El
domingo a las cinco de la tarde me senté con ilusión a ver el partido que iban
a disputar el Chelsea y el Manchester City. Al fondo de la habitación, la tele
emitía una de las mejores y más emocionantes carreras de la historia de la
Fórmula 1. Nada podía distraerme del que era el partido de la jornada en
Inglaterra y en Europa. Pero resultó ser un tostón. Sin embargo, un hecho me
llamó poderosamente la atención: minuto quince, Kolarov se dispone a botar un
córner a favor de los sky blues. A su lado, un grupo de hinchas del Chelsea
sujeta pequeñas pancartas con un mensaje demoledor. “Rafa Out!”. Atónito
descubro que existen más pancartas de diversos tamaños pero con un mismo
objetivo: mostrar que la afición del Chelsea no está con Benítez; que su
romance con Di Matteo no acabará a pesar de su destitución. El aplauso
atronador del minuto dieciséis como homenaje al italiano fue el culmen de una
de las mayores injusticias jamás vistas en la historia del deporte.
Que
el Chelsea no practica un juego sensacional es un hecho. Y bastante
preocupante, teniendo en cuenta las desorbitadas cantidades que se han pagado
por esos futbolista. Pero no se puede culpar de ello a Benítez. No el primer
día que se sienta en el banquillo, después de haber dirigido tan sólo un par de
entrenamientos. Benítez está en el Chelsea para hacerlo lo mejor posible hasta
fin de año e intentar aglutinar a un vestuario dividido al que sólo la suerte y
la anarquía han sido capaces de llevar a la gloria. Pero este método no es
eterno. El hecho de que el Chelsea –el vigente campeón– tenga pie y medio fuera
de la Champions League en la fase de grupos es el mejor ejemplo. Por eso
Benítez tiene que dejar de ser el enemigo. Su etapa en el Liverpool terminó
hace ya tres años.
Precisamente
en la ciudad de los Beatles fue donde se consagró definitivamente como
entrenador, por si a alguien le cabía algún tipo de duda después de su
fulgurante paso por el Valencia –dos ligas y una copa de la UEFA–. No se debe
olvidar que el técnico madrileño fue el primero en apreciar la superioridad del
fútbol español sobre el resto. Fue valiente al aplicar el estilo que tantos
años se llevaba usando en nuestro país en un fútbol tan cerrado como el inglés
y su éxito fue rotundo. La final de Estambul marcó un antes y un después en la
historia del fútbol. Si esto fue posible, fue gracias a la mano de Rafa. Cambió
radicalmente la imagen y la mentalidad de su equipo en el descanso para
remontar un histórico 3-0 al Milan de Kaká y
alzarse con la quinta Champions de la historia del Liverpool. En ese equipo,
junto a Gerrard y Carragher, Xabi Alonso y Luis García eran piezas clave, y
Josemi y Núñez unos suplentes de lujo. Después llegaron Reina, Morientes,
Arbeloa, Riera, Dani Pacheco… y Fernando Torres, con el que se volverá a rencontrar
en Londres. Rafa es el entrenador que mejor rendimiento le ha sacado al Niño,
el que le hizo un nombre en Europa y le permitió dar el salto a Stamford
Bridge.
Lo que está claro es que si en algún aspecto va a salir especialmente beneficiado el Chelsea, ese es el
táctico. Benítez ha demostrado durante toda su trayectoria ser un estratega
nato. En Valencia, su Albelda-Baraja en el centro del campo funcionó a la
perfección, aportándole al equipo una gran solidez; lo mismo que sucedió en
Liverpool con el Alonso-Mascherano. En su nueva etapa necesita encontrar una
pareja igual de fiable que le aporte equilibrio a un equipo que tiende a
romperse. Está por ver cuáles serán los cimientos sobre los que tratará de
construir su efímero macroproyecto. Sus objetivos quedaron claros en la
presentación: lograr los cinco títulos a los que aspira el Chelsea. Talento y
plantilla no le faltan para poder lograrlo. Tan sólo necesita que le dejen
trabajar.
PabloG.
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