Los
grandes héroes del deporte son aquellos que aparecen en el momento más
oportuno, cuando más se les necesita. No importa la magnitud del escenario,
ellos son capaces de superar cualquier adversidad. Eso precisamente es lo que
les hace ser grandes, lo que marca la diferencia con el resto. Ayer en el
Aquatics Center, vimos varios ejemplos claros, pero dos destacaron sobre el
resto: Michael Phelps y Mireia Belmonte.
Había
llegado el momento. Esta sería la última, la definitiva. Un oro en la final de
los 100 mariposa dejaría a los aficionados con un buen sabor de boca; una
derrota, con la sensación de que puede haber alguien que le destrone en un
futuro. No es descartable esa opción, pero Phelps hizo ayer que se pusiera aún
más en duda si cabe la posibilidad de que algún nadador le supere algún día.
Fue la carrera soñada, la que nos hace comprender la magnitud de todos los
acontecimientos que Michael Phelps nos está haciendo vivir, una de las que
quedará en la memoria de ese niño que el día de mañana podrá decirles a sus
hijos y nietos “yo vi nadar a Phelps”. Salió a la piscina tranquilo y
concentrado, como es habitual en él. Parecía que ya había dibujado la carrera
en su mente, que ya sabía como se iba a desarrollar ese escaso minuto glorioso.
Y probablemente así sería. Saltó al agua y se colocó en un inusual séptimo
puesto, el mismo con el que realizó el viraje. Se preveía un nuevo fracaso,
otra demostración de que este Phelps no es el de Pekín. Pero no. Fue ahí donde
comenzó su remontada. Una remontada que sería imposible para cualquier humano,
siempre y cuando no se llame Michael Phelps. Tiró de potencia, de técnica, de
estilo, de coraje, de raza. Sacó su mejor versión, pero sin esfuerzo aparente.
Con tan sólo cinco brazadas recuperó toda la ventaja perdida en los cincuenta
primeros metros para sacar una ventaja final de veintitrés centésimas a sus
rivales. Esta vez no hubo intriga como ocurriera en Pekín con Cavic, que tuvo
que conformarse con el tercer mejor tiempo, pero que quedó fuera del podio
debido a que el ruso Korotyshkin y el prometedor nadador sudafricano, Chad Le
Clos, llegaron ex aequo. Nadie pudo quitarle la gloria a Phelps, que además
logró su segundo triplete y el segundo de la historia, en el día de su
despedida de la competición individual. Todavía nos queda la final de 4 x 100
estilos para disfrutar de su magia.
Otra
cosa característica del deporte es que, a veces, el que gana no es el que más
gloria recibe. Al menos, en ciertas zonas del planeta. Ese fue el caso de la
joven Katie Ledecky, de tan sólo quince años. La estadounidense fue la sorpresa
más grata de la final: sorprendió a las veteranas con un descaro inapropiado y
nadó durante toda la prueba por encima del récord mundial. Finalmente, no logró
superarlo, pero no cabe duda de acabará por pulverizarlo. Lo que sí obtuvo fue
el oro olímpico, toda una proeza para una atleta de su edad. Pero, sin embargo,
su hazaña quedó empañada ayer por la proeza que logró una joven catalana, que
en el plazo de tres días ha logrado alzarse como la mejor nadadora de la
historia de España. Mireia Belmonte dio ayer una lección en toda regla en su
distancia favorita. Su carrera fue la más inteligente que se ha visto hasta el
momento en lo que llevamos de Olimpiadas. De nada sirvió que en la piscina
hubiera nombres como el de Lotte Friis o la campeona olímpica, Rebecca Adlington.
Mireia tuvo paciencia y supo esperar su momento para lanzar un zarpazo mortal a
sus rivales. Primero desfondó a Friis; luego le comió poco a poco la moral a
Adlington delante de su público. Realizó un carrerón espectacular. No pudo con
Ledecky, pero logró una más que brillante plata –la segunda–, además de pulverizar
el récord de España de los 800 metros. España puede sentirse muy orgullosa de
su sirena.
Otra
joven estrella que brilló anoche con luz propia en el Aquatics Center fue la
también estadounidense ‘Missy’ Franklin. Esta vez fue en los 200 metros
espalda, una de sus pruebas fetiches, algo que demostró con suma facilidad,
récord del mundo incluido. Aquí no hubo tregua: dominó la piscina de principio
a fin con una autoridad máxima. La rusa Zueva y la americana Biesel completaron
el podio junto a la reina ‘Missy’, que con sus 2:04.06 finales demostró que no
tiene rival en espalda al superar en setenta y cinco centésimas el anterior
récord mundial de Kirsty Coventry, que se vio resignada a la sexta posición.
Hubo traspaso de poderes en la piscina londinense.
En
la última final del día sólo había lugar para una cosa: la explosividad. Sólo
el nadador más explosivo puede triunfar en la final de los 50 metros libres.
Aquí, si había un claro favorito, ese era el plusmarquista mundial César Cielo.
Pero no fue él quien se alzó finalmente con el oro, sino un atleta de apellido
de sobra conocido en el circuito. Florent Manaudou, hermano pequeño de la
nadadora francesa, Laure Manaudou sorprendió a propios y extraños al tocar la
placa en primer lugar. De hecho, esa era su primera medalla; un debut por la
puerta grande. Ni Cullen Jones –segundo clasificado–, ni el ya citado César
Cielo –tercero–, pudieron evitar la victoria en esta sorpresiva final de
velocidad.
PabloG.
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