga.
Sin
embargo, el plus que le faltaba al Milan se lo aportó el músculo de Kevin Prince Boateng. El germano-ghanés, que entró por El Shaarawy entre abucheos que
desaprobaban la salida del ítalo-egipcio, arrolló a la cansada retaguardia
malaguista a base de trabajo físico. Fue fundamental para que el Milan lograra
el empate con el primer gol que encaja el conjunto costasoleño en la
competición, incluida la fase previa. Nació de las botas de Kevin Constant, que
sacó un venenoso centro desde la línea de fondo que Pato empujó al fondo de las
mallas sin oposición en el segundo palo. Fue el único error de bulto del
Málaga, pero lo pagó caro. Tocó sufrir en los últimos minutos. Tocó que
Toulalan, que reapareció tras un mes de ausencia, volviera a multiplicarse en
el centro del campo, pero finalmente el Málaga sumó un punto que le asegura el
pase de ronda. Ahora la emoción queda en saber si lo hará como primero de
grupo. El sueño continúa.
PabloG.
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