Nunca nadie echó tanto de menos su poderío como Michael Phelps ayer en el Aquatics Center de Londres. Jamás se había visto en una igual el tiburón de Baltimore: sufrió lo indecible durante toda la competición para acabar finalmente con un cuarto puesto que sabe a hiel. No sólo fue superado por Ryan Lochte, el gran vencedor de la noche, sino que se quedó fuera del cajón en favor del brasileño Thiago Pereira y del japonés Kosuke Hagino. Ya había pasado un calvario para entrar en la final, a la que arribó con el peor tiempo de los ocho participantes, pero lo que parecía la más compleja de las estrategias se torno en la cruda realidad. Este Phelps no es el que maravilló al mundo en Pekín. No puede serlo.
El
legendario nadador tuvo un buen comienzo, en el que se situó en cabeza junto a
Lochte. Parecía que uno de los duelos más esperados de los Juegos iba a tener
su primera entrega en esa prueba, una de las más peligrosas para Phelps.
Aguantó bien en mariposa, donde Lochte ganó, pero Phelps lo tuvo a tiro durante
los cien metros. Pero después perdió un tiempo valiosísimo en espalda, uno de
los estilos preferidos de Lochte, algo que no pudo recuperar luego en braza.
Cuando llegaron al crol, ya era demasiado tarde; la exhibición ya estaba en
marcha. Lochte sólo tuvo un rival en la piscina, y ese no fue Phelps, sino su
récord mundial, un récord que acarició con la punta de los dedos, pero que
finalmente se le escapó por medio segundo. Mientras, tanto, Michael luchaba por
su orgullo, por lograr un metal que minimizara el fracaso. No pudo ser. Se vio
superado por Thiago Pereira, uno de los mejores nadadores del mundo, que
realizó un crol espectacular, y por Kosuke Hagino, que le tomaba ventaja ya
desde la espalda. Phelps no pudo subir al cajón. En cierto modo, Ryan también
lo merecía. La imagen del día tenía que ser él con el oro, no Phelps con el
bronce. Merecía ser el centro de los focos por una vez. Merecía que se hablara de
él, de su talento, de su extravagante estilismo -con protector dental de
diamantes incluido-, no del tiburón de Baltimore. Merecía ser el rey de los 400
metros estilos.
Pero
sin lugar a dudas, el mejor duelo lo vivimos en la siguiente prueba, en la
final de los 400 metros libres. Allí se vivió un enorme duelo entre dos
nadadores asiáticos, el coreano Park Tae-hwan y el chino Sun Yang. La prueba
estuvo igualada de principio a fin, parecía que habría que irse a la foto
finish para decidir al ganador de tan bello duelo, pero Sun no parecía estar
por la labor. Observó atentamente a su rival y percibió su momento de mayor
debilidad para sacar provecho de la situación. Fue en el último volteo. Allí
decidió cambiar ferozmente el ritmo para sorpresa de su rival, que no lo pudo
contrarrestar. Sun se llevó el oro, además del récord Olímpico, destrozando la
marca del gran Ian Thorpe con 3:40.14. Park se vio relegado de su trono y tuvo
que conformar con la segunda plaza. El estadounidense Vanderkaay completó el
podio.
Tras
la última final masculina, llegó la hora de la competición femenina. En ella, España
estuvo representada por Mireia Belmonte, uno de sus mayores valores en la
piscina. La catalana llegó a la cita después de haber logrado el quinto mejor
tiempo. Todas las esperanzas estaban puestas en ella, parecía que podría lograr
la primera medalla. No pudo ser. Mireia fue aguantando la distancia, pero cada
vez esta se hacía más grande. Al final, un octavo puesto algo desafortunado
pero del que se debe sentir orgullosa, porque pudo compartir piscina con el
fenómeno Ye Shiwen. Recuerden este nombre, porque dará mucho que hablar
próximamente. Esta joven china de tan sólo dieciséis años realizó una
exhibición de autoridad sin precedentes, destrozando a todas y cada una de sus
rivales. Ni si quiera pudo con ella el récord mundial de Stephanie Rice, sus
4:28.43 fueron demasiado. Tal fue su superioridad, que Biesel y Li tan sólo
pudieron ser meras espectadoras. Ha nacido una estrella. Una de las que hacen
leyenda.
De
la autoridad de Ye pasamos a la tremenda igualdad del relevo de 4 x 100 libre. Aquí
si se siguió el guión previsto: dominaron las estadounidenses, las australianas
y las holandesas. USA comenzó como un misil con la joven ‘Missy’ Franklin, que
con una brazada estelar dejó a sus compatriotas en primer lugar, seguidas por
las australianas. Pero poco a poco las Cate Campbell, Brittany Elmslie y
Melanie Schlanger impusieron su talento y se llevaron la prueba con un nuevo
récord olímpico, establecido en 3:33.15. No sin pasar un mal trago, claro.
Porque a lo que parecía un duelo entre Australia y USA, se unió a última hora
la gran favorita, Holanda. Y es que el último relevo de Ranomi Kromowidjojo fue
estratosférico. Nadó los cien metros en 51.93, pero no fue suficiente para
darle de nuevo el oro a su país. Faltaron sesenta y cuatro décimas. Al final,
el equilibrado relevo australiano se impuso al resto, en una jornada marcada
por las sonrisas y las lágrimas de la piscina.
PabloG.
Excelente Pablo!! Sigue así! ;)
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias!
EliminarSi me llegan a decir que este artículo lo ha escrito el gran Santiago Segurola me lo creo en serio!
ResponderEliminarMuchas gracias, pero no creo que este texto tenga tanta calidad como uno de Segurola. Es más, estoy a años luz del maestro. Últimamente me estoy curtiendo bastante con el libro que publicó hace poco y que desde aquí recomiendo encarecidamente. Se llama "Héroes de nuestro tiempo", y es una recopilación de sus mejores artículos. Una joya, vamos. Además, tiene una doble función: enseña a amar el deporte con la narración de acontecimientos irrepetibles, y da una lección maestra de como narrar un acontecimiento irrepetible. Pero bueno, lo dicho, no creo que este texto llegue a esas cotas, aunque no descarto superar algún día al maestro.
EliminarEs un genio, sin duda. Cualquier crónica suya sorprende y seguro que en 20 minutos o menos finiquita el trabajo. A mi escribir una crónica con la que pudiera siquiera llegarle a la suela del zapato me llevaría dos horas. No sólo dominas el fútbol, sino varios deportes. Eso hace más fácil encontrar trabajo de periodista, especialmente en España donde el periodismo futbolístico se encuentra colapsado sobre todo ahora con Mourinho que da mucho juego y ha ''creado'' puestos de trabajo en el sector de la comunicación.
ResponderEliminarSí, tienes razón. La variedad siempre ayuda. O debería ayudar, porque, la verdad, me estoy dando cada vez más cuenta de que en España los deportes importan más bien poco. Obviamente, no a todos, pero a la mayoría lo que les interesa es el fútbol -incluidos los cotilleos más insospechados-, algunos deportes mayoritarios como baloncesto, tenis, motor, y algo de balonmano, y los deportes en los que ganan los españoles, pero sólo cuando interesa. Natación y atletismo no interesa. No vende aquí.
EliminarEspaña es un país muy de adorar ídolos una vez que ha pasado la prueba. Aquí encumbramos a Bolt y a Phelps cuando triunfaron en Pekín, pero la gran mayoría nunca había oído esos nombres en su vida. Por eso me resulta a veces vergonzoso esa frase que se está popularizando, eso de "soy español, ¿a qué quieres que te gane?". ¿A qué? Pregunta a USA, Australia, Holanda, Sudáfrica, Francia, Bélgica... por alguna prueba de natación, por ejemplo, y verás que no se puede ganar en todo. Si no lo hacen los americanos que son los que más medios tienen, ¿lo vamos a hacer nosotros que tiramos como podemos? Somos los mejores del mundo en fútbol y tenis, y potencias en balonmano, baloncesto y waterpolo, por ejemplo, pero de eso no se vive en unos Juegos.
El deporte español goza de una salud espléndida, la mejor de su historia, pero la salud deportiva de los aficionados debe abandonar la UCI cuanto antes.