Si
por algo se caracteriza el deporte, es por que no existe una única solución a
los problemas. No todo tiene que ser, o blanco, o negro. También existe el
gris. O el dorado más brillante, como en este caso. Se presuponía que en estos
Juegos se pondría en entredicho la supremacía del gran Michael Phelps, y al
instante aparecía un único nombre en la mente de todos los aficionados al
deporte: Ryan Lochte. Su compatriota era el elegido para arrebatarle su
preciado trono. Pero no. No están siendo los Juegos de Lochte. Al menos, no del
todo, porque ahí cuatro estrellas de aspecto juvenil están brillando con
luz propia: Yannick Agnel, Ye Shiwen, ‘Missy’ Franklin y Ruta Meilutyte.
Todo
parecía definido en la prueba de 4 x 100 libres, incluso antes de saltar a la
piscina. El equipo estadounidense parecía el claro vencedor de la prueba, no
cabía otra imagen en la mente de los aficionados. Un equipo que tiene a Phelps
y a Lochte en sus filas está predestinado al oro; el resto debería luchar por la plata. Pero esto es deporte, y
aquí no siempre prima la lógica. USA comenzó como un tiro con Nathan Adrian en
el agua, que cedió el testigo en primer lugar. Entonces apareció en escena la
leyenda de la natación mundial, Michael Phelps. El tiburón de Baltimore hizo lo
que se esperaba de él: nadó los cien metros más rápido que nadie para cederle
el testigo a Cullen Jones con una distancia más que considerable. No tenía que
dar una exhibición. Con Lochte en la última posta, manteniendo la distancia
bastaría para el oro. Y el americano cumplió. Entonces saltó Lochte, con el
objetivo de agrandar su naciente leyenda. Pero había alguien que también quería ocupar las portadas. Francia se había
aproximado a los puestos de cabeza, junto a Australia, aunque a cierta
distancia de USA. Era, sin duda, una gran noticia para la natación francesa,
que optaría a medalla. Muchos se hubieran conformado con obtener un metal en la
prueba. Pero bastó con que uno no lo hiciera. Cuando Lefert dio el relevo a
Agnel, el joven de Niza sólo tenía una idea en la cabeza: truncar el mito de
Lochte. Se aproximó en los primeros cincuenta metros; lo destrozó en los
últimos con una exhibición de potencia para darle el oro a su país, que ganaba
la prueba por primera vez. Agnel irrumpía en los Juegos por la puerta grande.
Lograba arrebatarle a USA una prueba típicamente americana, únicamente perdida
en dos ocasiones (Sydney 2000 y Atenas 2004).
No
había por qué dramatizar, un resbalón lo puede tener cualquiera, como lo tuvo
el propio Phelps en los 400 estilos. Lochte podría tomarse la venganza de la
forma más dulce en la final de los 200 libres. Se había generado muchísima
expectación alrededor de la prueba. La carrera del siglo la llamaban, y,
probablemente lo sería. Con Sun, Park, Biedermann, el propio Lochte, y, por
supuesto, Agnel en la piscina, pocos escenarios mejores se podían dibujar. Los
primeros cincuenta metros fueron un poderoso pulso entre Lochte y Agnel, en el
que el francés tomó cierta ventaja sobre el americano. Pero hasta ahí llegó la
prueba. Tras el primer viraje, la larga y delgada figura del joven nadador de
Niza fue inalcanzable para sus perseguidores, incluido Lochte. Ryan se vio
superado, destronado, abatido, resignado. Sufrió lo indecible en la prueba.
Tanto, que mientras Agnel exhibía su poderío parando el crono en 1:43.14, él
siguió peleando, ya no por el oro, sino por subir al cajón. Finalmente acabó
con el tercer mejor tiempo, pero fuera del podio. Park y Sun, Sun y Park,
tocaron la placa al mismo tiempo con 1:44.93. El americano se quedó sin medalla
y a casi dos segundos del gran Agnel, el nuevo rey de la natación y de estas
Olimpiadas.
Más
discutido está el trono de reina de Londres, porque la verdad es que nivel no
falta en las pruebas acuáticas. A la ya presentada candidatura de la discutida Ye
Shiwen, se unió ayer la de ‘Missy’ Franklin, que volvió a dominar la piscina a
su antojo. A pesar de la dificultad que presentaba la final de los 100 metros
espalda, ‘Missy’ superó la prueba con nota. Comenzó bien, a una distancia
considerable de la australiana Seebohm, magnífica nadadora y mucho más
explosiva que Franklin. Pero tras el viraje, comenzó la verdadera carrera de la
estadounidense, que fue aumentando el ritmo hasta dejar atrás a Seebohm y parar
el crono en 58.33, treinta y cinco centésimas más rápida que su rival
australiana.
Pero
Franklin no fue la única que se exhibió ayer en el Aquatics Center. Hubo una
joven lituana que irrumpió con fuerza en estas Olimpiadas. Su nombre es Ruta
Meilutyte y logró parar el crono en 1:05.41 en la final de 100 metros braza. En
la tierra cuenta con tan sólo quince años; en la piscina aparenta al menos diez
más. Su hazaña fue posible gracias a un inicio fulgurante en el que dejó atrás
a una de las mayores favoritas, la que fuera medalla de plata en Pekín, Rebecca
Soni. Tras los primeros cincuenta metros, Soni no pudo recuperar la distancia.
Y no pudo porque la quinceañera Meilutyte aguantó su ventaja como una
aunténtica veterana, con fuerza y orgullo, para entrar en la historia de los
Juegos. La savia nueva viene pisando muy fuerte.
PabloG.
Gran artículo una vez más. Maestro Segurola ha manifestado sus dudas respecto al caso de la china. Está claro que por el momento hay un protagonismo muy compartido en natación. Lo que me ha dejado asombrado es lo que ha hecho Phelps hoy: por una parte ha sufrido la peor humillación al perder una prueba en la que llevaba 11 años imbatido y por otra convertirse en el deportista olímpico más laureado de todos los tiempos. Sin embargo, creo que hoy es un día triste para él, después de todo, hubiera deseado establecer el nuevo registro de medallas entrando por la puerta grande y dejando en pie ese imperio en los 200 mariposa.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarSí, lo leí en la charla que tuvo esta mañana en Marca.com, lástima que llegué algo tarde para preguntar.
Nos ha sorprendido a todos. Bueno, en realidad creo que nos ha sorprendido porque pensamos que Phelps es un humano más, y no nos damos cuenta de que es el más grande de los humanos. Aunque Phelps se pegue el batacazo más grande de la historia, sabe levantarse para exhibirse en la siguiente prueba.
Comparto tu idea, a pesar de haberse consagrado como el mejor deportista de la historia, no creo que el tiburón de Baltimore esté demasiado contento. Vuelvo a repetir, no es un humano cualquiera. Es Phelps.