Después
de lo visto en esta pasada Eurocopa, no ha quedado lugar a dudas. Ni Messi, ni
Ronaldo, ni nada que se le parezca. Iniesta, ese es el nombre que hay que
repetir en un campo de fútbol cuando el objetivo sea hacer que algún futbolista
se sienta inferior, porque sin lugar a dudas, el de Fuentealbilla no admite
comparaciones con el resto. Y eso se lo ha ganado dentro del campo, donde su
regate de seda y su privilegiada visión de juego le han hecho elevarse como la
gran referencia de la selección española, la campeona del mundo y bicampeona de
Europa. Andrés no necesita proclamarse como el mejor en las ruedas de prensa,
así como tampoco necesita acordarse de otros futbolistas que no están –salvo si
es para ensalzar su figura–, porque como él mismo dice, no juega para ganar
Balones de Oro, juega porque este deporte es lo que le apasiona, lo que le
llena realmente. No quiere que los focos le apunten, ni que los periodistas le
acosen, tan sólo quiere un balón pegado a su pie para llevar a cabo sus fantasías,
esas que únicamente él es capaz de imaginar. Y de llevar a cabo, lo que es aún
más difícil.
Mucho
se ha hablado sobre él: unos dicen que se parece al mejor Laudrup; otros al
mejor Zidane. Puede ser que ambas corrientes lleven su parte de razón, pero a
mí a lo único que me recuerda Iniesta cuando toma la pelota es al fútbol. Al
mejor, para ser más concretos. Y es que como una imagen vale más que mil
palabras, la de Iniesta rodeado de jugadores italianos, al más puro estilo de
Oliver Atom, define la superioridad que muestra actualmente en Europa y,
probablemente, en el mundo. Una vez que toma contacto con el cuero, es
imparable. De nada sirvieron los férreos marcajes que le impusieron todos y
cada uno de los seleccionadores rivales durante la Eurocopa, Andrés los derribó
sin esfuerzo aparente. Especialmente llamativo fue el caso del partido frente a
Francia, en el que Blanc pareció haber encontrado el antídoto a la “Iniestitis”
al colocar una doble marca en la banda derecha, inspirado en aquella Croacia combativa
que se hartó de nadar para morir en la orilla, curiosamente también por culpa
de Andrés. Pero sólo duró diecinueve minutos, lo que tardó el ‘6’ en filtrar un
pase al hueco para que Alba hiciera diabluras por la línea de fondo. Ahí el
fútbol comprendió la grandeza del hombre silencioso, justamente nombrado MVP de
la Euro 2012.
Pero
como todas las grandes historias, esta no tuvo un comienzo fácil. Debutó pronto
en el Barcelona de la mano de Van Gaal, y fue alternando encuentros con el
primer equipo y con el filial hasta que por fin dio el salto a la primera
plantilla. Tan sólo hubo un único pero: aquel Barça no era el Barça perdedor
que había sido durante los últimos años. Y lo que es peor, había un futbolista
que le cerraba el paso hacía la titularidad, el portugués Deco. A pesar de
ello, la calidad de Iniesta se fue imponiendo poco a poco hasta convertirse en
un jugador imprescindible para la plantilla, a pesar de no ser titular, y los
títulos se fueron sucediendo. El talento de Andrés era innegable, pero se le
achacaba una a veces preocupante falta de gol. Y nadie en ese momento se paró a
pensar la soberana estupidez que se estaba diciendo, porque Iniesta no es un
futbolista que garantice veinte goles por temporada, no lo necesita. Pero eso
no quiere decir que no posea el don de los grandes goleadores: el de marcar los
goles más decisivos. La primera muestra la dejó la tarde-noche del seis de mayo
en Stamford Bridge, al culminar una jugada fraguada con el último aliento de un
Barcelona superior que se veía frenado por la muralla azul. Pero cuando todo
parecía perdido, apareció un rayo de luz surgido de la bota de Andrés al que
nada pudo responder Cech. Ese gol fue sin duda uno de los más importantes de la
historia del Barcelona, que lograba la final, podía seguir optando al triplete,
y, sobre todo, dejaba atrás el tormentoso final de la era Rijkaard para
siempre. Pero esto tan sólo fue un anticipo de lo que la historia le tenía
reservado al bueno de Iniesta, tal día como hoy hace dos años. Esta vez no fue
el Barça, sino España; no fueron las semifinales de la Champions, sino la final
de un Mundial. Pero la hazaña, fue la misma, y el escenario, similar. España se
veía asfixiada ante una Holanda que sólo podía pegar ante el vendaval
futbolístico que tenía enfrente. La impotencia cada vez se hacía más evidente,
acrecentada con lo escasos minutos que le quedaban a la prórroga. España se
tendría que jugar a la lotería lo que había merecido con esfuerzo y sacrificio.
Pero entonces, una contra iniciada por Torres llegó a los pies de Cesc, que se
la cedió a Iniesta para que pusiese su firma a la final. Andrés reventó el
balón. Le pegó con el alma. Con la suya, con la de Jarque, con la de Puerta,
con la de todos los españoles. Y ese disparo se hizo imparable y le hizo
elevarse a la categoría de mito, acrecentado por su dedicatoria a su fallecido
“hermano” Dani. Allí estaba Andrés, regalándole a su amigo el gol más
importante de su vida, el más importante de la historia de España, uno de los
más importantes de la historia del fútbol. Iniesta mostraba al fútbol y al
mundo que se puede ser grande sin perder los valores fundamentales de las
personas humildes, daba una lección maestra con un simple gesto.
Andrés,
ya sabemos que tú no necesitas el estímulo de los Balones de Oro para rendir
como el mejor, para hacernos vibrar cada vez que te vistes de corto, pero
haznos caso, éste te lo mereces como el que más. Te lo mereces por tu honradez,
por tu entrega y tu sacrificio; por tu talento, tu calidad y tu percepción del
juego. Se lo merece España. Se lo merece el fútbol. Más que nada, porque eres
inigualable.
PabloG.
Lokisiimo.El Fantastic0 Iniesta.:)
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