Se ha extinguido una raza. Esa es a la conclusión
que podemos llegar al comienzo de esta temporada. Una raza de grandes
delanteros. De garra, de lucha y, sobre todo, de gol. Hombres que se dejaron la
piel por unos colores que sintieron en todo momento. Hombres que, en su
mayoría, rechazaron grandes sumas de dinero para luchar por el equipo de su
vida –al menos hasta que les fue posible–. Jugadores de los que ya no quedan y
que se han extinguido para siempre. Por eso, en esta edición de En Blanco y Negro, que estarádividida en dos partes, vamos a rendir tributo y a “conocer” en profundidad a
los héroes que nos hicieron soñar la década pasada.
Alessandro Del Piero
No se puede entender la carrera deportiva de
Alessandro Del Piero con otra camiseta que no sea la bianconera de la Juventus. Pero, tras toda una vida defendiendo los
colores de la Vecchia Signora, así
deberá ser. Este mes de junio finalizó la penúltima gran historia de amor entre
una superestrella y su equipo de toda la vida. Una historia plagada de
fidelidad y lealtad, entrega, dedicación, sufrimiento, y, sobre todo,
muchísimos éxitos. Alessandro se marchó del Juventus Stadium rumbo al Sydney
F.C. con un impresionante reguero de títulos: seis campeonatos de la Serie A,
una Copa italiana, una Liga de Campeones, una Intercontinental, una Supercopa
de Europa, una Supercopa de Italia, una Intertoto y un campeonato de la Serie
B. Porque sí, ni siquiera tras el descenso de la Juventus por el escándalo del
“Calciopoli” en el año 2006 Del Piero abandonó al equipo de sus amores. Es más,
lo devolvió a la élite como campeón y se convirtió en el máximo realizador de
la categoría con veinte tantos.
A pesar de que siempre fue cuestionado, Pinturicchio siempre tuvo en su talento
su mejor aval para hacer que todos y cada uno de los inquilinos del banquillo
juventino se rindieran a sus pies. Mortal en el regate corto aunque no
excesivamente rápido, era un pesadilla constante para los defensas rivales.
Además, a esto le sumaba una puntería privilegiada, que le hacía igual de
efectivo tanto a larga como a corta distancia. También poseía un exquisito
golpeo a balón parado que convertía cada disparo a puerta en una obra de arte.
Sin duda alguna, uno de los jugadores más talentosos que ha salido de Italia.
Thierry Henry
Cuando Arsène Wenger le rescató de la Juventus para
convertirlo en el jugador franquicia de su Arsenal, sabía por qué lo hacía. Y
es que ningún entrenador supo entender mejor a Henry que su mentor, el que le
hizo debutar en la élite en el Mónaco hace dieciocho años. Henry supo responder
a la perfección a la confianza depositada en él por Wenger, liderando al mejor
Arsenal de la historia. Los títulos le avalan: dos Premier Leagues –una de
ellas ganada sin perder un solo partido–, tres FA Cups, y dos Community Shield
como jugador gunner, además de un
amargo subcampeonato de la Liga de Campeones tras caer en la final contra el
Barça de Rijkaard, equipo que lo contrataría dos temporadas más tarde. Allí y
con Guardiola ya a los mandos, Henry fue pieza clave en la temporada más
brillante de la historia del equipo azulgrana, culminada con la consecución del
“sextete” que le hizo completar un palmarés envidiable y conseguir su ansiada
Copa de Europa. Tras su insuperable epílogo en el Viejo Continente, el campeón
del mundo y de Europa con la selección francesa decidió poner rumbo a la MLS,
enrolándose en las filas de los New York Red Bulls, donde todavía sigue
deleitando a los aficionados con su deslumbrante talento.
Si algo ha definido a Henry a lo largo de su trayectoria,
eso ha sido su increíble potencia en carrera. La combinación de velocidad,
manejo del balón, inteligencia, y su amplísima zancada lo convertían en
imparable, especialmente al contragolpe. Otra de sus grandes virtudes reside en
su facilidad para ganar la espalda a la línea defensiva rival, siempre al borde
del fuera de juego. Pero lo que realmente le ha llevado a ser uno de los
delanteros más determinantes de la pasada década ha sido su magnífico acierto
de cara al gol, que le hizo ganar dos Botas de Oro consecutivas. Poco le
importaba si el remate era dentro o fuera del área, Henry siempre resolvía la
jugada de la manera más elegante posible. Míticas son ya sus definiciones con
el interior al palo largo, así como sus sensacionales goles a balón parado con
carrera corta. No cabe duda de que Henry ha sido uno de los más grandes.
Raúl
El debut de Raúl en el Real Madrid en la temporada
1994/95 de la mano de Jorge Valdano supuso una bocanada de aire fresco para la
afición merengue, que vio en él al sucesor de la exitosa Quinta del Buitre, que
se hallaba ya en su ocaso. Desde el momento de su debut, Raúl se convirtió en
el ídolo de la afición, y en la bandera del Madrid y del madridismo. Siempre
lideró a su equipo con orgullo, garra y sacrificio, tanto en los buenos
momentos como en los malos. Considerado por muchos como el mejor jugador
español de la historia, fue uno de los grandes responsables de que el Real
Madrid se alzara campeón de la Copa de Europa en 1998 –título que no lograba
desde que se hiciera con seis campeonatos entre 1956 y 1966–, capitaneó a la
galaxia blanca, y fue la pieza angular de la restructuración del Real Madrid
hasta lo que es hoy en día. Tras dieciséis años en el equipo blanco, en 2010
tuvo que abandonar el club y firmó por el Schalke 04 alemán, dejando a su paso
una carrera plagada de éxitos: tres Ligas de Campeones, seis Ligas, dos
Intercontinentales, una Supercopa de Europa y cuatro Supercopas de España. Una
vez en Alemania, el “señor Raúl” continuó haciendo gala de su profesionalidad y
entrega, que llevaron al Schalke a proclamarse campeón de la Copa de Alemania,
de la Supercopa alemana y a alcanzar las semifinales de la Champions League.
Actualmente milita en el Al Sadd de Qatar.
Raúl es la inteligencia hecha jugador de fútbol.
Siempre está bien posicionado; siempre alerta a un posible rechace del portero
o a un error de la defensa. Tanto dentro del área como fuera de ella, Raúl se
mueve con sigilo en busca de la ocasión perfecta. Hizo de sus remates de
primeras al palo corto su sello de identidad, al igual que su clásica cuchara,
imparable para los porteros. Y es que Raúl es el gol por definición. No en vano
es el máximo goleador de la historia de las competiciones europeas. Eso fue lo
que le llevó a liderar también a la selección española mientras el físico
aguantó, con el único pero de no haber logrado ningún campeonato internacional
con La Roja.
Andriy Shevchenko
Hablar de Shevchenko es hablar de uno de los
delanteros que mayor impacto han causado en la pasada década. Nadie que vio
jugar a Shevchenko puede olvidar sus increíbles actuaciones con la elástica
rossonera del Milan, con el que lo ganó casi todo: una Serie A, un Copa
italiana, una Champions League, una Supercopa de Europa y una Supercopa de
Italia. El único título que se le resistió fue el Mundialito de Clubes –antigua
Intercontinental–, que su equipo perdió en 2003 frente a Boca Juniors. Pero lo
que mejor habla de Sheva es su espíritu competitivo, su afán de superación y su
mentalidad ganadora. Esa fue la clave que le llevó a convertirse en el mejor
jugador del mundo en 2004 tras alzarse con el Balón de Oro. Aunque, a pesar de
sus innumerables logros tanto en el Dinamo de Kiev como en el Milan, no todo
fueron éxitos en la carrera del ucraniano. El Chelsea le sedujo para abandonar
San Siro, pero su rendimiento no fue el esperado y acabó naufragando en el
Támesis. Trató de volver a casa para recuperar viejas sensaciones, pero ya fue
demasiado tarde: el final de su carrera se aproximaba. Fue por eso que decidió
regresar al club de sus amores, el Dinamo. Allí exprimió las últimas gotas de
su fútbol hasta retirarse este pasado verano para dedicarse a la política. Pero
no fue su fracaso en Stamford Bridge su trago más amargo. Ese es el recuerdo de
aquel penalti fallado en la fatídica tanda frente al Liverpool, que hizo que el
equipo inglés se proclamara campeón de Europa tras un partido inolvidable.
La mayor virtud de Sheva fue su enorme movilidad en
el frente de ataque. Incontrolable en el intercambio de posiciones, su gran
talento le permitía definir la jugada de mil maneras diferentes. Podía
asociarse, driblar, asistir, o, por supuesto, disparar a portería. Formó durante
años una sociedad altamente peligrosa junto a la mejor versión de Kaká en un
Milan que cautivaba a cada minuto de juego. En él, Shevchenko era el rey del
gol. No le temblaba el pulso a la hora de definir en el área y tampoco si tenía
que buscar un disparo lejano. El objetivo era siempre el mismo: el gol. El
precio no importaba. Eso y su espíritu competitivo, su afán de superación y su
mentalidad ganadora le llevaron a convertirse en el mejor jugador del mundo en
2004 tras alzarse con el Balón de Oro. El ansia de triunfo fue una constante en
la carrera del mejor jugador ucraniano de la historia.
Ruud Van Nistelrooy
Nadie puede negar que Van Nistelrooy lleva el gol
en las venas. El mejor rematador de la década colgó las botas el pasado mes de
junio tras una gris temporada en el Málaga, que no hizo justicia a su brillante
carrera en los clubes más grandes del continente. Ruud hizo goles allá donde
fue: logró dos veces ser el máximo goleador de la Eredivisie holandesa con el
PSV, una vez ser el máximo goleador de la Premier League y de la Primera
División española con el Manchester United y el Real Madrid respectivamente, y
tres veces ser el máximo goleador de la Champions League, todas ellas con el
Manchester. Además, fue nombrado este mismo año como el máximo goleador de la
pasada década. Fue de la mano de Sir Alex Ferguson donde Van Nistelrooy
demostró todo su potencial, hasta el punto de convertirse en la referencia
ofensiva del equipo. En Manchester formó un peligroso tándem con Beckham, que
puso a su disposición un ingente número de pases medidos que Ruud no
desaprovechó. Este tándem se volvería a repetir años más tarde en el Real
Madrid, después de abandonar el United por varios enfrentamientos con Ferguson.
En Madrid dio todo lo que le quedaba dentro, y dos Ligas y una Supercopa de
España después, puso rumbo a Hamburgo para después finalizar su carrera de
blanquiazul en la Costa del Sol. A pesar de que Ruud lo ganó casi todo en
cuanto a campeonatos domésticos se refiere, nunca pudo levantar un campeonato a
nivel internacional.
Van the Man ha sido el nueve de área por
definición. Un futbolista imparable dentro de la caja capaz de rematar al
primer toque cualquier balón servido, por difícil que fuera. Su variedad de remates
era completísima, siendo igual de efectivo tanto con ambas piernas, como con la
cabeza, con la que era un auténtico especialista a balón parado, sacando el
máximo partido a su envergadura. Pero todas sus virtudes no hubieran sido
aprovechadas si no llega a ser por su gran facilidad para el desmarque. Sus
inteligentes movimientos le permitían encontrar siempre la situación ideal para
el remate. Ese fue el gran secreto del mejor nueve de la década.
PabloG.
Qué no es lo mismo que aparece en la web de México?
ResponderEliminarSí, es lo mismo. Veo necesario el publicarlo también aquí porque es algo muy personal y que tenía muchas ganas de hacer desde hace bastante tiempo.
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