No
todos los practicantes de atletismo tienen la posibilidad de disfrutar de unos
Juegos Olímpicos. De los que llegan a la gran cita, sólo unos pocos pueden
optar a medalla en la final de sus respectivas disciplinas. Una vez en la final,
tan sólo tres pueden lucir con orgullo el metal en su cuello, y únicamente el
ganador puede saborear las mieles del éxito. Pero lo realmente difícil, lo que
sólo son capaces de lograr los elegidos, es el ser considerado una leyenda. Jesse
Owens, Carl Lewis, Michael Johnson, Bob Beamon, Hickam El Guerrouj, Paavo Nurmi…
Grandes nombres que
alcanzaron el estatus de atletas legendarios gracias a sus magnificas
actuaciones en las Olimpiadas. Grandes nombres que, desde ayer, tendrán que
hacer un hueco a dos nuevos astros del atletismo mundial. Porque, a base de
sacrificio y esfuerzo, dos superhombres grabaron su nombre en la historia con
letras de oro: David Rudisha y Usain Bolt.
La
final de los 800 metros es, probablemente, el mejor acontecimiento que se ha
vivido hasta el momento en estos Juegos Olímpicos. Se presentaba una final
jovencísima, con atletas hambrientos de victoria y rebosantes de fuerza y
talento natural. Sobre todos ellos destacaba uno: David Rudisha, el gran
favorito y plusmarquista mundial de la distancia desde 2010 con 1:41.01. Al
keniata se le auguraba una victoria segura, con muchas opciones de batir el
récord olímpico. Si alguien podía hacerle sombra, esos eran Nigel Amos y
Timothy Kitum, campeón y subcampeón del mundo junior respectivamente.
Tras
el pistoletazo de salida, el orgullo de África se colocó en cabeza para llevar
un ritmo sobrehumano desde el principio. No hicieron falta liebres, Rudisha
marcó siempre el ritmo que quiso para destrozar a sus rivales. Es un mago de la
distancia. Sin esfuerzo aparente fue aumentando poco a poco la velocidad, para
terminar con una segunda vuelta sensacional. Nadie pudo seguirlo, nadie en la
historia pudo lograr lo que él hizo: 1:40.91. No sólo destrozó el récord
olímpico, sino que pulverizó también el récord mundial y se convirtió en el
primer hombre en bajar del minuto cuarenta y un segundos. Su exhibición fue
abrumadora. Pero el espectáculo en esta prueba no terminó ahí. Nigel Amos
terminó en segundo lugar con 1:41.73, récord del mundo junior y la misma marca
que obtuvo el gran Sebastian Coe en 1981 cuando batió el récord del mundo de la
distancia, que duró la friolera de dieciséis años. El tercer clasificado fue el
también keniata Timothy Kitum, que finalizó con 1:42.53, su marca personal y
también por debajo del anterior récord del mundo junior. Fue la carrera más
rápida de la historia, ganada por el más rápido de la historia. El masái David
Rudisha se tornó en leyenda al cruzar la meta en primera posición. Dejó atrás,
no sólo a todos sus rivales en la pista, sino a atletas como Steve Ovett o el
propio Sebastian Coe. David Rudisha es legendario.
Otro
que entró en el selecto grupo de la historia del atletismo fue el relámpago Bolt.
Quizá ya tuviera estatus de leyenda, pero él mismo se encargó de
autoproclamarse como tal ayer mismo. Lo hizo primero en la pista, donde pasó
por encima de sus rivales, y luego ante las cámaras, donde volvió a realizar el
espectáculo que caracteriza a este ‘showman’ del atletismo. Sin duda, Usain es
un atleta único.
De
nuevo se preveía un duelo de ensueño entre Bolt y su compatriota Yohan Blake.
Esta vez no existían tantas dudas sobre la victoria de Usain, dudas que se
disiparon tras la tremenda exhibición realizada en la final de los cien metros.
Esta vez se preveía un espectáculo similar. La prueba arrancó para Bolt de la
mejor forma posible: tuvo una salida fulgurante que le permitió alcanzar el
primer puesto desde el inicio. Como ya ocurriera en los cien, con una salida
tan buena, es imposible alcanzar al relámpago. Trató de hacerlo Blake, y por
momentos parecía que lo podría lograr, pero no fue más que un espejismo. Usain
Bolt es invencible. Pudo lograr el récord del mundo, pero se dejó llevar en los
últimos metros, quizá con la mente puesta en los próximos mítines, donde las
cuantías de dinero superan con creces las de los Juegos Olímpicos. Entró a la
meta con el dedo en la boca, posando para la foto finish, acallando a todos sus
detractores, a todos esos que no se creen que este hombre no es de este
planeta. Logró el primer doble-doble de la historia –oro en 100 y 200 metros
lisos en Pekín 2008 y Londres 2012– con una carrera de ensueño, en la que Blake
fue segundo y Weir tercero. Triplete para Jamaica. También logró entrar, de
nuevo, en la historia por la puerta grande. Como Michael Johnson, como Carl
Lewis, como Jesse Owens. Ya puede gritarlo a los cuatro vientos: “soy leyenda”.
PabloG.
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