Que
injusto es el fútbol a veces. Parecía como si los aficionados del Liverpool
supieran la que se les avecinaba, y era por eso que hacían un mosaico antes del
comienzo del partido con un mensaje claro: “Justicia”. Pero no, ellos hacían
referencia a un asunto mucho más serio, un asunto por el que han tenido que
cargar con una pesada losa durante décadas y que hizo que Europa sintiera una
especie de odio irracional sobre toda la afición red. La tragedia de
Hillsborough en 1989 marcó el fin de una época en el fútbol y el comienzo del
espectáculo que hoy se conoce en el mundo entero. Lo triste fue que para ello
fue necesaria la muerte de noventa y seis personas inocentes, todos ellos
seguidores del Liverpool, que sólo querían disfrutar de la emoción que supone
ver a tu equipo en directo. Allí, en la jaula de acero del casi medieval
estadio de Hillsborough, la tragedia se desencadenó con una brutal avalancha humana. Se culpó a
los hooligans, causantes de tantos disturbios a lo largo de la historia del fútbol
inglés, como en la tragedia de Heysel, en la que murieron treinta y nueve
personas, treinta y dos de ellas seguidores de la Juventus, rival aquella noche
del Liverpool en la final de la Copa de Europa. Pero, tras años de ocultismo y
circunstancias que poco ayudaban a esclarecer la verdad, el Primer Ministro
británico, James Cameron, pidió disculpas tras la publicación de un informe que
hacía responsables a la policía británica, que permitió el acceso a las gradas
a más seguidores de los permitidos. Veintitrés años después, Anfield puede
respirar un poco más tranquilo.
Este
Liverpool promete. Es un peligro constante con el balón en los pies; tiene
mucha velocidad arriba, talento y sacrificio en el medio campo, y a Luis Suárez
como líder ofensivo, con todo lo que ello conlleva. Pero de momento poco más.
Sigue sin conocer la victoria y se hunde en la penúltima posición de la tabla,
sólo por encima del Reading, que cuenta con un partido menos. Además, el equipo
dirigido por el norirlandés Brendan Rodgers está firmando el peor arranque de
su historia. Hoy le faltó ese puntito de gracia, ese que marca la diferencia
entre un equipo grande y otro que no lo es, porque ya no cabe duda de que el
club de Anfield abandonó ese selecto grupo hace varios años. Su palmarés es
extraordinario, impresionante. Sus cinco Copas de Europa hablan por si solas,
pero dentro del campo no juegan las copas, sino unos jugadores que, al parecer,
no están acostumbrados a unas exigencias tan enormes. El equipo red es joven y
talentoso, a nadie cabe duda de que no tardará en salir a flote. Pronto se verá
contagiado por el espíritu de grandes campeones como Gerrard, Carragher o Reina.
Además, da un trato excepcional al cuero, teniendo en cuenta el juego tan
sumamente físico que se practica en la Premier. Pero mientras llega ese futuro,
el Liverpool tendrá que seguir luchando por entrar en Europa, como el año
pasado, aunque esperemos que con mejor suerte.
Pero
de lo que no cabe duda es de que el partido no defraudó. No importa cual sea la
situación del Liverpool y no importa cual sea la situación del United, el derbi
del Este siempre cumple las expectativas. Fue un partido intenso, agresivo, aguerrido,
lleno de orgullo y, sobre todo, con mucho fútbol. En este sentido fue el
Liverpool quien llevó la manija. No dio opción a un Manchester que se tuvo que
replegar ante la admirable labor de presión de los scousers, que se dejaron la
piel en el campo. Las ocasiones locales no cesaron: primero Luis Suárez desde
la línea de fondo, después Gerrard con un seco disparo tras un córner en corto,
luego nuevamente Luis Suárez… El Liverpool era una tormenta ofensiva. Pero enfrente
había un hombre que quería sacudirse todas las críticas que se han vertido
sobre él desde su llegada en el mejor escenario posible. Y es que el partido de
Lindegaard fue para enmarcar: no cometió un solo error y salvó a su equipo en
cada ocasión de peligro rival. Con él danés y con De Gea, el Manchester United
puede presumir de tener una de las mejores parejas de porteros de Europa, si no
la mejor. Pero también la más irregular.
A
pesar de que los goles no llegaban, todo iba viento en popa para el Liverpool.
El Manchester no suponía una amenaza real de peligro porque no conseguía
enlazar más de tres pases seguidos, lo que provocó que Van Persie fuera una
isla. Tan sólo Giggs y Kagawa ponía el ímpetu suficiente para intentar salvar
el entramado defensivo del Liverpool. Pero todo cambió al borde del descanso en
una acción que tuvo al joven Shelvey como protagonista. El centrocampista red
se comportó como un auténtico hooligan y confundió los conceptos agresividad y
violencia. Su espeluznante entrada sobre Jonny Evans le hizo marcharse a la
caseta antes de tiempo y dejar a su equipo con diez hombres frente a un lobo
con piel de cordero como fue el equipo de Sir Alex Ferguson.
El
Liverpool no cesó en su empeño de llevarse el choque. Es más, al inicio de la
segunda mitad logró derribar por fin el muro de Lindegaard. Fue Gerrard, quién
si no, el autor del bonito tanto. Tras una jugada de acoso y derribo, el
símbolo de Anfield bajó el balón con el pecho dentro del área para fusilar al
meta de los diablos rojos y dar a su equipo la merecida ventaja. Pero poco duró
la alegría en Anfield Road. Seis minutos, para ser más exactos, y todo
coincidió con la entrada de Scholes en el campo. El pelirrojo centrocampista
sigue siendo un futbolista extraordinario a pesar de los años. Dio serenidad al
equipo y permitió abrir las bandas. Esto lo aprovechó a la perfección Rafael,
que entró como un rayo y, después de asociarse con Kagawa y Valencia, puso el
balón fuera del alcance de Pepe Reina. Fue el primer disparo a puerta del
United en el partido, pero entró por la escuadra. Tras el gol el United llevó
el peso. Kagawa, Giggs y Scholes movieron el balón de un lado a otro creando
peligro siempre y llevando el partido al punto que más interesaba a su equipo.
Una vez que se rompió el partido, Valencia aprovechó los espacios para salir
imparable a la contra y cayó dentro del área en la jugada más dudosa del
encuentro. Glen Johnson aseguró no haber tocado a su rival y las imágenes
fueron incapaces de afirmar lo contrario, pero Van Persie no desaprovechó la
oportunidad de sacar los tres puntos del fortín de Anfield. Fue injusto, pero
el futbol sólo entiende de goles.
PabloG.
Explícame tú que entiendes a qué viene ahora este homenaje, que yo no lo entiendo...
ResponderEliminarA ver, la verdad es que yo de este asunto sé únicamente lo que he leído. En 1989, Liverpool y Notthingham Forest disputaron la semifinal de la FA Cup en el estadio de Hillsborough, un campo antiguo que párticamente no se había tocado desde su construcción en los primeros del fútbol en Inglaterra, allá por la segunda mitad del siglo XIX. El estadio contaba con una especie de jaula metálica que impedía a los aficionados invadir el campo a la vez que se convertía en un arma mortal, como poco después se pudo comprobar. Los aficionados del Liverpool fueron poblando la grada poco a poco y se fueron dando cuenta de que morirían allí aplastados ya que había más gente de la que cabía. Se quejaron, pero los policías hicieron caso omiso y siguieron permitiendo la entrada de seguidores a las gradas. Cuando se produjo la tragedia y la muerte de los noventa y seis seguidores, se culpó a los hooligans del Liverpool de haber causado disturbios dentro del recinto y todo quedó así, silenciado por el gobierno británico hasta que la semana pasada salió a la luz un informe que culpaba únicamente a la policía británica por na haber tomado las medidas de seguridad oportunas para impedir la tragedia. Se demostró que los aficionados del Liverpool no tuvieron nada que ver en el accidente que causó la muerte de noventa y seis de sus propios compañeros. Por eso el homenaje de hoy. Espero haberte ayudado.
Eliminar¡Saludos!