Fue
el mejor Barça de todos, el mejor equipo de la historia. Y cuando son ellos, es
imposible. Terminó un sueño, el más dulce y más bonito que jamás se pudo imaginar.
Cayó el Málaga, pero de qué manera. Imposible no enamorarse de estos equipos,
imposible no enamorarse de un deporte que aunque algunos lo interpreten de
manera brusca es lo más delicado que existe. Rodó el balón y todo fueron
consecuencias positivas. Goles y emociones: esto es el fútbol y por esto nos
gusta. No lo olviden jamás. Porque es un deporte que se juega dentro del campo,
once contra once y no nos engañemos, se juega con el alma. Como lo hicieron
Málaga y Barcelona en La Rosaleda un inolvidable 24 de febrero de 2013; como lo
hicieron antes la Hungría de Puskás, el Brasil de Pelé y la Holanda de Cruyff.
Era
inevitable que el Málaga cayera eliminado. Estaba escrito en el libro sagrado
del fútbol. Era o eso, o que el partido perdiera toda su gracia. El equipo de
Pellegrini salió por la puerta grande de la Copa. Con el reconocimiento unánime
del mundo del fútbol y con el convencimiento de que no merecía tanto castigo en
el sorteo; de que pudo tener muchísima más fortuna de la que tuvo (¡sorteos
puros!, ¿tanto cuesta?). Pero era el destino. Sin embargo, sin este Málaga
valiente y descarado, el Barça no hubiera podido exhibir el fútbol de diamantes
que corre por las venas de todos y cada uno de sus futbolistas. Volvió a verse
ultraexigido por este pequeño equipazo y volvió a salir victorioso después de
sudar sangre. Es lo que tiene contar con jugadores como Messi, Iniesta, Xavi,
Pedro, Cesc… Si no es uno, es otro. Y si no, todos a la vez. Demoledores.
Cuando
Alves enfiló el carril derecho por primera vez dejó al descubierto las
intenciones del Barça: no pasar apuros. Llegar, ver y vencer. Pero hoy por hoy
eso es imposible en La Rosaleda. Joaquín se encargó pronto de que esta
afirmación constara también en el marcador. El pase de Duda fue delicado, igual
que su partido, porque el portugués ya está para pocos trotes, pero su calidad
sigue intacta. Tras los goles la preciosa batalla se trasladó al centro del
campo. Otra vez Camacho e Iturra solos ante los peligros que entraña el Barça,
esta vez con toda la artillería sobre el césped. Otra vez rindieron al máximo
nivel. Se encargaron de sostener al Barça y las mayores aspiraciones en la
historia del Málaga, que jugaba de tú a tú al mejor equipo de la historia del
fútbol.
Pero
un fallo defensivo condenó al malaguismo. Uno de los poquísimos que tuvo el
Málaga. Tras el paso por vestuarios, Piqué apareció de delantero centro.
Sorprendió a todos, también a Pellegrini y a Weligton y Demichelis, que lo
dejaron rematar a placer en el área pequeña tras un gran control con el pecho. Santa
Cruz volvió a poner las tablas en el marcador. Y entonces, Málaga entera se
ilusionó. Corrieron las lágrimas por las mejillas del público. Un “¡sí, se
puede!” atronador intimidó al Barcelona de los récords y le recordó que estaban
en La Rosaleda, la cuna de la ilusión en el panorama futbolístico mundial. Que ara
ganar aquí no basta con un juego bonito: necesitaba ganar también en emociones,
arrancarle el corazón sin piedad al malaguista, algo bastante complicado.
No
imposible. Recordemos que es el Barça, el único equipo del mundo capaz de hacer
los sueños realidad. Dolió mucho la derrota de Anoeta. Demasiado. Pero los
futbolistas saben de sobra donde nacieron los problemas y las dudas: sobre ese
maltrecho césped que estaban pisando en ese mismo instante. El Barça se sintió
incómodo en La Rosaleda hacía poco más de una semana. Bajó a la Tierra y
comprobó que no es tan superior al resto, no al menos a todos los equipos del
mundo. Ganaron el partido pero perdieron la confianza y, por si fuera poco, ese
mismo equipo le sacó un empate en el último minuto y con un futbolista menos en
el Camp Nou. No podían volver a pasar por lo mismo; una eliminación en Copa
sería irreversible. Cesc hizo que eso no ocurriera e Iniesta remató la faena.
Un golazo que dejaba como única alternativa la épica. Nada descartable teniendo
en cuenta la magnitud de los contendientes y la calidad del partido, por otra
parte.
Y
cuando Pellegrini se iba a lanzar a por la victoria, apareció Messi.
Desapercibido, controlado y sin embargo letal. Es imposible definir a este
futbolista extraterrestre y a su inmensa habilidad para el gol. El centro de
Alves fue la antesala de la capitulación malaguista. El lateral brasileño se salió
y calló de golpe a todos sus críticos en un partido que recordó a sus mejores
actuaciones. Sigue siendo un lateral terrorífico para las defensas rivales e
inigualable una vez ha iniciada la carrera. Entraron Lucas Piazón y Saviola
pero el partido ya estaba decidido. El sueño había llegado a su fin. Eso sí,
hizo falta el mejor Barcelona para poder derribarlo. Sin Isco, sin Toulalan y
sin Caballero en toda la eliminatoria, el Málaga sacó los colores al Barça y a punto
estuvo de dejarlo sin Clásico. Iturra, Camacho, Joaquín y Santa Cruz hicieron
posible que esa idea nunca desapareciera de la mente culé. Y no sólo con los
goles, también con un juego exquisito. Los cuatro estuvieron de diez en toda la
eliminatoria. En realidad, lo estuvo todo el equipo. Orgullo.
PabloG.
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