Aunque
muchos no lo crean, los Juegos de Londres terminaron el pasado domingo. Aunque
muchos no lo sepan, durante estos días se han disputado unos preciosos Juegos
Paralímpicos. Aunque no se les de bombo, aquí se encuentran los mejores atletas
del mundo. Son superiores a cualquiera, pero no les pregunten a ellos
directamente, porque lo negarán. En eso también son los más grandes. Es muy
difícil ser el mejor en un deporte olímpico. Requiere años y años de
preparación, dedicación, trabajo y sacrificio. Y ni que decir tiene que si se poseen,
además, discapacidades físicas o sensoriales, la hazaña se magnifica. Pero el
problema, al parecer, es que eso no vende. Al menos, no como lo hacen otros
grandes atletas. Ellos no son deportistas mediáticos; no están respaldados por
grandes multinacionales y rara vez pondrán cara a un anuncio, a excepción de
los cuatro o cinco días inmediatamente anteriores a su participación en los
Juegos. Son simples atletas, discretos, que viven su deporte con pasión pero en
silencio. Y, además, cuando salen en prensa, reciben un trato casi circense,
repugnante en muchos casos. Se busca el morbo, la extravagancia. Se deja a un
lado al deportista, a la persona, para contar su trágica historia como si de un
espectáculo se tratase. No se dan cuenta de que lo que realmente vale son
ellos, grandes héroes que pasan desapercibidos para el gran público. Grandes
héroes que a lo máximo que aspiran es a ocupar la esquinita de la portada de un
diario deportivo, o al menos, un par de líneas en el interior, espacio
insignificante comparado a las banalidades que suelen copar dichos periódicos
el noventa por ciento de los días. Pero aunque no estén todo lo reconocidos que
deberían, ellos son felices. Practican su deporte favorito y no existe ninguna
barrera que se los pueda impedir. Esa es la verdadera finalidad del deporte,
algo que mucha gente olvida cuando el color verde comienza a predominar en sus
vidas.
La
participación en Londres de la delegación española ha sido sensacional. Las
cuarenta y dos medallas logradas, ocho de ellas de oro, y el decimoséptimo
puesto en el medallero hablan por sí solos. Ese cuarenta y dos es un número
inalcanzable e inimaginable, al menos en estos momentos, en unos Juegos
Olímpicos, pero para los atletas paralímpicos españoles es el pan nuestro de
cada día. Algo debe significar que se hayan logrado casi el doble de medallas
en estos Paralímpicos que en los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, donde la
delegación española alcanzó su cima con veintidós medallas. Pero esas cuarenta
y dos medallas también esconden un dato que lo hacen aún más demoledor: son el
registro más bajo logrado por España en unos Juegos Paralímpicos en los últimos
años.
Buena
culpa de esos registros la tiene Teresa Perales. Esta nadadora zaragozana
demostró en el Aquatics Centre que no conoce límites. Con seis medallas –un
oro, tres platas y dos bronces– fue la deportista que más aportó al medallero
español. Pero no sólo eso, esa hazaña le sirvió para conseguir un récord
fabuloso: convertirse en la persona que más medallas posee en la historia de
los Juegos. Parece mentira, pero esa persona es española, y con veintidós
medallas, comparte ese fenomenal honor, nada más y nada menos, que con Michael
Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos. Estos eran sus cuartos Juegos, y
quien sabe si los últimos. En condiciones normales, a los treinta y seis años
un nadador debe, como poco, llevar un par de años retirado. Teresa está hecha
de una pasta especial. Fue acumulando medallas día a día, pero necesitaba un
colofón en forma de medalla de oro. No había mejor ocasión que la última jornada
para lograrlo. Finalmente, en la final de los cien metros libres y con un
tiempo de 1:18.55, alcanzó su sexta medalla, la primera de oro. Teresa alcanzó
el Olimpo. No es descabellado pensar en ella como la mejor atleta española de
la historia, pese a quien pese.
Otro
que dejó grabado su nombre a fuego en la piscina de Londres fue Enhamed
Enhamed. El Michael Phelps español, hizo gala de su apodo y tuvo un inicio algo
titubeante, como también hiciera el tiburón de Baltimore. Poco a poco fue
entrando en competición y el resultado fue fantástico: tres medallas, dos
bronces y una plata. Se quedó con un sabor agridulce por no haber podido
escuchar el himno español en su honor, pero este grancanario puede estar más
que orgulloso de su participación. A todas luces, su actuación no fue tan
deslumbrante como la que realizó en Pekín hace cuatro años, cuando se colgó
cuatro preseas doradas, pero Enhamed, de ascendencia saharaui, ha dado una
lección de superación y sacrificio cada vez que ha entrado a la piscina. Su
perrita Gayla puede sentirse orgullosa del héroe que tiene por dueño.
Pero
la apoteosis en la piscina llegó de la mano de otra canaria, la jovencísima
Michelle Alonso. Con tan sólo dieciocho años, Michelle fue capaz de aplastar a
sus rivales en los cien metros braza hasta el punto de lograr el récord del
mundo de la modalidad con una marca de 1:16.85. Junto al del maratonista
Alberto Suárez Laso, fueron los únicos récords del mundo logrados por la delegación
española en Londres. La tinerfeña no lograba salir de su asombro: había
alcanzado el oro y la plusmarca mundial con dieciocho años y en sus primeros
Juegos. No cabe duda de que, con su talento, Michelle será la estrella que guíe
el camino hacia Río.
Fuera
de la piscina, hubo una judoca que, junto al equipo de Fútbol 5 dejó el nombre
de Málaga por todo lo alto. Se trata de Carmen Herrera, el orgullo de la Costa
del Sol. La alhaurina, que estudia en la Universidad de Málaga, ya cuenta con
tres medallas de oro en su palmarés. Pero lo más sorprendente es que todos
ellos han sido logrados de manera consecutiva. No ha cesado de ganar desde que
lo hiciera en Atenas 2004. Esta vez, venció en la final a la rusa Savostyanova,
amiga de la española. Fue una final reñida y apasionante, pero el talento de
Carmen terminó por imponerse.
En
cuanto al equipo de fútbol, que cuenta con los malagueños José
López, Marcelo Rosado, Alfredo Cuadrado, Álvaro
González y el guía José
Urbano en sus filas, no pudo alcanzar la final del campeonato debido a que
cayeron frente a Francia en las semifinales. Pero los españoles supieron
reponerse del golpe y lucharon hasta la extenuación en la final de consolación
frente a Argentina. Tras el cero a cero en el marcador, el partido tuvo que
decidirse en la fatídica tanda de penaltis. Fue ahí donde apareció la figura
del también malagueño Antonio Jesús Gaitán. “El Niño” el autor del único tanto
del partido, el que dio el oro al equipo español. Es sin duda la gran estrella
de esta fantástica selección. No en vano, fue reconocido por la UEFA en 2005
como mejor jugador del mundo. Pero aparte de su calidad, Antonio es todo un
ejemplo de dedicación y amor hacia el deporte. Otro de tantos grandes
deportistas casi desconocidos para el gran público. Otro de tantos héroes
anónimos.
PabloG.
Me encanta que también hables sobre los paralímpicos, sin duda, se lo merecen y representan por excelencia el valor de la superación en el deporte. Nuestra delegación paralímpica siempre ha logrado mejores resultados que la olímpica que nunca ha llegado tan siquiera a rozar esa cifra de 42, que incluso es una de los peores de los últimos Juegos. Y sí, Teresa Perales puede ser considerada nuestra mejor deportista y es incomprensible que no tenga un mayor reconocimiento. Quedarse con 19 años, la flor de la vida, en silla de ruedas tuvo que ser durísimo para ella, pero ha demostrado que tiene una voluntad de acero. Un ejemplo para todos.
ResponderEliminar¡Gracias! ¿Cómo no hablar de un ejemplo como ellos? Estos Juegos Paralímpicos no he podido seguirlos tanto como los Olímpicos, pero tenía que dejar constancia de ellos. Aunque sólo fuera un breve repaso al papel de la delegación española. No están todos los medallistas, pero sí los que más me han impresionado. Sobre todo Michelle Blanco. Es una muchacha simpatiquísima, me ganó para siempre en una entrevista que le hicieron en Radio Marca por la mañana hace un par de días. Y como no, mis paisanos, la mayoría de los integrantes del fútbol 5 y Carmen Herrera. Es posible que pronto tengamos noticias suyas por aquí, pero no quiero adelantar nada porque no hay nada seguro. Pero la que se merece un mayor reconocimiento es Teresa Perales. Si damos a Phelps la categoría de estrella superlativa -yo el primero-, ¿por qué no vamos a hacer lo mismo con ella que encima es producto nacional? Seguro que si fuera extranjera la pondríamos por las nubes. Esa es una de tantísimas cosas que no entiendo del periodismo de hoy día, que se valore más lo de fuera que lo de dentro. Esa es una de las cosas que, en mi opinión, debemos trabajar las nuevas generaciones. No se trata de dar mayor importancia a lo nacional que a lo extranjero. No, tampoco es eso. Se trata de dar a cada uno lo que merece, y estos chicos y chicas se merecen el cielo. Igual o más que cualquier otro deportista.
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