Que
el Málaga despliega uno de los mejores juegos de la Liga, si no el mejor, es un
hecho. Que el Betis está teniendo una suerte nefasta con los árbitros, también.
Pero si se juntan las dos cosas, el resultado puede ser de campeonato. Eso fue
lo que sucedió ayer en La Rosaleda, donde el Málaga pasó por encima del Betis
sin el menor esfuerzo y dando auténticos recitales de juego por momentos, pero
nada hubiera sido igual si a los diez minutos Eliseu no se hubiera plantado
solo frente a Casto. El portugués salió como un rayo y trató de driblar al
portero verdiblanco, que se lo llevó por delante. El árbitro aplicó
correctamente el reglamento y mandó al meta bético a la caseta. Otra vez se
enfrentaba el Betis a un partido con diez hombres, otra vez le azotaba la
desgracia. Joaquín puso el balón en el punto de penalti y no perdonó al equipo
de su vida. Lo puso fuera del alcance de Adrián y, a pesar de todo, no lo
celebró, porque Joaquín todo un caballero. Aguantó durante los noventa minutos
los silbidos de los aficionados béticos que se desplazaron hasta Martiricos,
pero en ningún momento realizó un mal gesto. Sólo habló en el campo, donde fue
una auténtica pesadilla para el Betis. Y es que el momento de forma que
atraviesa el crack del Puerto de Santamaría es impresionante. Le falta la
velocidad de antaño, pero es capaz de desbordar por fuera y de arrasar por
dentro. Es un verdadero ciclón cuando sale a la contra, pero su mayor virtud es
la implicación que demuestra a cada minuto.
El
Betis pagó muy cara la expulsión de su portero. Y no precisamente porque Adrián
le hiciera mal, al contrario. El joven guardameta hizo un partido soberbio,
resultando decisivo por momentos. Pero jugar otro partido con diez hombres
después del sobrehumano esfuerzo realizado el miércoles ante el Atlético es
demasiado para cualquier equipo. Eso provocó que el Málaga se creciera y se
gustara. Comenzó el rondo blanquiazul y el Betis sólo pudo correr tras el
balón. El segundo gol se mascaba. Lo tuvieron cerca entre Demichelis y Camacho
tras un centro de Joaquín de falta, pero su remate al alimón se estrelló en el
poste. Pero poco después ocurrió lo inevitable: Saviola y Portillo se pusieron
a fantasear en la frontal del área y la defensa se echó a temblar. Una pared
entre los dos dejó al paleño solo frente a Adrián, y no le tembló el pulso a la
hora de buscar al Conejo con un pase de la muerte para que finalizara una
jugada de ensueño. El gol no debió subir al marcador por fuera de juego de
Portillo, pero la jugada fue una auténtica obra de arte.
Trató
de reaccionar el Betis al comienzo de la segunda mitad con la entrada de Rubén
Castro, y durante unos minutos en los que el Málaga anduvo sin rumbo, fue capaz
de incomodar, aunque con escaso peligro para la meta de Caballero. Tuvo poco
trabajo el Zamora el día de su cumpleaños. Pero tras la tregua, volvió a
aparecer el Málaga. Lo hizo con la entrada de Recio y Santa Cruz, que le dieron
un nuevo aire al equipo. Se nota que ha escocido mucho en Heliópolis la llegada
del paraguayo a la Costa del Sol, pero el jugador no pudo desquitarse de los
desagradables cánticos recibidos con un gol. Y no porque no lo intentara, pero
las mieles de la gloria estaban destinadas a otros. A Monreal por ejemplo, que
puso el broche de oro a un partido sensacional –uno más– con una internada por
la línea de fondo que Amaya se encargó de introducir en su portería al intentar
despejar. Pero el Málaga no se conformaba con un tres a cero, quería un poco
más. En especial, Joaquín e Isco, que idearon una rápida acción tras una
magistral recuperación del gaditano en la frontal para que el arroyero la
pusiese al palo contrario con suavidad. Fueron cuatro, pero pudieron ser muchos
más si no llega a ser por las manos salvadoras que Adrián sacó a Seba, o por la
providencial actuación de Nacho para evitar el gol de Demichelis en la línea de
gol. El Betis no lo mereció, pero volvió a salir goleado. Ojalá que pronto
cambie su suerte. El equipo lo merece. Mientras tanto, el Málaga mira al Barcelona desde el segundo puesto.
PabloG.
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