El
Barcelona es de otro mundo. Con cincuenta y cinco puntos de cincuenta y siete
posibles, o lo que es lo mismo, dieciocho partidos ganados, un empate y cero
derrotas en lo que va de liga, el aroma que desprende el equipo de Tito
Vilanova es de una superioridad absoluta. No parece existir ningún equipo capaz
de tumbarles. Esta idea sale fuertemente reforzada de La Rosaleda, donde el
Málaga fue capaz de poner al Barça contra las cuerdas con una propuesta muy
similar –nunca igual–, pero aun así los culés fueron capaces de alzarse con la
victoria con un partidazo soberbio.
Poco
más puede hacer un equipo terrenal por parar a esta máquina de fútbol. El
Málaga estuvo concentrado y fue consecuente con sus acciones. Nunca perdió el
temple y fue capaz de mantener a raya a un equipo que se vio ultraexigido por
momentos. Pero es el Barça. Tan sólo hizo falta un error para que la balanza se
inclinara irreversiblemente del lado azulgrana. Camacho cometió su único error
del partido y le regaló un balón a Messi para que driblara a Caballero y
abriera el marcador. Hasta ese momento, el combate estaba siendo nulo: ninguno
de los dos era capaz de imponerse con claridad en la preciosa y delicada
batalla del centro del campo. Toulalan con Messi, Isco con Busquets, Camacho con
Xavi, Joaquín con Iniesta y el balón como protagonista. Llegó el gol y un
atisbo de oleada culé. Sobrevivió el Málaga arropado por Caballero, inmenso
como de costumbre.
Resulta
de lo más curioso observar el posicionamiento en el campo del Barça. Con las
líneas interposicionales más que difusas, Tito dispone a sus futbolistas de tal
forma que ocupan más terreno a lo ancho que a lo largo; es decir, se mueven en
una franja minúscula en la que Xavi e Iniesta son los reyes y Messi, Pedro y
Cesc un quebradero de cabeza. Mil desmarques conviven con mil pases en corto y
al pie. Ese es el Barça: juego preciso e inteligente en el que todos los
estilos tienen cabida en su justo instante. Claro que con Busquets todo es más
fácil. Un futbolista capaz de recuperar y jugar con la misma soltura, que nunca
pierde la posición y que hace mejores a sus compañeros no tiene precio. El
Barça gira en torno a él, es la pieza que sostiene el altamente sofisticado
castillo de naipes azulgrana. Si Busquets está bien, el Barça está bien; si
está mal, el Barça sufre mucho; si está imperial, como ayer, el Barça es
imparable.
Pero
todavía hubo un futbolista que sobresalió un poquito más que Busquets. No fue
Messi, a pesar de su gol y su escandaloso pase en el gol de Fàbregas; no fue
Cesc, que se reencontró con el gol; ni siquiera Xavi, con su fútbol de escuadra
y cartabón. Fue el único hombre capaz de aglutinar el estilo de todos ellos en
unos solo: Andrés Iniesta. El manchego volvió a gritar a los cuatro vientos que
necesita un Balón de Oro. Aunque tenga que compartirlo con Messi, pero que se
lo den. Si el Barça fue Barça, fue gracias a Iniesta. El equipo bailó al son
que dictó el ‘8’. Ahora con calma. Ahora rápido. Ahora más rápido. Ahora que no
se vea el balón. Y así fue. Llegó un momento en el que el balón desapareció del
campo visual del espectador, que tan sólo apreciaba a cuatro futbolistas
moverse de un lado a otro envolviendo a sus rivales. El gol de Thiago quizá no
hizo justicia a lo que se vio en el campo, pero sí a todo lo que están haciendo
estos muchachos en los diecinueve partidos que llevamos. El Málaga no mereció
tantísimo castigo, pero el Barça merecía una recompensa.
Ni
Isco, ni Joaquín, ni un inmenso Santa Cruz fueron armas suficientes para hacer
tropezar al líder. Cuando con eso no basta, poco más se puede esperar de esta
liga. El Málaga firmó el mejor partido de la temporada en cuanto a juego y
control de la situación. Y se llevó tres goles. No contó con grandes ocasiones
pero estuvo muy acertado de cara a portería. Uno de uno, golazo de falta de
Buonanotte en el minuto ochenta y cuatro. En un partido en el que el
protagonismo absoluto estuvo en el centro del campo, las porterías pasaron a
tener un rol secundario. Eso no afeo el espectáculo. Al revés, lo embelleció.
Enseño al mundo que existe otra vía para jugar al fútbol y que hay que hacer
para alcanzarla. Enseño que Barcelona y Málaga son la élite. Y también que uno
está muy por encima del otro y de cualquiera.
PabloG.
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