El
Valencia de Pizzi dio la campanada en el Camp Nou (2-3) para dejar el liderato
en el aire. Los ché, que no jugaron un partido excesivamente brillante, se
impusieron a un Barcelona esperpéntico en defensa en el día en el que el
coliseo azulgrana guardó luto en memoria de Luis Aragonés.
Con
el corazón destrozado y el alma aún encogida, Barcelona y Valencia saltaron al
Camp Nou para honrar la memoria de Luis Aragonés. El Sabio de Hortaleza pasó
por ambos banquillos y dejó una huella imborrable, de modo que ese minuto de
silencio, más corto de la cuenta, fue una forma poética de darle las gracias
por tanto. Con Puyol en la grada e Iniesta en el campo, los focos se centraron
en Xavi. Su gesto representaba a la perfección el sentir del fútbol español. De
sentimiento profundo y sorpresa desmesurada. Todavía nadie se cree que
Zapatones se haya ido para siempre. Xavi quedó huérfano, pues partió su
maestro, aquel que le entregó el timón del fútbol cortito y al pie.
Sin
embargo, el Barça no tenía cuerpo para homenajes. El encuentro, aunque precioso
para el espectador, fue un suplicio para los blaugrana. Fue un partido de dos
caras para ambos equipos: la bonita, la ofensiva; la fea, la defensiva. La bonita
para el Barça fue la primera parte, en la que avasalló a su rival y sin embargo
se fue al vestuario con el partido 1-1, muy probablemente de forma inmerecida.
La fea, que más que eso fue horrorosa, llegó en la segunda mitad. Para el
Valencia fue justo al contrario. Los hombres de Pizzi, sin hacer un partido
excelso, supieron sobrevivir a los mejores minutos del Barcelona, empatar el
partido en el primer descuido y aprovechar al máximo la decadencia defensiva de
la zaga culé en la segunda mitad para llevarse la victoria.
El
partido parecía seguir el guión con normalidad en los primeros minutos. El
Barça arrasaba con Messi a la cabeza. El argentino ha mutado de repente de
grandísimo goleador a grandísimo director de orquesta. Y el Barça lo agradece.
Porque sigue siendo desequilibrante y además hace mejores a sus compañeros.
Enriquece el fútbol del equipo. En una de las primeras acciones en las que le
dejaron hacer, hizo. Se inventó un pase desde la izquierda para que Alexis
rematara con la misma fortuna que espectacularidad y batiera a Diego Alves por
alto.
Se
gustaba el Barça, que quería hacer sangre a un frágil Valencia que se desarmaba
en transición. Golpeaba una, y otra, y otra vez. Con Cesc descifrando el fútbol
y Pedro como un auténtico puñal. Y golpear,
golpear y golpear y volver a golpear, y golpear, y golpear, y golpear,
parafraseando al mítico Luis. Pero los valencianos resistían de forma épica.
Ayudó también la exhibición de reflejos de Diego Alves, salvador de su equipo
en cada ocasión de peligro. Era lo único rescatable, junto a Feghouli, de un
Valencia desmontado y sin rumbo.
Precisamente fue el argelino quien marcó el cambio de rumbo
del partido. Se despegó por la banda otra vez, como ya lo había intentado un
ciento de veces antes que esa. La diferencia fue que encontró compañía y el
Valencia llegó hasta el fondo. Feghouli levantó la cabeza y vio llegar a Parejo
desde atrás con ímpetu y se la regaló para que empatara el partido. Un pase de
la muerte, como esos que se pusieron tan de moda en los 90.
El
talento de Parejo guió al Valencia
El partido de hoy pasará a la historia como el del día en que
Parejo devoró al centro del campo del Barcelona. El canterano madridista hizo
su la parcela central del césped y se impuso con claridad primero a Xavi y
Busquets, y luego también a Iniesta. Dio un auténtico recital de estrategia, de
cómo organizar a un equipo para alcanzar la victoria sin ser brillante. Y lo
sujetó con acierto durante todo el partido. Parejo se está erigiendo poco a
poco en el líder de este nuevo Valencia de Pizzi. Por talento y por un carácter
ganador que hasta ahora no había mostrado al máximo nivel de competición pero
que se le presuponía en su brillante paso por las categorías inferiores de
nuestro fútbol. Está ocupando ese vacío de liderazgo que acusaba la plantilla
para empujar a su equipo hacia arriba.
Y entre un Parejo imperial y un Barça que se puso nervioso
atrás, apareció Piatti de cabeza para hacer realidad todos los temores
blaugrana. El argentino, con su metro sesenta y tres de altura, ya puede añadir
a su currículum un gol de cabeza tanto al Madrid como al Barcelona esta
temporada. Algo que no habla muy bien de ninguna de las dos defensas.
De poco sirvió el conato de resurrección culé, que alcanzó su
pináculo con un gol de Messi de penalti tras una rigurosa mano de Ricardo
Costa. Fue un espejismo. Seis minutos después el que marcaba era Paco Alcacer
para confirmar el esperpento de la zaga del Barça: hizo un desmarque al primer
palo que Piqué no entendió y remató a placer mientras el catalán giraba la
cadera de manera extraña.
Para más inri, Jordi Alba se marchó a la caseta antes de
tiempo, acabando con cualquier esperanza de remontada. Es la primera expulsión
del Barcelona esta temporada y probablemente la más dolorosa, porque ocurrió
justo el día menos oportuno. El día en que el Barça dejó en el aire su liderato
con una surrealista segunda parte.
PabloG.